Ayer escuché en La Ventana de la SER una canción de Ry Cooder -¡fabulosa su música para la película de Wenders "Paris, Texas"!-titulada Christmas Time this Year. Es uno de los cortes de su más reciente disco, Pull Up Some Dust And Sit Down (2011). Su alegre melodía tex-mex camufla una fuerte crítica a la guerra de Irak:
Our boys and girls will be here soon coming home from war
I'm so glad it's Christmas time this year
But they'lI be going back to war again I fear
Can't they stay for Christmas time this year
Now Johnny ain't got no legs and Billy ain't got no face
Do they know it's Christmas time this year?
Tommy looks about the same but his mind is gone
Does he know it's Christmas time this year?
When is Santa coming 'round 'cause I got some requests
I bet he knows it's Christmas time this year
Military personnel might not be on his list
Don't he know it's Christmas time this year
All I want is two good arms so I can hold my kids
Then they'lI know it's Christmas time this year
I'd like a mouth so I can kiss my honey on her lips
Then she'll koow it's Christmas time this year
Because it's Christmas time, Christmas time,
Yes it's merry Christmas time
Everybody stand up tall and cheer
Our children will be coming home in plastic bags I fear
Then we'll know it's Christmas time this year
Thank you Mr. President for your kind words and deeds
There's just one thing I'd like for you to hear
Take this war and shove it up your Crawford, Texas ass
And then you'll know it's Christmas time this year.
"Nuestros chicos y chicas regresarán pronto de la guerra, pero me temo que tendrán que volver de nuevo... Ahora Johnny no tiene piernas y Billy no tiene cara, Tommy parece el mismo pero se ha vuelto loco, ¿saben que es Navidad este año? ... Gracias Señor Presidente por sus amables palabras y por sus hechos. Hay una cosa que quiero decirle: coja esta guerra y métasela por su culo tejano...". Un Ry Coder que entronca con su militante Chávez Ravine (2005).
Al escucharla, recordé otra famosa canción, aquella de Simon & Garfunkel titulada 7 O'Clock News/Silent Night, último corte del album Parsley, Sage, Rosemary and Thyme (1966). Art y Paul entonan melodiosamente la archiconocida "Noche de Paz" mientras se escucha de fondo un boletín de noticias de la época: Vietnam, racismo, violencia.
Es lo que tienen estas fechas.
A pesar de todo, y de verdad, ¡feliz Navidad!
Uno se apoya en la mochila. Porque en el momento en que nos quitamos el peso de nuestros hombros no sabemos enderezarnos enseguida; ¡pues resulta que era el peso lo que antes nos daba seguridad y equilibrio! [George Simmel]
sábado, 24 de diciembre de 2011
jueves, 22 de diciembre de 2011
La sociedad vasca y ETA: un poco de responsabilidad
Fernando Aramburu, autor del impactante libro de relatos titulado Los peces de la amargura, abrió el debate con unas polémicas declaraciones en EL PAÍS:
P. Al recibir el premio ha dicho que los escritores vascos nos son libres. ¿Por qué?
R. No lo son porque están subvencionados, forman parte de la campaña de promoción del idioma. En el País vasco se mantiene la ficción de que existen lectores en euskera y por tanto es necesario el apoyo oficial. La subvención tiene un doble peligro: te permite ser escritor pero sabes que si te sales del camino te pierdes parte del pastel. A Bernardo Atxaga le tengo un gran afecto, es una excelente persona, pero ha tocado el tema de ETA de manera metafórica, sin nombrar lo evidente: el sufrimiento y la sangre. No es un hombre libre y trata de complacer a unos y a otros.
