Uno se apoya en la mochila. Porque en el momento en que nos quitamos el peso de nuestros hombros no sabemos enderezarnos enseguida; ¡pues resulta que era el peso lo que antes nos daba seguridad y equilibrio! [George Simmel]
jueves, 25 de enero de 2018
martes, 23 de enero de 2018
Populismos del siglo XXI: ¿peligro u oportunidad real para la democracia?
MESA REDONDA:
"Populismos del siglo XXI:
¿peligro u oportunidad real para la democracia?"
23 Enero 2018 - Arrupe Etxea
IMANOL ZUBERO BEASKOETXEA
Notas para la intervención
Puede
consultarse, para referencias: Zubero, Imanol
(2015): “Desamparo, populismo y xenofobia”, Revista
española del tercer sector, nº
31, pp. 89-117
[1] Dice el evangelista Mateo que cada día
tiene su afán. También en las ciencias sociales. Y el afán que hoy en día motiva
a una gran parte de investigadoras e investigadores es analizar un fenómeno que
se ha denominado “populismo”.
El Diccionario Cambridge declaró este
concepto en 2017 como palabra del año.
En cuanto que tal, se ha convertido en un
término cargado de sentido, casi de sentido “común” (parece transparente,
inteligible y unívoco), que ilumina todo aquello hacia lo que se dirige. Es un
atractor que se asocia a todo lo que viene ocurriendo en los últimos años,
pongamos que desde 2011: Podemos, los movimientos antirrefugiados, el Brexit,
la posverdad, Trump, el procés o la reacción antifeminista.
Un catch-all concept, un concepto
atrapalotodo que ofrece una apariencia de comprensión pero que en realidad, me
temo, oculta mucha más realidad de la que explica.
Si el concepto populismo sirve para incluir a
Le Pen y a Melenchon, al Tea Party y al 15M, no sirve demasiado.
Se habla, entonces, de viejos y nuevos
populismos, de populismos de izquierda y derecha… Se habla de populismo
salvaje, “que se puede definir como el populismo (más bien de derechas)
dirigido a “despertar” políticamente al pueblo apelando a sus instintos
animales más básicos e irracionales: miedo, xenofobia, territorialidad, acceso
a recursos…”. http://www.eldiario.es/tribunaabierta/Populismo-salvaje-infeccion-endemica-preocupante_6_698590158.html
[2] Me voy a poner en plan populista. ¿A
quién preocupa el populismo? ¿A quién beneficia la preocupación por ese
fenómeno? Y sobre todo: ¿quiénes quedan sistemáticamente fuera de esta
definición? Es el efecto sombra de cualquier conceptualización, o el punto ciego
de cualquier análisis.
Dejo al margen de estas preguntas a mis
colegas investigadores. Mis preocupaciones de investigación van por otros
derroteros, pero reconozco que como objeto científico el populismo es
atractivo, da juego y además está de moda.
ADVERTENCIA: sólo me preocupa el “populismo
de derechas”.
Si viviera en Venezuela igual diría otra
cosa, pero aquí digo lo que digo. El populismo de Iñigo de Errejón no me alarma
lo más mínimo. Otra cosa es que sirva como estrategia para fortalecer una alternativa
emancipatoria, que creo que no. Pero no me incomoda, mucho menos me asusta.
El que me asusta, indigna es el populismo de
derechas.
Según el estudio Global Future Survey realizado en 2017 por la Fundación Konrad
Adenauer, durante los próximos cinco años, el populismo será la mayor amenaza
para la estabilidad de los estados de todo el mundo. http://www.kas.de/wf/doc/kas_49921-1522-4-30.pdf?170829154013
¿De verdad? ¿Más que el cambio climático, el
aumento de la desigualdad, la crisis de la capacidad integradora del empleo, la
violencia contra la mujer…?
El
Deutsche Bank publica el informe Who is
afraid of populists? https://www.dbresearch.com/PROD/RPS_EN-PROD/PROD0000000000441789/Who_is_afraid_of_populists%3F.PDF
Por su parte, el fondo de inversión Bridgewater
elabora un “índice de populismo”, según el cual
este se encuentra hoy en día en su punto más elevado desde los años
Treinta. https://www.bridgewater.com/resources/bwam032217.pdf
¿Habría que reproducir, actualizado, el
memorable inicio del Manifiesto Comunista?
