sábado, 21 de septiembre de 2019

El clamor de los bosques

Richard Powers
El clamor de los bosques
Traducción de Teresa Lanero
Alianza de Novelas, 2019


Den, ¿cómo va a detenerse alguna vez la explotación? Ni siquiera se ralentiza. Lo único que sabemos hacer es crecer. Crecer con más fuerza, con más rapidez. Más que el año pasado. Crecer hasta el borde del precipicio y más allá. No hay otra posibilidad.

Hay novelas que conectan de tal manera con el espíritu de una época histórica que acaban por hacerlo visible y, en última instancia, por conformarlo. Esta extraordinaria novela podría servir de estandarte para todos esos miles de personas jóvenes que desde hace unos meses se movilizan incansablemente exigiendo medidas que combatan la Emergencia Climática a la que nos enfrentamos. 


Nicholas Hoel, escultor y dibujante, descendiente de inmigrantes noruegos, recibe en herencia la custodia de un castaño plantado en las praderas de Iowa, a cuya sombra ha vivido su familia por generaciones. Mimi Ma, china-americana experta en ingeniería cerámica, hereda tras el suicidio de su padre un anillo de jade y un valioso pergamino budista, antiquísimo. Adam Appich, profesor universitario de Psicología. Ray Brinkman, abogado especializado en propiedad intelectual, y su esposa, Dorothy Cazaly, actriz aficionada: un amor tan apasionado como trágico. Douglas Pavliceck, excombatiente de Vietnam, condecorado, obsesionado con la deforestación. Neelay Mehta, de padre y madre hindúes, parapléjico, genio de la informática y creador de exitosos mundos virtuales. Personas que, al principio, no tienen nada que ver entre sí. La habilidad de Powers a la hora de construir estos personajes hace que la peripecia vital cada uno de ellos sea, en sí misma, una lectura apasionante. A medida que avanza el libro (son 605 gozosas paginas) estas existencias independientes acabarán entrecruzándose hasta confluir en la lucha por la protección de los árboles.  

También está Patricia Westerford, investigadora empeñada convencer a la comunidad científica del carácter social de los árboles. Pero antes de que le llegue el reconocimiento científico sufrirá la incomprensión y el desprecio de sus colegas, cómodamente instalados en la visión de árboles y plantas como seres inanimados:

Algo maravilloso sucede bajo tierra, algo que estamos aprendiendo a ver. Marañas de microrriza que conectan a los árboles entre ellos para formar gigantescas comunidades inteligentes que se extienden a lo largo de centenares de hectáreas. Juntos, esos árboles forman vastas redes de intercambio de bienes, servicios e información...

Para explicar sus descubrimientos, Patricia escribe un libro titulado El bosque secreto, que también cumple un papel en el entrecruzamiento de las vidas de algunos personajes. El libro de Patricia bien pudiera ser el mismo que, en la vida real, ha escrito Peter Wohlleben (La vida secreta de los árboles, Traducción de Margarita Gutierrez, Ediciones Obelisco, 2016), al que ya me he referido aquí.

Una novela hermosa, inteligente, apasionada, cuya lectura entretiene tanto como conciencia de la necesidad imperiosa de tomarnos en serio la defensa de la vida natural y, en concreto, de las plantas y los árboles, fundamento literal de esta vida:

Cuando el mundo se estaba acabando la primera vez, Noé tomó a todos los animales por parejas y los metió a bordo de su embarcación para evacuarlos. Tiene gracia: dejó que las plantas murieran. ¡En lugar de llevarse lo necesario para restaurar la vida en la tierra, se dedicó a salvar a los seres gorrones!

