sábado, 27 de julio de 2024

Puntal Alto del Foratón

Día complicado. Seguramente por el agua que había bebido en alguno de los arroyos los días anteriores durante la noche me desperté con una fuerte diarrea. La idea era subir al Bisaurin desde el refugio de Lizara (siempre lo había  subido desde Gabardito) pero las tripas, convertidas en licuadora, y, también, la cantidad de gente que se disponía a subir (¡hasta unos sesenta o setenta jóvenes que participaban en un campamento volante por la zona!) me hicieron cambiar el plan, tomármelo con tranquilidad, dejar el Bisaurin para otra ocasión, salirme del sendero y subir a derecho hasta el Puntal Alto del Foratón (2.154 m) para volver a Lizara por el collado de Foratón.

 









Bisaurin desde el Puntal.





Tres buenas historias criminales

Las tres firmadas por mujeres, dos de ellas habituales por estos lares.

[1] Empezamos con El reino de los ciegos, de la maestra Louise Penny (Salamandra, 2024; traducción de Patricia Antón de Vez). Tras los dramáticos acontecimientos narrados en Casas de cristal, que conviene haber leído para entender cabalmente la historia que aquí se narra, Gamache se encuentra suspendido de empleo y sueldo y sometido a una investigación interna que pondrá a prueba la lealtad de su segundo (a la vez que yerno) Jean-Guy Beauvoir.

Mientras se encuentra en esa delicada situación, Gamache se convierte en albacea (junto con la librera de Three Pines, Myrna, y un joven constructor) del extraño testamento de una mujer desconocida.

Las dos tramas avanzan en paralelo, con la pequeña y ya familiar comunidad de personas que ha acabado recalando en Three Pines como testigo de los acontecimientos, pero también como protectora de quienes se han visto implicadas e implicados en ellos. Porque no es bueno encontarse lejos de casa cuando se acerca la tormenta...

"Fuera, el sol teñía la nieve de rosa y azul. Se oían los gritos de los niños, excitados por una embriagadora mezcla de diversión y miedo cuando sus trineos se deslizaban a toda velocidad ladera abajo.
Todo parecía idílico, pero...
Pero si el azar o el destino querían que te encontraras demasiado lejos de casa cuando se cernieran las nubes y las suaves ráfagas de viento se convirtieran en ventisca, entonces podía ocurrir cualquier cosa.
Un invierno quebequés alegre y tranquilo, podía volverse de repente contra ti, podía llegar a matar, y cada año lo hacía: hombres, mujeres y niños que en otoño estaban vivos se veían sorprendidos por la tormenta de nieve y ya no llegaban a la primavera.
En aquellos bosques, el invierno era un asesino magnífico, espléndido y luminoso".
 

[2] La segunda novela es Sobre la losa (Siruela, 2023; traducción de Anne-Hélène Suárez Girard), de otra destacada escritora policíaca, la francesa Fred Vargas. En esta ocasión el muy peculiar comisario Adamsberg tiene que desplazarse a una pequeña localidad de la región de Bretaña para investigar un asesinato que los lugareños vinculan a una vieja leyenda local de fantasmas. A este crimen le seguirán otros.

Combinando magistralmente la construcción de personajes, el apunte etnográfico y la urdimbre de tramas que siempre contienen sorprendentes giros, Fred Vargas vuelve a firmar una novela muy recomendable, con un Adamsberg en plena forma:

"Adamsberg se detuvo bruscamente.
-¿Qué te pasa?
Con el tenedor en el aire y el vaso suspendido a mitad de trayecto, Adamsberg se había quedado inmóvil, con la mirada perdida.
-Parece que ya no ves nada -dijo Matthieu, que no había tenido la oportunidad de observar bien esos momentos de ausencia en su colega, cuando las pupilas de los ojos parecían sumirse en el pardo del iris. Sacudió a Adamsberg por el brazo, y este volvió a ponerse en marcha como si alguien le hubiera dado una vuelta de llave inglesa.
-No es nada -dijo Adamsberg-. Es solo una idea que tengo y que no encuentro.
-Pero si la tienes, deberías poder encontrarla.
-No, Matthieu, es el tipo de ideas que se esconden como bichos en las profundidades del fango de un lago. Sé que está ahí, pero no puedo nombrarla. Sé lo que es porque he dicho la palabra hombros, y ya está. Ya ves que no tiene sentido y que, seguramente, no tiene importancia -concluyó mientras terminaba de cortar la carne. Un detalle de nada.
-Nunca he tenido ideas desconocidas enterradas en el fango.
-Me ocurre a menudo. Irrita. Pero dejo que vivan su vida".


[3] Y la tercera: Ocurrió a orillas del río, de la novelista sueca Kerstin Ekman (Tusquets, 2023; traducción de Marina Torres). Una mirada sumamente crítica a la supuestamente luminosa sociedad sueca. Que es verdad que de eso va la novela negra, de poner el foco en los aspectos más escondidos o menos presentables de las distintas sociedades en las que se desarrollan sus tramas. Pero no sé, me parece que la novela negra nórdica es particularmente triste y oscura, oscuridad que lo cubre todo, no sólo lo que tiene que ver con los crímenes que se plantean.
 
"Se preguntó de nuevo cómo sería vivir aquí. Vivir en el extremo mismo de la sombra que flotaba sobre el país, que flotaba sobre los pueblos y las pequeñas ciudades rurales. Que flotaba sobre todo lo que iba cayendo lentamente. Vivir en el extremo del olvido absoluto y hacer los mismos movimientos y actos cotidianos de los que vivían allí. ¿Sabían siquiera lo que hacían?".
 
Todo en estas historias es sombrío, gris, triste. En este caso, Kerstin Ekman cuenta la historia del asesinato brutal de dos campistas en el pequeño pueblo de Svartvattnet, en los bosques del norte de Suecia. Un crimen que nunca se esclareció (¿un loco, un borracho, un extranjero?) hasta que, dieciocho años después de los hechos, la protagonista de la historia, una joven profesora llamada Annie Raft, que fue quien descubrió los cadáveres y que se quedó a vivir por la zona, observa una escena que la lleva a querer recorrer "el camino de la memoria", removiendo secretos, silencios y mentiras que han habitado el pueblo de Svartvattnet desde los crímenes. Un camino que la llevará a lugares insospechados.

"-[...] tal vez Annie lo creyera. Decidió ir por el camino de la memoria y preguntarle.
-¿Quieres decir que ella se dirigía a Stjämberg?
-No, por allí no pasa el camino de la memoria. Todos los senderos están borrados. No hay puntos de referencia para el recuerdo. Es una superficie pelada que se ha convertido en tundra. Apenas crece nada. Está demasiado expuesta al hielo y al viento. No, allí todo recuerdo ha sido aniquilado".



 
 


jueves, 25 de julio de 2024

Mendiola, Eretza y Peñablanca

Preciosa mañana (lo digo en serio) por el entorno del Eretza, tan familiar. Cubierta de niebla, la montaña estaba explosivamente verde.
 




 

Mendiola (750 m).











Eretza (887 m).





Peñablanca 755 m).




Toca volver a subir hasta Eretza para regresar por el mismo camino.