En la montaña nunca he sido muy fast. He disfrutado mucho cumpliendo algunos objetivos, pero aún he disfrutado más haciendo el camino, explorando, demorándome, cambiando de ruta sobre la marcha... Es verdad que a lo largo de los años he participado en varios de los concursos que cada año propone mi club de montaña, el Goiko Mendi de Alonsotegi, como los de 50.000 o 100.000 metros (este año he vuelto a completarlo) o el de Alta Montaña, y que cumplir con ello exigía una cierta planificación que, en ocasiones, podía convertirse en obligación. Pero todos estos objetivos han sido siempre compatibles con una vivencia slow de la montaña.
Este año he decidido que ya toca abordar una de las convocatorias con más solera del montañismo vasco: el Concurso de los Cien Montes. Se trata de ascender 100 de las cumbres recogidas en el catálogo de cimas validado por la Federación Vasca de Montaña / Euskal Mendizale Federazioa cumpliendo la norma de ascender un máximo de 20 cumbres al año y una sola cumbre cada día. Lo empiezo el año en que cumpliré 64, de manera que si... eso (si Dios quiere, si la salud me respeta, si la vida colabora, porque la montaña va a estar siempre ahí), lo terminaré con 69 tacos.
Hoy he ascendido al primero de los Cien: el Arnotegi. Un monte que conozco bien, al que subo varias veces al año. Y me planteo cerrar el concurso en 2029 (si... eso) con el Pagasarri. Son dos montes que siempre han estado muy presentes en mi vida pero que, por distintas razones, hoy lo están mucho más.
Arnotegi (426 m).
Zona de Uzkorta.
Y he subido como espero subir los próximos 99: disfrutando de cada paso, sin prisa, sintiéndome parte de una hermosa tradición. Tan slow que he dedicado buena parte de la mañana a fotografiar algunas de las aves que tienen aquí su hábitat: como el trepador azul (Sitta europaea)...
... el herrerillo capuchino (Lophophanes cristatus)...
... el petirrojo (Erithacus rubecula)...
... el herrerillo común (Cyanistes caeruleus).
Una bonita mañana.