martes, 23 de enero de 2018

Populismos del siglo XXI: ¿peligro u oportunidad real para la democracia?

MESA REDONDA:
"Populismos del siglo XXI: ¿peligro u oportunidad real para la democracia?"
23 Enero 2018 - Arrupe Etxea

IMANOL ZUBERO BEASKOETXEA
Notas para la intervención

Puede consultarse, para referencias: Zubero, Imanol (2015): “Desamparo, populismo y xenofobia”, Revista española del tercer sector, nº 31, pp. 89-117


[1] Dice el evangelista Mateo que cada día tiene su afán. También en las ciencias sociales. Y el afán que hoy en día motiva a una gran parte de investigadoras e investigadores es analizar un fenómeno que se ha denominado “populismo”.
El Diccionario Cambridge declaró este concepto en 2017 como palabra del año.
En cuanto que tal, se ha convertido en un término cargado de sentido, casi de sentido “común” (parece transparente, inteligible y unívoco), que ilumina todo aquello hacia lo que se dirige. Es un atractor que se asocia a todo lo que viene ocurriendo en los últimos años, pongamos que desde 2011: Podemos, los movimientos antirrefugiados, el Brexit, la posverdad, Trump, el procés o la reacción antifeminista.
Un catch-all concept, un concepto atrapalotodo que ofrece una apariencia de comprensión pero que en realidad, me temo, oculta mucha más realidad de la que explica.
Si el concepto populismo sirve para incluir a Le Pen y a Melenchon, al Tea Party y al 15M, no sirve demasiado.
Se habla, entonces, de viejos y nuevos populismos, de populismos de izquierda y derecha… Se habla de populismo salvaje, “que se puede definir como el populismo (más bien de derechas) dirigido a “despertar” políticamente al pueblo apelando a sus instintos animales más básicos e irracionales: miedo, xenofobia, territorialidad, acceso a recursos…”. http://www.eldiario.es/tribunaabierta/Populismo-salvaje-infeccion-endemica-preocupante_6_698590158.html

[2] Me voy a poner en plan populista. ¿A quién preocupa el populismo? ¿A quién beneficia la preocupación por ese fenómeno? Y sobre todo: ¿quiénes quedan sistemáticamente fuera de esta definición? Es el efecto sombra de cualquier conceptualización, o el punto ciego de cualquier análisis.
Dejo al margen de estas preguntas a mis colegas investigadores. Mis preocupaciones de investigación van por otros derroteros, pero reconozco que como objeto científico el populismo es atractivo, da juego y además está de moda.
ADVERTENCIA: sólo me preocupa el “populismo de derechas”.
Si viviera en Venezuela igual diría otra cosa, pero aquí digo lo que digo. El populismo de Iñigo de Errejón no me alarma lo más mínimo. Otra cosa es que sirva como estrategia para fortalecer una alternativa emancipatoria, que creo que no. Pero no me incomoda, mucho menos me asusta.
El que me asusta, indigna es el populismo de derechas.

Según el estudio Global Future Survey realizado en 2017 por la Fundación Konrad Adenauer, durante los próximos cinco años, el populismo será la mayor amenaza para la estabilidad de los estados de todo el mundo. http://www.kas.de/wf/doc/kas_49921-1522-4-30.pdf?170829154013
¿De verdad? ¿Más que el cambio climático, el aumento de la desigualdad, la crisis de la capacidad integradora del empleo, la violencia contra la mujer…?
Por su parte, el fondo de inversión Bridgewater elabora un “índice de populismo”, según el cual  este se encuentra hoy en día en su punto más elevado desde los años Treinta. https://www.bridgewater.com/resources/bwam032217.pdf

¿Habría que reproducir, actualizado, el memorable inicio del Manifiesto Comunista?
Un espectro se cierne sobre Europa: el espectro del comunismo populismo. Contra este espectro se han conjurado en santa jauría todas las potencias de la vieja Europa, el Papa y el zar, Metternich y Guizot, los radicales franceses y los polizontes alemanes. No hay un solo partido de oposición a quien los adversarios gobernantes no motejen de comunista populista, ni un solo partido de oposición que no lance al rostro de las oposiciones más avanzadas, lo mismo que a los enemigos reaccionarios, la acusación estigmatizante de comunismo populismo. http://www.pce.es/descarga/manifiestocomunista.pdf

