sábado, 25 de agosto de 2012

Frena el rumor

Ya hemos traído a colación en comentarios anteriores el problema de los estereotipos y prejuicios relativos a las personas inmigrantes que se transmiten como rumores, y la necesidad de combatirlos (ver las entradas con la etiqueta "inmigración).
En relación a esta cuestión hoy quiero compartir este texto de la divertida novela de Jonas Jonasson El abuelo que saltó por la ventana y se largó:

      El jefe de redacción del Eskilstuna-Kuriren era un viejo anticuado en cuya inocente opinión un ciudadano era inocente hasta que se demostraba lo contrario. Por eso, en el Eskilstuna-Kuriren se andaban con cuidado a la hora de publicar los nombres de las personas implicadas en el asunto. Claro, Allan Karlsson seguñia siendo Allan Karlsson también en el Kuriren, pero Julius Jonsson era "el septuagenario" y Benny Ljungberg "el dueño de un puesto de salchichas".
      Esto provocó, a su vez, que un señor llamase un buen día al comisario Aronsson a su despacho. El hombre, que quería permanecer en el anonimato, dijo que tenía una pista segura sobre el desaparecido y sospechoso de asesinato Allan Karlsson.
      [...] El hombre había leído todos los articulos publicados el último mes en el Eskilstuna-Kuriren y había reflexionado mucho sobre lo ocurrido. Naturalmente, no disponía de la misma cantidad de información que el emisario, pero partiendo de lo que había aparecido en la prensa, le parecía que la policía no había investigado bien al extranjero.
      - Ese es el verdadero responsable, se lo digo yo -concluyó.
      - ¿El extranjero?
      - Sí. No sé si se llama Ibrahim o Mohamed, porque el diario sólo lo menciona como "el dueño de un puesto de salchichas". Ja, como si no supiéramos que es turco o árabe o musulmán, o lo que sea. No creo que haya un solo sueco dispuesto a abrir un puesto de salchichas. [...] Un negocio así sólo funciona si eres extranjero y no pagas impuestos, además...
      - Vale, no me atosigue -lo cortó Aronsson-. Tenga en cuenta que se puede ser turco y musulmán a la vez, o árabe y musulmán, ¿entiende? Pero a ver, recapitulemos...
      - O sea, ¿que es turco y musulman a la vez? ¡Madre mía! Pues haga el favor de investigarlo a fondo. A él y a su condenada familia. Seguro que tiene docenas de familiares aqui y todos chupan del subsidio.
      - No tiene docenas de familiares -dijo el comisario-. El único pariente que tiene es un hermano...
      [...]
      - ¿Y dónde tiene el hermano su puesto de salchichas? ¿Paga sus impuestos? Vienen aquí a asesinar a nuestra sana juventud sueca... ¡La inmigración masiva tiene que acabar de una vez! ¿Me oye?
      Aronsson respondió que sí, que lo oía y le agradecía sus informaciones, pero que el del puesto de salchichas se llamaba Ljungberg y no era turco ni árabe, sino sueco hasta la médula. Si era musulmán o no, eso Aronsson no lo sabía ni le interesaba.
      El otro respondió que advertía cierto tonillo burlón en las palabras del comisaro, y que desde luego conocía muy bien esa actitud de blandengue socialdemócrata.
      - Pero somos muchos y cada vez seremos más, ya lo verá en las próximas elecciones, el año que viene -remachó.
      El comisario temía que no anduviera del todo errado. Lo peor que alguien sensato y medianamente educado como él mismo podía hacer en casos así era decirle a la gente como aquel chivato anónimo que se fuera a tomar por saco y colgar. Había que encaralos y discutirles sus prejuicios, quitales la venda xenófoba de los ojos.
      Eso pensó el comisario, y le dijo al chivato anónimo que se fuera a tomar por saco y colgó.

viernes, 24 de agosto de 2012

Zapatillas en la ventana

Hay gestos aparentemente irrelevantes, pero cargados de significado.
Custodiado en la habitación del hospital mientras espera su excarcelación, coloca cuidadosamente sus zapatillas en el alfeizar de la ventana.


Una medida básica de higiene, especialmente en tiempos de bochorno.
Tal vez incluso un gesto de dominio de un entorno que, a pesar de todo, no deja de ser una continuación de la prisión: se asoma al exterior y de esa manera siente que los barrotes no le encierran totalmente.
Un gesto mínimo, pero imposible durante 532 días en un minúsculo zulo subterráneo.


Sí, siempre he defendido la excarcelación de las personas presas con enfermedades graves o terminales. También ahora.

"Respecto al supuesto de los presos enfermos muy graves con padecimientos incurables, GESTO POR LA PAZ propone una aplicación generosa, y desde principios humanitarios, del artículo 92 del Código Penal. No es necesario esperar a situaciones de enfermedad terminal para proceder a la concesión de la libertad condicional. De lo contrario, se aumenta injustificadamente los sufrimientos de la persona presa y sus familiares".


jueves, 23 de agosto de 2012

Mens sana in corpore sano

Pues sí: puedo dar por cumplidos mis propósitos de lectura y montaña para este agosto.
En cuanto a lo primero, he disfrutado muchísimo con la emocionante evocación de Erri de Luca en Los peces no cierran los ojos, con la acción y la intriga de las dos novelas de Jo Nesbo (El redentor y Headhunters, aunque en esta última no aparezca el inspector Harry Hole, pedazo de personaje), con la disparatada El abuelo que saltó por la ventana y se largó de Jonas Jonasson (con un protagonista que es un cruce entre Forrest Gump y Mr. Chance), pero también con la durísima Norte de Edmundo Paz Soldán. Incluso, fuera de programa, he podido leer La oscuriad de los sueños de Michael Connelly.

