sábado, 22 de agosto de 2020

Cueva Dorada... y decenas de buitres

Esta mañana tenía pensado subir a Peñas Malas y Pico Murcia, pero ayer empezaban las fiestas en Camporredondo y, a falta de otra cosa, improvisamos una cena en casa. Nos juntamos Irati, Naia, Asier, Dori, Sama, Garbiñe y yo para cenar ensalada de tomate y huevos fritos con chorizo y patatas fritas; de postre, queso y buñuelos caseros. Después de la cena había que fregar y recoger la cocina, y ya no eran horas para madrugar.

Así que me he limitado a dar un paseo de poco más de tres horitas subiendo hasta el alto de Cueva Dorada, desde donde he descendido hacia la majada Los Hoyos, en dirección al embalse, para regresar a Camporredondo por el Alto de la Corbeñera.

Llegando a la caseta que corona su cima y que sirve como observatorio para la prevención de incendios he espantado a varios ciervos, muy abundantes por aquí. Pero ya no he visto más en todo el recorrido. Lo que sí he visto es una enorme bandada de buitres en torno al cadáver de un potro en el arroyo Miranda.

Había niebla al salir, pero el cielo azuleaba desde la mañana.

 Cueva Dorada. Las vistas desde aquí son espectaculares.

 


Desde Cueva Dorada desciendo hacia el embalse de Camporredondo, aprovechando senderos de animales.

  

Cueva Dorada va quedando atrás y arriba.

Majada Los Hoyos.

Bajando hacia la majada he visto una gran concentración de buitres. Me he aproximado y se trataba de un potro muerto en mitad del arroyo.

 

He regresado a Camporredondo siguiendo la pista que une esta localidad con Triollo, pasando por el alto de la Corbeñera.

 

 

 

 


Ahí arriba, a la izquierda, queda Cueva Dorada.


La Tuda, y zoom al cráter.

viernes, 21 de agosto de 2020

Cuando los inviernos eran inviernos

Bernd Brunner
Cuando los inviernos eran inviernos. Historia de una estación
Traducción de José Aníbal Campos
Acantilado, 2020


“El ritmo de las estaciones representa el orden de lo que llega y lo que se va. Muchos jóvenes sólo conocen lo que es una verdadera ola de frío a través de cuentos o de la televisión. En otras épocas, el invierno implicaba un hito más importante en nuestra rutina diaria que en la actualidad: a menudo la vida llegaba a paralizarse literalmente”
.


Si hace unos días comentaba aquí el libro de Robert Macfarlane Las montañas de la mente, en esta ocasión podemos decir que Bernd Brunner firma un texto que bien podría titularse “Los inviernos de la mente”. En este delicioso libro, Brunner nos invita a adentrarnos “en ese complejo entramado de significados que llamamos invierno”, compuesto por unas determinadas condiciones meteorológicas, por supuesto, pero también por mitos y narraciones, imágenes, experiencias o estados de ánimo.

Partiendo de una caracterización de lo que considera “el mundo perfecto del invierno” o la imagen que ha acabado por convertirse en canónica cuando pensamos en esa estación (un paisaje totalmente blanco, casas de madera, chimeneas humeantes, campanarios, muñecos de nieve, trineos tirados por caballos, gente alegre esquiando o lanzándose bolas de nieve…), Brunner recopila infinidad de curiosidades e historias relativas a la forma en que se han afrontado los rigores del invierno a lo largo de la historia, sobre la reacción del cuerpo humano ante el frío intenso, sobre las supersticiones y leyendas en torno a esta época del año, sobre la llamada “Pequeña Edad de Hielo” entre los siglos XV y XIX, el estudio y representación de los cristales de hielo, las transformaciones y adaptaciones que experimentan plantas y animales en invierno, sobre su representación artística o su distinta significación en las diferentes sociedades. Por ejemplo, los samis del norte de Escandinavia distinguen tres inviernos: el temprano (Tjakttjadálvvie), el invierno propiamente dicho (Dálvvie) y el tardío (Gijrradálvvie); y los inuit, los islandeses y los noruegos diferencian entre muy diversos tipos de nieve; estos últimos hablan de heiske (“nieve ligera caída de un cielo casi sin nubes”), fjorsnø (“nieve del pasado año”), smaladrepar (“capa húmeda de nieve que se ha congelado por encima y cubre el suelo de tal modo que el ganado no encuentra alimento”)...

Pero, sobre todo, el libro nos ilustra sobre la manera en que, empezando en las localidades turísticas de los Alpes suizos, se fue produciendo una “reinterpretación del invierno”, convertido en una nueva estación turística, fuente de nuevos placeres y sinónimo de salud. Y así, “poco a poco el invierno fue ganando preferencia, y los horrores del frío y del hielo empezaron a aparecer bajo otra luz”.

Esta transformación cultural del significado y la experiencia del invierno se realiza, en muchos aspectos, en paralelo al descubrimiento de las montañas que analiza Macfarlane, y hay personajes que juegan un relevante papel en ambos casos, como el pintor Caspar David Friedrich, así como Goethe o John Ruskin. Brunner cita un fragmento de El mundo de ayer, de Stefan Zweig, que refleja a la perfección este cambio del significado que tanto las altas montañas como el invierno: “Descubrieron que el invierno –antes una época triste y desabrida, desaprovechada por la gente que, malhumorada, jugaba a cartas en las tabernas o se aburría en habitaciones demasiado caldeadas- en la montaña era como un lugar de sol filtrado, como un néctar para los pulmones, un placer para la piel, la cual sentía por debajo como fluía la sangre a borbotones”.

Un libro entretenido y sugerente.

jueves, 20 de agosto de 2020

Curavacas

Ayer hicimos una bonita ascensión en grupo al Curavacas (2.524 m.). Subimos Irati S., Irati A., Inés, Garbiñe, Fernando y yo. A las 7:40 h. salíamos de Vidrieros (1.325 m.) remontando el arroyo Cabriles hasta el Prado Cabriles o Pradera del Resollar (1.526 m.).

 
 Prado Cabriles. Llegamos a la fuente a las 8:15. Ahora empieza lo bueno.
 
 Remontando las pedreras hacia el Callejo Grande.

 
Hacía frío y golpeaba el viento por el Callejo. Las cabras montesas que desde hace años se dejan ver por aquí hoy andaban por lugares mas soleados.
Pasando a la cara norte.

 Ascendiendo los últimos metros hasta la cumbre. Un viento violento y frío, que nos había acompañado durante toda la subida, nos golpeó sin tregua por este tramo expuesto.
Cumbre. Hemos llegado a las 10:05 y hemos iniciado el descenso a las 10:20. El viento era insoportable.
Picos de Europa.
Espigüete.
Pozo Curavacas.
Descendiendo el Callejo.
Mirada desde Cabriles.
 
Un último vistazo a mi Montaña Análoga. Regresamos a Vidrieros a las 12:15.
 
Y por la tarde, Naia, Garbi, Fernando y yo disfrutamos de dos horas de remo por el embalse de Camporredondo con las piraguas alquiladas a Fuente de Aventuras. Que no solo hay montaña en la Montaña Palentina.