Ayer el calor bochornoso nos metió en la cama esperando que hoy vendría lluvia. Y lo cierto es que ha amanecido oscuro y nublado. Así que he optado por una ruta que, en caso de necesidad, me permite una rápida retirada. Se trata, en todo caso, de una de mis caminatas favoritas: la cosa es recorrer todo el Valle de Miranda para, al final del mismo, encaramarnos entre peñas y praderíos hasta el cordal que une el Alto de las Grajeras (1.813 m.) con el Pico Rebanal (1.841 m.), y volver por todo lo alto del valle, hasta su inicio.
Al final el día ha resultado de lo más apropiado para andar. Nada que ver con el insoportable calor de estos días pasados. Un día perfecto para haber subido hasta Peña Prieta, como estaba pensado. Otro día será. Igual el sábado.
Pero no hay mal que por bien no venga, y hoy he podido sacar algunas fotos preciosas (por la realidad fotografiada, no por la pericia del fotógrafo, más bien escasa) tanto del valle, con su desolada amplitud y sus caprichosas formaciones rocosas, como de un corzo y una buena cantidad de venados.
Encuentro algunos ciervos con la poderosa cuerna en pleno crecimiento, preparándose para la berrea de septiembre.
Creo que nunca había podido acercarme tanto. Ni a machos como estos ni, sobre todo, a una manada de hembras como esta con la que me he topado bajando ya hacia la entrada del valle..
Mientras cresteaba, también he podido fotografiar las dos cumbres a las que he ascendido en los días pasados: Peña Santa Lucía y Pico Murcia. Tan cerca, tan lejos.