domingo, 27 de abril de 2025

Vita longa

Mary Oliver
Vita longa
Traducción de Regina López Muñoz
Errata naturae, 2025
 
"Y ahí radica la clave, en cómo el mundo, jugoso y pródigo, nos apela a todos y cada uno de nosotros para que creemos una respuesta novedosa y profunda. He aquí la gran pregunta, la que éste nos lanza a bocajarro cada mañana. «Aquí estás, viva. ¿Algún comentario al respecto?». Este libro es mi comentario.
[...] Escribir poesía -para mí, al menos- es una manera de dedicar alabanzas al mundo. En este libro encontrarás, intercalados entre los textos en prosa, unos cuantos poemas. Plantéatelos así, como pequeños aleluyas. No tratan de explicar nada, como hace la prosa. Se limitan a aparecer, sin más, y respiran. Un puñado de lirios, o de chochines, o una trucha entre las sombras misteriosas, el agua helada y los robles sombríos"


Hay libros que no se leen, sino que se caminan, se respiran, se habitan. Así es este libro de Mary Oliver, una colección de ensayos, poemas y pequeños fragmentos que nos invita a avanzar como por un sendero en el bosque: entre claros de sol y espesuras de sombra, entre la contemplación sencilla y la sabiduría más honda. Cada texto es como una piedra lisa encontrada en la orilla de un río: modesta, redonda, pero conteniendo siglos de agua, viento y paciencia.

Mary Oliver escribe desde la experiencia de "saber[s]e bendecida", escribe para corresponder a esta experiencia y, por ello, se pregunta: "¿Cuál es el regalo que debo brindarle al mundo? ¿Cuál la vida que he de vivir?". Porque el mundo, en reciprocidad, espera nuestro interés y cariño:
 
"Los dioses actúan como actúan, no sabemos con qué objetivo, pero esto sí lo entendemos: el mundo no podría hacerse sin el remolino y el torbellino de nuestro más profundo interés y nuestro cariño. Y me refiero al dios del cielo y al del río; no sólo al de la catedral dorada, sino al señor del prado verde, donde la gente se detiene sin prestar mucha atención y se saca fotos; donde los zorzales lanzan sus cantos oscuros; donde los perrillos ladran y brincan , con las orejas aleteando alegremente, mientras corren hacia nosotros".

Uno de los hilos más hermosos del libro es la idea de pertenencia. Mary Oliver no se sitúa fuera del mundo natural, no lo estudia como un objeto separado: sus descripciones no son las de una observadora distante, aunque asombrada, ella es parte de ese mundo, una criatura más entre otras criaturas. Su prosa, aunque cargada de imágenes poderosas, jamás es grandilocuente, nunca se despega del suelo, nunca abandona esa conexión física, táctil, con la vida que late en cada rincón. Y para ello no es preciso emprender largos viajes ni visitar escenarios exóticos:
 
"La gente me pregunta: ¿no te gustaría  ver Yosemite? ¿La bahía de Fundy? ¿La cordillera Brooks? Yo sonrío y respondo: «Claro… algún día», y me voy a mis bosques, mis lagunas, mi puerto inundado de sol, apenas una coma azul en el mapamundi pero, para mí, el emblema de todo. Lo didáctico es lo íntimo, nunca lo general [...].
Uno de los peligros de nuestra presunta era civilizada es que aún no reconocemos ni apreciamos lo suficiente esta conexión entre alma y paisaje, entre nuestras mejores posibilidades y las vistas que nos ofrecen las ventanas de nuestra casa".

