lunes, 18 de noviembre de 2024

¿Hay que merecer el derecho a vivir?

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[1] A lo largo del año 2023 y hasta julio de 2024 Lanbide suspendió la RGI a casi seis mil personas, algo más de un 10 por ciento del total de personas perceptoras. Ya sólo este dato debería activar nuestra atención y sacarnos de cualquier discurso autocomplaciente. “¿Por qué no observar la estructura de los programas en vez de las fallas de los beneficiarios? […] ¿Por qué no diseñar programas que toleren más las equivocaciones?” (S. Mullainathan y E. Shafir, Escasez). Máxime cuando muchas veces ni siquiera hablamos de equivocaciones de las personas perceptoras sino de fallos en el propio programa, que pretende formalizar, burocratizar y controlar unas vidas cada vez más líquidas, más inciertas, más fluidas. Con lo que acaba por imponer normas y procedimientos que rompen la organicidad de la vida.

 

[2] En su comparecencia ante la comisión parlamentaria que estudiaba la futura Ley del Sistema de Garantía de Ingresos y para la Inclusión, el 14 de junio de 2022, el Ararteko señaló lo siguiente:

ü  que la suspensión cautelar de la RGI no sea utilizada “de manera sistemática”;

ü  que gran parte de los incumplimientos por los que se suspende son meros trámites, como “la imposibilidad de mantener ininterrumpidamente un padrón” o no presentar “cierta documentación a la que al usuario le resulta difícil o imposible acceder”.

ü  Y recordó algo esencial: que esas personas, cuando se les retira la prestación, siguen siendo vulnerables.

 

[3] Este recordatorio resulta especialmente relevante porque lo cierto es que si consultamos la web del Ararteko (www.ararteko.eus/es/search?texto=suspensi%C3%B3n+RGI)  encontraremos un largo rosario de referencias a suspensiones o extinciones de la RGI a personas muy vulnerables que, si bien han sido atendidas por la administración vasca, suponen una gravísima afectación a la vida de personas en situación de enorme vulnerabilidad:

ü  Lanbide tiene en cuenta una recomendación del Ararteko y revisará la suspensión de la RGI de un ciudadano que no pudo abonar temporalmente una pensión de alimentos en su totalidad (15/05/2023).

ü  Tras la intervención del Ararteko Lanbide anula el acuerdo por el que reclamaba a un ciudadano el reintegro de unas prestaciones (13/01/2020).

ü  El Ararteko recomienda al Departamento de Empleo y Políticas Sociales que deje sin efectos la extinción de una RGI por inexistencia de causa para ello (10/01/2017).

ü  El Ararteko pide al Gobierno Vasco que revise la suspensión de las prestaciones económicas de un trabajador autónomo a quien se le imputó un rendimiento ficticio de su actividad (23/09/2021).

ü  El Ararteko pide revisar la extinción de una RGI a una mujer cuyo marido es temporero y sale de la comunidad autónoma para trabajar (18/01/2021).

ü  Recomienda al Departamento de Empleo y Políticas Sociales que revise una resolución de mantenimiento de la suspensión de la prestación de la RGI y la PCV, por estimar que la persona interesada ha aportado la documentación requerida y ha presentado las alegaciones que acreditan el cumplimiento de los requisitos en la instrucción del expediente, sin que la presentación del documento justificativo en fase de recurso invalide su derecho (26/07/2018).

ü  Lanbide toma en cuenta las recomendaciones del Ararteko y acepta revisar el caso de una madre a la que extinguió las prestaciones económicas (06/06/2023).

“Pero muchas de esas suspensiones finalmente han sido revertidas”, podrá decir alguien; sí, pero tras una suspensión indebida, apresurada, poco o nada reflexionada, con consecuencias que muchas veces han sido dramáticas: dificultades o imposibilidad de pagar alquileres o créditos, para acceder a la alimentación, etc.

 

[4] Las suspensiones, aunque sean temporales y aunque puedan ser revisadas, suponen introducir más escasez en existencias ya truncadas por la escasez, con lo que esto significa:

La escasez no es sólo una limitación física, es también un estado mental. Cuando la escasez captura la atención, cambia la forma de pensar […] cómo se ponderan las elecciones, cómo se delibera y, en última instancia, lo que se decide y la conducta. Cuando se vive en condiciones de escasez, los problemas se representan, administran y tratan de forma diferente […].

