sábado, 26 de octubre de 2013

Mediaciones y ruido: editoriales, librerías e Internet


Sociofobia




Acabo de terminar el libro de César Rendueles Sociofobia, publicado por Capitan Swing y que hoy reseña Javier Rodríguez Marcos en Babelia. No encuentro link al suplemento cultural de El País, pero aquí puede encontrarse la reseña (gracias).
Joven filósofo y profesor en la Complutense de Madrid. Rendueles desarrolla una crítica del ciberfetichismo actualmente rampante entre las izquierdas tan intempestiva como imprescindible. En otro momento volveré a este libro y a su cuestionamiento del supuesto (y aplaudido) fin de las mediaciones en el nuevo entorno digital, de la suntuaria efervescencia social digital en la que tan a menudo desemboca la denominada sociedad red, de la estrecha y limitada comunidad comunicativa en que se convierten casi siempre las redes sociales. Por ahora, baste con esta afirmación de Rendueles (que no es, en absoluto, un tecnófobo):

Las tecnologías de la comunicación han generado una realidad social disminuida, no aumentada. [...] Internet no ha mejorado nuestra sociabilidad en un entorno postcomunitario, sencillamente ha rebajado nuestras expectativas respecto al vínculo social. Tampoco ha aumentado nuestra inteligencia colectiva, sencillamente nos induce a rebajar el listón de lo que consideramos un comentario inteligente.

Como digo, otro día volveremos a las reflexiones de Rendueles. Por hoy, coincidiendo con la publicación en Territorios, el suplemento cultural de Vocento, de un artículo sobre la función de prescriptores literarios que hoy cumplen las redes sociales, me quedo con una reflexión de Rendueles al respecto:

Volviendo al mundo del libro, la mediación especializada desempeña un papel crucial y difícilmente sustituible.Escuchar una canción pop y decidir si merece la pena es un proceso relativamente rápido. A menudo bastan unos segundos para decidir si un contenido es interesante para nosotros o no.Por eso es factible que mediadores no profesionales puedan sustituir a las discográficas, al menos en algunas de sus funciones. La evaluación de novelas o ensayos es un proceso mucho más lento y complejo. Si cada uno de nosotros como lectores tuviera que elegir qué libros son valiosos de entre toda la oferta potencial de escritores que creen que sus textos deben ser difundidos (algo técnicamente posible), desaparecería la cultura escrita tal y como la conocemos. Las editoriales reducen el ruido, algo para lo que Internet no es precisamente una herramienta muy eficaz.
Los comentarios de los usuarios en Internet han empezado a sustituir a la crítica especializada y a la publicidad como elementos básicos en la construcción del gusto literario. Inicialmente pareció un giro democrático que iba a permitir acabar con la dictadura del mercado y los expertos. Pero la realidad pronto ha arruinado esas expectativas: "desde hace tiempo, la presencia de escritores (o aspirantes a escritor) que emplean seudónimo para elogiar sus propias obras ha sido una costumbre cada vez más extendida en los foros, facilitada por el anonimato de Internet (...) En el lado opuesto, también surgieron los usuarios que, de forma anónima, realizaban críticas despiadadas a libros escritos por gente hacia la que demostraban una obvia animadversión (...) Tanto las reseñas como los puestos en los rankings de Amazon.es o Casadellibro.com se han convertido en parámetros que condicionan el éxito de ventas de los e-books y, por ello, tanto las editoriales como, sobre todo, los escritores auto-editados, han elaborado toda clase de estrategias para hacer que sus libros escalen puestos en dichos ranking". Internet no ha hecho desaparecer ni el negocio del libro ni la crítica especializada, más bien ha convertido la crítica amateur en un oscuro negocio. Hay empresas que ofrecen reseñas en Amazon a cambio de dinero. Por ejemplo, GettingBookReviews.com ofrecía veinte reseñas favorables por quinientos dólares. John Locke, el primer escritor autoeditado que vendió un millón de e-books, contrató los servicios de esta empresa para conseguir hasta trescientas reseñas en distintas plataformas. 

El texto entrecomillado que aparece en este párrafo de Rendueles procede del artículo de Yayo Balbás "Negocio de reseñas 2.0", publicado en Cultura Libre.

