sábado, 6 de abril de 2024

La tierra más salvaje

Lauren Groff
La tierra más salvaje
Traducción de Ana Mata Buil
Lumen, 2024
 
"[P]ensó en lo familiarizada que estaba ahora con estas tierras salvajes que atravesaba, y se sintió orgullosa de sí misma, porque lo que antaño sabía sobre la naturaleza ahora le resultó tan ridículo que se ro en voz alta. Los pájaros se callaron al oír esa voz ronca. [...] No sabía nada en absoluto del mundo natural mientras se criaba en la ciudad y aún así se creía una experta. Y ahora, tras haberse enfrentado al elemento en las condiciones más extremas, tras haber aprendido tanto, era consciente de lo profunda que era su ignorancia y se mareaba solo de pensar cuánto le quedaba por aprender".


Estamos en la Norteamérica del siglo XVII. La protagonista de esta historia es una joven sirvienta que huye de un fuerte inglés en la frontera norte, estragado por la hambruna y la enfermedad, y se adentra en los bosques con la esperanza de llegar a los asentamientos franceses de Canadá.
 
"Y una voz nueva le dijo al oído: Chica, ¿por qué diriges tus pasos hacia el norte?
Corro hacia la vida, corro hacia los vivos, le dijo la chica a esa nueva voz. Lejos de una miserable muerte segura, lejos del demonio que merodea invisible en el asentamiento. Hacia lo que una vez entreví por encima del hombro del gobernados, un pergamino, un mapa, una amplia bahía dibujada al este y una sucesión de ríos como rayos del sol que escalaban siempre rumbo al norte desde allí. [...]
Pero no conoces las dimensiones de este lugar, ¿verdad?, dijo la voz con sorna".

Y así, guiada por la imagen fugaz de un mapa, por la ignorancia del salvaje territorio en el que se internaba y, sobre todo, por su férrea voluntad de sobrevivir, la joven se enfrentará al frío helador, al hambre, a las fieras salvajes (o no tanto: su encuentro con un oso me ha recordado Creer en las fieras, de Nastassja Martin), la joven avanzará sin descanso, internándose cada vez más en los bosques:
 
"Tomo conciencia de los ojos que la vigilaban.
Y aunque se imaginó que eran los ojos hostiles de los hombres, en realidad eran los ojos del propio bosque, que observaba a esa nueva forma de criatura de respiración entrecortada y sonoras pisadas y acre hedor humano, todas las aves nocturnas y las criaturas deambulantes se detenían en un asombro silencioso conforme asaba la chica. [...] Tuvieron que transcurrir horas desde su paso por el bosque para que la chica se convirtiera para ellos en un sueño extraño apenas recordado entre las urgencias del momento"

Porque la protagonista también huye de la violencia machista, que en el fuerte atribuían exclusivamente a los impíos powhatan, habitantes originarios de aquellos territorios y enemigos de los colonos. Y aunque ella sabía que esta acusación no era totalmente cierta ("porque esa brutalidad de los cuerpos de los hombres... ella, sí, ella misma, también la conocía") el miedo a los otros hará que evite todo contacto con "las gentes de esta tierra, que han ayudado  a hombres y mujeres y niños del fuerte y los han mantenido con vida".

Una historia de supervivencia a la altura de clásicos como Jack London o James Oliver Curwood, pero que supera a estos autores en profundidad y emoción. Supervivencia simbiótica, adaptativa, orgánica, hasta espiritual, muy alejada de las narrativas coloniales y violentas de aquellos autores.

viernes, 5 de abril de 2024

Nieve en abril

Miércoles y jueves en la Montaña Palentina. Aunque la meteorología no era la más propicia. Durante los días de Semana Santa estuvo nevando bastante y en los altos el espesor era considerable. El espesor y la esponjosidad característica de esta "nieve primavera", que tanto dificulta moverse por la montaña.

El miércoles salí temprano de casa y a las 10:00 aparcaba en las inmediaciones de La Lastra con la intención de subir hasta Peña Santa Lucía y, una vez allí, ya se vería. No se veía nada. Nieve blanda, como esperaba, en la que me hundía hasta más arriba de la rodilla. Y muchísima niebla.
 


 







Peña Santa Lucía.






Por la tarde paseo por los alrededores del embalse de Camporredondo y encuentros varios con la fauna del lugar.
















El jueves fui a Cardaño de Arriba con la intención de subir hasta el Pozo de Las Lomas y, lo mismo que el día anterior, una vez allí ver y decidir qué hacer. Al ser una zona más elevada que la de Santa Lucía y caracterizarse por la elevada acumulación de nieve (fue una de las zonas escogidas para construir la polémica estación de esquí de San Glorio, afortunadamente descartada) avanzar, incluso con la ayuda de las raquetas, estaba complicado y exigía un esfuerzo considerable. La nieve cubría piedras, matorrales y arroyos, pero sin la dureza suficiente como para no convertir casi cada paso en una lotería: ¿me hundiré o no me hundiré, hasta dónde?
 


 









El Pozo de Las Lomas, cubierto de nieve, apenas deja intuir su perímetro.

Agujas de Cardaño.
Adiós y vuelta para casa. Hasta el verano.