Radicalizado: Cuatro distopías muy actuales
Traducción de Miguel Temprano García
Capitán Swing, 2022
"Martin sabía que el Suceso era inminente. Lo cierto era que el mundo ya no necesitaba a toda esa gente, y el mercado lo había dejado muy claro, empujándolos a sitios cada vez más pequeños e incómodos. [...]
Hay que reconocerles a los socialistas que lo vieron venir. Sabían que el mundo se dirigía a un estado en el que el número de betas y gammas que necesitaban los alfas para que los sistemas siguieran funcionando superaría con mucho la demanda, y que esas personas innecesarias irían siendo apartadas, primero poco a poco y luego de golpe. Aunque no se dejarían apartar sin pelear, claro. ¡Claro! ¿Quién lo haría?
Era como la gentrificación de los barrios, pero a gran escala".
A lo largo de mi vida he leído mucha, muchísima ciencia ficción, pero hacía tiempo que no encontraba nada nuevo que me enganchara o, al menos, me entretuviera mínimamente. Hasta que he dado con el canadiense Cory Doctorow, cuya obra apenas si se ha publicado en España.
Radicalizado es, si no me equivoco, su libro más reciente. Cuatro relatos muy diferentes entre sí vinculados por el protagonismo que en todos ellos tiene la tecnología. Un protagonismo en absoluto liberador, en la línea de
Black Mirror.
En el primer relato, "Pan no autorizado", las empresas fabricantes de electrodomésticos han conseguido fabricar unos aparatos que sólo funcionan si se utilizan en combinación con otros productos de las mismas empresas: el horno con un determinado tipo de pan, el lavavajillas para platos de una cierta marca, la lavadora con un cierto detergente... Cuando las empresas fabricantes de estos electrodomésticos quiebran como consecuencia de complejas operaciones especulativas ejecutadas por un gigantesco fondo buitre, volviéndolos inutilizables, la protagonista, Salima, consigue hackear su horno ("Podría lavar los latos en el fregadero, pero ¿cómo diablos se suponía que iba a hacer las tostadas, con una vela?") haciéndose con el control del mismo: "Era un nuevo tipo de horno, un horno que aceptaba órdenes en lugar de darlas". Tras este logro Salima desbloqueará su lavavajillas, su lavadora y, tras estos, los electrodomésticos de sus vecinas, inmigrantes y refugiadas como ella misma, llegadas a Boston procedentes de diversos países de Oriente Medio y de África. Después vendrán los ascensores de las Torres Dorchester, donde residen, unos edificios fuertemente segregados en los que los elevadores "dan prioridad a la parte del edificio con alquileres a precios de mercado", mientras que las habitantes de rentas sociales o subsidiadas debían esperar largo tiempo hasta poder utilizarlos. Llevar la "libertad tecnológica a sus hogares" se ha convertido en el centro de la vida de Salima: "tomar el control de la tecnología que la rodeaba, la que utilizaban aquellas fuerzas lejanas y sin rostro para tomar el control sobre ella". Una oportunísima reflexión sobre las restricciones de libertad personal que asumimos, tantas veces sin reflexionar sobre ello, cuando usamos la tecnología.
En el segundo relato,
"Una minoría modélica", un súper héroe de origen extraterrestre de gran parecido a Superman llamado
"el Águila Americana" se enfrenta a la policía de Staten Island cuando cuatro patrulleros blancos propinan una brutal paliza a un conductor negro, al que hieren gravemente y acusan falsamente de resistencia y de posesión de drogas.
"Sólo quiero asegurarme de que un hombre tiene un juicio justo", le dice a
Bruce, un
playboy multimillonario compañero (secreto) de el Águila
"de la misma larga guerra contra el crimen y los supervillanos". Pero esta vez Bruce no apoya su lucha:
"Tu causa es buena. Pero esto no lo puedes ganar. Tienes que entenderlo. No puedes interponerte entre ese pobre desgraciado y lo que le va a hacer el sistema". Ni siquiera siendo un súper héroe.
El tercer relato, "Radicalizado", cuenta la historia de un hombre indignado cuando descubre que su seguro no cubre el tratamiento que podría dar alguna esperanza de supervivencia a su esposa diagnosticada de cáncer: "Joe estaba furioso. No podía enfadarse con el cáncer, pero podía enfadarse fría y mortalmente con la compañía de seguros y sus empleados. Trabajaba en una empresa de primer nivel que figuraba en la lista de Fortune de las cien mejores compañías, y había contratado el paquete de seguros más caro -cada mes le quitaban más de mil quinientos dólares de su nómina para pagarlo-, y ahora un hijo de puta sin rostro había decidido que ni siquiera iban a intentar salvar a su mujer de una muerte grotesca y dolorosa". Enganchado al foro "Que le Den Por Culo al Puto Cáncer de Mierda", un foro online "para gente muy cabreada cuyos allegados estaban muertos o muriéndose" se introducirá en un oscuro mundo en el que la violencia terrorista empieza a plantearse como la única opción frente a un sistema sanitario absolutamente mercantilizado.
El cuarto y último relato,
"La máscara de la muerte roja", es la recreación del famoso
relato homónimo de Edgar Allan Poe en un presente amenazado por el colapso ecosocial, donde un grupo de
preparacionistas (o supervivencialistas) se encierran en un refugio denominado
"el Fuerte del Día del Juicio Final", dotado de las medidas de seguridad más sofisticadas. No solo el título, también el final está calcado del relato de Poe.
Cuatro historias cargadas de ingenio, mala leche y crítica anticapitalista.