sábado, 23 de noviembre de 2019

¿Un futuro sin sindicatos?

Unai Sordo
¿Un futuro sin sindicatos?
Introducción y epílogo de Bruno Estrada.
Los Libros de la Catarata, 2019


La reflexión de Unai Sordo empieza con una idea sugerente, que no se aborda en profundidad, pero que constituye una de las líneas de fondo del libro: la idea de que en el futuro seguirá habiendo organización colectiva de defensa de los derechos de las personas empleadas, pero lo que está en duda “es si eso se materializa a través de organizaciones que pretenden agregar intereses compartidos, o se canaliza a través de expresiones más o menos espontáneas, neocorporativas o reactivas”. La expresión más clara y actual de esta segunda materialización es la organización “asindical” del mundo del trabajo, representada por el modelo de capitalismo de plataforma.

Por tanto, más que una reflexión sobre la posibilidad de que en el futuro las preocupaciones y las demandas relacionadas con el ámbito laboral puedan plasmarse mediante estrategias y reivindicaciones "asindicales" (la eclosión y generalización de partidos de ultraderecha es una de ellas), el libro de Unai Sordo se centra en la forma en que un sindicato como CCOO debe repensar su cultura, estructura y acción para continuar siendo en el futuro un referente para las trabajadoras y los trabajadores.

Aunque los sindicatos españoles vienen sufriendo desde hace años una evidente pérdida de legitimidad social, expresada tanto en estudios de opinión (según el CIS, el porcentaje de personas que manifiestan no tener ninguna confianza en los sindicatos ha pasado del 19,4% en 1996 al 37,3% en 2017) como en la reducción en prácticamente toda la OCDE de la densidad sindical, es decir, la cantidad de trabajadoras y trabajadores afiliados a sindicatos en relación al total de la población con empleo, lo cierto es que CCOO tiene en la actualidad cerca del millón de personas afiliadas, cotizantes y al corriente de pago, de las que alrededor de 415.000 son mujeres. Por otro lado, como resultado de las elecciones sindicales, este sindicato cuenta con más de 96.000 representantes elegidos en miles de centros de trabajo, lo que convierte a CCOO en el sindicato mayoritario en España.

No obstante, Unai Sordo dedica las primeras páginas del libro a plantear estrategias que combatan la tendencia del modelo sindical español a desincentivar la afiliación (convenios colectivos erga omnes, de aplicación general al margen de que exista o no la afiliación sindical: el problema del free rider analizado por Mancur Olson), la ausencia de representación sindical de millones de trabajadoras y trabajadores de empresas pequeñas, así como para disminuir la rotación en la afiliación, ya que “Hay una afiliación «utilitarista» que «utiliza» el sindicato a demanda cuando tiene una contingencia. El reto es que estas personas entiendan que el valor del sindicato es resolver problemas concretos, lógicamente, pero sobre todo, organizar a la gente”. También se trata de recuperar la posición de los sindicatos como agentes fundamentales para definir las políticas sociolaborales, posición que se ha visto enormemente debilitada tras sucesivas reformas laborales, particularmente la de 2012, cuya reversión considera imprescindible.

La necesidad de una financiación pública estable y suficiente, la función del sindicato como agente que "introduce la democracia en la empresa”, la autocrítica (a mi juicio insuficiente) de la posición de CCOO durante la crisis, los riesgos de la participación financiera de las y los trabajadores en las empresas, la acción sindical ante la robotización y la digitalización, la relación con los partidos políticos y los movimientos sociales (muy bien planteada en relación al feminismo, no en relación a otros movimientos), su papel en el contexto global, son cuestiones que sirven al autor para profundizar en esa reflexión sobre el futuro de los sindicatos.

Y en el transcurso de esta reflexión Unai Sordo formula una tesis que, en mi opinión, debería convertirse en el foco a partir del cual un sindicato como CCOO tiene que repensarse: "El sindicato se tiene que organizar de manera que facilite la integración de lo que la empresa ha desintegrado". La empresa posfordista (desregulada, dispersa, desconcentrada, globalizada) ha desintegrado los procesos productivos, ha precarizado el estatuto laboral, ha desbaratado las regulaciones nacionales, ha deslaborizado cada vez más puestos de trabajo y, como consecuencia, ha desintegrado la totalidad de la existencia de las personas y las familias trabajadoras: sus salarios, sus espacios locales, sus temporalidades, sus proyectos de futuro,sus solidaridades, sus identidades...

Por eso, además de "impulsar una visión periférica que vincule entre sí estas partes fuertes y debilitadas del mundo del trabajo", recuperando para ello la clase como ese vínculo colectivo que ha sido y debe volver a ser, un sindicato sociopolítico como CCOO debe trabajar para integrar también lo que el capitalismo neoliberal ha desintegrado fuera de la empresa. Al fin y al cabo, esta es una de sus señas de identidad: "CCOO es un sindicato sociopolítico que además de reivindicar la mejora de las condiciones de trabajo y de vida, asume la defensa de todo aquello que nos afecta como trabajadoras y trabajadores, dentro y fuera de la empresa".