Un espectro se cierne sobre Europa: el
espectro del comunismo populismo. Contra este espectro se han conjurado
en santa jauría todas las potencias de la vieja Europa, el Papa y el zar,
Metternich y Guizot, los radicales franceses y los polizontes alemanes. No hay
un solo partido de oposición a quien los adversarios gobernantes no motejen de comunista
populista, ni un solo partido de oposición que no lance al rostro de las oposiciones
más avanzadas, lo mismo que a los enemigos reaccionarios, la acusación
estigmatizante de comunismo populismo.
http://www.pce.es/descarga/manifiestocomunista.pdf
Lo interesante es que el fundador de
Bridgewater, Ray Dalio, asegura en un artículo reciente que el 60% de la
población estadounidense con menos recursos tiene motivos para estar molesto.
Desde 1980 sus ingresos no han crecido, mientras que los del 40% superior son
cuatro veces mayores que los suyos. En cuanto a procesos de acumulación, son en promedio 10 veces más ricos
que el 60% inferior, lo que supone haber multiplicado por seis las
diferencias que existían hace tres décadas y media. https://www.linkedin.com/pulse/our-biggest-economic-social-political-issue-two-economies-ray-dalio/
No he visto que se incorpore esta cuestión a
los análisis de Bridgewater. Ni que este fondo de inversiones se pregunte hasta
qué punto su actividad puede ser un acelerador del fenómeno populista.
[3] A pesar de que los analistas más serios
advierten de la correlación existente entre procesos socioeconómicos y ascenso
de diversos síntomas que configuran ese síndrome que se ha denominado
populismo.
No se trata tanto de privación absoluta
(pobreza material objetiva), cuanto de privación relativa (sentimiento de
injusticia, de maltrato, de quedarse atrás) y de cierre de futuro.
Son muchas las investigaciones y los análisis
que permiten sostener la tesis de la correlación entre sentimiento de desamparo
(expresado como desasosiego ante el futuro, pérdida de estatus, miedo a perder
la capacidad de cuidar de los suyos, sensación de anomia, etc.) y apoyo a los
discursos y las organizaciones populistas de extrema derecha; sentimientos de
ansiedad que han permitido a estas organizaciones articular un discurso
xenófobo que no se apoya ya en el viejo y desprestigiado racismo biológico,
facilitando así su «lavado de cara» e incrementando su potencial de penetración
social. Estas organizaciones se convierten en refugio de todos esos angry white men que habitan en barrios
degradados de antiguas ciudades industriales hoy en declive.
Castel rechaza la caracterización del voto al
Frente Nacional como directa o inmediatamente «fascistizante», considerándolo
más bien una reacción «’poujadista’ alimentada por un sentimiento de abandono y
por el resentimiento respecto de otros grupos y de sus representantes políticos
que obtienen los beneficios del cambio y se desinteresan por la suerte de los
perdedores». El término poujadismo hace referencia al movimiento político
impulsado en la década de 1950 por el político Pierre Poujade, quien movilizó a
pequeños comerciantes, artesanos y campesinos que se sentían los perdedores del
proceso de modernización económica de la sociedad francesa.
En el mismo sentido, en un estudio clásico
sobre la política de extrema derecha en Estados Unidos, Lipset y Raab analizan
como una de las fuentes del activismo derechista radical las que denominan frustraciones de rango, «esperanzas
normativas frustradas» que afectan a determinados grupos que se consideran a sí
mismos «desposeídos» como consecuencia del ascenso social de otros colectivos.
IMPORTANTE: Aunque se presenta el populismo
como la apoteosis de la desigualdad, en realidad es añoranza de igualdad.
El populismo encuentra terreno abonado en
aquellos países que se han caracterizado históricamente por una promesa fundacional igualitarista que
apuntaba a un horizonte de igualdad radical entre todos sus ciudadanos. Se
trata de tradiciones igualitarias distintas, pero en topas ellas encontramos
esa promesa originaria tendente a una sociedad sin privilegios de clase. Sólo a
modo de hipótesis: ¿puede ser el populismo, o algunas de sus expresiones,
consecuencia de una aspiración hacia la igualdad frustrada? Si así fuera,
deberíamos ser capaces de volver a poner la igualdad en el centro de la
política, reconectándola con las angustias y los miedos de muchas personas en
nuestras sociedades: «La política necesita comprender la precariedad como una
condición compartida» (Butler, 2010: 50).
[4] «Quién se preocupa de la clase obrera
blanca?».
