Diane Setterfield
Érase una vez la taberna de Swan
Traducción de Ana Mata Buil
Lumen, 2019
El lugar: la taberna de Swan, en la población de Radcot, junto al Támesis.
La época: finales del siglo XIX. Al comienzo del libro nos sitúan quinientos años despues de la batalla del puente de Radcot, ocurrida en 1387. Más que mediado el relato, uno de los clientes de la taberna explica la teoría de Darwin para hilaridad de todos los presentes: "Pues hay un tipo que piensa, sí, sí, piensa, os lo aseguro, que los humanos, como vosotros y como yo, ¡son un tipo de mono!". Como es sabido, El origen de las especies se publicó en 1859.
Así pues, érase una vez la taberna de Swan, un día entre 1859 y 1887, más cerca de la primera fecha que de la segunda, en la noche del soslsticio, la más larga del año: "Es una época propicia para la magia. Y cuando los límites entre el día y la noche se estiran tanto que se vuelven casi imperceptibles, también lo hacen los límites entre los mundos. Los sueños y los relatos se funden con las experiencias vividas, los vivos y los muertos se rozan en sus idas y venidas, y el pasado y el presente se tocan y se superponen. Pueden ocurrir cosas inesperadas". [Aquí pueden leerse las siete primeras páginas del libro, maravillosas, que nos situan en el escenario de la historia].
La especialidad de Swan no es la cerveza, aunque se consuman pintas sin parar. Tampoco el pato o la trucha recién pescada. La especialidad de la taberna de Swan son las historias que allí se relatan con una técnica tan depurada que no está al alcance de cualquiera. Para contar una buena historia en Swan no basta con tener una historia, por más cierta que esta sea:
"-¡Sí que lo hizo! ¡Yo estaba allí! ¡La vi con mis propios ojos!
-Sí, bueno, a lo mejor sí ocurrió, pero no lo puedes contar así.
-¿No lo puedo contar tal como pasó? Eso no tiene ni pies no cabeza. Empiezo a arrepentirme de haberme decidido a contar la historia. Nunca habría dicho que contar algo podría ser tan difícil.
-Es todo un arte -comentó Albright con tono apaciguador-. Ya le cogerás el truco".
Pues bien: la noche de solsticio en cuestión, mientras los clientes habituales (excavadores de grava, recolectores de berros, barqueros...) beben y fuman y van contando y escuchando las historias de siempre como si fueran nuevas,precisamente cuando el propietario de la taberna, el mejor narrador de historias del lugar, toma la palabra para dar inicio a uno de sus esperados relatos -"Érase una vez..."- irrumpe en el local un hombre empapado y ensangrentado llevando en brazos lo que al principio toman por una grotesca marioneta, pero que acaba siendo una niñita de unos cuatro años aparentemente muerta.
¿Quién es esa niña? Tres familias creen que puede ser su familiar desaparecido: una madre está segura de reconocer a su hija, secuestrada dos años antes y nunca devuelta; un padre cree que puede ser su nieta, fruto de una relación de su irresponsable hijo adoptivo; una pobre mujer espera que sea su hermana pequeña, de cuya muerte la acusa su brutal y siniestro hermano. ¿Es Alice? ¿es Amelia? ¿es Ann? A partir de aquí la historia central fluye poderosa como un río, diseminándose también en otras historias (de pérdida y duelo, de amor y rectitud, de miedos y ambiciones), como arroyos y afluentes que, al cabo, terminarán confluyendo.
El Támesis es protagonista principal de este libro: "Al timón del Colodión, mientras surcaba las aguas, Daunt tuvo que reconocer que el río era algo demasiado inmenso para quedar contenido en un libro. Majestuoso, fuerte, desconocido, se doblega con tolerancia a los quehaceres de los humanos hasta que decide no hacerlo más, y entonces, cualquier cosa puede ocurrir. Un día el río se presta a darle vueltas a la rueda para moler la cebada, al día siguiente ahoga la cosecha". Un cauce de agua que actúa como un ser vivo y que aloja a Silencioso, el fantasmal barquero que aparece cuando alguien se encuentra en apuros en las aguas, que guía a algunas personas hasta la orilla para que puedan vivir un día más, pero que lleva a otras "a una orilla completamente distinta", de la que jamás regresan.[Para conocer el Támesis Diane Setterfield recomienda la web Where Thames Smooth Waters, y ciertamente es una auténtica "Thamespedia"].
Siendo una historia que transcurre en derredor y en el interior mismo de una humeante taberna, las mujeres son tan protagonistas como el río mismo: "Mientras el agua permanecía imperturbable e indiferente alrededor de la taberna, las mujeres del Swan se ocupaban de las labores humanas de nacer y morir. A un lado de la pared, Xxxxxx se esforzaba por traer a su hijo al mundo. Al otro lado, Xxx se esforzaba por abandonarlo. Las Pequeñas Margot ayudaban en todo lo que hacía falta, para que la vida pudiera comenzar y terminar. Llevaban agua y paños limpios, llenaban cestos de leña y avivaban el fuego, encendían velas, preparaban platos de comida que todos comían sin rechistar por buena educación pese a que nadie tenía apetito, y mientras tanto, también lloraban y animaban y calmaban y consolaban".
No cuento más, para no desvelar nada esencial de una trama compleja como el mecanismo de un reloj de cuco. Una historia que hay que leer con atención, a ratos dejándose llevar, otras veces remando contra la corriente. Una historia de historias, fantásticamente real:
"¿Qué había ocurrido esa noche en realidad? La palabra que había utilizado Jonathan había sido 'milagro', y ambos la saborearon lentamente en la lengua. Estaban acostumbrados a leerla en la Biblia, donde significaba cosas imposibles que habían ocurrido en un tiempo inmemorial en lugares tan remotos que bien podían no haber existido jamás. Aquí, en la taberna, el término se refería a la posibilidad, tan improbable que daba risa, de que Beszant, el reparador de barcos, llegase a pagar alguna vez al contado lo que había bebido: eso sí que sería un buen milagro. Pero esa noche, durante el soslticio de invierno en el Swan de Radcot, la palabra había adquirido un cariz muy diferente".
Pero, como dice alguien, "Sólo porque algo sea imposible, no significa que no pueda ocurrir".