Es un libro con más preguntas que respuestas, con más retos que soluciones: pero los retos están formulados con claridad, y las respuestas tendremos que encontrarlas entre todas y todos.

miércoles, 20 de noviembre de 2019

Patriotas indignados

Francisco Veiga, Carlos González-Villa, Steven Forti, Alfredo Sasso, Jelena Prokopljevic, Ramón Moles
Patriotas indignados. Sobre la nueva ulraderecha en la Posguerra Fría. Neofascismo, posfascismo y nazbols.
Alianza Editorial, 2019

Es este un ensayo coral, escrito a varias manos y desde perspectivas diversas, lo que explica tanto sus virtudes (que son muchas) como sus debilidades.

Entre estas últimas, la más evidente es la ausencia de una linea narrativa que convierta el libro en un relato, lo que facilitaría sobremanera su lectura. Destaca esta carencia en su abruptísimo final, con un último párrafo que lleva a la lectora o lector a pensar que falta alguna página que lo desarrolle.

En la introducción se afirma la relación de las distintas manifestaciones de "patriotismo indignado" con la crisis de 2008, cuyas raíces se remontan al triunfo global de un neoliberalismo que, tras la caída de la URSS, no se encontró con ningún antagonista a la altura del desafío histórico planteado, ya que la izquierda de entonces "no supo transformarse a tiempo ni defender su propio legado histórico". Esta hipótesis podría haber servido para organizar las distintas aportaciones que componen el libro y dotarlo de una suerte de guión que lo estructurara. No ha sido así.

La primera parte, dedicada al análisis del "colapso de la civilización soviética" y que ocupa cuatro capítulos se desarrolla al margen de esta hipótesis y constituye un libro en sí misma. Tiene poco que ver con el resto del texto (más allá del hecho de que, según la autora y los autores, "en el desarrollo de la ultraderecha a escala mundial, Rusia tuvo un papel central"), pero su lectura resulta sumamente informativa

La segunda parte, titulada "Marasmo en el mundo feliz neoliberal 2008-2018"es la que, en principio, entronca más explícitamente con la cuestión de la relación entre la Gran Recesión y el auge de los nacionalpopulismos en Europa. El primero de los capítulos que la componen, el 5, analiza "el avance ultra en las instituciones europeas".

Pero en el capítulo 6 se abandona este tema y la cronología señalada para retrotraernos hasta los años setenta, analizando el recurso a consultas referendarias en la Unión Europea (o antes, en la Comunidad Económica Europea), un total de 48, algunas relativas a la misma integración europea, y que en el libro se califican de "consultas de combate", puesto que en ocasiones han sido utilizados por fuerzas euroescépticas. Incluso se hace una breve y extemporánea referencia a los referéndums sobre la indepenencia de Quebec en 1980 y 1995.

El capítulo 7, titulado "Fascismo antifascista", nos sitúa de nuevo en el escenario de la Europa del Este post-soviética, en concreto en la ex Yugoslavia, Georgia o Ucrania. Y en este capítulo volvemos a encontrar un "fallo de guión", con un apartado titulado "Fascistas contra nazis", que empieza con referencias a las desavenencias mantenidas entre Hitler y Mussolini para ejemplificar la idea de que en varios momentos históricos "los fascistas han luchado entre ellos mismos", pasando luego a comentar muy por encima las tensiones existentes entre Farage y Marine Le Pen, entre los búlgaros de Ataka y los húngaros de Jobbik, e incluso se dedican algunos párrafos deslavazados a señalar algunos debates en foros del nacionalismo catalán entre "identitarios" e independentistas.

Mucho más interés tiene el capítulo 8, "El 68 inverso", en el que se analiza el surgimiento de las nuevas derechas europeas y estadounidenses como "reacción ideológica contra la nueva izquierda [sesentayochista], pero utilizando sus mismos recursos, sus ideas y actitudes".

La tercera parte del libro, titulada "Síntesis, culturas y definiciones", consta de dos capítulos que, de nuevo, tienen poco que ver entre sí. El capítulo 9 está dedicado a desenmarañar "El laboratorio italiano", desde la crisis del sistema político surgido tras la guerra, pasando por el "telepopulismo de Berlusconi" hasta llegar a Salvini. Su lectura es muy sugerente.

El capítulo 10, "Poderes no elegidos", vuelve a ser un texto desarticulado, donde se mezclan las redes sociales, los oligarcas y mafiosos rusos, la "economía canalla" estudiada en profundidad por Loretta Napoleoni, las empresas privadas de seguridad, el hooliganismo futbolístico o el urbanismo totalitario de las ex repúblicas soviéticas de Asia Central.

El libro se cierra con un epílogo que tiene valor en sí mismo, en el que se categoriza y distingue el fenómeno ultra en Occidente, se reflexiona sobre la idoneidad de utilizar para caracterizarlo el término fascismo" y se retoma la relación, planteada en la introducción, entre la crisis de 2008 y la generalización y fortalecimiento de las ideas y las organizaciones nacionalpopulistas, concluyendo que "la nueva ultraderecha tiene un caladero de votos real y persistente".

Un libro recomendable, informado y reflexionado, que hubiera necesitado una labor de edición más sistemática.