viernes, 25 de octubre de 2013

Recordando el kibutz y el Israel que pudo ser



Hace muchos años que siento una especial devoción por el escritor israelí Amos Oz. Empezó en 1994, por razones extraliterarias, cuando leí su artículo titulado Oriente Medio: la conjura de los extremistas, al que ya me he referido aquí en otro contexto. Me impresionaron entonces su valentía y su coherencia; su voluntad de hacer resonar una palabra distinta en un contexto tremendamente crispado, alejada de los lugares comunes transitados por unos y por otros, pero particularmente por quienes le eran más próximos; su capacidad para sostener principios universales también en las coyunturas menos favorables. Desde entonces he leído mucha de su obra ensayística y literaria, siempre con gran satisfacción.Pues bien, creo que su última novela, titulada Entre amigos y editada, como casi toda su obra, por Siruelaes de lo mejor que he leído en los últimos tiempos.
El libro contiene ocho relatos que nos introducen en la cotidianidad de uno de aquellos kibutz que, tras la constitución del Estado de Israel, quisieron construir la utopía del socialismo fundado en el trabajo y la fraternidad de la vida plenamente compartida.Por su páginas transcurre la existencia de Zvi Provizor, que siempre andaba a la caza de mañas noticias que comunicar; de Osnat, consagrada al cuidado de los demás; de Moshé Yashar y de Yotam, dos jóvenes que por razones distintas no acaban de compartir el estilo de vida del kibutz; lo mismo que el cerrajero Roni Shindlin, que no puede soportar separarse por las noches de su hijo Yuval, débil y asustadizo, cuando debe llevarlo a dormir a la casa de los niños. Y con ellos, entrecruzando sus vidas, muchos más: el pionero David Dagan, comprometido plenamente con los principios fundacionales del movimiento kibutzim; la indepencdiente Nina Sirota, que pugna por adaptar aquellos principios a los nuevos tiempos; o al anciano y enfermo Martin Vandenberg, con su confianza en que el esperanto acabaría algún día con la maldición de Babel.
Aunque ellas y ellos son los protagonistas del libro -mientras cultivan las huertas o alimentan a las gallinas, mientras deliberan sobre la marcha de la comunidad, se enamoran y desenamoran- en sus páginas encontramos, también , una aproximación a un sueño que no pudo ser, tal vez imposible, pero que en todo caso produce, al menos a mí, una dulce melancolía.

martes, 22 de octubre de 2013

Goodbye, Amazon

Ya he confesado en muchas ocasiones mi insaciable librivorismo. Impulsado por él, a lo largo de los años he adquirido muchos libros en AMAZON. Me ha encantado moverme por sus estanterías virtuales, ojear (ya que no hojear) sus ofertas Hasta hoy. Goodbye, Amazon.
Empecé a tomar la decisión cuando, a principios de agosto, leí en El País una información titulada: "Amazon España desvía sus ventas a Luxemburgo para no pagar impuestos". La información contaba cosas como estas:
"Amazon, el gigante del comercio electrónico, ha reorganizado su actividad en España tras la compra de Buyvip y la apertura de su tienda online española. La compañía ha transformado Buyvip, su tienda de moda, en una empresa de servicios, la ha rebautizado como Amazon Spain Services y la ha adelgazado para llevarse las ventas a Luxemburgo, desde donde factura también el resto de sus productos. Copia con ello el esquema de su otra sociedad, Amazon Spain Fulfillment, que incluso se acoge al régimen de pymes para tributar menos gracias al reducido tamaño que tiene por no facturar sus ventas en España. La compañía fundada por Jeff Bezos, el magnate que acaba de comprar The Washington Post, admite abiertamente en su informe anual que paga menos impuestos sobre beneficios por sus operaciones europeas gracias a tener su base en Luxemburgo. La estructura que ha elegido para lanzar su tienda online en España responde a ese objetivo. Pese al éxito de su lanzamiento comercial, la filial de Amazon declaró en 2012 pérdidas contables de 54.329,8 euros, según las cuentas depositadas en el Registro Mercantil". 

También lo hacen otras grandes compañías: Apple, Google, Sturbucks. Pero lo de Amazon me enfada especialmente: de Starbucks me quite hace mucho tiempo, con Appel no tengo ninguna relación, y lo de Google... bueno, esto tendré que hacérmelo mirar.Pero lo de Amazon me indigna particularmente.

Ahora acabo de terminar de leer la investigación de Jean-Baptiste Malet titulada En los dominios de Amazon, editada por Trama.  Merece la pena. Hay una afirmación en el libro que no comparto: "Cuando el lector compra sus libros en Amazon, elige, consciente o incoscientemente, ignorar el precioso papel que desempeña la librería como lugar de convivencia, de participación, de descubrimiento, de mestizaje y de encuentro. Pero también los empleos de los libreros cualificados que generan esta actividad comercial de proximidad". En mi caso, no ha sido así. Mi librivorismo sólo puede asemejarse a mi librerivorismo. Esta misma mañana he charlado sobre el problema de Amazon con mi librero de cabecera, y él me decía (mientras a su librería llegaba un paquete con el logo de la compañía) que el problema es que Amazon no cumple las reglas de  juego. Pero el libro de Malet sí me ha servido para conocer la existencia de una campaña en el Reino Unido promovida por la revista The Ethical Consumer, para protestar por la política de evasión fiscal que practica Amazon. Lo que proponen es no comprar en Amazon (hay alternativas) y, sobre todo, enviar a la compañía un mail explicando las razones de nuestro boicot.
Yo ya he decidido no volver a comprar un libro en Amazon. Y hoy mismo voy a escribirles un correo explicándoselo.
¡Tiembla, Amazon! O cambia...