Palabras duras, que fueron posteriormente matizadas, pero que desencadenaron una tormenta en el normalmente reposado mundo cultural vasco. Anjel Lertxundi, escritor en euskera y Premio Nacional de Ensayo, respondía en un artículo titulado "Palos de ciego", en el que entre otras cosas decía lo siguiente:
Me dolió que dijera de los autores en lengua vasca que somos escritores subvencionados, pero no voy a gastar ni un ápice de energía en desmontar tan burda como extendida falsedad. Me dolió, sobre todo, una de sus afirmaciones, precisamente porque provenía de alguien que tan certeramente ha narrado la miseria moral que el terrorismo provoca: las imaginarias prebendas que injustamente nos atribuye se convierten, siempre según sus primeras manifestaciones, en cadenas que nos privan de libertad y nos impiden hablar de ETA.
Me acordé de Xabier Lete y del manifiesto firmado en 1980 por 33 intelectuales vascos. Me acordé de muchos autores y libros que sí hablan contra ETA con rigor y calidad literarios, libros publicados «en medio de la balacera», como me dijera un periodista mexicano. Repasé, no los riesgos y acoso que ello siempre conlleva, sino las dificultades literarias que se han de arrostrar para hacer luz en una realidad próxima y no acabada, contemporánea al texto que se está escribiendo. Pensé en quienes abordan proyectos literarios y estéticos que discurren por derroteros artísticos absolutamente alejados de los que Aramburu y yo transitamos. Mi repaso abarcó también a los escritores que por acción o calculada omisión han sido conniventes con ETA. Pero esa galería de situaciones que acabo de pergeñar es idéntica para los escritores vascos en euskera y en castellano: en ambas lenguas ha habido escritores comprometidos contra ETA y escritores que han justificado las acciones del grupo armado. Y, sin embargo, Aramburu se refirió solo a los escritores en lengua vasca. Fue inmisericorde solo con ellos. El hecho de que posteriormente haya pedido perdón no anula la cruel certeza subyacente: hay mucho ciego que, en lugar de señalar las grietas del 'stablishment' literario del que forma parte, blande su bastón de ciego contra el sistema literario más débil. Y el esquema es extrapolable a otros ámbitos intelectuales y sociales.
En efecto, en mayo de 1980 un grupo de intelectuales vascos hizo público un valiente manifiesto en el que denunciaban "la violencia que nace y anida entre nosotros, porque es la única que puede convertirnos, de verdad, en verdugos desalmados, en cómplices cobardes o en encubridores serviles". La impresentable crítica que Alfonso Sastre hizo de este temprano manifiesto sirve para intuir el clima de rechazo con el que se encontraron.
En su último poemario Egunsentiaren esku izoztuak -"Las ateridas manos del alba"- traducido al castellano recientemente por la editorial Pamiela, Xabier Lete dedica un poema a su amigo Imanol Larzabal, fallecido en Orihuela en 2004. Una de las mejores voces que ha dado Euskal Herria, Imanol cantó muchos versos de Lete. Imanol murió fuera de Euskadi porque su vida en Euskadi se había vuelto cada vez más difícil. El poema que Lete dedica a Imanol dice así:
Era una tarde de junio
plena de luminosa paz y sosiego
era una tarde de junio
había una emoción inefable en el aire,
y en el rostro de tus amigos un dolor mudo
cuando te despedimos,
allí donde las personas miran de soslayo al mar,
una culpa que impide sanar las heridas de un error,
quisiéramos ofrecerte un último aplauso
en su humildad, la flor de un verso sentido,
o tal vez pedirte perdón
por haberte dejado tantas veces solo,
te habías marchado a un sombrío páramo
libre de la crueldad humana,
posteriormente no hemos sabido de ti
pero en el lugar que estés
infinito, oculto y protegido,
apiádate de nosotros,
los carentes de la piedad que hubieras requerido.
"Apiádate de nosotros, los carentes de la piedad que hubieras requerido". No estamos hablando de culpa penal, sino de responsabilidad moral. Que nadie puede imputar a nadie, pues nace (o no) de cada cual. Xabier Lete, firmante de aquel manifiesto de 1980, a pesar de todo se sintió responsable de no haber acompañado suficientemente a quien fuera una víctima de ETA. Hablamos de falta de piedad.
