jueves, 25 de febrero de 2010

Orlando Zapata

Cuba era los barbudos que bajaban de la sierra, el cuartel Moncada y el Playa Girón; Martí y el Che; era la trova, era Pablo y era Silvio; era alfabetización y sanidad universal; el ron pero sin coca cola, los brigadistas y la caña; el bloqueo y la dignidad.

Luego fue siendo más cosas, no todas luminosas, muchas trístemente oscuras.

Ahora es, también, Orlando Zapata. Y su madre, Reina.
Para esa madre cubana la Madre de Silvio. Con su permiso.


Madre, que tu nostalgia se vuelva el odio más feroz.
Madre, necesitamos de tu arroz.
Madre, ya no estés triste, la primavera volverá,
madre, con la palabra “libertad”.
Madre, los que no estemos para cantarte esta canción,
madre, recuerda que fue por tu amor.

miércoles, 24 de febrero de 2010

La conciencia y la ley

En pleno debate sobre el Proyecto de Ley Orgánica de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo. Quienes están en contra -legitimamente- contraponen -abusivamente- la conciencia y la ley, como si sólo quienes van a votar en contra lo hicieran en conciencia.
Precisamente anoche leía en el libro de Amy Gutmann La identidad en democracia una reflexión que me parece de interés.

Gutman recuerda con acierto la imposibilidad de fundar sobre la conciencia el funcionamiento de las sociedades complejas y diversas:

"Los gobiernos democráticos muestran respeto por la personalidad ética cuando intentan proteger la libertad de conciencia dentro de los límites de la protección de la igualdad civil y de otras libertades y oportunidades básicas para todos los individuos. El respeto por la conciencia es un bien moral porque refleja respeto por la identidad ética de las personas, respeto que los gobiernos democráticos no pueden rechazar regularmente. Pero el respeto por la conciencia no puede ser un valor absoluto para los gobiernos democráticos, ya que podría entrar en conflicto con otros principios democráticos básicos, como la igualdad de libertades. Por lo tanto, el acatamiento a la conciencia por sí mismo no ofrece garantía alguna de producir una mayor justicia en cualquier caso dado (ni siquiera durante un período dado). la conciencia es éticamente falible; en consecuencia, el respeto por la conciencia puede pasar a segundo plano cuando claramente originaría una injusticia mayor".

Sin embargo, esta advertencia no contra, sino hacia la conciencia, no debe llevarnos a desconocer los riesgos que también supone una política democrática sin conciencia. Lejos de tratarse de dimensiones o perspectivas opuestas y confrontadas, conciencia y ley democrática son mutuamente necesarias:

"Al reconocer la falibilidad de la conciencia, los partidarios de la democracia no pueden darse el lujo de pasar por alto la falibilidad que también tiene la toma de decisiones democrática. Al igual que el respeto por la conciencia, el respeto por la aprobación democrática de las leyes también es parte de lo que representa tratar a las personas con igualdad civil. Por un lado, el respeto por la conciencia no sustituye al respeto a los gobiernos democráticamente constituidos que sancionan leyes respaldadas por una constitución democrática (escrita o no escrita). Por otro lado, un gobierno democráticamente constituido no reemplaza al respeto por las convicciones de conciencia de los ciudadanos. Ambos son necesarios; ninguno es suficiente para la búsqueda de la justicia democrática.
[...] Sin un gobierno que emita leyes, las demandas de la conciencia generarían conflictos tan cruentos como las demandas del propio interés amoral, si no más. De todas maneras, la obediencia ciega a las leyes democráticas es peligrosa. Las convicciones de conciencia son necesarias para contrarrestar la tendencia a la tiranía que siempre está presente en política".

Sin embargo, creo interpretar bien a Gutman en este complejo tema si afirmo que, en términos generales, la autora considera en general a la conciencia como un "complemento valioso y distintivo" de las leyes aprobadas democráticamente, pero son estas, las leyes, cuya falibilidad cierta es compensada con su perpetua revisabilidad, las únicas que "estatuyen la justicia democrática para todos los individuos".

martes, 23 de febrero de 2010

Amigos, más o menos

"Yo quiero tener un millón de amigos", cantaba melosamente Roberto Carlos. El brasileño quería cantar su canto, pero no quería cantar solito, quería un coro de pajaritos...
¿Un millón de amigos?
Hoy en EL PAÍS, se preguntan cuántos amigos podemos tener en Internet. El reportaje está construido a partir de un artículo publicado el pasado 8 de febrero en The Times por el antropólogo y psicólogo de la Universidad de Oxford Robin Dumbar, autor del libro How many friends does one person need?.