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PS. Por afinidad temática, recomiendo revisionar la genial película de 1972 Naves misteriosas.


domingo, 15 de septiembre de 2019

Bajo el viento oceánico

Rachel Carson
Bajo el viento oceánico
Traducción de Silvia Moreno Parrado
Errata Naturae, 2019


Rachel Louise Carson (27/05/1907 - 14/04/1964), bióloga marina de formación y activista medioambiental por compromiso, es universalmente conocida por su libro de 1962 Primavera silenciosa (Silent Spring, Fawcett Crest Book, New York 1962), influyente crítica de los pesticidas sintéticos como el DDT y de la práctica de las fumigaciones masivas para combatir las "malas hierbas" o las plagas de mosquitos y otros insectos considerados nocivos por sus devastadores efectos sobre las poblaciones de aves, pero también sobre abejas o mariposas, envenenando bosques y campos:

"Estos rociadores, polvos y aerosoles se aplican ahora casi universalmente en granjas, jardines, bosques y hogares; son compuestos químicos no selectivos que tienen el poder de matar todo insecto, el 'bueno' y el 'malo', de silenciar el canto de los pájaros y el brinco de un pez en las corrientes, de cubrir las hojas con una película mortal y demorarse en el suelo, todo esto aunque el objetivo perseguido puedan ser solo unas pocas malezas e insectos. ¿Puede alguien suponer que es posible depositar tal cortina de venenos en la superficie de la tierra sin hacerla inadecuada para toda la vida? No deberían ser llamados 'insecticidas' sino 'biocidas'".

Primavera silenciosa es la obra rigurosa de una científica que, sin embargo, asombra a veces por su lenguaje emocional y poético: "La mayoría de nosotros camina sin ver por el mundo, inconscientes por igual de sus bellezas, sus maravillas y la extraña y a veces terrible intensidad de las vidas que se están viviendo junto a nosotros". Este es el lenguaje y la perspectiva que encontramos en Bajo el viento oceánico, convirtiendo su lectura en una experiencia de inmersión en la naturaleza de los cabos de Virginia, Chesapeake y Cod, en las bahías de Hudson y James, en la isla de Natucket o en las playas de Nueva Inglaterra, con sus mareas y corrientes, sus vientos y sus tormentas, sus arenales y sus rompientes; con sus gentes y, sobre todo, con su fauna diversa y abundante.

Algunos de los animales tienen nombre propio, y el relato de su existencia adquiere tintes de aventura sin perder un ápice de rigor científico: Rynchops el rayador americano; la pareja de correlimos formada por Patinegro y Plateada; Uhvinguk, el lemming; el búho Ukpik; Mugil, el mujol; otro correlimos, Canutus; el cuervo Tullugak; Lophius, el rape; Kigavik, el halcón gerifalte; Pandion, el águila pescadora, y Coliblanco, el águila calva; Anguilla, la anguila; Cynoscion, la trucha de mar; y, sobre todo, Scomber, la caballa.

En el libro que Paul Brooks dedica a la vida y obra de Carson (Rachel Carson. Precursora del movimiento ecologista, Traducción de Salomón Merener, Gedisa 1993) se recoge el prefacio de la edición original, omitida en posteriores reimpresiones y ausente también de la edición española, en el que la autora explica su motivación para escribir Bajo el viento oceánico:

"Bajo el viento oceánico fue escrito para hacer del mar y su vida una realidad tan vívida para los que puedan leer el libro como se ha vuelto para mí durante la pasada década. [...] Estar al borde del mar, sentir el reflujo y el flujo de las mareas, percibir el soplo de una neblina que se mueve sobre un gran pantano salino, observar el vuelo de los pájaros de la costa que han recorrido en su vuelo las líneas de las olas durante muchísimos miles de años, ver la carrera de las viejas anguilas y las crías de los sábalos hacia el mar, es tener el conocimiento de cosas que son casi tan eternas como lo puede ser cualquier vida terrestre. Estas cosas estuvieron antes de que el hombre estuviera en la costa del océano y lo observara maravillado y continúan año tras año, a través de los siglos y las edades, mientras que los reinos de los hombres ascienden y caen".

Adentrarse en la lectura de este libro, sumergirnos en sus historias, es una de las mejores maneras de viajar a un mundo desconocido que, sin embargo, Rachel Carson convierte en familiar.