Quizá uno de los mayores encantos de este libro sea su humildad. En realidad, es una característica de la escritura de Mary Oliver, que siempre ofrece algo así como un espacio de silencio. Un recordatorio de que la vida, en su forma más extensa y profunda, se compone de momentos breves pero potencialmente inmensos: 
 
"[A] diario recorro mi paisaje, los mismos prados, los mismos bosques y las mismas playas lívidas; me detengo frente al mismo mar azul y festivo donde los vientos invisibles, en las tardes de finales de verano, se enroscan formando espirales enormes y tensas, y las olas se engalanan con sus penachos blancos y comienzan a saltar hacia la orilla, hasta su último desembarco, escandaloso y palpitante. Más veces de las que recuerdo he presenciado tales momentos [...]. [E]s el escenario de lo espiritual; es lo heterogéneo, obediente a un misterio".
 
Un libro para saborear lentamente, como se saborea una caminata al atardecer. Una invitación a vivir con más con más atención, con más gratitud. Mary Oliver nos enseña, sin necesidad de proclamas, que al final, la larga vida es, sobre todo, una cuestión de miradas plenas y de presencias verdaderas.

Peña Pastores, El Cuadro/Alto de Galdames, Pico Mayor y Pico Menor

Paseo nublado y lluvioso por los montes de Triano. Parece más de lo que en realidad es. Desde la Ekoetxea de La Arboleda (8:30 h.) no hay más que seguir el camino, variado y no siempre bien marcado, que pasa por Peña Pastores (673 m), El Cuadro o Alto de Galdames (715 m), Pico Mayor (742 m) y Pico Menor (728 m). En poco más de dos hora y media vuelta a la Ekoetxea. Es verdad que hoy llovía, que muchos tramos estaban embarrados y que la subida al Pico Menor parecía un escenario de guerra por las talas y extracción de pinos. Pero es un entorno muy disfrutable.
 



Peña Pastores (9:00 h.).
 
El Cuadro/Alto de Galdames (9:10 h.).

 
Pico Mayor (10:00 h.).

El camino desde Pico Mayor a Pico Menor parece haber sufrido un bombardeo.



El destrozo llega hasta la misma cumbre do Pico Menor (10:30 h.).



Para ser un biotopo protegido...

Planeta agua...




















viernes, 25 de abril de 2025

Declaración de Independencia del Espíritu

Releo estos días el libro de Romain Rolland Más allá de la contienda (Nórdica Libros y Capitán Swing, 2014; traducción de Carlos Primo). Recoge textos publicados entre 1914 y 1919, todos ellos dirigidos a reivindicar el diálogo, el entendimiento y la paz en una Europa arrasada por el militarismo. Entre estos textos destaca el que cierra el libro: la "Declaración de Independencia del Espíritu", publicada en el diario L'Humanité el 26 de junio de 1919. La versión en inglés empieza con "Intellectual workers...". Me gusta más la idea de trabajadoras (la primera firma es de la maravillosa Jane Addams) y trabajadores del Espíritu.
 
