viernes, 17 de octubre de 2014

Cuando las colegialas se arriesgan

Lo que está ocurriendo en México es terrible, desde hace ya muchos años, pero lo que vamos conociendo tras la matanza de Iguala supera todo lo imaginable. Jóvenes estudiantes tiroteados, secuestrados, torturados, desaparecidos. Fosas comunes llenas de cuerpos sin identificar.
Me pregunto qué haría yo de estar en su misma situación: ¿no me atenazaría el miedo?
Me admira ver los rostros jóvenes de esas muchachas y muchachos que día tras día se lanzan a la calle reclamando la verdad sobre sus 43 compañeros desaparecidos.

Normalistas

Ójala sea cierto, siempre y en todo lugar, en el plomizo 69 italiano como en el siempre turbulento México, lo que escribe Erri de Luca:

¿Y tenía dudas de ser revolucionaria? El grado de ruptura en el interior del orden social de aquel entonces no se medía con personas dispuestas a marcharse a algún frente, sino por ciudadanos como ella que se ponían a sabotear el poder en los lugares más extraños y difíciles. El grado de fiebre de aquella Italia no venía dado por los más acalorados, sino por el pulso de los apacibles, de los pacíficos que colaboraban en las revueltas. Cuando las colegialas se arriesgan, un país está cercano a la incandescencia.

Como ella, la muchacha de la camiseta rosa.

miércoles, 15 de octubre de 2014

Lo indecidible

Ayer por la tarde sepusieron en contacto conmigo desde el periódico EL MUNDO solicitándome un breve artículo de opinión "en contra" de la iniciativa del alcalde de Vitoria-Gasteiz de impulsar una ILP para recortar las ayudas sociales a determinados colectivos. Hoy se publica, junto con un artículo "a favor" del periodista Mikel Oroz. La versión que aquí presento es un poco más larga que la publicada en el diario -por cuestiones de enmaquetación hubo que ajustar el número de palabras-, pero el contenido es el mismo.


El jurista italiano Luigi Ferrajoli habla en muchas de sus obras de “la esfera de lo indecidible” para referirse a aquellos principios fundamentales que, en una democracia, están sustraídos a la voluntad de las mayorías. La mayor paradoja democrática estriba en el hecho de que siempre que se quiere proponer un derecho como fundamental, lo primero que se hace es sustraerlo de la decisión política (y económica), de manera que ninguna mayoría, ni siquiera por unanimidad, pueda decidir sobre su abolición o reducción. No todo se puede decidir, y esta limitación es, precisamente, la que caracteriza a la democracia. Se trata de un planteamiento que, si bien en abstracto cualquiera puede aceptar, en su aplicación concreta no deja de plantear interesantes paradojas. Por recurrir a un caso de evidente actualidad, como es el proceso soberanista en Cataluña, hay muchas personas y muchas instituciones, el Gobierno de España entre ellas, que no tienen duda ninguna de que el referéndum de independencia impulsado desde la Generalitat afecta a cuestiones que se sitúan en la esfera de lo indecidible, y que por ello no puede ni, sobre todo, no debe celebrarse.
Estoy seguro de que el alcalde de Vitoria comparte en lo esencial, como yo, el argumento de Ferrajoli; y es probable que considere adecuada su aplicación para el caso del referéndum catalán. Sin embargo, tal vez no considere esta perspectiva contradictoria con su decisión de apoyarse en una Iniciativa Legislativa Popular para excluir de las ayudas sociales a un número indefinido de personas que actualmente viven en Euskadi. Al fin y al cabo, lo del referéndum vendía expresamente limitado por la Constitución, que no dice nada en concreto sobre consultar a la ciudadanía en relación a quiénes y en qué condiciones merecen ayudas sociales, y quiénes no.
Sin embargo, habiendo ciertamente una indecidibilidad constitucional que conforma la dimensión sustancial de la democracia, existe también y sobre todo una indecidibilidad constituyente, de carácter moral, que nos permite imaginarnos como sociedad. Creo que por ahí va el sociólogo y premio Príncipe de Asturias, Zygmunt Bauman, cuando escribe que “no somos morales gracias a la sociedad, sino que vivimos en sociedad, somos la sociedad, gracias a ser morales”.
¿Qué es lo que pretende el Sr. Maroto con su iniciativa? Si de lo que se trata es de proponer acomodaciones de carácter técnico, ajustes a una coyuntura cambiante, modificaciones orientadas a ganar eficiencia, creo que es poco lo que la ciudadanía, incluso la más informada, puede aportar. Hay otros medios para ello, y están plenamente a su alcance. Si de lo que se trata es de plantear transformaciones de carácter sustantivo, que afecten de alguna manera a nuestras concepciones de los derechos, a nuestros sentimientos de pertenencia, a nuestras experiencias de vecindad, a nuestros procesos de convivencia, creo sinceramente que la consulta popular que propone entra de lleno en la esfera de lo indecidible. No desde una perspectiva jurídica, pero sí desde una perspectiva societal. Porque lo peor que le puede ocurrir a una sociedad es verse abocada a dinámicas de extranjerización que la separen entre vecinos/ciudadanos y simples habitantes/ocupantes, abriendo en su seno un abismo de sospecha, desconfianza y resentimiento.
Los representantes políticos tienen la obligación de atender a los problemas que plantea la ciudadanía, recogiendo sus quejas y temores; pero tienen también la obligación de acompañar a esta ciudadanía en la depuración de estos temores. El Sr. Maroto ha demostrado su capacidad de escucha, y eso es bueno; ahora debería demostrar su capacidad de liderazgo contribuyendo a generar un espacio para la conversación democrática donde la búsqueda de la eficiencia no exija debilitar el espacio de lo indecidible.