sábado, 9 de enero de 2010

Rammstein

Alemanes, metálicos, desinhibidos, oscuros, provocadores...
Polémicos Rammstein.
La mayoría de sus canciones me resultan, tengo que confesarlo, demasiado duras, musicalmente hablando.
Pero su directo es impresionante: puro heavy puesto en escena por La Fura dels Baus.
Este video me enganchó cuando lo ví, hace ya tres años. Se trata de la canción "Ohne dich" (Sin ti). La música hipnótica, sus espectaculares imágenes, su perfecta realización...
Y hoy, mientras caen la nieve y la noche, se me ha ocurrido compartirlo.







viernes, 8 de enero de 2010

Catalanes en la estratosfera

EL PAÍS de hoy, página 12, columna derecha: dos noticias.

Bajo esta, la segunda noticia reza así: Vic se niega a empadronar a los inmigrantes "sin papeles".

Pero no, Alfonso Guerra no se refiriere a la decisión adoptada por el Ayuntamiento de Vic, cuyo equipo de gobierno está constituido por CiU, PSC y ERC.
A pesar de que la misma denota una postura de distanciamiento cósmico hacia la situación de unas personas para las que el empadronamiento es la única vía de acceso a derechos fundamentales como la educación o la sanidad, constituyendo además un mecanismo utilísimo para impulsar la integración del colectivo inmigrante.

Lo decía El Roto en una de sus siempre geniales viñetas: "¡Qué curioso, partir de cierta altura sólo se ven datos!".
No te digo nada cuando miramos desde la estratosfera.

jueves, 7 de enero de 2010

Obsesión securitaria

La policía irlandesa arrestó a un ciudadano eslovaco el martes pero le dejó en libertad sin cargos después que las autoridades eslovacas se disculparan formalmente por haber escondido explosivos en su equipaje como parte de un test de seguridad aeroportuaria [RTVE].


La obsesión por la seguridad en los aeropuertos ha traspasado ya los límites de lo razonable. ¿Y todo para qué? Para que los fallos sean estrepitosos.

Ahora el debate está en el uso o no de escáneres corporales. Aparatos que en el Reino Unido, cuyo primer ministro se ha mostrado firmemente partidario de aplicarlos, pueden violar las leyes de protección del menores.


¿Y qué decir de la última cagada en los aeropuertos estadounidenses? "Un individuo al que su padre había denunciado como yihadista e integraba una lista británica de sospechosos compra un billete de ida, se cuela en EE UU con explosivos en sus calzoncillos y a punto está de volar un avión con destino a Detroit, sin que nadie lo detecte" (José Luis Peñalva, EL CORREO). Pues eso.

Así que cuando un tipo logré pasar por un escaner que lo expone en bolas y minutos antes de embarcar sea detenido (espero) en el retrete de un aeropuerto montando una bomba casera, ya saben lo que llegará: la obligatoria y generalizada exploración de los diversos orificios corporales previa a subirse a un avión.

Deberíamos someter a análisis nuestra obsesión securitaria. A ver qué sale.

miércoles, 6 de enero de 2010

Elogio del falibilismo


Las tradiciones religiosas vivas no son monolíticas. En realidad, no existe algo tal como la comprensión religiosa del bien y del mal. No existe la concepción cristiana, la judía o la islámica del bien y de mal. Y esto sucede en todas las tradiciones religiosas vivas. La pluralidad y la diversidad no son amenazas para las tradiciones religiosas; son lo que las mantiene vivas. Los conceptos religiosos del bien y del mal son conceptos esencialmente controvertidos. Afirmar que son, en esencia, controvertidos no significa decir que "todo vale". Por el contrario, significa que uno se encuentra en la obligación de explicar y justificar la comprensión religiosa personal del bien y del mal. Hay una gran tradición religiosa de la fe en busca de la comprensión. Y esa búsqueda conlleva los cuestionamientos, el pensamiento y la lucha tendintes a aclarar y profundizar la propia fe [...] Por consiguiente, traicionamos lo mejor de una tradición religiosa viva cuando identificamos la religión con el dogmatismo o el fanatismo acríticos. Cuando alguien sostiene saber qué es el mal porque es creyente, y que no se necesita más explicación o justificación, peca de soberbia.


Richard J. Bernstein, El abuso del mal. La corrupción de la política y la religión desde el 11/9, Katz Editores, 2006, pp. 162-163.

martes, 5 de enero de 2010

domingo, 3 de enero de 2010

Seguridad y libertad

El primer ministro británico, Gordon Brown, confirmó hoy la introducción gradual de escáneres corporales en los aeropuertos británicos, entre otras medidas de seguridad para minimizar el riesgo de embarque de explosivos.
En una entrevista con un programa televisivo de la BBC1, Brown insistió en que había que actuar "con rapidez" tras la llamada de alerta que supuso el atentado fallido perpetrado el pasado día de Navidad en un avión con rumbo a Estados Unidos
[PÚBLICO].


