Don Winslow
La frontera
Traducido por Victoria Horrillo Ledesma
HarperCollins Ibérica, 2019
"Siempre ha habido especulaciones filosóficas en torno a la cuestión '¿Y si no existiera Dios?', reflexiona mientras camina entre la aguanieve. Pero nadie ha formulado de verdad la pregunta '¿Y si no existiera Satán?', ni mucho menos la ha respondido. La respuesta a la primera es que se desataría el caos en el cielo y en la tierra. Pero la respuesta a la segunda es que se desataría el caos en el infierno: todos los demonios menores se lanzarían a una lucha amoral por convertirse en el nuevo Príncipe de las Tinieblas".
En el infernal inframundo de los cárteles de la droga se ha desencadenado la guerra entre los demonios menores para ocupar el trono vacante tras la eliminación de Adán Barrera, el otrora todopoderoso líder del cártel de Sinaloa. Traiciones cruzadas, violencia extrema, corrupción, ambiciones desatadas. Y crueldad infinita: la lectura de las páginas 652-653 y 713-714 resulta estremecedora.
Embarcado en
"la guerra más larga que ha librado Estados Unidos, [...] la guerra contra las drogas", Keller es ahora el responsable de la DEA. Pero es precisamente ahora, cuatro décadas después de que empezará su particular cruzada como infiltrado en los cárteles mexicanos (
El poder del perro), ahora que lidera la poderosa organización especialmente dedicada a combatir el narcotráfico, Keller duda radicalmente de la que ha sido la misión de su vida.
Cuando Keller atraviesa Baltimore en tren y observa la sucesión de pabellones industriales abandonados piensa en los miles de empleos desaparecidos, así como en el hecho de que muchos de los trabajadores que antaño se ganaban la vida en ellos ahora son adictos al caballo.
"Keller se alegra de haber tomado el tren en lugar del avión. Desde el aire no habría podido ver todo esto. Están tan centrado en atajar el tráfico de drogas que resulta tentador pensar que las raíces de la epidemia de heroína se encuentran en México, pero su verdadero origen está justo aquí, en decenas de ciudades y poblaciones más pequeñas. Los opiáceos son una respuesta al dolor. Dolor físico, emocional, económico". Y más adelante, ya en las últimas páginas del libro, reflexiona en los siguientes términos:
"Tenemos que preguntarnos qué clase de corrupción es la que afecta a nuestro espíritu colectivo como nación para que seamos el mayor consumidor de drogas ilegales del mundo. Podemos decir que el origen de la epidemia de heroína está en territorio mexicano, pero losopiáceos son siempre una respuesta al dolor. ¿Qué dolor sufre en su seno la sociedad americana que nos impulsa a buscar drogas para aliviarlo, para mitigarlo? ¿Es la pobreza? ¿La injusticia? ¿El aislamiento? Desconozco la respuesta, pero debemos formularnos el interrogante esencial: ¿por qué?".
Una guerra convertida en un negocio millonario: policía,seguridad, prisiones... Una guerra que da pulverizado la frontera entre México y Estados Unidos, enriqueciendo a individuos sin escrúpulos en ambos lados. A esto se añade la corrupción de un gobierno liderado por un presidente, John Dennison -
"magnate inmobiliario y estrella de la telebasura", tuitero empedernido, cuya principal promesa electoral ha sido construir un muro fronterizo que habrá de pagar México y hacer que América sea grande otra vez,
"un racista, un gángster, un narcisista fanfarrón y jactancioso, un fantoche, un hombre que presume de agredir a mujeres, que se burla de un discapacitado, que se codea con dictadores"- a quien Winslow dibuja vendido a los cárteles de la droga.
"[Keller] Ha estado cuarenta años en guerra contra los cárteles
mexicanos. Ahora está en guerra con su propio gobierno. Y son lo mismo.
El sindicato".
Mientras tanto, México pone las víctimas más inocentes en forma, por
ejemplo, de periodistas asesinados por cubrir las guerras del narco: más
de ciento cincuenta, a cuya memoria dedica Winslow este libro.
Con
La frontera Winslow culmina una trilogía que tiene las hechuras de las grandes narraciones épicas. Una combinación perfecta de ficción sobre un fondo de reconocible realidad. Mientras la leía no podía dejar de pensar que Shakespeare o Dostoievsky, si vivieran hoy, se reconocerían en las historias narradas por Winslow.