En su carta de disculpa escribe Fernando Aramburu: "Me daría con un canto en los dientes si después de mi intervención temperamental ocurriera el milagro: que las zonas de silencio en Euskadi empezaran a vaciarse de escritores y hubiera un intercambio de pareceres, quizá un debate con las debidas formas de cortesía". De esto se trata. De que las zonas de silencio en Euskadi se vayan vaciando de escritores, de profesores de universidad, de cocineros, de futbolistas, de políticos, de ciudadanas y ciudadanos en suma.
Que se vayan vaciando no porque nadie pretenda su desalojo forzado, ya que todas y todos hemos llegado tarde a la toma de palabra y de postura contra ETA. Que se vayan vaciando porque cada cual, como hizo Lete, sepamos descubrir y confesar(nos) nuestras propias impiedades.
P. Al recibir el premio ha dicho que los escritores vascos nos son libres. ¿Por qué?
R. No lo son porque están subvencionados, forman parte de la campaña de promoción del idioma. En el País vasco se mantiene la ficción de que existen lectores en euskera y por tanto es necesario el apoyo oficial. La subvención tiene un doble peligro: te permite ser escritor pero sabes que si te sales del camino te pierdes parte del pastel. A Bernardo Atxaga le tengo un gran afecto, es una excelente persona, pero ha tocado el tema de ETA de manera metafórica, sin nombrar lo evidente: el sufrimiento y la sangre. No es un hombre libre y trata de complacer a unos y a otros.
Palabras duras, que fueron posteriormente matizadas, pero que desencadenaron una tormenta en el normalmente reposado mundo cultural vasco. Anjel Lertxundi, escritor en euskera y Premio Nacional de Ensayo, respondía en un artículo titulado "Palos de ciego", en el que entre otras cosas decía lo siguiente:
Me dolió que dijera de los autores en lengua vasca que somos escritores subvencionados, pero no voy a gastar ni un ápice de energía en desmontar tan burda como extendida falsedad. Me dolió, sobre todo, una de sus afirmaciones, precisamente porque provenía de alguien que tan certeramente ha narrado la miseria moral que el terrorismo provoca: las imaginarias prebendas que injustamente nos atribuye se convierten, siempre según sus primeras manifestaciones, en cadenas que nos privan de libertad y nos impiden hablar de ETA.
Me acordé de Xabier Lete y del manifiesto firmado en 1980 por 33 intelectuales vascos. Me acordé de muchos autores y libros que sí hablan contra ETA con rigor y calidad literarios, libros publicados «en medio de la balacera», como me dijera un periodista mexicano. Repasé, no los riesgos y acoso que ello siempre conlleva, sino las dificultades literarias que se han de arrostrar para hacer luz en una realidad próxima y no acabada, contemporánea al texto que se está escribiendo. Pensé en quienes abordan proyectos literarios y estéticos que discurren por derroteros artísticos absolutamente alejados de los que Aramburu y yo transitamos. Mi repaso abarcó también a los escritores que por acción o calculada omisión han sido conniventes con ETA. Pero esa galería de situaciones que acabo de pergeñar es idéntica para los escritores vascos en euskera y en castellano: en ambas lenguas ha habido escritores comprometidos contra ETA y escritores que han justificado las acciones del grupo armado. Y, sin embargo, Aramburu se refirió solo a los escritores en lengua vasca. Fue inmisericorde solo con ellos. El hecho de que posteriormente haya pedido perdón no anula la cruel certeza subyacente: hay mucho ciego que, en lugar de señalar las grietas del 'stablishment' literario del que forma parte, blande su bastón de ciego contra el sistema literario más débil. Y el esquema es extrapolable a otros ámbitos intelectuales y sociales.
En efecto, en mayo de 1980 un grupo de intelectuales vascos hizo público un valiente manifiesto en el que denunciaban "la violencia que nace y anida entre nosotros, porque es la única que puede convertirnos, de verdad, en verdugos desalmados, en cómplices cobardes o en encubridores serviles". La impresentable crítica que Alfonso Sastre hizo de este temprano manifiesto sirve para intuir el clima de rechazo con el que se encontraron.