DECLARACIÓN DE INDEPENDENCIA DEL ESPÍRITU
 
Trabajadores del Espíritu, compañeros dispersos a lo largo y ancho del planeta, separados desde hace cinco años por los ejércitos, la censura y el odio de las naciones en guerra: en esta hora en que las barreras caen y las fronteras se reabren, os dirigimos un llamamiento para reformar nuestra unión fraternal, pero una unión nueva, más sólida y segura que la que existía antes.
     La guerra ha traído la destrucción a nuestras filas. La mayoría de los intelectuales han puesto su ciencia, su arte y su razón al servicio de los gobiernos. No queremos acusar a nadie ni elevar ningún reproche. Conocemos la debilidad de las almas individuales y la fuerza elemental de las grandes corrientes colectivas: éstas han barrido a aquéllas en un instante, porque no había defensa preparada. ¡Que, al menos, esta experiencia nos sirva para el futuro!
     Y, en primer lugar, constatemos los desastres a que conduce la abdicación casi total de la inteligencia del mundo y su sumisión voluntaria a las fuerzas desencadenadas. Los pensadores, los artistas han añadido una suma incalculable de odio envenenado a la plaga que roe la carne y el espíritu de Europa. Han buscado en el arsenal de su sabiduría, de su memoria y de su imaginación, razones antiguas y nuevas, razones históricas, científicas, lógicas y poéticas para justificar el odio. Han trabajado para destruir la comprensión y el amor entre los hombres. Y así han afeado, envilecido, rebajado y degradado el Pensamiento al que representaban. Lo han convertido en un instrumento de las pasiones y, tal vez sin saberlo, de los intereses egoístas de un clan político o social, de un Estado, de una patria, de una clase. En este momento, todas las naciones enfrentadas, victoriosas o vencidas, salen de la batalla moribundas, empobrecidas y, en el fondo de su corazón (aunque lo nieguen), avergonzadas y humilladas por su crisis de locura. Junto a ellas, el Pensamiento, implicado en sus combates, sale también destronado.
     ¡Levantémonos! ¡Libremos al Espíritu de estos compromisos, de estas alianzas humillantes, de estas servidumbres disimuladas! El Espíritu no está al servicio de nada que no sea él mismo. Somos nosotros quienes estamos a su servicio. Nuestra misión es defender su luz y agrupar a su alrededor a todos los hombres extraviados. Nuestro rol, nuestro deber, es mantener un punto fijo, señalar a la Estrella Polar en medio del torbellino nocturno de las pasiones. Entre estas pasiones de orgullo y de destrucción mutua, nos negamos a elegir, y las rechazamos todas. Rendimos honores a la única Verdad libre, sin fronteras ni límites, sin prejuicios de razas o de castas. Desde luego, ¡no nos desentendemos de la Humanidad! Trabajamos por ella en su totalidad. No distinguimos entre pueblos: conocemos a un solo Pueblo, único y universal, al Pueblo que sufre, que lucha, que cae y se levanta, y que avanza siempre por un camino difícil empapado de sudor y sangre, el Pueblo de todos los hombres, todos hermanos por igual. Y para que, al igual que nosotros, tomen conciencia de esta fraternidad que ponemos por encima de sus ciegos enfrentamientos: el Arca de la Alianza: el Espíritu libre, uno y múltiple, eterno.
 
 

A partir del 23 de junio de 1919, esta declaración ha sido respaldada por: Jane Addams (Estados Unidos); René Arcos (Francia); Henri Barbusse (Francia); Léon Bazalgette (Francia); Jean-Richard Bloch (Francia); Roberto Bracco (Italia); Dr. Jean-Richard Bloch (Francia); LEJ Brouwer (Holanda); A. de Châteaubriant (Francia); Georges Chennevière (Francia); Benedetto Croce (Italia); Albert Doyen (Francia); Georges Duhamel (Francia); Prof. A. Einstein (Alemania); Dr. Frederik van Eeden (Holanda); Georges Eekhoud (Bélgica); Prof. A. Forel (Suiza); Verner von Heidenstam (Suecia); Hermann Hesse (Alemania); P.J. Jouve (Francia); JC Kapteyn (Países Bajos); Ellen Key (Suecia); Selma Lagerlof (Suecia); Prof. Max Lehmann (Alemania); Carl Lindhagen (Suecia); M. López-Pico (Cataluña); Heinrich Mann (Alemania); Marcel Martinet (Francia); Frans Masereel (Bélgica); Émile Masson (Francia); Jacques Mesnil (Bélgica); Sophus Michaelis (Dinamarca); Mathias Morhardt (Francia); Prof. Georg-P. Nicolaï (Alemania); Eugène d'Ors (Cataluña); Prof. A. Prenant (Francia); Romain Rolland (Francia); Bertrand Russell (Inglaterra); Han Ryner (Francia); Paul Signac (Francia); Jules Romain (Francia); G. Thiesson (Francia); Henry van de Velde (Bélgica); Charles Vildrac (Francia); Léon Werth (Francia); Israel Zangwill (Inglaterra); Stefan Zweig (Austria).
Ya se han recibido otras firmas que se publicarán más adelante
.