En su estudio sobre las actitudes de los
trabajadores norteamericanos y franceses hacia la raza y la inmigración,
Michèle Lamont caracterizaba a los individuos objeto de su investigación en los
siguientes términos: «Estos no son individuos postmodernos que se recrean a sí
mismos todas las mañanas: sus vidas son vividas dentro de parámetros claramente
definidos, dentro de redes que conocen a la perfección y que ellos definen como
extraordinariamente (y a veces demasiado) estables». No es la diversidad
cultural lo que en primera instancia preocupa a estos individuos, sino la
inseguridad existencial (material y estatutaria) con la que esa diversidad
aparece asociada. Bajo sus demandas ciertamente xenófobas –primero los de casa-
late una versión distorsionada de protesta obrera, una forma pervertida de lucha de clases, y es por ello que la peor
estrategia para combatir ese populismo de
clase obrera es recurrir exclusivamente al argumentario de la diversidad
cultural (Žižek).
Desde la perspectiva populista la causa
última de los problemas no es «nunca el sistema sino el intruso que lo
corrompe» (Žižek). Sin embargo, no deberíamos confundir el populismo elaborado,
convertido en estrategia electoral orientada a la conquista del poder, con el working-class populism: en este caso, la
incomodidad con la diversidad cultural puede actuar como variable
interviniente, pero la auténtica variable independiente es la inseguridad
material y la sensación vivida de que no son tenidos en cuenta por quienes
toman las decisiones políticas y económicas. Diversos estudios desvelan la
existencia de una fuerte cultura de clase obrera -no tanto en términos
políticos o ideológicos cuanto en términos morales- fundada sobre valores tales
como el respeto, la reciprocidad, el apoyo mutuo o el trabajo duro.
Sin embargo, llama la atención la poca
atención que se presta a la dimensión material de la existencia a la hora de
plantear estrategias de lucha contra el populismo de extrema derecha.
Así, por ejemplo, si nos fijamos en las
propuestas para combatir a la extrema derecha en Europa surgidas de un
ambicioso encuentro internacional reunido en noviembre de 2010 en Berlín, nos
encontramos con las siguientes ideas: 1.
Es precisa una estrategia europea contra el extremismo de extrema derecha, ya
que solo mediante la cooperación de todos los agentes en las sociedades
europeas podrán impulsarse políticas eficientes de democratización. 2. Deben
usarse todos los medios legales contra la extrema derecha. 3. El papel de los
medios de comunicación, tanto los tradicionales como los nuevos, resulta
esencial. La existencia de periodistas bien informados, así como la competencia
entre los medios, son un imperativo. 4. Es igualmente esencial el papel de las
municipalidades. 5. La cultura y el deporte son espacios importantes para
trabajar a favor de la democracia. 6. Las minorías y los grupos marginalizados
debe ser apoyados y protegidos, combatiendo el antisemitismo, la islamofobia y
el anti-romanismo. 7. La educación es el factor protector más fundamental.
Sin duda, todo esto es muy importante, pero:
¿y las condiciones de trabajo de todas y de todos? ¿y los servicios y
prestaciones universales? ¿y el acceso a la vivienda? Tras las elecciones
locales de mayo de 2014, en las que el United Kingdom Independence Party (UKIP)
obtuvo un excepcional resultado, el líder del Laborismo, Ed Miliband, declaró
que había tomado nota de las ansiedades
de quienes habían optado por el UKIP, añadiendo: «Estoy decidido a persuadirles
de que seremos capaces de mejorar sus vidas». No fue así.
El abandono de la política de defensa
práctica de las clases populares por parte de la socialdemocracia ha dejado el
terreno libre para los populistas xenófobos o anti-europeos.
Y aquí se equivoca mucho, creo, Errejón:
Creo que hay que hacer una lectura más cuidadosa
del éxito de los populismos de extrema derecha. Una lectura superficial podría
decir: como le votan los más castigados por la globalización, esto rescataría
por una parte el obrerismo: '¿veis? hay que hablar de clase para que te voten
los más desfavorecidos'. Es algo que choca de frente con los discursos de
Marine Le Pen o Donald Trump. Y por otra parte rescataría el: '¿veis? Las
alternativas destituyentes duras que impugnan a las élites tienen capacidad de
ganar'. Compro una parte, pero creo que hay que hacerle un matiz muy
importante: lo que restauran es la idea de una comunidad nacional que te
protege y que por tanto es más un ideario nacionalpopular o patriótico que
clasista. http://www.eldiario.es/politica/inigo_Errejon-Populismo-Podemos_0_593891513.html
El sentimiento de desamparo de tantos
individuos y grupos es un fenómeno complejo en el que se mezclan variables
económicas tanto como sociales, ideológicas y existenciales. En todo caso
considero –al menos como hipótesis- que los fundamentos materiales de ese
sentimiento resultan esenciales, y se bien no son condición suficiente si son
condición imprescindible para la extensión del desamparo.