Menos dinero significa menos tiempo. Menos dinero significa que es más difícil socializar, menos dinero significa alimentos de menor calidad y menos saludables. La pobreza significa escasez de los propios artículos que sostienen casi todos los demás aspectos de la vida.

[…] Las personas de escasos recursos […] hace malabares para pagar renta, préstamos, cuentas atrasadas, y cuentan cada día que falta para que les paguen su cheque. Emplean su ancho de banda para administrar su escasez. […]

Algo de lo que más carecen los pobres es ancho de banda. La mera lucha por estirar los ingresos les deja menos de este recurso vital (S. Mullainathan y E. Shafir, Escasez).

Es a estas personas, en estas circunstancias, a las que se está suspendiendo la RGI. A las personas más vulnerables, a las más precarizadas, a las más necesitadas de eso de las que se les priva.

 

[5] “¿Qué es una sociedad decente?”, se pregunta y nos pregunta A. Margalit. Esta es su respuesta: “una sociedad decente es aquella cuyas instituciones no humillan a las personas”. ¿Y qué es la humillación? El mismo autor dice que “es un tipo de conducta o condición que constituye una buena razón para que una persona considere que se le ha faltado al respeto”.

¿Estamos seguras de que el sistema de gestión de la RGI cumple el criterio de decencia de Margalit? Yo digo que no.

 

[6] Isabel Torre es una doctora en Sociología que en el año 2023 defendió la tesis titulada Emociones y activación. Un análisis de las subjetividades de personas perceptoras de la Renta de Garantía de Ingresos, en la que concluye lo siguiente:

Las principales emociones en la experiencia de encontrarse percibiendo la RGI son el miedo, la tristeza, la vergüenza y la duda. Ante tales emociones, de signo negativo, se desprende una posible erosión de las subjetividades de los individuos bajo estudio, así como una dura gestión emocional. Se confirma, pues, que la actual configuración de la RGI y el imaginario colectivo acerca de la misma no sirve a las personas usuarias como herramienta de empoderamiento (https://addi.ehu.es/handle/10810/64552?show=full).

¿Desearíamos para nosotras una realidad así?

 

[7] En su Teoría de la justicia John Rawls desarrolló las ideas de la "posición original" y el "velo de la ignorancia" como herramientas conceptuales diseñadas para fundamentar principios de justicia imparciales y equitativos. La posición original es un experimento mental en el que individuos racionales y libres deliberan sobre los principios que regirán la estructura básica de la sociedad (instituciones políticas, económicas y sociales).     Estas personas buscan maximizar sus propios intereses, pero no tienen poder ni privilegios sobre otros, asegurando así un proceso equitativo. Estas personas diseñan las reglas desde cero, sin sesgos, ya que operan en el marco del velo de la ignorancia, de manera que desconocen ciertas características de sí mismas o de su lugar en la sociedad, tales como: su posición socioeconómica (ricos, pobres, clase media, etc.), sus habilidades naturales (inteligencia, talento, fuerza, etc.), su género, raza, religión o cualquier otra circunstancia particular, sus preferencias personales o valores específicos. Esto significa que las personas participantes deben formular principios de justicia sin saber si serán ricos o pobres, hombres o mujeres, privilegiados o marginados. La idea es que, al eliminar el conocimiento de estas diferencias, las decisiones que tomen serán imparciales, ya que nadie puede diseñar reglas que beneficien a su posición particular.

El propósito de la posición original y del velo de la ignorancia es garantizar que los principios de justicia acordados sean universales (aplicables a todas las personas, independientemente de sus circunstancias), imparciales (no influenciados por intereses particulares o sesgos) y equitativos (que protejan a las menos aventajadas y aseguren una igualdad básica de oportunidades).

En estas condiciones, ¿de verdad diseñaríamos este sistema de rentas mínimas? ¿o lo hemos diseñado así porque sabemos perfectamente que nunca vamos a vernos en la tesitura de tener que transitar por el espacio de la RGI y someternos a sus exigencias? El problema de la RGI es que quienes estamos aquí sabemos que jamás vamos a tener que recurrir a esa prestación. Pero, ¿y si la pensáramos poniéndonos en el lugar de quienes si lo hacen?