martes, 22 de abril de 2025

Réquiem / Poema sin héroe

Anna Ajmátova
Réquiem / Poema sin héroe
Edición, introducción y traducción de Jesús García Gabaldón
Cátedra, 2023 (12ª edición)
 
"Quisiera llamar a todas por su nombre,
pero confiscaron la lista y no se puede encontrar.
Para ellas he tejido un vasto sudario
con las pobres palabras que les oí.
De ellas me acuerdo siempre, en todas partes.
No las olvidaré en una nueva desgracia.
Y si amordazaran mi atormentada garganta,
por la que gritan cien millones de voces, 
que ellas también rueguen por mí
en la víspera del aniversario de mi muerte".
 
 
Había empezado a leer este libro de la poeta Anna Ajmátova cuando se cruzó Deseo cenizas para mi casa, de Daria Serenko, que escribe lo siguiente: "No hace mucho memoricé los nombres de varios represaliados y presos políticos por si acaso borraban las listas. Si todos memorizamos unos pocos, no conseguirán acabar con nuestra memoria. Lástima que no funcione de esa forma". Al leerlo, recordé lo que Anna Ajmátova cuenta, "en lugar de prefacio", al inicio de su Réquiem:
 
"En los terribles años de Yezhov [jefe de la policía política estalinista, responsable de las purgas de 1936 a 1938] pasé diecisiete meses en las colas de las cárceles de Leningrado. En una ocasión alguien, de alguna manera, me reconoció. Entonces una mujer de labios azules que estaba tras de mí, quien, por supuesto, nunca había oído mi nombre, despertó del aturdimiento en que estábamos y me preguntó al oído (allí todas hablábamos en voz muy baja):
    - Y esto, ¿puede describirlo? 
Y yo dije:
    - Puedo.
Entonces algo parecido a una sonrisa asomó por lo que antes había sido su rostro".
 
Anna Ajmátova (1889-1966), una de las poetas más importantes y emblemáticas de la literatura rusa del siglo XX, fecha estos hechos en Leningrado, el 1 de abril de 1957. Su vida y su obra fueron atravesadas por  los momentos más turbulentos de la historia de Rusia: la caída del zarismo, la Revolución de Octubre, las purgas estalinistas y la Segunda Guerra Mundial. Su voz, tan serena como profunda, se convirtió en un símbolo de resistencia, dignidad y dolor silencioso.
 
Nacida como Anna Andréyevna Gorenko en el seno de una familia aristocrática cerca de Odesa (entonces parte del Imperio ruso, hoy Ucrania), adoptó el seudónimo "Ajmátova" -el apellido de su bisabuela tártara- porque su padre, funcionario del Estado, le prohibió usar el apellido familiar para no "deshonrarlo" escribiendo versos. Se dio a conocer en los años previos a la Revolución con poemas que pertenecen al movimiento del acmeísmo, corriente literaria que se oponía al simbolismo dominante y abogaba por una poesía más concreta, sobria y clara. Sus primeros libros, como La tarde (1912) y Rosario (1914), la consagraron rápidamente. En ellos, Ajmátova exploraba el amor, el deseo, la pérdida y el orgullo femenino con una intensidad contenida que la hizo muy popular.

La historia personal de Anna Ajmátova se entrelaza profundamente con la tragedia colectiva del pueblo ruso bajo el régimen estalinista. Su primer marido, el también poeta Nikolái Gumiliov, fue fusilado en 1921 por supuesta conspiración antisoviética. Su único hijo, Lev Gumiliov, fue arrestado y enviado varias veces a campos de trabajo forzado. Ajmátova, pese a la represión, se negó a exiliarse y permaneció en la URSS, donde fue sistemáticamente silenciada y vigilada.
 
"No, no estaba bajo un cielo extraño,
ni bajo la protección de extrañas alas, 
estaba entonces con mi pueblo
allí donde mi pueblo, por desgracia, estaba".