Si consultamos el “Índice de Tolerancia”
elaborado por el Observatorio Vasco de Inmigración comprobamos que, junto a
variables como la edad (más viejas), la educación (nivel de estudios más bajo),
la ideología (derecha), el sentimiento de identidad nacional (nacionalista
español) o la religión (católicas, practicantes o no), el perfil de las
personas que en el País Vasco presentan un umbral de tolerancia hacia la
inmigración más bajo son aquellas con ingresos bajos (hasta 1.000 euros/mes);
insatisfechas con su situación económica actual; aquellas cuya ocupación
consiste en el cuidado del hogar, jubiladas, pensionistas o rentistas; con
estatus medio o bajo y sentimiento de escaso éxito social; habitando e barrios
con fuerte presencia de inmigrantes.
Por otro lado, son estas variables económicas
las que pueden permitirnos reconstruir una narrativa universalista que, sin negar
las demandas culturales e identitarias, evite su transformación en argumentos
anti-igualitarios. Comparto plenamente la reflexión de Daniel Bensaïd, cuando
escribe: «Las relaciones de clase y de género constituyen, en efecto, el único
hilo rojo que permite jugar al salta-fronteras, fundir las armaduras
identitarias, superar el estrecho horizonte de la «preferencia» familiar,
nacional o comunitaria. Frente al desasosiego y al malestar de esas
pertenencias de repliegue, de esos postigos vacíos y de esas puertas cerradas a
cal y canto, la lucha de clases preserva la posibilidad de conjugar y de ligar
en un combate común singularidades reconocidas y respetadas» (Bensaïd).
[5] «¿Qué es un populista? Si significa
escuchar a la gente, no puede ser tan malo», sostiene el líder de los
Demócratas de Suecia, Jimmy Akesson.
Todos los movimientos populistas se declaran
defensores de la «gente olvidada», del «hombre de la calle», sus líderes se
presentan como «uno más» y han sido enormemente hábiles a la hora de presentarse
como «campeones de las causas locales» apoyando a la «gente corriente» que
habita en barrios degradados, y como partidos que, frente a la forzada
corrección política de las grandes fuerzas tradicionales, «hablan claro», como
habla la gente normal.
Esta cercanía a los problemas que preocupan y
desasosiegan a las poblaciones que se sienten más afectadas por los procesos de
cambio social es una de las principales razones de su éxito. Desde esta
perspectiva han sido definidos como «buitres que descienden sobre áreas en las
que las organizaciones políticas locales han muerto o agonizan». La analogía es
perfecta: pero el buitre sólo hace lo que sabe, lo que está en su naturaleza.
No hay demasiado misterio en su comportamiento. Lo que debemos explicar es el
por qué de esa agonía de los lugares sociales por los que transita la mayoría
de la sociedad, de su abandono por las fuerzas políticas progresistas.
Quienes deseen promover la cohesión
comunitaria y proteger a las minorías étnicas de la propaganda populista deben,
no sólo atender a los miedos y las inseguridades expresados por los sectores
sociales potenciales votantes de los partidos populistas, sino compartir con
estos sectores los espacios (barrios, escuelas, servicios públicos) donde
desarrollan sus vidas. El populismo anti-inmigración se expresa en muchas
ocasiones con el lenguaje típico de los movimientos NIMBY (not in my back yard, no en mi patio trasero). La reacción más
habitual frente a los discursos normativos sobre la diversidad y la convivencia
es: «¡Llévatelos a tu casa!».
¿En qué barrio vive usted? ¿A qué centro
educativo van sus hijos? ¿Qué medio de transporte utiliza para moverse en la
ciudad? ¿Qué servicios públicos consume? Estas son las preguntas que nos van a
hacer cuando reivindiquemos la diversidad etnocultural y defendamos la
convivencia intercultural. Cuando nos las hagan los populistas podremos decir
con razón que se trata de preguntas tramposas; pero cuando nos las hagan las
personas que rechazan o cuestionan la diversidad, la inmigración o el
multiculturalismo, tendremos a asumirlas como cuestiones a las que debemos
responder. Nos encontramos en la que podemos denominar posición Churchill: si lo que prometemos es «inmigración,
diversidad, multiculturalidad y pluralismo», debemos estar en disposición de
compartirlo y vivirlo personalmente. De lo contrario, nuestra credibilidad será
nula. Aquí sirven de muy poco los discursos académicos, cargados de propuestas
normativas, si no están encarnadas en las vidas de quienes los enuncian.