En su último poemario Egunsentiaren esku izoztuak -"Las ateridas manos del alba"- traducido al castellano recientemente por la editorial Pamiela, Xabier Lete dedica un poema a su amigo Imanol Larzabal, fallecido en Orihuela en 2004. Una de las mejores voces que ha dado Euskal Herria, Imanol cantó muchos versos de Lete. Imanol murió fuera de Euskadi porque su vida en Euskadi se había vuelto cada vez más difícil. El poema que Lete dedica a Imanol dice así:
Era una tarde de junio
plena de luminosa paz y sosiego
era una tarde de junio
había una emoción inefable en el aire,
y en el rostro de tus amigos un dolor mudo
cuando te despedimos,
allí donde las personas miran de soslayo al mar,
una culpa que impide sanar las heridas de un error,
quisiéramos ofrecerte un último aplauso
en su humildad, la flor de un verso sentido,
o tal vez pedirte perdón
por haberte dejado tantas veces solo,
te habías marchado a un sombrío páramo
libre de la crueldad humana,
posteriormente no hemos sabido de ti
pero en el lugar que estés
infinito, oculto y protegido,
apiádate de nosotros,
los carentes de la piedad que hubieras requerido.
"Apiádate de nosotros, los carentes de la piedad que hubieras requerido". No estamos hablando de culpa penal, sino de responsabilidad moral. Que nadie puede imputar a nadie, pues nace (o no) de cada cual. Xabier Lete, firmante de aquel manifiesto de 1980, a pesar de todo se sintió responsable de no haber acompañado suficientemente a quien fuera una víctima de ETA. Hablamos de falta de piedad.
En su carta de disculpa escribe Fernando Aramburu: "Me daría con un canto en los dientes si después de mi intervención temperamental ocurriera el milagro: que las zonas de silencio en Euskadi empezaran a vaciarse de escritores y hubiera un intercambio de pareceres, quizá un debate con las debidas formas de cortesía". De esto se trata. De que las zonas de silencio en Euskadi se vayan vaciando de escritores, de profesores de universidad, de cocineros, de futbolistas, de políticos, de ciudadanas y ciudadanos en suma.
Que se vayan vaciando no porque nadie pretenda su desalojo forzado, ya que todas y todos hemos llegado tarde a la toma de palabra y de postura contra ETA. Que se vayan vaciando porque cada cual, como hizo Lete, sepamos descubrir y confesar(nos) nuestras propias impiedades.
martes, 20 de diciembre de 2011
Václav Havel
Ayer conocíamos el fallecimiento de Václav Havel, el dramaturgo que encarnó en su persona la transición a la democracia en Checoslovaquia. Timothy Garton Ash ha publicado en EL PAÍS un hermoso obituario sobre él: "No fue solo un disidente: fue el epítome del disidente, según solemos entender ese término novedoso". Así comenzaba, precisamente, su ensayo de 1978 El poder de los sin poder: "Un espectro atemoriza a la Europa oriental: en Occidente lo llaman disidencia". Un poderoso alegato contra el régimen que ahogaba su país, como a tantos otros de aquella Europa del Este tras un Muro que nadie imaginaba ver caer. Seguramente serán muy pocas las personas jóvenes que hoy conozcan a Havel. Ni siquiera aquellas que comparten disidencia con él, aunque ahora se llame indignación.
En 1990 la editorial Encuentro publicó en castellano El poder de los sin poder. Según parece el diario PÚBLICO distribuirá este ensayo entre sus lectoras y lectores el próximo 8 de enero. No se lo pierdan. Cuando lo leí, me impresionó vívamente. En 1996 publiqué un libro titulado Movimientos sociales y alternativas de sociedad, en el que me refería al ensayo de Havel. Aquí dejo lo escrito hace ya -¡dios mío!- 15 años:
En 1978 el entonces disidente y a partir de 1989 presidente de la República Checa Václav Havel publica su ensayo El poder de los sin poder. En el mismo, se propone analizar el sistema de gobierno característico de las sociedades del Este, sistemas que él denomina "postotalitarios" con el fin de distinguirlos de las dictaduras clásicas.
