Domingo, día del Señor Soberanista.
Nueva convocatoria de referéndums por la independencia en Catalunya; la participación, aún más baja que en la ocasión anterior, ha rondado el 21%, si no he escuchado mal en un informativo de televisión.
En Euskadi, el PNV ha planteado la "necesidad" de una "reforma del marco estatutario" del País Vasco que recoja la "capacidad de decidir" y que pueda ser alumbrada por el Parlamento la próxima legislatura.
En medio de tanto fervor nacionalista resulta muy conveniente leer el artículo de José A. González Casanova en PÚBLICO, "
La confusión soberanista". Reproduzco su párrafo final:
"Una vez más en la historia de Catalunya, sobre sentimientos sinceros de identidad nacional y de autogobierno democrático, unos políticos confusos han provocado malentendidos con la España más cerril y falsas ilusiones en sus compatriotas. La palabra escogida para confundir a unos y a otros, así como para justificar cualquier proyecto nacional ante un electorado crédulo, es soberanismo. La utilizan CiU, ERC y otros grupos menores como posible caladero de votantes indecisos. Soberanía, según ellos, quiere decir de todo. Desde derecho a decidir hasta Estado libre, pasando por un tipo de confederación entre España y Catalunya llamada soberanía compartida. Este planteamiento busca un apoyo teórico, pero este ya no existe, pues desde la constitución abortada de la I República (1873) y la de la II República asesinada (1931), la palabra soberanía no tiene ningún significado democrático. Ni en el derecho internacional es una muralla insalvable para castigar crímenes contra los derechos humanos, ni en el derecho constitucional es el máximo poder del Estado, ya que los únicos sujetos de la soberanía son los ciudadanos (art.23,1 CE). Cuando en la Constitución se dice que “la soberanía nacional reside en el pueblo español” incurre en la antigua estratagema del liberalismo burgués para evitar la democracia: residenciar una abstracción en otra. Ni las naciones son soberanas, ni existe el llamado “pueblo”, más que como ente de ficción. Es la suma mayoritaria de votos que apoyen una determinada decisión política la que hace de esta una decisión soberana. Los soberanistas catalanes sostienen que los ciudadanos de Catalunya gozan de autonomía, pero no son soberanos y tienen derecho a reivindicar la soberanía de su país. Su error democrático consiste en no ver que cada ciudadano tiene plena soberanía para decidir políticamente: en solitario o en coincidencia con otros. Los parlamentarios catalanes que aprobaron el proyecto de Estatuto fueron soberanos en su Parlament y soberanos también, junto con otros ciudadanos españoles, en la aprobación definitiva por las Cortes de una ley orgánica del Estado que es, al mismo tiempo, ley fundamental para los ciudadanos de Catalunya. Esta comunidad autónoma es parte alícuota del Estado común: es Estado. Catalunya tiene, por tanto, un Estado que le es propio, porque se apropia de él, voluntaria y participativamente, mientras la mayoría de sus ciudadanos lo consideren apropiado".
Donde dice Catalunya pongan Euskadi; donde dice Parlament, lean Eusko Legebiltzarra.