 

[8] Por cierto, a propósito del imaginario colectivo sobre la RGI al que se refería Isabel Torre. Repetidamente se utiliza el argumento del control estricto de las personas perceptoras (base de esa suspensión cautelar sistemática advertida por el Ararteko) como una forma de legitimación de la RGI frente a una opinión pública y publicada cada vez más crítica con esta ayuda. No estoy de acuerdo. Al contrario, creo que se está provocando el efecto contrario, el aumento del discurso deslegitimador. Recordemos aquella infame campaña de la Diputación Foral de Bizkaia en 2017 con el lema “ayudas sí, control también” (https://www.bizkaia.eus/es/web/comunicacion/noticias/-/news/detailView/17923) para presentar su Plan General de Inspección y Control de Servicios y Prestaciones Sociales 2017-2019.

En 2023 Lanbide puso en marcha una nueva Unidad de Inspección para “controlar el correcto cumplimiento” de la RGI, con 19 inspectoras e inspectores. Como si el de las prestaciones sociales fuese un lodazal de corrupción. Comparemos este esfuerzo inspector con el hecho de que en febrero de 2023 contábamos con 51 plazas de inspección de trabajo para toda Euskadi, de las que 10 estaban vacantes. Estamos hablando de un ámbito, el laboral, en el que ya se han producido 30 muertes este año, la última esta misma semana, el martes, en Bilbao.

No creo que aventar la imagen de unas prestaciones sociales amenazadas por el fraude, algo que todas las estadísticas desmienten, sea la mejor forma de legitimarlas. Y menos si lo hace la propia administración. Hace mucho que lo vengo diciendo (https://www.elcorreo.com/alava/sociedad/201410/27/aceptable-ponga-bajo-sospecha-20141025082440.html).

 

[9] Vivianne Forrester nos interpela en El horror económico con un interrogante que no podemos dejar de responder: “En este sistema sobrenada una pregunta esencial, jamás formulada: ¿Es necesario merecer el derecho a vivir?”.

Yo digo que no, y estoy en disposición de hacer lo que sea preciso para avanzar, y hacerlo con rapidez, hacia la incondicionalidad de las rentas que garanticen los ingresos necesarios para evitar la escasez. Y hacerlo de la única manera en que es posible que esa incondicionalidad no genere agravios, que es con criterio de universalidad.

O sea, hacia una renta básica universal.

 

domingo, 17 de noviembre de 2024

Una mujer afortunada

Polly Morland
Una mujer afortunada: Historia de una médica rural
Traducción de Vanesa García Cazorla
Con fotografías de Richard Baker
Errata naturae, 2024
 
"Cuando recuerda aquella tarde, y cualquier otro encuentro similar a lo largo de sus más de veinte años aquí, comprende que parte de lo que ofrece a quienes están a su cuidado es tiempo. Al fin y al cabo, tiempo es lo único que tenemos, y no en el sentido de eficiencia, de gestión, de programas una cita y no retrasarse, ni tampoco en términos de posponer la muerte. Más bien, trabaja sabiendo que el tiempo es el eje finito de nuestras vidas y que la experiencia que tenemos de él es importante, pues no todos los minutos de una misma existencia son iguales. A veces las semanas, los meses o los años pasan volando, ligeros como telarañas, pero, cuando se siente dolor, miedo o angustia, diez minutos pueden pesar como un año entero. El modo en que se trata a la gente en esas circunstancias marca la diferencia, y ella lo sabe. Está aquí para ayudar a cargar con la gravidez del tiempo, para que sus pacientes regresen a horas más ligeras, ya se trate del moribundo que cuenta sus horas, ya de la joven que lucha contra la depresión, ya de un manitas que se ha cortado el pulgar y espera una ambulancia en plena nevada".

Polly Morland, escritora británica y documentalista de formación, nos regala una obra profundamente humana y reflexiva que combina elementos de narrativa biográfica, ensayo social y análisis crítico sobre los cuidados médicos en un mundo en constante cambio. Inspirada en el clásico de John Berger Un hombre afortunado, el retrato inolvidable de un médico rural británico en la década de 1960, la historia de Polly Morland es tanto un homenaje como una actualización de los temas que Berger exploró.
 
