Satán en Goray
Traducción de Juan G. de Luaces
Debolsillo, Penguin Random House, 2019
"Goray vivía arrebatada de entusiasmo. [...] Según los cálculos de Reb Gedaliya, el gran cuerno de carnero anunciaría la llegada del Mesías a mediados del mes de Elul y tres días antes del Rosh Hoshaná una nube descendería a la tierra y los piadosos subrían en ella para ser trasladados al país de Israel. [...]
A medida que el mes de Elul se aproximaba, la fe del pueblo de Goray se tornaba más fuerte. Los tenderos no atendían a sus tiendas y los artesanos suspendían sus labores. Parecía inútil completar nada. La gente sólo comía lo que no necesitaba preparativos y resultaba fácil de obtener. Como sentían pereza para ir a buscar leña en el bosque, tomaron la costumbre de alimentar sus estufas con la madera que tenían a mano. Para el invierno estarían instalados en Jerusalén; por lo tanto, convertían en leña las empalizadas de sus casas y los pabellones exteriores. Algunos incluso rajaban las tejas de las techumbres. Muchos se negaban a desvestirse cuando se retiraban a descansar; la esperada nube podía llegar cuando estuviesen dormidos y no deseaban tener que vestirse apresuradamente".
La historia transcurre entre los años 1665 y 1666 en la pequeña localidad de Goray, situada en la provincia polaca de Lublin, habitada casi exclusivamente por población judía. Años atrás, en el transcurso de la sublevación cosaca contra la nobleza terrateniente polaca liderada por Bogdan Chmielnicki, alrededor de cien mil judíos habían sido cruelmente asesinados en un clima de feroz antisemitismo que inauguró, según algún autor, "la cultura de los pogromos".
En este contexto, algunos cabalistas venían indicando que el Fín de los Días estaba cercano, inflamando las esperanzas mesíanicas de la población. Uno de estos anunciadores del fín de los tiempos y de la llegada del Mesías fue Sabbatai Zevi, un rabino nacido en Esmirna, bajo el dominio del Imperio Otomano. La fuerza de su predicación caló entre las comunidades judías de Europa y del Cercano Oriente, como la de Goray, contribuyendo a crear un movimiento radicalmente mesíanico, convencido de que todos los judíos piadosos iban a ser arrebatados de esta tierra de sufrimientos para ser trasladados por el cielo hasta el país de Israel, donde "todo hombre temeroso de Dios dispondría de diez mil esclavos paganos para lavarle los pies y atenderle, [...]los enfermos curarían y los feos se convertitían en personas bellas [...] todos comerían en platos de oro y no beberían más que vino".
Pese a que el rabino de Goray, Benish Ashkenazi, se esforzara en batallar contra estas ideas señalando que "era un pecado intentar precipitar la llegada del fín de los días", la población de Goray se entregará en cuerpo y alma al seguimiento de las promesas de Sabbatai Zevi, hasta sus últimas y terribles consecuencias.
Escrita con un lenguaje preciosista, mezclando realidad y tradición, la novela puede leerse como una advertencia frente a la tentación, siempre presente, de intentar forzar los procesos históricos. Lo resume magistralmente Jacob Sloan, traductor en 1955 de la obra original escrita en yiddish al inglés:
"Como los sencillos ciudadanos de Goray, hemos seguido en exceso a visionarios y demagogos en los empeños de rebasar los límites de nuestras humanas posibilidades. Hemos intentado 'forzar el fin', recurriendo a las más extremas medidas y, como la gente de Goray, hemos acabado descubriendo que el fin no puede ser forzoso y que medios y fines son inseparables, sin que que haya soluciones simples y completas a las trágicas complicaciones de sentirnos entes humanos y falibles en un universo incomprensible para nosotros".
Sloan solo se equivoca en una cosa: en su creencia en que, de verdad, hayamos aprendido que medios y fines son inseparables y que no es posible forzar el desenlace de la historia. Sabbatai Zevi sigue convocándonos en la actualidad.