Durante años, no pudo publicar. Sin embargo, en la clandestinidad escribió una de las obras maestras de la literatura del siglo XX: Réquiem, un ciclo de poemas que recoge el sufrimiento de las mujeres en la cola de las cárceles soviéticas, esperando noticias de sus hijos y maridos encarcelados:
 
"Y no solo por mí rezo,
sino por quienes permanecieron allí conmigo,
en el frío feroz y en el infierno de Julio,
bajo el muro rojo y ciego"
[Ajmátova se refiere a julio de 1938, la época de mayor terror bajo el estalinismo].
 
Este texto, cargado de dolor contenido y una fe casi religiosa en la dignidad humana, fue transmitido oralmente entre amigas y amigos de confianza y no se publicó completo en Rusia hasta décadas después de su muerte.

Ajmátova es considerada una de las conciencias poéticas de su tiempo. Su obra no se rindió nunca ante la propaganda ni ante la desesperanza. Cuando fue rehabilitada parcialmente en los años 50 y 60, recibió homenajes y premios, pero nunca olvidó a quienes murieron o desaparecieron. Siguió escribiendo con una voz que hablaba por quienes no podían hacerlo.
 
"Y pasarán diez siglos:
torturas, exilios y ejecuciones.
Como ven, no puedo cantar".

Comparar a Anna Ajmátova y Daria Serenko es tender un puente entre dos momentos históricos distintos de Rusia, pero atravesados por un mismo eje: la opresión política, el patriarcado estructural, la represión del pensamiento crítico y la resistencia a través de la palabra. Aunque sus estilos, contextos y formas difieren, hay una poderosa continuidad entre ambas: la figura de la mujer que escribe en medio del derrumbe, que transforma el dolor y la injusticia en un acto de memoria, de testimonio y de denuncia poética.
 
Ajmátova vivió los horrores del estalinismo, las purgas, la guerra y el silencio forzado. Es la voz de quienes esperaron fuera de las cárceles, las madres y esposas de los desaparecidos, las que no podían gritar pero sí susurrar versos. Serenko, hija del siglo XXI, ha sido testigo y víctima del autoritarismo postsoviético, del ultranacionalismo de Putin, de la violencia del exilio y la censura digital. Como Ajmátova, ha vivido el encarcelamiento y ha visto cómo su país se hunde en otra guerra. Ambas escriben desde el corazón de un país que no tolera la disidencia y en ambas resuena la misma pregunta: ¿cómo escribir cuando todo a tu alrededor está cayendo o ya ha sido destruido? En las dos, la poesía se vuelve un acto de salvación y de memoria, una forma de conservar lo humano en medio del horror.
Podemos imaginar a Serenko como una heredera de Ajmátova, pero con una lengua diferente, adaptada a los tiempos rotos de hoy. Ambas nos enseñan que la literatura, lejos de ser evasión, puede ser un grito de denuncia y un archivo de futuro.

"cuando todo acabe
ya seré una mujer adulta
cuya juventud habrá transcurrido en una dictadura
cuyo cuerpo se habrá estremecido de miedo
más veces que de amor
[...]
cuando todo acabe
volveremos a casa
pero nuestra casa no nos va a reconocer
no va a identificar nuestro olor
 
nos quedaremos plantados en el umbral
sin decidirnos a entrar 
temblando no de miedo
sino de cansancio".
 
(Daria Serenko)

 
"No hay otro camino para mí
sino éste que encontré de milagro
y que no tengo prisa en abandonar,
 
Que el emisario del siglo remoto
del sueño secreto de El Greco
me explique sin palabras,
con una sonrisa veraniega,
por qué estuve para él más prohibida
que los siete pecados capitales.
 
Y que entonces un desconocido
de los siglos futuros
me mire con audacia,
para que entregue a la sombra flotante
un húmedo ramo de lilas
cuando la tormenta pase".
 
