lunes, 26 de noviembre de 2012

Catalunya

Cuando Mas vió el éxito de la ya denominada "Diada independentista" decidió cambiar su hoja de ruta por un pacto fiscal y sumarse. Nada que objetar. Pero cometió un grave error estratégico: pensó que de esta manera se ponía a la cabeza de la manifestación, sin darse cuenta de que, en realidad, le estaban empujando.
Cuando Mas regresaba al Palau de la Generalitat tras reunirse con Rajoy el 20 de septiembre una multitud estelada se concentraba en la Plaça de Sant Jaume. Seguramente Mas creyó que le esperaban para apoyarle: en realidad le estaban vigilando.

Si se trataba de votar independencia, el electorado ha escogido a aquellas fuerzas independentistas desde siempre, como ERC, o a aquellas otras de nueva hornada que compensan su juventud con mayores tasas de radicalidad.
Si se trataba de votar bienestar y economía, el electorado ha escogido a aquellas fuerzas que se han opuesto con mayor claridad a los recortes.
En ambos casos, CiU les ha hecho la campaña a otros. Un exitazo.


Pero los resultados "cantan" menos si los comparamos con los de 2006. CiU, ERC e ICV están prácticamente donde estaban. Es el PSC el que va difuminándose como el Harry Block en proceso de deconstrucción de aquella película de Woody Allen de 1997, dejando espacios que fuerzas minoritarias intentan cubrir. Como la naturaleza, también la política aborrece el vacío y prefiere un mal llenado que un agujero.


Los resultados son fenomenales, siempre que los partidos sepan leerlos correctamente. 
Por un lado, los problemas no se esfuman, sigue ahí; pero lo que sí parece haber fracasado es cualquier intento de abordarlos desde planteamientos simplistas, ya sea para “arreglarlos” de un plebiscitazo, ya para negarlos como si no existieran.
Por otro, con Catalunya ocurre lo mismo que con Euskadi: que puede seguir siendo una nación por construir, pero no es una sociedad por descubrir.