sábado, 26 de marzo de 2022

Los condenados de la metrópolis

Andrea Staid
Los condenados de la metrópolis
Traducción de Raquel Bermúdez
Bellaterra, 2021

"Estas experiencias breves pero intensas me han hecho entender que antes de emprender el viaje no hay un cálculo 'utilitarista' del migrante que estudia en una mesa los datos económicos y sociales para escoger el mejor país al que ir; aquel que le ofrece las mejores oportunidades con los mismos riesgos. Más bien parece que nos encontramos ante auténticas fugas: lo primero que se piensa es en escapar del propio país, luego todo lo demás. Por lo tanto, el migrante busca una libertad negativa, busca 'liberarse de'. De modo que  partir es la última alternativa en busca de algo desconocido, pero ciertamente mejor que su condición actual".


Estos días, en los que se multiplica la solidaridad con las personas refugiadas que salen de Ucrania huyendo de la guerra criminal de Putin, conviene recordarnos que la distinción entre personas refugiadas y personas migrantes es más una convención jurídico-administrativa que una diferencia real: unas huyen de la guerra o la persecución política, otras se fugan de la prisión de la pobreza y del campo de concentración de la ausencia de futuro. Sin retroceder ni un milímetro en nuestra solidaridad para con las personas ucranianas debemos reconocer que estamos lejos, muy lejos, de alcanzar los mínimos de solidaridad que precisan las personas migrantes que ya habitan en nuestras ciudades o que intentan cruzar nuestras fronteras.

Este libro nos permite acercarnos a las vidas de quienes ya están aquí, mujeres y hombres (fundamentalmente) que habitan la ciudad invisible, muchas veces ilegítima, la del robo o el tráfico de drogas, siempre precaria y casi siempre al servicio de quienes, gracias a su condición de ciudadanas y ciudadanos, habitan en la ciudad legítima. Las personas migrantes que aparecen en sus páginas no son las más fáciles de observar, reconocer y tratar:

"En Los condenados de la metrópolis hablo de hombres y mujeres que no han aceptado vivir acampados entre cadáveres de automóviles en la periferia o en cobertizos abandonados, que creen que no es justo trabajar ocho horas al día en un campo de tomates por 20 euros, arriesgándose igualmente a acabar en la cárcel por clandestinos; hombres y mujeres que no aceptan que se les encierre en un CIE, las galeras étnicas de nuestros tiempos, no por haber cometido un crimen, simplemente por haber nacido en otro país. Hombres y mujeres que después de afrontar un viaje largo y trágico, creen que es injusto no tener ningún tipo de derecho ni acogida humana, y por esta razón deciden rebelarse".

Su rebelión no es política, ni colectiva; no pretende impulsar ninguna revolución. Es una rebelión individual, adaptativa, táctica,un buscarse la vida en los rincones oscuros y los patios traseros de una sociedad que, a pesar de tantos siglos transcurridos, sigue funcionando con la misma lógica que enunciara Aristóteles en su Política: "Lo cierto es que no hay  que elavar al rango de ciudadano a todas las personas que necesitan de la ciudad para existir" (Traducción de Patricia de Azcárate, Espasa-Calpe, 1978, 13ª ed.).

domingo, 20 de marzo de 2022

Diario de una soledad

May Sarton
Diario de una soledad
Traducción de Blanca Gago
Gallo Nero, 2021

"No cabe duda de que la soledad es un reto, y mantener el equilibrio dentro de su seno, un frágil propósito. Pero no debo olvidar que, para mí, estar con gente, incluso con una sola persona muy querida durante un cierto tiempo sin soledad, es aún peor. Pierdo el centro y me siento dispersa, aislada, rota. Necesito tiempo a solas para meditar sobre mis encuentros con los demás, para extraer su jugo, su esencia, y entender así qué me ha sucedido realmente como consecuencia de todo ello".


Hace unos meses nos encontramos con la poestisa May Sarton cuando esta empezaba su etapa vital en la casa campestre de Nelson, donde desarrolla su anhelo de raíces, ejemplificado en la trabajosa rehabilitación de la casa y en su dedicación al cultivo de plantas y flores. Escrito en forma de diario, este segundo libro es el envés o la cruz del anterior:

"Anhelo de raíces me ha granjeado muchos amigos en este oficio -así como una serie de conocidos que me ven como a una amiga íntima, a los cuales ya es más difícil responder-. Aún así, he empezado a darme cuenta de que el libro presenta una visión falsa que yo no siquiera pretendí ofrecer, pues apenas menciona la angustia -o los arrebatos de ira- de mi vida en este lugar. Ahora espero abrirme camino entre las abruptas y rocosas profundidades para llegar al núcleo de la matriz, donde aún quedan iras y violencias no resueltas"

May Sarton vive una soledad elegida, aliviada por encuentros con amigas y viajes para presentar sus obras; aunque a veces es esta vida social, no siempre elegida, la que se ve aliviada por la soledad. Que tampoco es siempre sanadora, pero sí irrenunciable.
 
Aunque el trabajo en el jardín le sigue reportando sensaciones muy placenteras, la luminosidad de las plantas ornamentales se ve ahora sustituida a menudo por las espinas de la depresión. La autora es plenamente consciente del coste emocional que supone una vida como la suya, independiente de lazos familiares o afectivos, fundamentalmente solitaria, pero sin la cual no hubiera podido crear su obra literaria y ensayística. Personas muy queridas van desapareciendo de su vida y ella misma confiesa que durante su estancia en Nelson "h[a] estado cerca de suicidar[s]e más de una vez". A punto de cumplir sesenta años, la autora certifica el imparable declive de su relación con "X.", hasta su ruptura definitiva. También es tiempo de despedirse de la casa y los paisajes de Nelson: 

"Ha llegado la hora de un cambio. Tengo el ánimo por las nubes solo de pensar en ello; vivir cerca del mar, el ritmo de las mareas... un sueño guardado durante mucho tiempo que ahora, por fin, se hace realidad, pues al empezar a buscar casa antes de venir a parar a Nelson, lo primero que hice fue buscar en la costa. Pasarán un par de años hasta que pueda mudarme, tiempo para sentir y preparar el camino".

Anhelo de olas y mareas...

Primavera