Menos aún pomposas declaraciones
institucionales presentando el populismo como contrario a los intereses de la
gente mediante un documento entre cuyos firmantes aparecen nombres como los de
Mario Monti, Tony Blair, Felipe González o Gerhard Schröder. http://berggruen.org/uploaded_files/topic/pdf/141/020514_CFE_Populismv.Interests.Publish.pdf
[6] El populismo, experto en respuestas
fáciles a problemas complejos, promete el logro de la seguridad por la vía del cierre comunitarista: primero nosotros.
Pero no podemos volver a una sociedad basada en las viejas «protecciones de
proximidad» (Castel). Vivimos en sociedades de individuos. ¿Y qué es estar protegido
en una sociedad moderna, en una sociedad de individuos?, se pregunta Castel; su
respuesta: «Que estos individuos
dispongan, por derecho, de las condiciones sociales mínimas de su independencia».
En este sentido, recomiendo la lectura del
informe In Place of Anxiety: Social
Security for the Common Weal, elaborado por la sección escocesa de Compass,
un think-tank alineado con el
Laborismo. En el mismo se propone un modelo de seguridad social para Escocia
basado en el aseguramiento colectivo que incluya el empleo bien remunerado, una
vivienda donde poder desarrollar la propia vida y una renta ciudadana. El
informe sostiene que el bienestar de los ciudadanos no puede basarse en el
miedo generalizado y corrosivo, la ansiedad y la inseguridad, ni en una cultura
de la culpabilidad que victimiza a los trabajadores precarios, los
discapacitados y los parados. Debe basarse en una economía fundada sobre el
concepto de «seguridad social», la capacidad de trabajar, tener un salario y
vivir una buena vida, y no en una economía de bajos salarios aliada a un
sistema de bienestar punitivo ni en un sistema de vivienda que concibe el
alojamiento como una mercancía para la especulación. Este tipo de economía de
la precariedad es el terreno abonado para el surgimiento de propuestas
políticas populistas que dividen y enfrentan a unos trabajadores contra otros:
activos contra inactivos o discapacitados, empleados contra desempleados,
nativos contra inmigrantes.
[7] Termino. ¿Por qué me enfada tanto el
alarmismo antipopulista?
Primero,
por lo que encubre.
Leer hoy mismo que “La cumbre de Davos alerta del reparto desigual de la recuperación
mundial”, resulta simplemente insultante. https://elpais.com/economia/2018/01/22/actualidad/1516611975_434126.html
Es como leer en
1939 que la dirección del Partido Nazi alertó del reparto desigual de la
condición humana en Alemania.
¡Pero si son ellos
quienes, con las políticas que sistemáticamente impulsan, debilitan a las
sociedades e incrementan la desigualdad. Sí, ya he advertido que iba a ponerme
en plan populista.
Mientras hablamos
de populismos no hablamos de desigualdad:
El año pasado, el
número de personas cuyas fortunas superan los mil millones alcanzó su máximo
histórico, con un nuevo milmillonario cada dos días. En este momento hay 2.043
milmillonarios (en dólares) en todo el mundo, de los que nueve de cada diez son
hombres. La riqueza de estos milmillonarios también experimentó un enorme crecimiento,
lo suficiente como para poder terminar con la extrema pobreza en el mundo hasta
siete veces. El 82% del crecimiento de la riqueza mundial durante el último año
fue a parar a manos del 1% más rico, mientras que la del 50% más pobre de la
población mundial no aumentó lo más mínimo.
https://www.oxfam.org/sites/www.oxfam.org/files/file_attachments/bp-reward-work-not-wealth-220118-es.pdf
Segundo,
por lo que legitima.
¿Quiénes quedan fuera? El coco populista como
maniobra de distracción.
GÁSPÁR MIKLÓS TAMÁS, filósofo político y
escritor húngaro proveniente de la minoría magyar de Rumanía. Desde mayo de
2010 milita en el partido de extrema izquierda húngaro Izquierda verde.