En su opinión, una dictadura se caracteriza por los siguientes rasgos: el poder se mantiene abiertamente en base a medios autoritarios y claramente represivos; su existencia es objetivamente provisoria e inestable; su existencia está estrechamente ligada a la vida de las personas que la han instaurado. Por el contrario, las características de los sistemas postotalitarios son bien distintas:
a) No tienen una dimensión limitada, sino que se extienden a todo el inmenso bloque de poder que domina una de las dos (por aquel entonces) superpotencias. A pesar de sus peculiaridades temporales y locales, se basa en todos los países en los mismos principios y se estructura del mismo modo, esto es, según el modo desarrollado por la potencia dominante.
b) Presentan una innegable estabilidad histórica (aunque, en el caso del sistema soviético, hemos comprobado que no era tanta), relativamente independiente de las personas y movimientos que están en su origen.
c) Su dominio no se basa tanto en medios autoritarios y represivos cuanto en el consentimiento de las personas dominadas. En una época de crisis de las certezas metafísicas y existenciales -escribe Havel-, estos sistemas ofrecen una ideología globalizadora y a la vez lo suficientemente elástica como para convertirse en una auténtica religión secularizada que ofrece a los hombres y mujeres una "casa" accesible a cambio de la cual, eso sí, estos pagan sin saberlo un enorme precio: "la abdicación de su razón, de su conciencia, de su responsabilidad".
Piensa Havel que de esta manera el sistema postotalitario va configurando una vida en la mentira a partir de unas reglas de juego destinadas a mantener una apariencia de realidad que acaba por encubrir, merced al consentimiento generalizado, la profunda mentira de esa realidad construida mediante un complejo sistema de comunicación ritual al servicio del poder. Se trata de un conjunto de "normas de circulación" y de "señales de tráfico" cuya aceptación garantiza la permanencia de ese sistema.
Entre los planes del sistema postotalitario y los planes de la vida se produce un profundo abismo. Mientras que, por su propia naturaleza, la vida tiende al pluralismo, a la variedad de coloridos, a organizarse y constituirse de manera independiente, en definitiva, a realizar su libertad, el sistema postotalitario exige monolitismo, uniformidad y disciplina; mientras la vida tiende a crear estructuras "inverosímiles", siempre renovadas, el sistema postotalitario impone las "situaciones más verosímiles". Estos planes del sistema revelan que su naturaleza consiste en volver a sí mismo, en ser cada vez de manera más sólida e incondicionada "él mismo" y extender, por tanto, cada vez más su radio de acción. Este sistema sólo está al servicio del hombre en la medida en que es indispensable para que el hombre esté al servicio del sistema; todo lo que el hombre vaya más allá de su condición predeterminada, el sistema lo valora como un ataque a sí mismo.
Pero, ¿cómo es posible que un sistema así funcione si, como hemos dicho, no se basa directamente en la represión? Havel viene a considerar que ello ha sido posible merced al encuentro histórico del autoritarismo social y la civilización de consumo. Esta adaptación generalizada a la "vida en la mentira" se corresponde con la repugnancia general del hombre de la sociedad de consumo a sacrificar su seguridad material en nombre de su integridad espiritual y moral. La profunda crisis de identidad que es a la vez posibilidad y consecuencia de esa "vida en la mentira" acaba por manifestarse como una profunda crisis moral de la sociedad: unas personas que han elegido la escala de valores consumista, dispersas en la masa, aun sabiendo que su responsabilidad no se reduce a su propia supervivencia, son personas desmoralizadas; en esta desmoralización se basa el sistema, profundiza en ella y es su proyección social.
