domingo, 2 de marzo de 2025

Gaztelu, Malmasin y Tximintxe

No he descansado bien esta pasada noche, así que dejo Lekanda para otro domingo. Hoy paseo tranquilo por otro de esos parajes naturales que circundan Bilbao, configurando un precioso Anillo Verde que merece mucho la pena conocer y cuidar.  A las 8:25 he salido de San Adrián hacia La Peña y Ollargan, parque de Montefuerte, subiendo al Gaztelu (250 m), Malmasin (360 m) y desde aquí, bajando hasta el barrio de Brisketa (Arrigorriaga) he llegado al Tximintxe (252 m). Bordeando Malmasín, vuelta hasta Montefuerte.
 

Por ahí asoma Malmasin.
Preciosa vista hacia Pastorekortagana, Pagasarri, Ganeta y Arnotegi.


 
Gaztelu.

 
Malmasin desde Gaztelu.



Bilbao desde Malmasin.

Zona del Paga, ahora también se dejan ver Biderdi y Ganekogorta.
Descenso hacia el barrio Brisketa.


Tximintxe.





viernes, 28 de febrero de 2025

¿Polarización? No, brutalización de derechas

El Roto | Opinión | EL PAÍS
En mayo de 2017, en el marco del seminario anual del Centro Pignatelli titulado "La Convivencia Amenazada, anhelos y radicalismos", planteé por primera vez la idea, formalizada posteriormente en el libro que recogió las ponencias presentadas:
 
El término polarización resulta engañoso, pues transmite la idea de que los dos polos del campo político entran en fase centrífuga, alejándose cada vez más entre sí, devorando o arrastrando las posiciones centradas. Sin embargo, tengo la impresión de que el único polo que se viene «polarizando» es el ubicado ideológicamente en la derecha política.
El caso de Estados Unidos es paradigmático. Un estudio sobre las votaciones realizadas en el Congreso de ese país desde finales del XIX hasta la actualidad muestra que las ideologías políticas de demócratas y republicanos han ido divergiendo a los extremos de la dimensión liberalconservadora desde 1975, con un mayor y más rápido deslizamiento hacia su polo extremo en el caso de los republicanos (Azzimonti, 2013).
Un proceso similar, que podemos caracterizar como «radicalización de la derecha», parece estar ocurriendo en otros países

Desde entonces me he reafirmado en esta idea: no hay polarización sino brutalización de las opciones de derecha. La última vez el pasado noviembre en el Foro Gogoa.
 
Ver en acción a Trump y a Vance enfrentándose como matones bufonescos a un más que digno Zelenski es el mejor ejemplo de esta brutalización. 

Los soldados que volverán

Borja D. Kiza
Los soldados que volverán: Desafíos de posguerra
Txalaparta, 2025 

"No olvidemos que, en cuanto a su temporalidad, las posguerras duran más que los periodos de guerra y que es en ellas donde se establecen las nuevas bases sociales y políticas que, de alguna manera, afectan más profundamente y a largo plazo a las sociedades que han atravesado un conflicto. A pesar de ello, globalmente, nuestra atención suele ser inversamente proporcional: una vez los misiles dejan de atravesar el cielo y los campos se vacían de tanques y tropas, el interés mediático internacional se desplaza a otros puntos y asuntos y las víctimas de esos conflictos, que tanto nos han consternado, en pocas semanas empiezan a ser olvidadas, abandonadas en sus posguerras silenciosas".


El propósito de este texto, como señala el autor, es reflexionar sobre la guerra, esa pulsión aparentemente inherente a la humanidad y difícil de erradicar. A través de ella, busca hacernos pensar sobre nuestra condición como individuos y sociedades. Es, en esencia, una invitación a convertirnos en disidentes dentro de nuestros propios territorios ideológicos de manera que, si al terminar su lectura, al menos una persona ha movido su propia línea de pensamiento hacia la comprensión del otro, el autor considera que el objetivo estará cumplido. 

El texto se divide en tres partes. La primera recoge fragmentos de un proyecto anterior desarrollado en los Balcanes, principalmente en Croacia, en el que la voz del autor se entrelaza con la de las personas entrevistadas en el momento de su redacción, a finales de la década de 2010. Las dos siguientes, escritas posteriormente, exploran las similitudes y diferencias entre el conflicto actual en Ucrania y la guerra que devastó los Balcanes hace treinta años. 

En Croacia, 25 años después del conflicto, el Gobierno estimaba que alrededor de 500.000 veteranos seguían viviendo en sus ciudades y pueblos. Aunque no existen estadísticas precisas –ni programas específicos de tratamiento para ellos–, se calcula que hasta 30.000 podrían haber sufrido o seguir sufriendo síndrome de estrés postraumático. Hasta finales de 2014, el último estudio oficial contabilizaba 2.734 suicidios entre excombatientes, algunos de ellos llevándose a otras personas consigo. Las asociaciones de veteranos, con un fuerte peso simbólico y político, siguen luchando por el ideal de un país nacionalista y conservador, respaldadas por la Iglesia católica.

Los testimonios reflejan un profundo silencio intergeneracional sobre la guerra. Željko Aleksandrović es una excepción. Asegura que su familia conoce parte de lo que vivió, aunque muchas cosas siguen dentro de él. “Mi madre dice que las cosas que sabe son terribles y repugnantes, así que puedes imaginarte cómo son las que no conoce”, dice su hija.