Lo interesante es que el fundador de Bridgewater, Ray Dalio, asegura en un artículo reciente que el 60% de la población estadounidense con menos recursos tiene motivos para estar molesto. Desde 1980 sus ingresos no han crecido, mientras que los del 40% superior son cuatro veces mayores que los suyos. En cuanto a procesos de acumulación, son en promedio 10 veces más ricos que el 60% inferior, lo que supone haber multiplicado por seis las diferencias que existían hace tres décadas y media. https://www.linkedin.com/pulse/our-biggest-economic-social-political-issue-two-economies-ray-dalio/
No he visto que se incorpore esta cuestión a los análisis de Bridgewater. Ni que este fondo de inversiones se pregunte hasta qué punto su actividad puede ser un acelerador del fenómeno populista.

[3] A pesar de que los analistas más serios advierten de la correlación existente entre procesos socioeconómicos y ascenso de diversos síntomas que configuran ese síndrome que se ha denominado populismo.
No se trata tanto de privación absoluta (pobreza material objetiva), cuanto de privación relativa (sentimiento de injusticia, de maltrato, de quedarse atrás) y de cierre de futuro.
Son muchas las investigaciones y los análisis que permiten sostener la tesis de la correlación entre sentimiento de desamparo (expresado como desasosiego ante el futuro, pérdida de estatus, miedo a perder la capacidad de cuidar de los suyos, sensación de anomia, etc.) y apoyo a los discursos y las organizaciones populistas de extrema derecha; sentimientos de ansiedad que han permitido a estas organizaciones articular un discurso xenófobo que no se apoya ya en el viejo y desprestigiado racismo biológico, facilitando así su «lavado de cara» e incrementando su potencial de penetración social. Estas organizaciones se convierten en refugio de todos esos angry white men que habitan en barrios degradados de antiguas ciudades industriales hoy en declive.
Castel rechaza la caracterización del voto al Frente Nacional como directa o inmediatamente «fascistizante», considerándolo más bien una reacción «’poujadista’ alimentada por un sentimiento de abandono y por el resentimiento respecto de otros grupos y de sus representantes políticos que obtienen los beneficios del cambio y se desinteresan por la suerte de los perdedores». El término poujadismo hace referencia al movimiento político impulsado en la década de 1950 por el político Pierre Poujade, quien movilizó a pequeños comerciantes, artesanos y campesinos que se sentían los perdedores del proceso de modernización económica de la sociedad francesa.
En el mismo sentido, en un estudio clásico sobre la política de extrema derecha en Estados Unidos, Lipset y Raab analizan como una de las fuentes del activismo derechista radical las que denominan frustraciones de rango, «esperanzas normativas frustradas» que afectan a determinados grupos que se consideran a sí mismos «desposeídos» como consecuencia del ascenso social de otros colectivos.
IMPORTANTE: Aunque se presenta el populismo como la apoteosis de la desigualdad, en realidad es añoranza de igualdad.
El populismo encuentra terreno abonado en aquellos países que se han caracterizado históricamente por una promesa fundacional igualitarista que apuntaba a un horizonte de igualdad radical entre todos sus ciudadanos. Se trata de tradiciones igualitarias distintas, pero en topas ellas encontramos esa promesa originaria tendente a una sociedad sin privilegios de clase. Sólo a modo de hipótesis: ¿puede ser el populismo, o algunas de sus expresiones, consecuencia de una aspiración hacia la igualdad frustrada? Si así fuera, deberíamos ser capaces de volver a poner la igualdad en el centro de la política, reconectándola con las angustias y los miedos de muchas personas en nuestras sociedades: «La política necesita comprender la precariedad como una condición compartida» (Butler, 2010: 50).