Las clases explotadas y oprimidas están por
todas partes comenzando a volverse en contra de otras personas oprimidas … Sin
embargo, su xenofobia es solo una opinión (desagradable, sin duda, aunque una
opinión únicamente). Son los grandes Estados capitalistas los que dan la
espalda a los refugiados. Mientras la prensa europea brama contra Donald Trump,
el amable gobierno alemán y sus aliados liberales están haciendo lo mismo que
de lo que él solo habla hasta el momento. La policía fronteriza europea,
Frontex, ya es más violenta con los refugiados que lo que será su equivalente
estadounidense. http://ctxt.es/es/20170419/Politica/12274/Populismo-extrema-derecha-xenofobia-socialdemocracia-Gaspar-Miklos-Tamas.htm
Tercero,
por lo que limita la acción política.
Moisés Naim: “El populismo no es una
ideología. Es una estrategia para obtener y retener el poder”. https://elpais.com/internacional/2017/02/04/actualidad/1486229375_873986.html
Cuatro tácticas principales:
Divide y
vencerás. El líder y su gobierno se presentan como los defensores del noble
pueblo maltratado y atropellado. Los populistas se nutren del “nosotros contra
ellos”: el pueblo contra la casta, la élite, la oligarquía, el 1% o, en Europa,
contra “Bruselas” y en Estados Unidos contra “Washington”.
è ¿Acaso no es verdad?
Exagerar la mala situación del país y
magnificar los problemas es indispensable. El mensaje central del populista es
que todo lo que hicieron los gobiernos anteriores es malo, corrupto e
inaceptable. El país necesita urgentemente cambios drásticos y el líder
populista promete hacerlos. Y quienes se oponen a sus cambios no son tratados
como compatriotas con ideas diferentes, sino como apátridas a quienes hay que
borrar del mapa político.
è Lo mezcla todo. No comparto lo de expulsar a
los diferentes, ni la confianza en la capacidad del líder. Pero, ¿no vivimos en
un país corrompido –hay corruptos y corruptores- e ineficiente? ¡Si hasta los
trenes llegan tarde el día de la inauguración con el presidente Rajoy a bordo!
Denunciar la conspiración internacional. El
populismo requiere de enemigos externos.
è Pero sí hay un sistema institucional no
democrático (y hasta antidemocrático) que se impone a la soberanía popular:
Troika.
Desprestigiar a periodistas y expertos.
“¡Este país está harto de expertos!”. Así reaccionó Michael Gove, uno de los
líderes del Brexit, ante un informe de varios economistas que
documentaron los costos que tendría para Reino Unido la salida de la Unión
Europea. Para Donald Trump no importa que el calentamiento global haya sido
confirmado por miles de científicos.
è Otra vez lo mezcla todo. ¿No se puede
cuestionar la tecnocracia?
O, en el libro de Vallespín y Martínez-Bascuñán:
El problema no es tanto la conciencia de un
presente peor –que no lo es- respecto a un supuesto pasado mejor, sino el temor
al futuro. En otras palabras, el pasado al menos se experimentaba como abierto
al porvenir, algo de lo que se siente huérfano el presente, nuestro mundo
contemporáneo. Este es el punto que duele y por dónde respira la herida de la
cultura occidental, su abandono de la idea de progreso…
è Sólo se puede aplaudir la catalaxia?
Para concluir, me quedo con lo dicho por Tamás:
La derecha está ganando en todas partes, la
izquierda está siendo traicionada en todas partes y la gente se pelea por
estúpidas definiciones.
Llamemos a las cosas por su nombre. Ceder
ante el racismo y la xenofobia en lugar de enfrentarnos a este problema aparentemente
irresoluble que está convirtiendo a millones de personas en ‘poblaciones
superfluas’ como consecuencia del desarrollo tecnológico (digitalización,
robotización, automatización), la crisis financiera y la contracción de la
demanda mundial; levantar vallas para detener a estos millones de personas que
intentan escapar del hambre y la guerra en lugar de extender las ayudas de
forma universal; llegar a acuerdos con tiranos como Erdogan, Modi o al-Sisi;
permanecer en silencio frente a la difícil situación de los rohingya [la
minoría musulmana de Birmania]; parecerse cada vez más al enemigo: eso es lo
que está haciendo la izquierda oficial y a eso se le llama traición.
No es cierto que no haya diferencia entre la
izquierda y la derecha, pero es verdad que la izquierda está desapareciendo
rápidamente, como ya sucedió en 1914.
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