Una mujer afortunada se centra en una médica rural que ejerce en una pequeña comunidad en Inglaterra. A través de entrevistas y observaciones, Polly Morland captura la cotidianidad de esta doctora, que antes llamábamos "de familia", sus retos, sus momentos de alegría y sus frustraciones, mientras aborda cuestiones como la crisis del sistema de salud pública, las tensiones entre el idealismo y la práctica médica, y las implicaciones humanas de atender a comunidades profundamente unidas en un mundo donde la medicina enfrenta desafíos inéditos: la sobrecarga de trabajo, el envejecimiento de la población, la tecnología médica, sobre todo, las tensiones entre la atención personalizada y las demandas burocráticas de unos sistemas de salud cada vez más industrializado.
 
La autora logra transmitir tanto la profundidad emocional de la experiencia médica como la complejidad de los dilemas éticos que enfrenta una médica rural. Sus descripciones de los encuentros entre la doctora y sus pacientes son visuales y detalladas, con una sensibilidad para captar tanto los momentos dramáticos como los silencios cargados de significado. Porque este es núcleo esencial del libro: la observación atenta del vínculo entre la doctora y sus pacientes. En un mundo donde la medicina a menudo se ve reducida a números y diagnósticos rápidos, esta "mujer afortunada" personifica un enfoque humanista, basado en la comprensión profunda de las vidas y contextos de quienes cuida, enfoque que fortalece la confianza y el bienestar de sus pacientes, pero que también puede convertirse en una carga emocional para la médica.
 
A diferencia de Un hombre afortunado, donde Berger retrata la práctica médica desde una perspectiva masculina y paternalista ("la esposa del médico está excluida del relato" a pesar de desempeñar "un papel fundamental no sólo en los terrenos emocional y doméstico, sino también en el profesional"), Polly Morland introduce con claridad la perspectiva de género. Como mujer médica, esta doctora enfrenta expectativas y presiones diferentes, desde equilibrar la vida laboral con las responsabilidades personales hasta lidiar con prejuicios machistas en un campo históricamente dominado por hombres.

Una mujer afortunada es un libro que invita a pensar profundamente sobre qué significa cuidar en un mundo que a menudo prioriza la eficiencia sobre la disponibilidad, una obra que trasciende la mera biografía para convertirse en un testimonio de los valores más esenciales de la medicina: la empatía, el cuidado y la conexión humana. Polly Morland escribe con una sensibilidad que deja una impresión duradera, invitándonos a reconsiderar nuestra propia relación con los sistemas de salud y las personas que los sostienen.
 
"Habrá tenido en torno a ciento treinta mil citas en estos primeros veinte años en el valle. Pero comprende que lo numérico y lo técnico, hasta lo abiertamente clínico, no es más que una parte ínfima de su historia aquí. Detrás de estas ciento treinta mil citas hay algo que otros médicos ya no disfrutan: un número significativo de relaciones personales duraderas y de calidad que sientan los cimientos de los pilares de la buena atención sanitaria, la confianza, la compenetración y la empatía. A pesar de que muchas de esas consultas han sido de amigos y vecinos, es importante entender que no se trata de amistades per se, al contrario: representan un vínculo distinto y único, que está por definición en continuo cambio y que se basa en un delicado equilibrio entre intimidad y distancia".
 
Enriquecido por las hermosas y evocadoras fotografías de Richard Baker, es un libro que recomiendo sin dudar. A mí me ha encantado, literalmente. Ojalá lo lean muchas futuras médicas y médicos.






domingo, 10 de noviembre de 2024

Arnotegi, Atxarte y Gangoiti

Desde San Adrián he subido hasta el Arnotegi, descenso al parking de Igertu y subida a Atxarte y Gangoiti. Paseo mañanero y dominguero que no deja de retarnos con buenos desniveles. De vuelta a Igertu he prolongado el descenso bordeando Arnotegi por la pista que llevaría hasta Bolintxu, aunque hoy he optado por volver a San Adrián por el barrio de Irusta.









Arnotegi (426 m).
Atxarte y Gangoiti desde Arnotegi.




Arnotegi desde Atxarte (440 m).







Gangoiti (494 m).



Gangoiti y Atxarte desde la pista que lleva al valle de Bolintxu.