[4] «Quién se preocupa de la clase obrera blanca?».
En su estudio sobre las actitudes de los trabajadores norteamericanos y franceses hacia la raza y la inmigración, Michèle Lamont caracterizaba a los individuos objeto de su investigación en los siguientes términos: «Estos no son individuos postmodernos que se recrean a sí mismos todas las mañanas: sus vidas son vividas dentro de parámetros claramente definidos, dentro de redes que conocen a la perfección y que ellos definen como extraordinariamente (y a veces demasiado) estables». No es la diversidad cultural lo que en primera instancia preocupa a estos individuos, sino la inseguridad existencial (material y estatutaria) con la que esa diversidad aparece asociada. Bajo sus demandas ciertamente xenófobas –primero los de casa- late una versión distorsionada de protesta obrera, una forma pervertida de lucha de clases, y es por ello que la peor estrategia para combatir ese populismo de clase obrera es recurrir exclusivamente al argumentario de la diversidad cultural (Žižek).
Desde la perspectiva populista la causa última de los problemas no es «nunca el sistema sino el intruso que lo corrompe» (Žižek). Sin embargo, no deberíamos confundir el populismo elaborado, convertido en estrategia electoral orientada a la conquista del poder, con el working-class populism: en este caso, la incomodidad con la diversidad cultural puede actuar como variable interviniente, pero la auténtica variable independiente es la inseguridad material y la sensación vivida de que no son tenidos en cuenta por quienes toman las decisiones políticas y económicas. Diversos estudios desvelan la existencia de una fuerte cultura de clase obrera -no tanto en términos políticos o ideológicos cuanto en términos morales- fundada sobre valores tales como el respeto, la reciprocidad, el apoyo mutuo o el trabajo duro.
Sin embargo, llama la atención la poca atención que se presta a la dimensión material de la existencia a la hora de plantear estrategias de lucha contra el populismo de extrema derecha.
Así, por ejemplo, si nos fijamos en las propuestas para combatir a la extrema derecha en Europa surgidas de un ambicioso encuentro internacional reunido en noviembre de 2010 en Berlín, nos encontramos con las siguientes ideas: 1. Es precisa una estrategia europea contra el extremismo de extrema derecha, ya que solo mediante la cooperación de todos los agentes en las sociedades europeas podrán impulsarse políticas eficientes de democratización. 2. Deben usarse todos los medios legales contra la extrema derecha. 3. El papel de los medios de comunicación, tanto los tradicionales como los nuevos, resulta esencial. La existencia de periodistas bien informados, así como la competencia entre los medios, son un imperativo. 4. Es igualmente esencial el papel de las municipalidades. 5. La cultura y el deporte son espacios importantes para trabajar a favor de la democracia. 6. Las minorías y los grupos marginalizados debe ser apoyados y protegidos, combatiendo el antisemitismo, la islamofobia y el anti-romanismo. 7. La educación es el factor protector más fundamental.
Sin duda, todo esto es muy importante, pero: ¿y las condiciones de trabajo de todas y de todos? ¿y los servicios y prestaciones universales? ¿y el acceso a la vivienda? Tras las elecciones locales de mayo de 2014, en las que el United Kingdom Independence Party (UKIP) obtuvo un excepcional resultado, el líder del Laborismo, Ed Miliband, declaró que había tomado nota de las ansiedades de quienes habían optado por el UKIP, añadiendo: «Estoy decidido a persuadirles de que seremos capaces de mejorar sus vidas». No fue así.
El abandono de la política de defensa práctica de las clases populares por parte de la socialdemocracia ha dejado el terreno libre para los populistas xenófobos o anti-europeos.
Y aquí se equivoca mucho, creo, Errejón:
Creo que hay que hacer una lectura más cuidadosa del éxito de los populismos de extrema derecha. Una lectura superficial podría decir: como le votan los más castigados por la globalización, esto rescataría por una parte el obrerismo: '¿veis? hay que hablar de clase para que te voten los más desfavorecidos'. Es algo que choca de frente con los discursos de Marine Le Pen o Donald Trump. Y por otra parte rescataría el: '¿veis? Las alternativas destituyentes duras que impugnan a las élites tienen capacidad de ganar'. Compro una parte, pero creo que hay que hacerle un matiz muy importante: lo que restauran es la idea de una comunidad nacional que te protege y que por tanto es más un ideario nacionalpopular o patriótico que clasista. http://www.eldiario.es/politica/inigo_Errejon-Populismo-Podemos_0_593891513.html