En Croacia, otro problema es el silencio sobre los crímenes de guerra. No se consideran traumas, sino asuntos que, con el tiempo, se relativizan o incluso se justifican. “Cuanto más tiempo pasa, más nos gustan nuestros crímenes de guerra”, comenta un entrevistado. Para muchos, la guerra aún no ha terminado: al menos la mitad de la población ha heredado el resentimiento de sus padres. “Muchos aquí no se tomarían un café con un serbio”, dice alguien. Otro, convencido de que en unos años habrá otra guerra con Serbia, asegura que tomaría las armas.

Mientras tanto, en Croacia, la sociedad proyecta una imagen de orden y civismo, casi como un acto de reivindicación. Todo el mundo respeta los semáforos, los carriles bici y la limpieza de las calles. Un gesto tan simple como frenar ante un paso de cebra parece ser una afirmación silenciosa: “No somos bárbaros. Merecemos algo mejor”.

La guerra pone a prueba las convicciones personales: las ideas de izquierda, el pacifismo, la visión de la justicia. Narrarla implica elegir una perspectiva: ¿desde la emoción de las víctimas, desde la racionalidad, considerando a ambos bandos? La deshumanización de las víctimas varía según el conflicto: no es la misma en la guerra ruso-ucraniana que en la israelí-palestina. El debate político también es clave en el libro: la valoración de la OTAN, el apoyo occidental a Ucrania...

"Todo el mundo sabe que Rusia ha agredido a ese país, nadie niega que ha habido crímenes de guerra rusos, bombardeos, poblaciones civiles expulsadas de sus casas… Podría haber un verdadero debate democrático sobre esto, pero el punto de vista dominante es extremista: ir hasta el final de esta guerra, presentar a quienes proponen soluciones negociadas como «agentes de Putin»", dice uno de los entrevistados por el autor. "Es muy curiosa la reacción beligerante de Occidente. Es un discurso muy guerrero pero el problema central, y que nadie osa mirar de frente, es que el que gana las guerras es quien dice: «Estoy dispuesto a perder más que tú». Y, ahí, yo creo que Rusia está en mejor posición", dice otro. ¿Diríamos lo mismo hoy en el caso de Gaza o ayer en el de Vietnam? ¿Diríamos a las y los gazatíes: sabemos que Israel es el agresor, que ha cometido horrendos crímenes, pero estando en mejor posición militar y política que vosotras y vosotros, tendréis que negociar...

La mirada de las mujeres ilumina aspectos fundamentales. Rada Borić, lingüista, feminista y parlamentaria croata, recuerda que la violación fue usada como arma política desde el inicio del conflicto, pero no sólo por los combatientes enemigos: “Nosotras sabíamos que la violación iba a ser un arma política desde el principio del conflicto, que se iba a decir «el enemigo está violando a nuestras mujeres» y no que «hombres están violando a mujeres». Los casos de mujeres violadas por los soldados de su propia nacionalidad son los más complicados porque nadie te va a creer”. En el análisis de la guerra y la posguerra, las voces femeninas a menudo quedan relegadas. Sin embargo, su perspectiva revela dimensiones cruciales de la violencia, la memoria y la reconstrucción social.

Un libro que, en apenas 190 páginas, recoge una enorme densidad de vida y dolor. También de esperanza, aunque las últimas entrevistas realizadas en Ucrania, con las que se cierra el libro, me lleven a pensar que toda posguerra es también un estado de pre-guerra.

domingo, 23 de febrero de 2025

Jorrios y Armañón

Niebla cerrada en la zona de Zalla pero un cielo rabiosamente azul al bajar hacia el valle de Villaverde. Sobre las 8:30 he salido del barrio de Cueto, en Turtzioz, en dirección al Armañón. He subido primero a los Jorrios (839 m), por el caminillo junto al canal que recoge las aguas de esta vertiente y las lleva (o las llevaba), atravesando la montaña, hasta al canal del Juncal, para su aprovechamiento en la Central Eléctrica de Trebuesto, en el valle de Guriezo. Un sendero llano que luego se convierte en apretada subida hasta el portillo del Remendón, desde donde se entra en el laberinto kárstico de los Jorrios. Vuelta al portillo y por un terreno bien distinto, herboso, subida hasta Los Parapetos (854 m) y, en un suave cresteo, hasta Armañón (856 m). Gran variedad de terrenos y paisajes. A las 12:35 estaba de vuelta en Cueto.
 


 


Los Jorrios.


Armañón.
Portillo del Remendón y Jorrios.
Canal.









Boca del túnel que, con unos 800 metros, atraviesa la montaña.
Los Jorrios.




Armañón desde los Jorrios.

Playa de Oriñón.
Karst de Basinagre.
Jorrios desde el portillo.
Los Parapetos y Armañón desde el portillo.
Los Parapetos.

Jorrios desde Los Parapetos.
Cordal hasta Armañón.
Zona de Lanestosa y Karrantza.



Jorrios desde Armañón.
Armañón.
Los Parapetos y Jorrios desde Armañón. Al fondo, la mar.