Bernardo Atxaga
Casas y tumbas
Traducción del euskera de Asun Garikano y Bernardo Atxaga
Alfaguara, 2020
"Hay escritores que se valen siempre de los mismos elementos y de los mismos motivos. Yo soy uno de ellos. Animales, cuestiones de familia -siempre con el tema del doble de por medio: dos amigos, dos hermanos, gemelos...-, paisajes solitarios, minas, ingenieros, luchas políticas, torturas policiales, laberintos mentales, canciones, gags... No hay nada premeditado. Uno percibe sus constantes cuando repasa sus trabajos, o cuando algún benévolo se olvida por un momento de su naturaleza banevolente y, haciendo un extraño, nos lanza su cuerno de punta malevolente: «¡Otra vez hablando de jabalíes! ¡Qué manía!».
Esta es la confesión (¿o konfesión?) que hace el autor al final del libro, en un
"Epílogo en forma de alfabeto" en el que la letra K es la que corresponde al término
"Constante". Y, en efecto, de todo eso hay en este libro: amigos, dos hermanos gemelos, un ingeniero, luchas políticas, torturas, jabalíes... Y algo más que Atxaga no señala, pero que es también una constante en su obra: la violencia política, el terrorismo.
La historia empieza en 1972 cuando Elías, de catorce años, viaja desde su casa en San Sebastián hasta el pequeño pueblo de Ugarte para pasar unos días de verano en casa de su tío Miguel, dueño de una panadería donde trabajan Donato, Eliseo y el Viejo. Algo le ha ocurrido a Elías unas semanas antes, mientras asistía a un curso de francés en un colegio de la ciudad de Pau:
"Allí había ocurrido el milagro opuesto a los que l'Inmmaculée-Conception, patrona del colegio,obraba supuestamente en Lourdes: el alumno que había entrado hablando con normalidad se había vuelto mudo".
Pasan los días y Elías no suelta una sola palabra. Así y todo, el chico se hace entender, parece disfrutar de la estancia y acaba entablando amistad con los gemelos Martín y Luis, hijos de Marta (que trabaja como cocinera en la casa del panadero Miguel) y de Julián (empleado en la mina que dirige el ingeniero Antoine). A medida que avance la historia, sabremos lo que le pasó a Elías en Francia y asistiremos al inesperado desenlace de su mudez.
La narración se interrumpe y un flashback nos situa en 1970. Eliseo y Donato se han conocido haciendo la mili en Madrid, en un cuartel cercano al monte de El Pardo. Naturaleza y fauna se entremezclan con la vida cuartelera y las monterías de la casta franquista en las postrimerías del régimen. Allí se forjará una amistad que, tras su licenciamiento, continuará en Ugarte.
El relato da un salto temporal hasta 1985-1986. Antoine, el ingeniero que dirige la mina explotada por una compañía francesa en Ugarte, asiste semanalmente a la consulta de una psiquiatra en Baiona: según dice, en abril de 1982 empezó a escuchar en su cabeza las voces de sus dos perros de raza dóberman, perfectamente adiestrados, a quienes quiere más que a nadie en el mundo. Esta extraña situación coincidió en el tiempo con un enconado conflicto laboral en la mina. Ugarte se llena de pasquines amenazantes. Reivindicaciones ecologistas parecen mezclarse con estrategias terroristas. El asesinato del ingeniero de la central nuclear de Lemóniz, ocurrido un año antes, parece cernirse sobre Antoine:
"Expondría luego el ambiente que a principios de los ochenta se vivía en el País Vasco, pero brevemente. Las televisiones, y también la prensa, Le Monde, Libération, Sud Ouest, prestaban cobertura al tema, de modo que la sociedad francesa estaba informada. El caso de José María Ryan, en especial, permanecía en la memoria de mucha gente por el sadismo con el que habían actuado los terroristas".
Pero en este libro nada es solo lo que parece...
Un nuevo salto en el tiempo, esta vez de veintiséis años, nos lleva hasta 2012. Luis se ve implicado en un accidente de tráfico. Sabremos que es profesor de Educación Física, que pasó unos años en la California
hippie y surfera, y que en una ocasión, en los ochenta, fue confundido por la policía española con su gemelo Martín, militante de un grupo maoísta. La historia vuelve a irrumpir en la narración con otra muerte relacionada con el terrorismo, la de
Jesús Fernández Miguel. También sabremos algo más sobre Elías...
Último etapa: año 2017. La hija de Martín, que trabaja como liberado en un sindicato "radical", sufre una grave enfermedad. Hay una prolongada huelga de las trabajadoras de residencias de personas mayores. En el hospital donde es atendida la niña está ingresado otro niño de Ugarte, con cáncer. Vuelve a aparecer en escena Elías...
¿Y si lo realmente importante de la vida fuera cuidarnos y cuidar de los demás? ¿Por qué lo descubrimos casi siempre tan tarde?