Según Dunbar, nuestro cerebro no tiene capacidad para gestionar más de 150 amistades. En esto seguimos siendo básicamente primates. Es lo que se conoce como "Dunbar’s Number". El periodista de EL PAÍS lo expone así:

Dunbar sostiene que el tamaño de nuestro cerebro, tras analizar lo que sucede en especies como los simios, no nos permite administrar emocionalmente más de 150 amistades. Por amigo, sostiene, se entiende aquella persona que si le pides dinero, y lo tiene, te lo presta. Son aquellas personas a las que se les envía una tarjeta, no digital, de felicitación navideña. El número de Dunbar parece delimitar una frontera entre aquellas personas con quienes puedes tener relaciones de confianza, reciprocidad y obligación. Más allá se encuentran las muchas personas que se reconocen a simple vista, pero que no se cuenta con ellas en caso de apuro. "Somos capaces de recordar los nombres y rostros de muchos de estos extraños, pero no tenemos importantes historias pasadas con ellos". Para Dunbar incluso la cifra de 150 exige matices. En el círculo sagrado de la amistad apenas cabrían unos cinco, los íntimos. El resto se ubican en otros círculos cada vez más lejos de la intimidad.


Hay quienes cuestionan esta cifra máxima. Particularmente, en la era de internet, donde lo normal es que los Facebook-friends superen con mucho esos 150, alcanzando en ocasiones el millar de "amistades".



Si así fuera, parece que los vascos -y las vascas- fastidiamos la media. El EUSTAT (Instituto Vasco de Estadística) ha hecho pública su Encuesta de Capital Social, según la cual la población vasca cuenta con una media de 22,5 personas a su alrededor entre familiares y amigos, de los cuales una docena formarían el núcleo más próximo.

¿O será que tanto Dunbar como el EUSTAT tienen una idea, digamos que un poquito más rigurosa que Facebook, de lo que es la amistad?




domingo, 21 de febrero de 2010

La felicidad del asesino

"La felicidad del asesino". Titular de portada de EL MUNDO, acompañado de una fotografía de Jose Ignacio de Juana Chaos posando relajadamente junto a su compañera Irati Aranzabal, con una sonrisa que -ciertamente- sorprende en un rostro que en sus apariciones públicas siempre presenta una expresión hosca y agresiva.

En páginas interiores, bajo el título de "La sonrisa del asesino" y junto a la misma foto que aparecía en portada, el periódico publica el comentario siguiente:


La felicidad. Tras la huelga de hambre en España, su casi vuelta a prisión por enaltecimiento del terrorismo y unos difíciles comienzos en Irlanda del Norte, la pareja Iñaki De Juana Chaos/ Irati Aranzábal ha encontrado la felicidad en Belfast, acunados con cariño por el entorno de ex terroristas del IRA. Ella ha encontrado trabajo en la misma compañía de taxis en la que el ex etarra no podrá emplearse por ocultar su pasado terrorista. Ambos tienen casa, coche y amigos.
El «posado» de la pareja. Esta foto pertenece al único posado que se conoce de la singular pareja. Fue una serie de instantáneas concedidas a la agencia Pacemaker Press en el despacho de su abogado, en marzo de 2009. De Juana tenía que posar, solo, para unas fotos que aparecieron en el Irish Times. Ella se coló inesperadamente en la escena y el fotógrafo tomó varias imágenes de la pareja que permanecían sin ser publicadas.


¿Cuál es la intención del diario al publicar este reportaje? Supongo que remover las vísceras de sus lectores. Provocar su indignación al contemplar a un de Juana con 25 asesinatos a sus espaldas sonriente.
Titular y fotografía transmiten la idea de que el de Juana feliz y el de Juana asesino son exactamente la misma persona; más aún, que felicidad y asesinato coinciden en el tiempo. Que es un asesino feliz de serlo.
Me parece un reportaje lamentable.

El 26 de enero de 2007 publiqué en EL CORREO un artículo titulado "¿Qué de Juana juzgamos?" y que finalizaba así:

De Juana Chaos es, hoy por hoy, un ex terrorista que ha cumplido la condena que le fue impuesta por sus crímenes. ¿Que no hay comparación posible entre la enormidad de estos crímenes y la exigüidad de la pena cumplida? Sin duda, y además no hay pena que pueda compensar el crimen de los crímenes, el asesinato: ni siquiera el ojo por ojo de la pena capital. Por eso resulta inmoral apelar a las víctimas del terrorismo para acallar las discrepancias que puedan formularse frente a actuaciones como estas. Discrepancias que nunca se producirían si estuviéramos juzgando un asesinato, pero que no dejan de aflorar cuando se pretende pasar sin transición ni mediación ninguna del ámbito del reproche moral o la crítica política al terreno de la condena penal.

Hoy vuelvo a repetirlo.