En cuanto a ensayo, he leído Historia de la pobreza en EE.UU. de Stephen Pimpare (interesante, pero un poco demasiado idiosincrático) [1], Las raíces del fracaso americano de Morris Berman (un análisis lúcido y razonado, aunque tan desesperanzado que aboca al inmovilismo) [2], Pensar el siglo de Tony Judt (qué lastima su temprana desaparición, qué lastima) [3] y El mundo de Goran Therborn (reivindicación de la sociología que me llena de ánimo).

[1] "Más de un tercio de los estadounidenses pobres son niños menores de dieciocho años, más del 10% son mayores de sesenta y cinco años y casi el 40% de los adultos pobres son discapacitados: es decir, la mayoría de los pobres son 'dignos' o pobres 'involuntarios' a causa de la ancianidad, la juventud o la enfermedad. Pero cuando oímos hablar de asistencia social, la imagen que nos viene a la mente sigue siendo la de la reina de la asistencia social o la dama de visón, quienes no son más que dos de una larga lista de demonios que los demagogos han utilizado para fomentar entre las clases medias y trabajadoras la oposición a las ayudas, lo que oculta el hecho de que la mayoría de los estadounidenses se beneficiaría de unos programas de asistencia social y sanitaria fiables".

[2] Muy interesante su apunte sobre la transmisión de ideología neoliberal mediante programas televisivos de éxito como el de Oprah Winfrey ("Oprah se presentaba como el epítome de la historia del pobre convertido en rico, cuendo en realidad fue el activismo político negro y el movimiento de los derechos civiles los que hicieron posible su éxito"), así como su reivindicación de Jimmy Carter como un presidente "improbable", cargado de valores de austeridad y sensibilidad medioambiental, impulsado a la Casa Blanca por el desastre de Vietnam y el desconcierto que creo en la población estadounidense, pero prontamente sustituido por un Reagan que, este sí, conectaba con el oportunismo -"¿en qué me beneficia a mí esto?"- que caracteriza y articula el carácter americano. Provocadora también su defensa del Sur secesionista (eso sí, sin esclavismo, si tal cosa fuera posible, que lo dudo) como la única tradición anticapitalista, como la única contracultura seria, que ha existido en Estados Unidos.

[3] "La elección a la que nos enfrentamos en la siguiente generación no es entre el capitalismo y el comunismo, o el final de la historia y el retorno de la historia, sino entre la política de la cohesión social basada en unos propósitos colectivos y la erosión de la sociedad mediante la política del miedo".

Pero, como cantaría Krahe, no todo va a ser leer. He caminado y trepado todo lo que he podido... y más. Peña Prieta, Espigüete (por la arista este), Curavacas, Peña Santa Lucía, Pico del Fraile, Peña Mayor, Alto del Tejo, Pico Cuartas (un metro más alto que el Espigüete, aunque nadie lo diría), Pico Las Lomas, Peña Cueto, Peñas Malas (¡qué arista más preciosa!), Tres Provincias, Pico del Vallejo. Cada vez me gusta más la inmensa variedad de la Montaña Palentina, tan apreciada por el montañismo vasco: por ahí me he encontrado con montañeros de Algorta, Bilbao, Zorroza, Donostia, Mungia, Oñati...












Y aún ha quedado tiempo para hacer de Chita en El Robledal del Oso, para tomar blancos con Sama, Maite, Mikel y Luismari, para disfrutar de las fiestas de agosto... Casi perfecto; casi.

Uno de los platos fuertes de todas las fiestas han sido los fuegos artificiales. Unos minutos antes se apagaban las farolas, y el cielo de alta montaña nos devolvía la mirada de millones de pupilas. Entonces yo deseaba que un fallo técnico nos librara del estruendoso artificio pirotécnico y que de esta manera se nos permitiera disfrutar de la cúpula estrellada... pero nada. Por eso me he identificado mucho con algo que escribe Erri de Luca:
"Nunca me han gustado los fuegos artificiales, su imitación del volcán en llamas. Me intrigaba el asombro que suscitaban, la antigua admiración por el fuego. ¿Por qué a mí no me afectaba? Lo comprendí en la montaña, cuando ví entre las rocas y el bosque mi primera cascada. Me deslumbraba. Me acerqué a su estruendo, me desvestí y me dejé empapar por el polvillo de agua desmigajada. Por dentro pasaba el espectro de un pequeño arco iris. Supe allí que la cascada es maravilla opuesta a los fuegos artificiales. Yo amo la nieve, el granizo y el salto en precipicio de una cascada. Admiro la avalancha, el aire desplazado de un bofetón, el derrumbre de una ladera que se desprende con la carga de nieve. Amo el agua que se sumergen en caída y no el fuego que se abalanza hacia lo alto y quiere elevarse, encabritarse y disgregarse en cenizas".