jueves, 22 de octubre de 2009

Ni siendo de Bilbao

Ni siquiera la famosa "baldosa Bilbao", seña de identidad de la capital vizcaína, sale tan cara.

Me refiero a la baldosa de El Ejido. La de los 2.100 euros.

Una empresa de El Ejido cobró 2.100 euros por cambiar una baldosa
Un anónimo alertó a Hacienda de la trama encabezada por el alcalde

Los paseantes que a diario cruzan la Plaza Mayor de El Ejido (Almería) ignoran que están pisando sobre la que quizá sea la baldosa más cara del mundo. La losa, de mármol blanco y un metro cuadrado, fue colocada el 25 de septiembre de 2003 para sustituir a otra que se encontraba dañada. Para la operación fueron necesarios dos peones ordinarios, un peón especial, dos oficiales de primera y otros dos de segunda, que estuvieron trabajando 27 horas. Además, se utilizaron dos retroexcavadoras, una furgoneta, un camión basculante, así como 35 kilos de hormigón y 250 metros de cinta de señalización. Total a pagar, IVA incluido: 2.134,66 euros [EL PAÍS]

miércoles, 21 de octubre de 2009

Menos discusión y más deserción

Otegi planeaba un proceso negociador sin violencia
La propuesta ha llegado a las bases de Batasuna para su debate

Antes de su detención hace una semana, Arnaldo Otegi y Rafa Díez Usabiaga tenían preparada ya una propuesta para su debate entre las bases de la izquierda abertzale ilegalizada, en la que planteaban la necesidad de celebrar un "proceso democrático" en Euskadi "sin ninguna violencia ni injerencia externa" [PÚBLICO].

Así, de entrada, suena bien. No es extraño, por ello, que tanta gente se pregunte si estas detenciones no serán negativas para alcanzar la paz en Euskadi. Me refiero a dudas bienintencionadas; no incluyo, por tanto, a Egibar.
Es que de verdad suena bien. Pero suena viejo. Y sobre todo, suena falso.
Todo los anteriores "procesos negociadores sin violencia" impulsados por esa izquierda abertzale, y han sido unos cuantos, han finalizado de la misma manera:

a) Con la demostración de la debilidad política del proyecto nacionalista vasco, cuya capacidad para unirse en el EZ es infinitamente mayor que para hacerlo en el BAI; un nacionalismo atravesado por intensas contradicciones internas, que centrifugan a sus potenciales componentes tanto o más que lo que los centripetan.

b) Con la frustración de los nacionalistas más radicales (o más convencidos).

c) Con la irrupción de ETA, palo terrorista sin el cual la zanahoria negociadora no se sostiene, con la pretensión de volver a "poner orden" en su propio campo ideológico.

d) Con una nueva víctima del terrorismo.

Así ha sido siempre. Porque así es ese mundo del nacionalismo violento que, supuestamente (¡esta vez sí!) Otegi y Díaz Usabiaga pretendían (¿por qué ahora sí y antes no?) desplazar desde la violencia a la política.
No puedo juzgar sus intenciones. Me parecen, en todo caso, irrelevantes. Porque no hay estrategia entrista que pueda hacer moverse a ese mundo. Dentro de ese abertzalismo no hay salvación.

Sólo la traición, la deserción, la insumisión, la herejía, pueden tener alguna influencia. No es la voz, sino la salida (Hirschmann), la que vale para algo. ETA se ve infinitamente más debilitada por la salida de una sola persona significativa que por el debate interno de varios cientos.

lunes, 19 de octubre de 2009

Puigcercós, con la 'estelada' a cuestas
Corona los 2.913 metros del Puigmal para hablar de independencia
[EL MUNDO, 19 de octubre].
Desde la cima más alta de Girona, el candidato de Esquerra Republicana a la presidencia de la Generalitat ha declarado: "Todo el mundo puede subir al Puigmal si se lo propone, y Cataluña puede ser un país independiente dentro del marco de la UE si nos lo proponemos entre todos".

