Jean-Baptiste Vidalou
Ser bosques. Emboscarse, habitar y resistir en los territorios de lucha
Traducción de Silvia Moreno Parrado
Errata naturae, 2020
"El bosque se resiste a dejarse reducir a un espacio circunscrito, un dato que se podría medir y calcular siguiendo un plan establecido de antemano. Se trata de un vínculo que surge entre los seres y los lugares que éstos habitan, y en el que ya no es posible separar unos de otros. Esto es lo que no puede abarcar el lenguaje de la economía y lo que la convierte en estructura de un pensamiento alienado, pobre, triste y, sin embargo, depredador".
En la solapa de este libro se nos informa de que su verdadero autor ha adoptado el seudónimo que figura en la portada como homenaje a "un héroe del pueblo que en el siglo XVIII luchó contra la deforestación y el acaparamiento de tierras llevados a cabo por Carlos X de Francia". En cambio, en una entrevista para la revista Ballast se indica que el referido nom de plume es, en realidad, un homenaje a la conocida como "Guerra de las Doncellas" (Guerre des Demoiselles), una rebelión popular que tuvo lugar en el departamento pirenaico de Ariège entre 1829 y1832, con réplicas que se prolongaron hasta 1872, en protesta contra el Código Forestal (Code forestier) promulgado en 1827, que restringió o prohibió usos comunales tradicionales como la recogida de madera, la recolección de frutos silvestres, la caza, la pesca y el pastoreo.
Sea cual sea la referencia temporal, el siglo XVIII o el XIX, este libro se presenta explicitamente como continuación y actualización de todas esas luchas que, a lo largo de la historia y como expresión de una economía moral profundamente arraigada en las tradiciones populares, se resistió a la revolución antropológica que subyace a la gran transformación que significó la Revolución Industrial del XVIII.
No es fácil reseñar con brevedad un libro que me ha resultado de enorme interés. A las pruebas me remito: tengo por costumbre indicar las páginas en las que encuentro contenidos que deseo tener localizados para posteriores relecturas o para su uso en algún artículo o investigación, y en este caso me ha faltado sitio para hacerlo.
Una de las ideas-fuerza del libro es su crítica radical a la perspectiva de la gestión de los bosques. Gestionar exige simplificar lo complejo, ordenar lo caótico, homogeneizar lo diverso. Más allá de esto, critica la idea misma de planificar el territorio, en realidad, de aplanarlo: "Desde el poder de las llanuras, desde el poder de lo plano, lo que la civilizacón siempre ha intentado hacer es aplanar el resto de zonas, y así controlarlas. Todo proyecto de desarrollo busca transformar una región con el fin de lograr un cierto grado de legibilidad y control del territorio (apertura de carreteras y luego de vías férreas, líneas de telégrafo, control de la circulación de las poblaciones y las producciones, creación de reservas)". De ahí sus derivadas: ingeniería medioambiental, gobernanza de la biodiversidad, petrolización de los bosques como reservas dendroenergéticas...
Frente a esta concepción económica de la naturaleza, la segunda idea-fuerza del libro es la visión de los bosques como "composición enteramente singular de vínculos, de seres vivos, de magia". Algo que la mirada planificadora no puede captar y solo sabe descomponer, que es lo mismo que destruir. De esta idea se derivan las reflexiones más hermosas y poéticas del libro.
Tercera idea-fuerza: la defensa de las poblaciones que habitan los bosques y las montañas, esos espacios definidos por los gestores como "espacios de escasa densidad", prácticamente res nullius, tierras vacías que, en su caso, habrá que transformar y planificar para incorporarlas al orden general del funcionamiento de la economía, pero que en realidad son espacios habitados "con una intensidad absoluta" por quienes a ellos se aferran. De manera que en todo el mundo proliferan las luchas con el viejo y el nuevo extractivismo: "Por doquier se libran batallas en las que resuena esta misma idea: el bosque no es un yacimiento de biomasa, una zona de desarrollo futuro, una reserva de la biosfera ni un sumidero de carbono; el bosque es un pueblo que se subleva, una defensa que se organiza, imaginarios que se intensifican".
De ahí su invitación, a un tiempo militante y poética:
"Se trata de fabricar senderos, de tejer gestos como una textura del mundo, contra las propias infraestructuras. Caminos de vida y de lucha que no pueden reducirse a líneas rectas, sino que dibujan el espesor y la imbricación de un territorio común, con su propia geografía, donde ya no sería posible separar los seres de las cosas, los territorios de quienes los habitan, donde la extracción sería imposible".
nom de plume en hommage à la guerre des Demoiselles
nom de plume en hommage à la guerre des Demoiselles