Breve elogio de la errancia
Traducción de Mercedes Fernández Cuesta
Gallo Nero, 2019
"No me gustan los desplazamientos. Soy de naturaleza muy sedentaria. Estoy bien donde me encuentre. No obstante, ¿me atrevería a definirme como un ser errante? Mi errancia, de haber errancia, es de orden interior, como la de todos mis grandes héroes convocados en las páginas anteriores. Pero es también y sobre todo de naturaleza lingüística. Comenzó hace ya más de cuarenta años entre dos lenguas, entre por un lado la de mis padres, la que me llegó de modo natural, la que me atraviesa de arriba abajo y, por otro, la que me fuí a habitar, de la que elegí apropiarme, de la que decidí hacer un lugar de anclaje que me permitiera distanciarme de lo que mi lengua de origen me obliga a ser".
Akira Mizubayashi (Sakata, 1951) cursó estudios superiores de lenguas y civilizaciones extranjeras en Tokio y entre 1973 y 1976 estudia pedagogía en Francia, la Universidad Paul-Valéry de Montpellier, graduarse de profesor de francés como lengua extranjera. Desde 1983 enseña francés en diversas universidades de Tokio. Apasionado por la obra y la perspectiva filosófica de Rousseau, Mizubayashi se considera a sí mismo un "errante sedentario", un errante interior, emocional y lingüístico.
En este breve pero profundo ensayo cuestiona el conformismo comunitarista japonés, tradicional y hegemónico, que alcanzó su cénit con el Estado imperial nipón, concebido como "cuerpo estado-moral" hacia el que el individuo debe una "responsabilidad infinita". Este modo de existencia "obstaculiza la aparición de seres singulares asociativos y su avance por el camino de una verdadera apropiación democrática". Porque el autor considera que esa mentalidad no terminó con la derrota del Japón imperial en la Segunda Guerra Mundial, sino que continúa muy presente en la actualidad:
"La sociedad japonesa de 2013, entregada a la indiferencia masiva y la ignorancia de la cultura deliberativa, sigue siendo una sociedad dispuesta a sucumbir ante la tentación conformista de la mayoría".
Mizubayashi contrasta esta realidad, característica de su sociedad y su cultura de origen, con la realidad que él ha conocido en Europa y que ha querido hacer suya:
"En Europa occidental, el conformismo es objeto de una crítica acerba cuando se confunde con la sumisión a a la tiranía de la mayoría. En Japón, es más bien la voz (o la vía) de la sabiduría, como indica el proverbio antes mencionado: 'Déjate envolver por lo que es largo'".
Así y todo, también existe en la tradición japonesa una figura que rompe con el conformismo hegemónico y encarna la errancia: se trata del ronin, el samurái sin señor, vagabundo, que es el personaje central de tres grandes películas de Akira Kurosawa: Yojimbo (1961), Sanjuro (1962) y, acaso la más conocida, Los siete samuráis (1954), que Mizubayashi considera un ejercicio explícito de derribo de la idea de "cuerpo estado-moral [...] en beneficio de otro cuerpo que es, precisamente, un cuerpo político no ya informado por una instancia tutelar exterior sino fundamentalmente nacido de la voluntad común de los individuos reunidos".
Reivindicación del distanciamiento crítico respecto de lo que nos viene dado (familia, cultura, tradición, lengua, patria) y elogio de un proyecto de "individualidad kurosawaitiana", consistente en la constitución de "un ser singular que tiende a compartir y es consciente de su dimensión plural". Un proyecto esencial no sólo para Japón, también para una Europa bastante menos roussoniana de lo que Mizubayashi afirma y mucho más conformista-comunitarista de lo que acaso imagina.