(Anna Ajmátova)

domingo, 20 de abril de 2025

Deseo cenizas para mi casa

Daria Serenko
Deseo cenizas para mi casa
Traducción de Alexandra Rybalko Tokarenko
Errata naturae, 2025
 
"¿Dónde estabais estos ocho años? Nos manifestábamos tocadas con coronas de flores en la Marcha por la Paz, [...] poníamos el himno de Ucrania en los vagones del metro, [...] boicoteábamos clases propagandísticas sobre el fuego de las Revoluciones Naranjas, repartíamos comida caliente entre los sintecho [...], rezábamos en la iglesia, mentíamos a nuestras madres [...]. 
¿Dónde estabais estos ocho años? Nos paseábamos con pancartas día sí, día también, ayudábamos a las víctimas de violencia, éramos víctimas de violencia, violadas, golpeadas [...].
¿Dónde estabais estos ocho años? Estaba aquí, al lado, viviendo y distanciándome, echándome sobre los hombros demasiado y demasiado poco, aprendiendo qué es la solidaridad [... ] Estaba aquí, por lo que nunca seré capaz de simular que no lo estaba, que esto no va conmigo y no me está pasando a mí, aunque lo cierto es que todo esto no va conmigo y no me está pasando a mí, y no me corresponde ser el centro de este relato atrapado bajo las bombas, las balas y los escombros, un relato que se propaga en círculos en cuanto suenan las sirenas".
 
 
Hay libros que no solo se leen: se resisten, se tragan con rabia y ternura, y nos devuelven una conciencia más despierta, más despojada. Deseo cenizas para mi casa, de la escritora y activista rusa Daria Serenko, es uno de esos textos que duelen y, a la vez, incendian. Escrito durante su reclusión en una prisión rusa por el cargo de difundir “simbología extremista”, el libro comienza como un registro íntimo desde la celda y pronto se transforma en una polifonía feroz, una obra que desafía las formas literarias establecidas y se nutre de géneros diversos: poesía, ensayo, narrativa fragmentaria, crónica política, lista, sátira, manifiesto.
 
Daria Serenko (Moscú, 1993) es poeta, artista, curadora y, sobre todo, activista. Su obra y su práctica política están profundamente entrelazadas y se sitúan en la intersección entre el feminismo, el arte público y la resistencia política. Desde hace años, ha sido una voz crítica y visible contra el autoritarismo de Vladímir Putin, el militarismo del Estado ruso y la violencia estructural contra las mujeres. Su activismo la ha llevado a sufrir acoso mediático, detenciones arbitrarias y finalmente el exilio (en España). Cofundadora del movimiento Resistencia Feminista contra la Guerra (Феминистское антивоенное сопротивление), una red descentralizada de mujeres y colectivos feministas surgida en febrero de 2022, inmediatamente después del inicio de la invasión rusa a Ucrania, que se ha convertido en uno de los principales focos de resistencia pacífica y organizada dentro de Rusia contra la guerra. En un contexto de represión feroz y censura sistemática, este movimiento ha logrado articular un discurso coherente y transversal en contra del militarismo estatal y la invasión desde una perspectiva feminista, denunciando la lógica patriarcal y violenta que sostiene tanto la guerra como el autoritarismo ruso. 
 
Daria Serenko inició la escritura de este libro dos semanas antes del 24 de febrero de 2022, fecha de la invasión rusa a Ucrania. Encarcelada por su activismo, quedará en libertad justo un día antes de que estallen las bombas y abandonará su país pocos días después. El título del libro simple metáfora, sino una poderosa denuncia: el que fuera su hogar se ha transformado en ruina moral y por ello debe arder para renacer desde la verdad.
 
