sábado, 12 de septiembre de 2020

El lugar

Annie Ernaux
El lugar
Traducción de Nahir Gutiérrez
Tusquets, 2020 [1ª edición en 2002]

"Yo consideraba que él ya no podía hacer nada por mí. Sus palabras y sus ideas no tenían cabida en las clases de francés o de filosofia, en los ratos que pasaba en los canapés de terciopelo rojo de mis amigas de clase. En verano, por la ventana abierta de mi habitación, oía el ruido de su rastrillo aplanando la tierra removida.
Escribo, quizá porque ya no teníamos nada que decirnos".

 
En este breve pero intenso libro autobiográfico Annie Ernaux rememora su historia familiar, centrada en la figura de su padre. Aquel a quien ya nada tenía que decir, que ya no podía hacer nada por ella, de cuyo fallecimiento tenemos noticia al inicio del libro, ocurrido dos meses después de que la autora, tras cursar una licenciatura de letras en la Universidad de Ruan-Normandía, hubiera logrado una plaza como profesora titular en un instituto de Lyon.

Nacido en el seno de una familia de campesinos sin tierras propias, sin apenas estudios, destinado a vivir trabajando la tierra de otros, el padre de Annie Ernaux descubrió que existía otro mundo posible gracias al servicio militar ("París, el metro, una ciudad de Lorena, un uniforme que los hacía a todos iguales") y a su vuelta empezó a trabajar en una fábrica y contrajo matrimonio. Pero la condición obrera no era lo suyo; por eso, con mucho ahorro y un crédito adquirieron un local y pusieron en marcha un café-tienda en un tranquilo barrio de trabajadores. Este será el negocio del que vivirá la familia de la autora hasta la muerte de su padre, a los sesenta y siete años de edad.

Y con la tienda, el padre irá adquiriendo la cultura y la mentalidad del "pequeño tendero": el miedo a que los rojos le arrebaten el negocio, "la crispación de haberse ganado una buena posición con uñas y dientes", la tensión entre el deseo de borrar cualquier rastro de sus orígenes campesinos y su permanente sensación de inferioridad social ("Parecer pueblerino significa que no has avanzado, que vas con retraso en todo, en la manera de vestir, en la manera de hablar, hasta en la manera de moverse. [...] lo inteligente era reconocer nuestra inferioridad y rechazarla escondiéndola lo mejor posible"), la permanente sospecha hacia el Gobierno... y el voto a Poujade.

Annie Ernaux narra con sencillez formal una compleja e intensa historia de desclasamiento. Resulta curioso que el ascenso social de la hija, universitaria y profesora, suponga el distanciamiento con un padre que siempre aspiró a a borrar su origen campesino y a negar su estatus obrero: "Mi padre entró en la categoría de gente sencilla o buena gente. Ya no se atrevía a contarme historias de su infancia, Yo ya no le hablaba de mis estudios". A pesar de que quizá este fuera "su mayor orgullo, o puede que hasta la justificación de su existencia": que su hija perteneciera a ese mundo burgués y cultivado "que lo había despreciado a él".

Un relato ciertamente triste, pero de una tristeza serena y tierna. Reivindicación póstuma de una forma de vida y una cultura, las de su padre, que ella dejó atrás, pero que siguen siendo, en realidad, su primigenio lugar.

miércoles, 9 de septiembre de 2020

El fuego del fin del mundo

Wendell Berry
El fuego del fin del mundo
Traducción de David Muñoz Mateos
Errata naturae, 2020

"De ahí que ahora sintamos con intensidad la necesidad de una ciencia y una tecnología de los límites, de lo doméstico, de eso que Wes Jackson, del Land Institute de Salina, ha llamado el 'regreso a casa'. Una ciencia y unas tecnologías específicamente humanas, que trabajen, como siempre han trabajado los mejores humanos, dentro de las fronteras impuestas por nosotros mismos. Unas fronteras que supongan, como siempre ha ocurrido, la voluntaria aceptación de un contexto, de un lugar determinado, de una comunidad y un vecindario, tanto naturales como humanos".


Este libro es una joya. Una treintena de textos publicados entre 1969 y 2011 que nos descubren el pensamiento y la obra de un campesino (sobre todo), filósofo, poeta y activista cuya mirada sabia y encarnada sobre la realidad lo convierte en una referencia imprescindible. 