El sentimiento de desamparo de tantos individuos y grupos es un fenómeno complejo en el que se mezclan variables económicas tanto como sociales, ideológicas y existenciales. En todo caso considero –al menos como hipótesis- que los fundamentos materiales de ese sentimiento resultan esenciales, y se bien no son condición suficiente si son condición imprescindible para la extensión del desamparo.
Si consultamos el “Índice de Tolerancia” elaborado por el Observatorio Vasco de Inmigración comprobamos que, junto a variables como la edad (más viejas), la educación (nivel de estudios más bajo), la ideología (derecha), el sentimiento de identidad nacional (nacionalista español) o la religión (católicas, practicantes o no), el perfil de las personas que en el País Vasco presentan un umbral de tolerancia hacia la inmigración más bajo son aquellas con ingresos bajos (hasta 1.000 euros/mes); insatisfechas con su situación económica actual; aquellas cuya ocupación consiste en el cuidado del hogar, jubiladas, pensionistas o rentistas; con estatus medio o bajo y sentimiento de escaso éxito social; habitando e barrios con fuerte presencia de inmigrantes.
Por otro lado, son estas variables económicas las que pueden permitirnos reconstruir una narrativa universalista que, sin negar las demandas culturales e identitarias, evite su transformación en argumentos anti-igualitarios. Comparto plenamente la reflexión de Daniel Bensaïd, cuando escribe: «Las relaciones de clase y de género constituyen, en efecto, el único hilo rojo que permite jugar al salta-fronteras, fundir las armaduras identitarias, superar el estrecho horizonte de la «preferencia» familiar, nacional o comunitaria. Frente al desasosiego y al malestar de esas pertenencias de repliegue, de esos postigos vacíos y de esas puertas cerradas a cal y canto, la lucha de clases preserva la posibilidad de conjugar y de ligar en un combate común singularidades reconocidas y respetadas» (Bensaïd).

[5] «¿Qué es un populista? Si significa escuchar a la gente, no puede ser tan malo», sostiene el líder de los Demócratas de Suecia, Jimmy Akesson.
Todos los movimientos populistas se declaran defensores de la «gente olvidada», del «hombre de la calle», sus líderes se presentan como «uno más» y han sido enormemente hábiles a la hora de presentarse como «campeones de las causas locales» apoyando a la «gente corriente» que habita en barrios degradados, y como partidos que, frente a la forzada corrección política de las grandes fuerzas tradicionales, «hablan claro», como habla la gente normal.
Esta cercanía a los problemas que preocupan y desasosiegan a las poblaciones que se sienten más afectadas por los procesos de cambio social es una de las principales razones de su éxito. Desde esta perspectiva han sido definidos como «buitres que descienden sobre áreas en las que las organizaciones políticas locales han muerto o agonizan». La analogía es perfecta: pero el buitre sólo hace lo que sabe, lo que está en su naturaleza. No hay demasiado misterio en su comportamiento. Lo que debemos explicar es el por qué de esa agonía de los lugares sociales por los que transita la mayoría de la sociedad, de su abandono por las fuerzas políticas progresistas.
Quienes deseen promover la cohesión comunitaria y proteger a las minorías étnicas de la propaganda populista deben, no sólo atender a los miedos y las inseguridades expresados por los sectores sociales potenciales votantes de los partidos populistas, sino compartir con estos sectores los espacios (barrios, escuelas, servicios públicos) donde desarrollan sus vidas. El populismo anti-inmigración se expresa en muchas ocasiones con el lenguaje típico de los movimientos NIMBY (not in my back yard, no en mi patio trasero). La reacción más habitual frente a los discursos normativos sobre la diversidad y la convivencia es: «¡Llévatelos a tu casa!».
¿En qué barrio vive usted? ¿A qué centro educativo van sus hijos? ¿Qué medio de transporte utiliza para moverse en la ciudad? ¿Qué servicios públicos consume? Estas son las preguntas que nos van a hacer cuando reivindiquemos la diversidad etnocultural y defendamos la convivencia intercultural. Cuando nos las hagan los populistas podremos decir con razón que se trata de preguntas tramposas; pero cuando nos las hagan las personas que rechazan o cuestionan la diversidad, la inmigración o el multiculturalismo, tendremos a asumirlas como cuestiones a las que debemos responder. Nos encontramos en la que podemos denominar posición Churchill: si lo que prometemos es «inmigración, diversidad, multiculturalidad y pluralismo», debemos estar en disposición de compartirlo y vivirlo personalmente. De lo contrario, nuestra credibilidad será nula. Aquí sirven de muy poco los discursos académicos, cargados de propuestas normativas, si no están encarnadas en las vidas de quienes los enuncian.
Menos aún pomposas declaraciones institucionales presentando el populismo como contrario a los intereses de la gente mediante un documento entre cuyos firmantes aparecen nombres como los de Mario Monti, Tony Blair, Felipe González o Gerhard Schröder. http://berggruen.org/uploaded_files/topic/pdf/141/020514_CFE_Populismv.Interests.Publish.pdf