Sin embargo, esa "vida en la mentira" está hecha de un material extraño: mientras envuelve herméticamente a toda la sociedad, da la impresión de que es dura como el acero; pero apenas alguien es capaz de abrir un resquicio en esa envoltura, todo aparece de pronto bajo otra luz, dando la impresión de que toda la envoltura se vuelva de papel y comience a rasgarse. No son precisos grandes medios para hacerlo: en muchos lugares han sido una canción, una película, un manifiesto, una huelga de hambre, los medios que han servido para proclamar la desnudez del emperador; en Checoslovaquia, el régimen postotalitario comenzó a tambalearse con la Carta 77, uno de cuyos firmantes fue el propio Havel.
La "vida en la verdad", la rebelión del individuo contra la situación que se le impone, surge así del intento de comprender su propia y peculiar responsabilidad. se trata de una acción abiertamente moral, no sólo por los costes que la misma supone para el individuo, sino sobre todo porque no es funcional: no busca "producir intereses". Y si resulta que la "vida en la verdad" constituye en el sistema postotalitario el trasfondo de cualquier política alternativa e independiente, todas las consideraciones sobre el carácter y las perspectivas de esta política tienen necesariamente que tener en cuenta esta dimensión moral en términos de fenómeno político, a pesar de que estos movimientos surjan en el espacio prepolítico donde se produce la confrontación entre la "vida en la verdad" y la "vida en la mentira", es decir, entre las intenciones reales de la vida y las pretensiones del sistema postotalitario.
Obviamente -concluye Havel- estas intenciones reales de la vida pueden asumir las formas más dispares: pueden ser los más elementales intereses espirituales, o las exigencias fundamentales de la existencia como el simple deseo del hombre de vivir a su modo y con dignidad. Por lo tanto, esta confrontación no adquiere un carácter político en virtud de la "politicidad" originaria de las intenciones, sino propiamente porque, al estar el sistema postotalitario basado en la manipulación total del hombre -en cuanto tal- ligado a ella, necesariamente toda libre expresión o iniciativa del hombre, todo intento de "vida en la verdad" aparece como una amenaza para el sistema y, por tanto, como un hecho político por excelencia. La eventual autoarticulación política de los movimientos nacidos de este trasfondo "prepolítico" es, pues, algo que nace en una instancia secundaria, como consecuencia de la confrontación a la que llevan.
Distanciémonos cuanto queramos del lenguaje empleado por Havel, pero quedémonos con su contenido: una sociedad cuyos canales políticos aparecen bloqueados por la desmovilización ciudadana y la desmoralización social sólo puede ser transformada si partimos de una tarea prepolítica, una tarea de reconstrucción cultural. Al fin y al cabo, el mismo Havel se planteaba en su ensayo: "la grisura y la escualidez de la vida en el sistema postotalitario, ¿no son propiamente la caricatura de la vida moderna en general y en realidad no somos nosotros una especie de recordatorio para Occidente que le desvela su destino latente?".
En 1990 la editorial Encuentro publicó en castellano El poder de los sin poder. Según parece el diario PÚBLICO distribuirá este ensayo entre sus lectoras y lectores el próximo 8 de enero. No se lo pierdan. Cuando lo leí, me impresionó vívamente. En 1996 publiqué un libro titulado Movimientos sociales y alternativas de sociedad, en el que me refería al ensayo de Havel. Aquí dejo lo escrito hace ya -¡dios mío!- 15 años:
En 1978 el entonces disidente y a partir de 1989 presidente de la República Checa Václav Havel publica su ensayo El poder de los sin poder. En el mismo, se propone analizar el sistema de gobierno característico de las sociedades del Este, sistemas que él denomina "postotalitarios" con el fin de distinguirlos de las dictaduras clásicas.
