"Estamos viviendo en una época, no en un lugar".
Aprovechando un día especialmente largo recupero lecturas que he ido relegando, desplazadas por diversas novedades. Una de esas lecturas recuperadas es el libro de
Furio Colombo Privacidad (Seix Barral, 2002), del que extraigo la cita que abre este comentario. El autor repite esa idea unas páginas más adelante: "El hecho es que nosotros no vivimos en un lugar, sino que estamos viviendo en una época".
Vivir en una época, no tanto en un lugar. Me parece muy sugerente.
En enero de 1939 el austríaco Joseph Roth publicó un artículo titulado
Nuestra patria, nuestra época, recogido junto con otros excelentes artículos en el libro
La filial del infierno en la tierra (El Acantilado, 2004). "Ninguna patria da a sus hijos tantos rasgos específicos y comunes como una época a los suyos", escribe. Y continua: "Una época tiene sus propias fronteras, y no se preocupa por las de los distintos Estados, reinos o países".
Hace cinco años, con motivo de la muerte de Imanol Larzabal, publiqué un artículo titulado
Patriotas de una época, en el que jugaba con esta reflexión de Roth.
Joseph Roth finaliza así su escrito:
"Nuestra época es nuestra patria. Y nuestro deber, nuestra ley, nuestro futuro no es otro que actuar, establecernos por tanto, en aquellos sectores en los que sabemos que el bien tiene su morada y desde los que escuchamos su llamada. Incluso nuestra época tiene uno de esos sectores. Ésa sería nuestra patria, la verdadera. ¿Tener una patria? No se trata de eso. Sólo se tiene una patria cuando se la encuentra, es decir, cuando se ha escuchado la llamada del bien".
Este es el único patriotismo que realmente merece la pena; el que nos impulsa a establecernos en aquellos sectores en los que el bien tiene su morada.
El único patriotismo que nunca podrá ser -Samuel Johnson dixit- el último refugio de los canallas.