La verdad es que no, que no todo el mundo puede subir al Puigmal. Más bien ocurre lo contrario: que la mayoría del mundo no puede subir al Puigmal. Por razones muy, muy diversas, pero las cosas son así. No basta con proponérselo.
¿Puede subir Puigcercós? Puede, ahí está la foto para demostrarlo. Con él ha subido otra gente, y otra mucha ha subido antes que él y subirá en el futuro. Pero, ¿todo el mundo? No, eso no.
Aquí es donde quiebra su analogía -tan querida, por cierto, para el nacionalismo vasco- entre la ascención a la cima de una montaña y la consecución de la independencia nacional. Todo el mundo puede llegar a la cima, basta con proponérselo, luego todo pueblo puede alcanzar la independencia, basta con que se lo proponga de verdad.
Pero lo que no vale para el alpinismo tampoco basta para el soberanismo.
No es verdad que todo pueblo -basta con que se lo proponga- pueda convertirse en Estado-nación.
¿Puede ser esta aspiración realmente universal? Hoy existen menos de 200 estados en el mundo, un mundo en el que pueden distinguirse alrededor de 4.000 etnias, muchas de ellas al borde mismo de su extinción. ¿Podemos realmente pensar en un futuro en el que cada una de esas etnias constituya un Estado con el fin de garantizar la defensa de los derechos de sus miembros? Y en cualquier caso, ¿debe ser esta la forma de proteger todos los derechos de todos los seres humanos?
Soy muy consciente del valor que tiene poseer un Estado, de la ventaja comparativa que la posibilidad de apoyar determinadas culturas sociales tiene, de la capacidad de los Estados para proteger y desarrollar determinados elementos básicos para el desarrollo de una vida buena.
La cuestión es si podemos identificar el derecho al autogobierno (me da lo mismo si prefieren decir a la autodeterminación), que es indisponible, con el derecho a constituir un Estado independiente, al considerar esta particular institucionalización como la forma más perfecta del autogobierno, en realidad la única institucionalización que expresaría un autogobierno “de verdad”.
Pues bien: aunque es un tema que no puede resolverse con simples recursos al magisterio, yo hago mía, a este respecto, la posición del jurista italiano Luigi Ferrajoli cuando escribe lo siguiente:

"Las funciones primarias del estado, que han justificado históricamente su nacimiento y que en Europa se han realizado en gran parte, han sido principalmente dos: la unificación nacional y la pacificación interna (...) En la era de la globalización ambas funciones no sólo no han dejado de realizarse, sino que se han vuelto irrealizables a través de la fundación de nuevos Estados. El Estado no sólo ha dejado de ser un instrumento de la unificación y de la pacificación interna, sino que se ha convertido en un obstáculo tanto para la una como para la otra. La globalización, en efecto, está haciendo surgir, precisamente a causa de la creciente integración mundial, el valor tanto de las diferencias como de las identidades. Y está revelando, a veces de manera explosiva y dramática, el carácter artificial de los Estados, sobre todo de aquellos de formación reciente, la arbitrariedad de sus confines territoriales y lo insostenible de su pretensión de subsumir pueblos y naciones dentro de unidades forzadas que niegan las diferencias, así como las identidades comunes. Es así que la forma del Estado –en cuanto factor de inclusión forzada y de indebida exclusión, de unidad ficticia y de división- ha entrado en conflicto con la de “pueblo”, convirtiéndose en una fuente permanente de guerra y de amenaza a la paz y al derecho mismo de autodeterminación de los pueblos.
Por eso, la pretensión de los pueblos de constituirse, de todos modos, en Estados es, en un mundo cada vez más integrado y en sociedades civiles cada vez más caracterizadas por la mezcla de culturas y nacionalidades diversas, una pretensión insostenible, no sólo no implicada sino incluso en contradicción con el derecho a la autodeterminación (...) Se puede, pues, afirmar que el último legado envenenado de la colonización, contra la que dicho derecho fue reconocido, ha sido, precisamente, la exportación a todo el mundo de la idea de Estado como única forma de organización política".

Pero Ferrajoli va más allá y cuestiona la aspiración a ejecutar el autogobierno mediante la constitución de un Estado no ya por razones prácticas, sino por razones teóricas. En su opinión, el derecho a constituir un Estado –aspiración política en principio plenamente legítima- no puede considerarse un derecho fundamental debido a “su no universalizabilidad, esto es, la imposibilidad, en contradicción con nuestra noción teórica de este tipo de derechos, de que el mismo sea reconocido igualmente a todos los pueblos”.
No digo que Cataluña no pueda lograrlo, al igual que Puigercós ha logrado ascender el Puigmal. Lo que digo es que no todo el mundo puede lograr ni lo uno ni lo otro. Y que alimentar el discurso voluntarista del "querer es poder" resulta, además de falaz, irresponsable.