Instalado en una granja Kentucky, en las mismas tierras en las que vivieron el tatarabuelo de su  madre y el bisabuelo de su padre ("Toda la historia de mi familia es la historia de su vida en este lugar. Lo que sabemos acerca de nosotros mismos está unido a él"), comprometido plenamente con un modo de vida armónico y sostenible ("Y día tras día me enfrento a la pregunta de qué herencia dejaré yo. De lo que tengo, ¿qué estoy agotando?"), militante de la austeridad ("Esto es todo lo que necesito") y de la comunidad ("Esto nos lleva a la que probablemente sea la mejor definición de una comunidad de seres queridos que podemos lograr: experiencia común y esfuerzos comunes sobre el territorio común al que uno se afana en pertenecer"), dotado de una sensibilidad poética que hace que sus descripciones de paisajes y experiencias alcancen una elevada belleza, he descubierto en Berry a un autor de los que hay que releer, a los que regresar periódicamente.

"Nos hemos equivocado. Tenemos que cambiar de forma de vida para que sea posible vivir según el criterio opuesto: que aquello que es bueno para el mundo sea también bueno para nosotros. Y eso exige que hagamos el esfuerzo de conocer el mundo y aprender lo que es bueno para él. Debemos aprender a cooperar con sus procesos y someternos a sus límites. Y aún más importante, debemos aprender a reconocer que la creación está preñada de misterio, que nunca llegaremos a entenderla por completo. Dejar a un lado la arrogancia y abrirnos al asombro. Recuperar la noción de majestad a la hora de observar la creación y la capacidad de venerar su existencia. No me cabe ninguna duda de que sólo mediante la humildad y la reverencia ante el mundo nuestra especie logrará seguir habitándolo".

Sometimiento a los límites, cooperación con el mundo natural, humildad, asombro y reverencia... Y esto lo escribía Berry ¡en 1968!

Aunque con un discurso radicalmente anticapitalista, Berry insiste en muchos de sus ensayos en la responsabilidad personal e intransferible tanto en relación a la crisis ecológica como a su solución: "Las raíces del problema ecológico se encuentran en nuestras propias vidas y ninguno de nosotros vive en en el Gobierno ni en las instituciones ni en declaraciones o acciones públicas. es en la vida donde hay que cuidar la salud de la naturaleza. Miremos donde miremos, no seríamos más que ingenuos o superficiales si consideramos que podemos corregir aquello que está mal con un simple ajuste en la maquinaria institucional. Lo que se requieren son cambios esenciales en la manera en que vivimos". Lo hace en base a una perspectiva esencialmente ética y espiritual ("Tendríamos una economía diferente si creyéramos que la existencia del mundo está enraizada en el misterio y en lo sagrado") que, seguramente, queda muy alejada del ecologismo mainstream, pero que conecta totalmente con mi propia sensibilidad y perspectiva. Leyendo a Berry me he sentido a la vez sostenido y reconfortado.

El escritor mexicano Fernando Fernández ha publicado en su blog la traducción de un poema de Berry (¡qué lastima no encontrar publicados sus poemas en castellano!) y recoge estas palabras de quien le descubrió al poeta: 

"La obra de Wendell Berry ha crecido desde entonces pero sigue siendo todo eso y sus lealtades son constantes. Con los años aviva su denuncia contra la industrialización y el capitalismo acelerado, redobla su compromiso con la vivencia rural y la conservación, ahínca su fe en el balance y la gracia de un lugar y de la gente que lo habita. 
El lugar es Port Royal, un pueblito minúsculo en Henry County, Kentucky, cerca de la casa de sus padres y de la de sus abuelos. Ahí reside y trabaja junto a su esposa, Tanya Amyx Berry, desde 1964. De ahí salen sus veintitantos libros de poesía, dieciséis de ensayo y otra docena de novelas y libros de cuentos. Ahí reconectan los Berry con lo mejor de una tradición religiosa y púlpito bautista. Ahí crece su promulgada adhesión a la agricultura orgánica y sostenible. El año pasado establecieron un nuevo centro de investigación, estudio y fomento agrícola para la zona. No se cansan de imaginar otra época por venir".

No se cansan de imaginar otra época por venir. No concibo lectura mejor para trabajar para que esa época llegue cuanto antes.