¿Puede la libertad ser defendida utilizando tan sólo medios compatibles con ella? La cuestión no es nueva. Hace referencia a una de las tensiones más intensamente presentes en el pensamiento y en la práctica política en Occidente: la tensión entre libertad y seguridad.

En las primeras páginas de su obra Liberalismo y democracia escribe Norberto Bobbio que, en contraposición con el Estado absoluto o autoritario, el presupuesto filosófico del Estado liberal se encuentra en la doctrina de los derechos humanos, de acuerdo con la cual “el hombre, todos los hombres indistintamente, tienen por naturaleza, y por tanto sin importar su voluntad, mucho menos la voluntad de unos cuantos o de uno solo, algunos derechos fundamentales, como el derecho a la vida, a la libertad, a la seguridad, a la felicidad”, derechos que el Estado debe respetar y garantizar. Quiere esto decir que en principio, en teoría, no existe contradicción entre esos dos bienes, la libertad y la seguridad. En teoría, libertad y seguridad se refuerzan mutuamente: soy más libre en la medida en que gozo de mayor seguridad. Y una sociedad de personas libres será, en principio, más segura.

Pero esto es cierto sólo en principio. Sin un mínimo suficiente de seguridad es imposible, en la práctica, la libertad. Por el contrario, la seguridad es, al menos durante un tiempo, perfectamente compatible con la ausencia de libertad. Pensemos en cualquiera de los muchos regímenes autoritarios que en el mundo son o han sido, y en cómo todos ellos han tenido a gala hacer ostentación de la situación de orden público característica de sus sociedades. Además, la libertad supone enfrentarse a determinados riesgos. La libertad es, en un sentido muy profundo, asumir importantes niveles de incertidumbre. De ahí que muchas personas manifiesten, en determinados momentos de su vida o en determinadas coyunturas históricas, un incontrolable miedo a la libertad. De ahí, también, que se muestren dispuestas a reducir los niveles de libertad de sus vidas a cambio de ver incrementados sus niveles de seguridad.

Y el caso es que el desarrollo de la libertad precisa, ya lo hemos dicho, de una seguridad básica, tanto individual como social. Como señalara Aldous Huxley, “la libertad, como todos sabemos, no puede florecer en un país que esté permanentemente en guerra o aun en pie de casi guerra”. Si reducimos la seguridad a su dimensión más fáctica, a la ausencia de violencia física, armada, organizada o no, legalizada o no, entre grupos sociales o entre naciones, debemos reconocer que esta ausencia es una condición absolutamente necesaria, aunque no suficiente, para el desarrollo de la libertad y los demás derechos humanos. La historia más reciente, los últimos años del pasado siglo XX sin ir más lejos, nos ha enseñado (en Somalia, Bosnia, Ruanda, Congo, Kosovo, Afganistán) lo que supone la guerra, en particular esas “guerras harapientas” (tal como las ha definido Ignatieff) en las que se violan hasta las más básicas leyes de la guerra. Cuando la guerra estalla todo lo demás queda necesariamente en suspenso. De ahí el valor intrínseco de la ausencia de violencia, de la seguridad en su sentido más físico.

Sin embargo, el énfasis excesivo en la seguridad (¡ojo!, carecemos de una escala que permita definir cuando este énfasis es excesivo; sólo podemos tomar decisiones ad hoc, en cada situación) puede acabar, paradójicamente, amenazando no sólo a la libertad sino a la seguridad misma.

“Los seres humanos que habitamos el mundo global somos como aquellos desgraciados que trabajaban en las torres y que cinco segundos antes del impacto del primer avión creían que el conflicto entre israelíes y palestinos era una imagen más en las pantallas de la CNN que sólo les concernía indirectamente” (F.A. Iglesias, Twin Towers. El colapso de los estados nacionales). Así es. El 11-S fue el más espectacular ejemplo de que la suerte de la humanidad no se dirime ya en los estrechos márgenes de los estados nación. Sin una visión integral, sin una conciencia de responsabilidad universal, cada vez más viviremos en una situación de riesgo global. Pensar que nuestra seguridad puede construirse al margen del destino del resto de la humanidad no es más que una falacia.

Los aviones del sida, el hambre, la guerra y la injusticia despegan del Sur y vuelan imparables hacia el Norte. La libertad, nuestro bien político más preciado, depende de que todos gocen de seguridad suficiente. En un mundo global, la libertad y seguridad de unos resultan inviables sin las de todos los demás. Esta es la lección que deberíamos aprender.