Arder... En el libro se plantea la cuestión de las auto inmolaciones, ese "quemarse a lo bonzo" como forma de protesta política, plasmada en el cuadro Inmolación de una miembro de la organización terrorista la Voluntad del Pueblo, que muestra el suicidio en 1897 (en el libro hay una errata, se da la fecha de 1987) de la presa política Maria Viétrova, profesora y revolucionaria ucraniana, seguidora de Tolstoi y activista contra el régimen zarista.
 
La obra arranca con el registro cotidiano del encierro, pero pronto se va convirtiendo en un tapiz literario que aborda cuestiones políticas y éticas fundamentales: la guerra y la resistencia, la escritura como forma de supervivencia, la transición de la militancia feminista hacia un compromiso antimilitarista más amplio, la identidad y el exilio, la necesidad de descolonizar los valores heredados, la revisión radical del concepto de patria, que conlleva un cuestionamiento feroz del Estado, la historia y la cultura dominante rusa. En sus páginas conviven relatos, testimonios, entrevistas imaginarias, sátiras afiladas, listas cargadas de ironía, versos que sangran, sentencias que golpean como un martillo. Es un mosaico que se resiste a ser leído de forma lineal.
 
"[...] no logro comprender
cómo cabe en otro ser humano la muerte ajena
si cada uno tiene la suya
y ni aun así sabemos qué hacer con ella [...]".

Uno de los ejes más potentes del libro es la denuncia de la violencia de género, vista no como un fenómeno aislado, sino como una estructura sistémica amparada por el Estado. La autora retrata con crudeza cómo el patriarcado y el autoritarismo se entrelazan en la Rusia contemporánea. En uno de los pasajes más perturbadores, relata cómo el juez encargado de revisar su condena la increpa por no haber tenido hijos, como si la maternidad fuese un deber patriótico, una prueba de valor ciudadano. Ese instante resume el peso de una sociedad que vigila, castiga y prescribe incluso los cuerpos y los destinos femeninos.

Deseo cenizas para mi casa es un acto de resistencia, una lámpara encendida en medio de la niebla, un texto escrito desde la herida, pero también desde una lucidez radical. Nos obliga a pensar en la guerra no como una catástrofe lejana, sino como una construcción ideológica que se infiltra en las palabras, en las leyes, en los gestos cotidianos. Un llamamiento urgente a asumir la responsabilidad. Y, sobre todo, a no callar.
 
"Después de la cena me puse a pensar en que siempre tiene que haber el mayor número de testimonios posibles, porque tan sólo unos pocos textos llegarán al futuro. No se trata siquiera de confesarse, por decirlo de algún modo, sino de que cada texto sobre el terror es como disparar una flecha, delgada y frágil, que las más de las veces errará el tiro o será interceptada en pleno vuelo. Tan sólo unos pocos darán en el blanco, tan sólo unos pocos caerán en otras manos; es siempre una cuestión de suerte y un conjunto de circunstancias. Debemos apurar todos nuestros intentos para que aumente la probabilidad general".

Ebitxe, Koskorra, Pilipaondo y (casi, casi) Larrazelai

Paseo circular por las tachuelillas que sombrea el "Granekogorta": desde Alonsotegi por el barrio de Azordoiaga hacia Mintetxu, Ordaola, pasando por los buzones de Ebitxe (477 m), Koskorra (494 m), Pilipaondo (514 m) y Larrazelai (478 m); bueno, por este último casi casi, que la cumbre resulta inaccesible al estar rodeada por una cerca electrificada. Descenso por la pista que bordea Zamaia hasta el barrio de El Somo y, desde aquí, regreso a Alonsotegi.
 




 

Ebitxe.




Casa del Relojero. Me encanta este sitio...

Koskorra.










Embalse de Artiba. Al fondo, el Gran Bilbao.







Pilipaondo.
Ganeko desde Pilipaondo.



Supongo que será un cierre plenamente legal. Pero lo normal sería dejar un paso.
El caso es que en estos momentos es imposible acceder al buzón de Larrazelai.
 
 
Ahí mismito está la cumbre.