En su opinión, una dictadura se caracteriza por los siguientes rasgos: el poder se mantiene abiertamente en base a medios autoritarios y claramente represivos; su existencia es objetivamente provisoria e inestable; su existencia está estrechamente ligada a la vida de las personas que la han instaurado. Por el contrario, las características de los sistemas postotalitarios son bien distintas:
a) No tienen una dimensión limitada, sino que se extienden a todo el inmenso bloque de poder que domina una de las dos (por aquel entonces) superpotencias. A pesar de sus peculiaridades temporales y locales, se basa en todos los países en los mismos principios y se estructura del mismo modo, esto es, según el modo desarrollado por la potencia dominante.
b) Presentan una innegable estabilidad histórica (aunque, en el caso del sistema soviético, hemos comprobado que no era tanta), relativamente independiente de las personas y movimientos que están en su origen.
c) Su dominio no se basa tanto en medios autoritarios y represivos cuanto en el consentimiento de las personas dominadas. En una época de crisis de las certezas metafísicas y existenciales -escribe Havel-, estos sistemas ofrecen una ideología globalizadora y a la vez lo suficientemente elástica como para convertirse en una auténtica religión secularizada que ofrece a los hombres y mujeres una "casa" accesible a cambio de la cual, eso sí, estos pagan sin saberlo un enorme precio: "la abdicación de su razón, de su conciencia, de su responsabilidad".
Piensa Havel que de esta manera el sistema postotalitario va configurando una vida en la mentira a partir de unas reglas de juego destinadas a mantener una apariencia de realidad que acaba por encubrir, merced al consentimiento generalizado, la profunda mentira de esa realidad construida mediante un complejo sistema de comunicación ritual al servicio del poder. Se trata de un conjunto de "normas de circulación" y de "señales de tráfico" cuya aceptación garantiza la permanencia de ese sistema.
Entre los planes del sistema postotalitario y los planes de la vida se produce un profundo abismo. Mientras que, por su propia naturaleza, la vida tiende al pluralismo, a la variedad de coloridos, a organizarse y constituirse de manera independiente, en definitiva, a realizar su libertad, el sistema postotalitario exige monolitismo, uniformidad y disciplina; mientras la vida tiende a crear estructuras "inverosímiles", siempre renovadas, el sistema postotalitario impone las "situaciones más verosímiles". Estos planes del sistema revelan que su naturaleza consiste en volver a sí mismo, en ser cada vez de manera más sólida e incondicionada "él mismo" y extender, por tanto, cada vez más su radio de acción. Este sistema sólo está al servicio del hombre en la medida en que es indispensable para que el hombre esté al servicio del sistema; todo lo que el hombre vaya más allá de su condición predeterminada, el sistema lo valora como un ataque a sí mismo.
Pero, ¿cómo es posible que un sistema así funcione si, como hemos dicho, no se basa directamente en la represión? Havel viene a considerar que ello ha sido posible merced al encuentro histórico del autoritarismo social y la civilización de consumo. Esta adaptación generalizada a la "vida en la mentira" se corresponde con la repugnancia general del hombre de la sociedad de consumo a sacrificar su seguridad material en nombre de su integridad espiritual y moral. La profunda crisis de identidad que es a la vez posibilidad y consecuencia de esa "vida en la mentira" acaba por manifestarse como una profunda crisis moral de la sociedad: unas personas que han elegido la escala de valores consumista, dispersas en la masa, aun sabiendo que su responsabilidad no se reduce a su propia supervivencia, son personas desmoralizadas; en esta desmoralización se basa el sistema, profundiza en ella y es su proyección social.
Sin embargo, esa "vida en la mentira" está hecha de un material extraño: mientras envuelve herméticamente a toda la sociedad, da la impresión de que es dura como el acero; pero apenas alguien es capaz de abrir un resquicio en esa envoltura, todo aparece de pronto bajo otra luz, dando la impresión de que toda la envoltura se vuelva de papel y comience a rasgarse. No son precisos grandes medios para hacerlo: en muchos lugares han sido una canción, una película, un manifiesto, una huelga de hambre, los medios que han servido para proclamar la desnudez del emperador; en Checoslovaquia, el régimen postotalitario comenzó a tambalearse con la Carta 77, uno de cuyos firmantes fue el propio Havel.
