M. El hijo del siglo
Traducción de Carlos Gumpert
Alfaguara, 2019
"Siempre se comete el error de esperar que las catástrofes vengan en el futuro, hasta que una mañana nos despertamos con una sensación de ahogo que nos oprime el pecho, nos volvemos y descubrimos que el final está a nuestras espaldas, el pequeño apocalipsis ya ha tenido lugar y ni siquiera nos hemos dado cuenta".
Este libro monumental (819 páginas) reconstruye, combinando magistralmente fundamento histórico y elaboración literaria, los tres años y medio (primavera de 1919-octubre de 1922) que preceden al acceso de Benito Mussolini al cargo de presidente del Gobierno de Italia, así como sus primeros dos años como Duce (hasta enero de 1925).
Mussolini dirigía el periódico Avanti!, órgano oficial Partido Socialista Italiano, cuando en 1914 fue expulsado por su nacionalismo extremo y belicista. En la primavera de 1919 se encuentra dirigiendo otro periódico, Il Popolo d'Italia, de orientación nacionalista y que se convertirá en la voz de los llamados Fascios de Combate, fundados en Milán para agrupar y organizar a ex combatientes de la Primera Guerra Mundial, nostálgicos del imperialismo italiano del XIX y empresarios alarmados por el auge del movimiento obrero inspirado por la Revolución Soviética. Al principo una exigua minoría:
"Nos asomamos a piazza del Santo Sepulcro. Cien personas escasas, todos hombres de esos que casi no cuentan. Somos pocos y estamos muertos. Esperan que yo hable, pero no tengo nada que decir. El escenario está vacío, inundado por millones de cadáveres, una marea de cuerpos -hechos papilla, licuados- llegada de las trincheras del Carso, del Ortigara, del Isonzo. Nuestros héroes ya han caído o no tardarán en hacerlo. Los amamos del primero al último, sin distinciones. Estamos sentados sobre la pila sagrada de los muertos".
La guerra será su origen y su destino, su razón de ser, su fuerza. En su base los temibles Arditi, los Osados, la elitista fuerza de choque especialista en la lucha cuerpo a cuerpo en las trincheras, degolladores profesionales, siempre con su puñal al cinto. Guerreros desmovilizados y por ello reducidos a la condición de civiles, escasamente viril, a los que se unirá "ese macho comerciante, autoritario, patriarcal, misógino, [a quien] el grito antimilitarista y antipatriótico de mujeres y niños le hacía presagiar algo aterrador e inaudito: un futuro sin él".
Y no estarán solos: Scurati recoge en las páginas de este libro la vergonzosa lista de artistas e intelectuales que se dejaron deslumbrar por el fascismo: el primero de todos Gabriele D'Annunzio, "el gran depredador",pero también músicos, poetas y literatos como Marinetti, Toscanini, Ungaretti, Pirandello, Malaparte, o intelectuales como Vilfredo Pareto y Benedeto Croce. El miedo a la sovietización de Italia hará que el Estado liberal y los partidos que lo sustentaban se dejarán "flanquear por los fascistas", confiando tanto en la capacidad de estos para enfrentarse violentamente a las masas populares como en su propia capacidad para controlar a los fascios.
Lo primero, la disposición y capacidad de los fascios para usar la violencia más salvaje contra las reivindicaciones de campesinos y obreros, quedará clara, y el libro de Scurati abunda en la relación de palizas, ahorcamientos, incendios, tiroteos con la firma del fascismo, que provocarán miles de víctimas.
Así y todo, las primeras elecciones a las que se presentarón candidaturas fascistas, el 16 de noviembre de 1919, supondrán un fracaso humillante para estas: ninguno de los candidatos fascista resultó elegido, ni siquiera Mussolini. Pero menos de un año después, en mayo de 1920, las tornas han cambiado: "Benito Mussolini ha sido el más votado en Milán con 197.000 votos, el más votado en Bolonia con 173.000 votos. ¡El tercero entre los diez primeros elegidos a escala mundial!". ¿Cómo ha podido producirse tamaño vuelco político? Para responder a esta pregunta hay que leer el libro. Sólo diré que en el mismo encontraremos incómodos y desasosegantes paralelismos con la época actual; y no me refiero al hecho de que el Duce aprendiera a montar a caballo.
"A las 11:05 del 30 de octubre de mil novecientos veintidós, en el momento en el que había subido las escaleras del Quirinal para recibir del rey de Italia el encargo de gobernarla, Benito Mussolini, de origen plebeyo, gitano de la política, autodidacta del poder, con solo treinta y nueve años era el primer ministro más joven de su país, el más joven de los gobernantes de todo el mundo en el momento del ascenso, carecía de experiencia alguna de gobierno o de administración pública, había entrado en la Cámara de Diputados solo dieciséis meses antes vestido con la camisa negra, el uniforme de un partido armado sin precedentes en la historia. Con todo esto, el hijo del herrero -hijo del siglo- había subido las escaleras del poder. En ese momento, el nuevo siglo se había abierto y, al mismo tiempo, se había cerrado sobre sí mismo".