El 29 de diciembre de 2019, el historiador Timothy Snyder cayó gravemente enfermo. Unos días antes, el 3 de diciembre, mientras impartía una conferencia en Munich, empezó a sentirse mal: él no lo sabía, pero su apéndice había reventado y la infección empezaba a afectar a todo su organismo.
A lo largo de tres meses, entre diciembre de 2019 y marzo de 2020, mientras pasaba por cinco hospitales distintos, fue tomando notas en las que reflexionaba sobre las conexiones entre la salud y la libertad. Su relato de su último ingreso, en un hospital de New Haven, en Connecticut, es un cuento de terror. "Dos semanas antes me habían operado de apendicitis en el mismo hospital, pero no parecía que nadie de urgencias tuviera ganas de ver mi historial informatizado". Tampoco leyeron los informes impresos que llevaba consigo, ni se demoraron unos minutos para hablar con el paciente: "Si hubieran hablado conmigo un poco más, yo les habría podido mostrar mi historial médico de Florida, que indicaba un volumen elevado de enzimas hepáticas, un indicio importante de lo que estaba pasando. Yo había rodeado incluso con un círculo los resultados pertinentes en el papel, pero no conseguí que nadie les prestara atención". Mientras esperaba durante horas en un cubículo, la septicemia iba conquistando su organismo hasta empujarlo al borde mismo de la muerte. Horas de angustia y dos dolorosas e innecesarias punciones lumbares para descartar que se tratara de una meningitis después, finalmente fue intervenido para drenarle el hígado infectado, lo que salvó su vida.
A pesar de todo, Snyder no culpa a las y los sanitarios que le (mal)atendieron. Una noche de sábado en un hospital de urgencias en EEUU es una locura. Pero además, y sobre todo, considera que el problema no está en el comportamiento de las personas concretas sino en un "sistema que hace que los médicos estén siempre agobiados y cometan errores". Su profundo conocimiento de las sociedades europeas, fruto de sus prolongadas estancias en Francia, Austria, Alemania o Inglaterra, le facultan para juzgar muy criticamente el sistema sanitario estadounidense:
"El comienzo de la vida en Estados Unidos es aterrador y lleno de incertidumbres. la atención a las embarazadas es increiblemente desigual y deficiente. Es frecuente que las mujeres negras mueran en el parto, igual que sus bebés. La tasa de mortalidad de los recién nacidos de madres afroamericanas es mayos que la de Albania, Kazajistán, China y otros setenta países. [...] Morimos más jóvenes que en veintitrés países europeos; morimos más jóvenes que en varios países de Asia [...]. En 1980, cuando yo tenía diez años, los estadounidenses vivían por término medio un año menos que los habitantes de otros países de riqueza similar. En 2020, a mis cincuenta años, la diferencia en la esperanza de vida ha pasado a ser de cuatro años. No es que otros países sepan más o tengan mejores médicos. Es que poseen mejores sistemas".
Un sistema de salud víctima de los mismos procesos de mercantilización y neoliberalización que el conjunto de instituciones sociales en EEUU: la pequeña agricultura, la educación, el Estado del Bienestar en su conjunto. "La salud y la vida son valores humanos, no económicos; un mercado no regulado en el sector de la salud de nuestros cuerpos produce enfermedades rentables, más que personas sanas", denuncia Snyder. De ahí su firme y militante defensa de un sistema sanitario público y universal:
"Cuando me dieron el alta en el hospital de New Haven, oí decir a algunos colegas que se asombraban de que mi esposa y yo no hubiéramos pedido ayuda a amigos poderosos cuando estaba en urgencias. Ni se nos hubiera ocurrido. Si es así como funciona el sistema, mal hecho. Si algunos estadounidenses tienen acceso a la asistencia sanitaria gracias al dinero o a la gente que conocen, estarán contentos porque a ellos se les incluye y a otros no. Y ese sentimiento convierte una preocupación humana por la salud en una desigualdad callada pero profunda que debilita la democracia. Cuando todos tienen acceso a una asistencia sanitaria digna a un coste mínimo, como ocurre en casi todo el mundo desarrollado, es más fácil considerar iguales a otros ciudadanos".
Todo esto ha empeorado con la pandemia de coronavirus, a la que dedica la tercera parte del libro. "Un virus no es humano, pero es una forma de medir la humanidad", señala con gran acierto. Desde esta perspectiva, la evaluación del desempeño de EEUU frente a la Covid-19 es, en su opinión, desastrosa. ¿Solo en EEUU?
Reconocido experto en la historia reciente de Europa, especialmente sobre el Holocausto, la Segunda Guerra Mundial y los regímenes totalitarios, Snyder se eleva sobre su propia experiencia para ofrecernos una profunda reflexión en defensa de los fundamentos institucionales, sociales y morales de las sociedades libres, hoy amenazadas por preocupantes derivas antidemocráticas, y nos invita a recuperar y fortalecer el principio de fraternidad (solidaridad, mutualismo, comunidad, ciudadanía común, interdependencia, reciprocidad) sin el cual ni la igualdad ni la libertad son realmente posibles:
"La paradoja de la libertad es que nadie es libre sin ayuda, La libertad puede ser solitaria, pero exige solidaridad. Un adulto que ha aprendido a ser libre en soledad gozó de solidaridad cuando era niño. Es decir, la libertad es una deuda que se paga y se devuelve durante generaciones".
Una excelente lectura para fortalecernos de cara a este nuevo año.