[6] El populismo, experto en respuestas fáciles a problemas complejos, promete el logro de la seguridad por la vía del cierre comunitarista: primero nosotros. Pero no podemos volver a una sociedad basada en las viejas «protecciones de proximidad» (Castel). Vivimos en sociedades de individuos. ¿Y qué es estar protegido en una sociedad moderna, en una sociedad de individuos?, se pregunta Castel; su respuesta: «Que estos individuos dispongan, por derecho, de las condiciones sociales mínimas de su independencia».
En este sentido, recomiendo la lectura del informe In Place of Anxiety: Social Security for the Common Weal, elaborado por la sección escocesa de Compass, un think-tank alineado con el Laborismo. En el mismo se propone un modelo de seguridad social para Escocia basado en el aseguramiento colectivo que incluya el empleo bien remunerado, una vivienda donde poder desarrollar la propia vida y una renta ciudadana. El informe sostiene que el bienestar de los ciudadanos no puede basarse en el miedo generalizado y corrosivo, la ansiedad y la inseguridad, ni en una cultura de la culpabilidad que victimiza a los trabajadores precarios, los discapacitados y los parados. Debe basarse en una economía fundada sobre el concepto de «seguridad social», la capacidad de trabajar, tener un salario y vivir una buena vida, y no en una economía de bajos salarios aliada a un sistema de bienestar punitivo ni en un sistema de vivienda que concibe el alojamiento como una mercancía para la especulación. Este tipo de economía de la precariedad es el terreno abonado para el surgimiento de propuestas políticas populistas que dividen y enfrentan a unos trabajadores contra otros: activos contra inactivos o discapacitados, empleados contra desempleados, nativos contra inmigrantes.

