domingo, 22 de diciembre de 2024

En la cabaña

Gabrielle Filteau-Chiba
En la cabaña
Traducción de Luisa Lucuix Venegas
Minúscula, 2024
 
"Cuando hollé esta tierra por primera vez, caí rendida ante su encanto, tanto que liquidé sin dudarlo mis haberes en la ciudad para precipitarme hacia lo desconocido del regreso a las fuentes. El sueño de vivir en el territorio, de revisitar nuestras raíces quebequesas y la frugalidad, sobre todo. A orillas del río, unos manzanos y una cabaña exenta de comodidades habían sobrevivido a los rigores del tiempo y al abandono. El agua del pozo, límpida y fresca, sabía a madera de coníferas. Estaba también ese silencio que abría paso por la noche a la coral de animales salvajes y al crujir de las hojas de los álamos temblones. Millares de estrellas y un pedazo de vela como única iluminación. Las estrellas más hermosas de mi vida comenzaron aquí, creando en este lugar un islote acorde con mis valores. Simplicidad, autonomía, respeto por la naturaleza. Tiempo para meditar sobre lo que de verdad importa".
 
En lo profundo de los bosques de Kamouraska, en el Canadá québécois, esta breve pero intensa novela nos sumerge en una experiencia literaria profundamente introspectiva en la que la naturaleza no es solo un telón de fondo, sino un personaje en sí mismo, con su propia voz y temperamento, que pone a prueba la voluntad, la vulnerabilidad y la resistencia de la protagonista.
 
Anouk es una mujer joven que abandona la vida urbana para refugiarse en una cabaña aislada, en busca de autenticidad y reconexión con lo esencial. Desde el principio, el relato construye una atmósfera de soledad que no solo es física, sino también emocional. Con su prosa lírica, Gabrielle Filteau-Chiba nos invita a sentir el crujir de la nieve bajo los pies de Anouk, el eco del viento entre los árboles y el latido del fuego en la chimenea. Su estilo, lleno de detalles sensoriales, no solo nos transporta al paisaje gélido del bosque ártico, sino que también nos permite adentrarnos en el mundo interno de la protagonista, para la que la cabaña se convierte en un espacio ambiguo: a ratos, un santuario de libertad y autodescubrimiento; en otros momentos, un lugar asfixiante, que refleja sus dudas y miedos. Gabrielle Filteau-Chiba maneja este dualismo con maestría, explorando temas universales como el feminismo (¡feminismo "rural"!), la relación con la naturaleza y la lucha por la autonomía.

El deseo de Anouk por tener compañía masculina en está presentado con naturalidad y humor ("Mis tres deseos para el genio de la lámpara: Troncos que ardan hasta el alba. Un camisón de piel de oso polar. Que Robin de los Bosques llame a mi puerta"), como una necesidad afectiva y física que a veces la desestabiliza. La relación entre este deseo y su voluntad de autonomía es un aspecto esencial de la novela. Lejos de contradecirse, ambos aspectos coexisten, mostrando que la independencia no está reñida con el anhelo de compañía. Más bien, Anouk se enfrenta al desafío de encontrar un equilibrio entre su necesidad de afecto y su determinación de no depender de nadie más que de sí misma. Este conflicto interno la lleva a reflexionar sobre lo que significa ser libre como mujer en un mundo que, a menudo, espera que las mujeres busquen su identidad a través de los demás, especialmente de los hombres.
 
Una novela que invita a la reflexión, una narración tan envolvente como el bosque en el que se desarrolla. Un canto a la simplicidad, la soledad elegida, la conexión con la tierra y el anhelo de libertad, todo ello en un relato que es a la vez crudo y hermoso. Una Thoreau ecofeminista.

"¿Qué perdemos exactamente cuando abandonamos, papá? Dejé Montreal porque ya no aguantaba esos despertadores que nos levantan al alba ni el paso militar de los impermeables que desfilan por las aceras, cohortes de cornejas macabras con cara de funeral hacia un trabajo en la calle de mañana. Por la tarde, los trabajadores agotados engullen pastillas y malas noticias delante del televisor. Abandona, ¿no sería cerrar os ojos ante la banalidad de nuestra existencia?".

Kamaraka, Mugarriluze y Goikogane

Nunca había subido a estas cumbres desde Llodio, siempre desde Arrankudiaga. Me ha encantado. He salido a las 8:30 desde el barrio del Manzanal (154 m). Tras unos pocos metros por la carretera que lleva hasta el Yermo de Santa Lucía he cogido la senda Errekabieta, que transcurre por el angosto barranco Iñarrondo, con sus resultonas escaleras y pasarelas de madera, hasta la zona de Mintegieta, con su calero, y la ermita de San Antonio. Desde ahí, por terreno bastante bien marcado, he subido al Kamaraka (797 m), Mugarriluze (735 m) y Goikogane (702 m). La bajada se me ha complicado un poco y he tenido que cambiar de ruta sobre la marcha y volver a Mintegiueta, terreno ya conocido, aunque me ha supuesto alargar un buen rato el camino. Desde ahí he regresado al Manzanal por la carretera, llegando al coche a las 12:25 h.
 






 




























Este gallo me ha atacado por la espalda. Sí, este. Lo que no sabía es que tenía enfrente a un gallo rojo 😉







Gallarraga, collado Pagero y Ganekogorta.


Kamaraka.

Mugarriluze y Goikogana desde Kamaraka.
Mugarriluze.
Goikogane.