La "vida en la verdad", la rebelión del individuo contra la situación que se le impone, surge así del intento de comprender su propia y peculiar responsabilidad. se trata de una acción abiertamente moral, no sólo por los costes que la misma supone para el individuo, sino sobre todo porque no es funcional: no busca "producir intereses". Y si resulta que la "vida en la verdad" constituye en el sistema postotalitario el trasfondo de cualquier política alternativa e independiente, todas las consideraciones sobre el carácter y las perspectivas de esta política tienen necesariamente que tener en cuenta esta dimensión moral en términos de fenómeno político, a pesar de que estos movimientos surjan en el espacio prepolítico donde se produce la confrontación entre la "vida en la verdad" y la "vida en la mentira", es decir, entre las intenciones reales de la vida y las pretensiones del sistema postotalitario.
Obviamente -concluye Havel- estas intenciones reales de la vida pueden asumir las formas más dispares: pueden ser los más elementales intereses espirituales, o las exigencias fundamentales de la existencia como el simple deseo del hombre de vivir a su modo y con dignidad. Por lo tanto, esta confrontación no adquiere un carácter político en virtud de la "politicidad" originaria de las intenciones, sino propiamente porque, al estar el sistema postotalitario basado en la manipulación total del hombre -en cuanto tal- ligado a ella, necesariamente toda libre expresión o iniciativa del hombre, todo intento de "vida en la verdad" aparece como una amenaza para el sistema y, por tanto, como un hecho político por excelencia. La eventual autoarticulación política de los movimientos nacidos de este trasfondo "prepolítico" es, pues, algo que nace en una instancia secundaria, como consecuencia de la confrontación a la que llevan.
Distanciémonos cuanto queramos del lenguaje empleado por Havel, pero quedémonos con su contenido: una sociedad cuyos canales políticos aparecen bloqueados por la desmovilización ciudadana y la desmoralización social sólo puede ser transformada si partimos de una tarea prepolítica, una tarea de reconstrucción cultural. Al fin y al cabo, el mismo Havel se planteaba en su ensayo: "la grisura y la escualidez de la vida en el sistema postotalitario, ¿no son propiamente la caricatura de la vida moderna en general y en realidad no somos nosotros una especie de recordatorio para Occidente que le desvela su destino latente?".
[Imanol Zubero, Movimientos sociales y alternativas de sociedad, Ediciones Hoac, Madrid 1996, pp. 147-150]
domingo, 18 de diciembre de 2011
SOS por la persona del año
La revista TIME ha dedicado este 2011 su habitual portada de la "persona del año" a quienes se han movilizado en Túnez, Egipto, Siria, Lisboa, Grecia, España o Nueva York. Para simbolizarlos se ha escogido la imagen de una persona joven -yo diría que se trata de una mujer joven- con el rostro totalmente cubierto a excepción de unos hermosos ojos de rasgos orientales.
La elección no puede ser más oportuna. Ya nos hemos hecho eco en este blog de esa luminosa Primavera Árabe que abrió la espita a una ola global de indignación ciudadana.
La elección no puede ser más oportuna. Ya nos hemos hecho eco en este blog de esa luminosa Primavera Árabe que abrió la espita a una ola global de indignación ciudadana.
Sin embargo, la foto que me tiene absolutamente impactado en el día de hoy es otra bien distinta. Publicada por la mayoría de los diarios, se trata de una fotografía tomada en Egipto. Procedente de la agencia Reuters, el pie de foto decía así: "La policía militar egipcia golpea y desnuda a una mujer velada en El Cairo".
En el espacio MUJERES, dedicado por EL PAÍS a "contar los cambios que está aportando la mujer a un mundo en transformación", Nuria Tesón presenta una certera reflexión al respecto.
Yo me quedo con una idea: esa mujer vejada y violentada es la misma persona del año que la revista TIME encumbró hasta su portada.Y lo que nos reclama su mirada profunda no es nuestro aplauso admirado, sino nuestro compromiso indignado. Es la dignidad de todas y de todos la que está siendo pisoteada.
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