[7] Termino. ¿Por qué me enfada tanto el alarmismo antipopulista?
Primero, por lo que encubre.
Leer hoy mismo que “La cumbre de Davos alerta del reparto desigual de la recuperación mundial”, resulta simplemente insultante. https://elpais.com/economia/2018/01/22/actualidad/1516611975_434126.html
Es como leer en 1939 que la dirección del Partido Nazi alertó del reparto desigual de la condición humana en Alemania.
¡Pero si son ellos quienes, con las políticas que sistemáticamente impulsan, debilitan a las sociedades e incrementan la desigualdad. Sí, ya he advertido que iba a ponerme en plan populista.
Mientras hablamos de populismos no hablamos de desigualdad:
El año pasado, el número de personas cuyas fortunas superan los mil millones alcanzó su máximo histórico, con un nuevo milmillonario cada dos días. En este momento hay 2.043 milmillonarios (en dólares) en todo el mundo, de los que nueve de cada diez son hombres. La riqueza de estos milmillonarios también experimentó un enorme crecimiento, lo suficiente como para poder terminar con la extrema pobreza en el mundo hasta siete veces. El 82% del crecimiento de la riqueza mundial durante el último año fue a parar a manos del 1% más rico, mientras que la del 50% más pobre de la población mundial no aumentó lo más mínimo. https://www.oxfam.org/sites/www.oxfam.org/files/file_attachments/bp-reward-work-not-wealth-220118-es.pdf
Segundo, por lo que legitima.
¿Quiénes quedan fuera? El coco populista como maniobra de distracción.
GÁSPÁR MIKLÓS TAMÁS, filósofo político y escritor húngaro proveniente de la minoría magyar de Rumanía. Desde mayo de 2010 milita en el partido de extrema izquierda húngaro Izquierda verde.
Las clases explotadas y oprimidas están por todas partes comenzando a volverse en contra de otras personas oprimidas … Sin embargo, su xenofobia es solo una opinión (desagradable, sin duda, aunque una opinión únicamente). Son los grandes Estados capitalistas los que dan la espalda a los refugiados. Mientras la prensa europea brama contra Donald Trump, el amable gobierno alemán y sus aliados liberales están haciendo lo mismo que de lo que él solo habla hasta el momento. La policía fronteriza europea, Frontex, ya es más violenta con los refugiados que lo que será su equivalente estadounidense. http://ctxt.es/es/20170419/Politica/12274/Populismo-extrema-derecha-xenofobia-socialdemocracia-Gaspar-Miklos-Tamas.htm
Tercero, por lo que limita la acción política.
Moisés Naim: “El populismo no es una ideología. Es una estrategia para obtener y retener el poder”. https://elpais.com/internacional/2017/02/04/actualidad/1486229375_873986.html
Cuatro tácticas principales:
Divide y vencerás. El líder y su gobierno se presentan como los defensores del noble pueblo maltratado y atropellado. Los populistas se nutren del “nosotros contra ellos”: el pueblo contra la casta, la élite, la oligarquía, el 1% o, en Europa, contra “Bruselas” y en Estados Unidos contra “Washington”.
è ¿Acaso no es verdad?
Exagerar la mala situación del país y magnificar los problemas es indispensable. El mensaje central del populista es que todo lo que hicieron los gobiernos anteriores es malo, corrupto e inaceptable. El país necesita urgentemente cambios drásticos y el líder populista promete hacerlos. Y quienes se oponen a sus cambios no son tratados como compatriotas con ideas diferentes, sino como apátridas a quienes hay que borrar del mapa político.
è Lo mezcla todo. No comparto lo de expulsar a los diferentes, ni la confianza en la capacidad del líder. Pero, ¿no vivimos en un país corrompido –hay corruptos y corruptores- e ineficiente? ¡Si hasta los trenes llegan tarde el día de la inauguración con el presidente Rajoy a bordo!
Denunciar la conspiración internacional. El populismo requiere de enemigos externos.
è Pero sí hay un sistema institucional no democrático (y hasta antidemocrático) que se impone a la soberanía popular: Troika.
Desprestigiar a periodistas y expertos. “¡Este país está harto de expertos!”. Así reaccionó Michael Gove, uno de los líderes del Brexit, ante un informe de varios economistas que documentaron los costos que tendría para Reino Unido la salida de la Unión Europea. Para Donald Trump no importa que el calentamiento global haya sido confirmado por miles de científicos. 
è Otra vez lo mezcla todo. ¿No se puede cuestionar la tecnocracia?
O, en el libro de Vallespín y Martínez-Bascuñán:
El problema no es tanto la conciencia de un presente peor –que no lo es- respecto a un supuesto pasado mejor, sino el temor al futuro. En otras palabras, el pasado al menos se experimentaba como abierto al porvenir, algo de lo que se siente huérfano el presente, nuestro mundo contemporáneo. Este es el punto que duele y por dónde respira la herida de la cultura occidental, su abandono de la idea de progreso…
è Sólo se puede aplaudir la catalaxia?

Para concluir, me quedo con lo dicho por Tamás:
La derecha está ganando en todas partes, la izquierda está siendo traicionada en todas partes y la gente se pelea por estúpidas definiciones.
Llamemos a las cosas por su nombre. Ceder ante el racismo y la xenofobia en lugar de enfrentarnos a este problema aparentemente irresoluble que está convirtiendo a millones de personas en ‘poblaciones superfluas’ como consecuencia del desarrollo tecnológico (digitalización, robotización, automatización), la crisis financiera y la contracción de la demanda mundial; levantar vallas para detener a estos millones de personas que intentan escapar del hambre y la guerra en lugar de extender las ayudas de forma universal; llegar a acuerdos con tiranos como Erdogan, Modi o al-Sisi; permanecer en silencio frente a la difícil situación de los rohingya [la minoría musulmana de Birmania]; parecerse cada vez más al enemigo: eso es lo que está haciendo la izquierda oficial y a eso se le llama traición.
No es cierto que no haya diferencia entre la izquierda y la derecha, pero es verdad que la izquierda está desapareciendo rápidamente, como ya sucedió en 1914.