sábado, 2 de mayo de 2015

¿Hasta luego, Pablo? Si sólo fuera eso...



Ayer, mientras recorríamos la Gran Vía de Bilbao conmemorando y actualizando el 1º de Mayo, salió en la conversación, como no podía ser de otra manera, el asunto de Juan Carlos Monedero y su salida "sí-pero no-pero sí" de Podemos, tanto en sus formas como en su fondo. Entre quienes lo comentábamos había de todo, tanto sindical como políticamente. Todas y todos, eso sí, con biografía militante que se remonta a los años Setenta y que ha continuado, con peripecias diversas, hasta hoy. De esa conversación, prolongada tras la manifa en torno a unas cervezas, y de alguna otra cosa que había ido rumiando en los días pasados tras la lectura del libro titulado Hasta luego, Pablo, tiro para escribir este comentario.

En primer lugar, en lo que la decisión de Monedero pueda tener de hartazgo por una exposición mediática tan extrema e injusta como la que ha venido sufriendo en las últimas semanas, todas y todos comprendíamos perfectamente su reacción."No estoy dispuesto a que me roben el alma", ha dicho, y quienes estábamos ayer en la conversación (casualidad, con experiencia en la política institucional sin haber querido ser políticos "profesionales") nos identificábamos con él. Yo mismo he reflexionado sobre esto al revisar mi paso por el Senado, a partir de un incisivo artículo de Fernando Vallespín. Mi reflexión terminaba así:

Volviendo al artículo de Vallespín con el que hemos abierto esta reflexión: “La cuestión fundamental, por tanto, es saber si quien se dedica a la política puede seguir conservando la identidad de su anterior origen, o si lo político consigue disolverse en sus lógicas propias. Hoy la mayoría de los políticos son ya casi todos «políticos de profesión», no de vocación, por valernos de la distinción weberiana. Y los que sobreviven en la política, sean doctores, intelectuales, juristas o trabajadores del metal, se ven tan fagocitados por ella, que al final su formación anterior queda como mera anécdota curricular”. Mi respuesta personal a esta cuestión es bien clara: no, no puede. Mi experiencia me dice que la política, hoy en día, soporta mal que quienes se dedican a ella quieran mantener aspectos fundamentales de su identidad: como militante ciudadano, como intelectual crítico, como creyente. La política, tal como hoy se vive, obliga a elegir entre todas esas pertenencias hasta dejar prácticamente sólo una: la de político profesional.
Mucho tiene que ver esto con algo que escribe el jurista italiano Luigi Ferrajoli, sometiendo a una severa crítica la actual crisis del reclutamiento el personal político, que contribuye de manera destacada a la quiebra objetiva de la participación de la ciudadanía en la vida pública: “Desvanecida la vida política en las viejas secciones territoriales, desecado el debate de base y los tradicionales canales de selección de grupos dirigentes, el recambio del estamento político queda inevitablemente confiado a las relaciones personales, o, lo que es peor, a las de carácter familiar y clientelar de los dirigentes. El resultado es una caída de la calidad no solo profesional, sino también moral e intelectual de toda la clase política” (Poderes salvajes, Trotta 2011).
“Hemos dado ya por perdido un mecanismo fluido de ida y vuelta entre política y sociedad civil que permita mantener el atractivo del servicio público”, concluye Vallespín.
Yo tenía el billete de vuelta a la sociedad civil desde el mismo momento en que fui elegido. 

Sin embargo, más allá de esta comprensión, la conversación se centró especialmente en la dificultad que hoy tienen las gentes de izquierdas para asumir las exigencias de la práctica política organizada.

En su entrevista en Radiocable, Juan Carlos Monedero indica que la razón de fondo por la que deja Podemos tiene que ver con su desacuerdo con el proceso de institucionalización que : “Desde que nace Podemos tiene dos almas. El alma de donde viene -el del 15M- y la propia conversión en partido político que te sitúa en un ámbito institucional con una serie de reglas. Yo creo que hay que mantener una tensión entre ambos polos, porque el riesgo de que seas rehén de esas exigencias es muy alto”. El riesgo de que esta institucionalización, imprescindible para actuar en el campo de la política electoral, acabe devorando la potencialidad transformadora de la nueva organización está ahí, por supuesto.

El problema es que los diagnósticos certeros sobre la posibilidad de una deriva del proyecto original hacia el terreno castoso de la mera electoralización fracasan cuando de proponer alguna alternativa ser trata. ¿De verdad cabe pensar que esa alternativa a lo existente vamos a encontrarla en Negri?

Un ejemplo de esta asincronía radical entre diagnóstico crítico y propuesta reconstructiva la encontramos en el libro, antes citado, Hasta luego, Pablo, subtitulado "Once ensayos críticos sobre Podemos". El diagnóstico que las autoras y autores de los ensayos hacen sobre Podemos puede resumirse (en mi personal lectura, por supuesto, así):

A)  Batallitas personales, choques de egos que se hacen pasar por críticas políticas:
  • "Salta a la vista que a los responsables presentes de Podemos les importa poco lo que gentes como yo, desde la marginalidad, tengan a bien decir" (p. 179).
  • "No creo que haya engaño alguno en el discurso de Podemos -y eso que lo suyo es recordar, para quienes gustan de la genética, que alguno de sus dirigentes, y esquivaré nombres, era años atrás un estalinista exultante y un socialdemócrata vergonzante, para haberse convertido hoy en un socialdemócrata exultante y un estalinista vergonzante" (p. 195).
B) Rechazo de las siempre imperfectas herramientas políticas realmente existentes (en este caso Podemos) y proclamación de otras supuestamente mejores, o de otras posibilidades de transformación, sin ofrecer ninguna prueba de su existencia:

"La aparición de una nueva válvula de escape sistémica que sustituya a las viejas válvulas obstruidas podría acabar en un simple intercambio de élites al tiempo que se pone fin a un proceso de genuina revuelta popular basada en la autogestión desde abajo. De ser así, tendremos que concluir que se ha dejado pasar, una vez más, la oportunidad de un verdadero cambio político capaz de ofrecer una salida del capitalismo" (p. 65). 

C) Aristocratismo: en el fondo para esta izquierda post-Podemista o au-delà de Podemos el pueblo, la gente, es una masa consumidora de emociones, experiencias y mitos, que se deja engañar con pasmosa facilidad:
  • "El discurso de Podemos no deja de ser retórica producida por élites para consumo masivo del pueblo" (p. 64).
  • "El gran logro de Podemos radica en un acto confiscatorio, extractivo, avalado como autoridad moral por el tirón de las audiencias televisivas: saca el voto público de la movilización de las calles para recepcionarlo como voto particular bajo su marca" (p. 26). 
  • "Estamos, pues, ante una elites culturales que dirigen al pueblo y no, en ningún caso, ante el pueblo que se organiza a sí mismo para alcanzar sus intereses objetivos" (p. 60).
  • [Analizando la asamblea de Vistalegre] "Todo [...] estaba cuidadosamente preparado para inducir al público al fervor de lo espectacular, para dejar en segundo plano los contenidos que se iban a tratar y para centrar el encuentro en la representación. [...] El primero en entrar en escena, como no podía ser de otro modo, fue Pablo Iglesias; literalmente, la cara del partido. Antes siquiera de que se pronunciase, antes incluso de que subiera al estrado, las gradas ya habían estallado en júbilo. Sólo por verle aparecer" (pp. 71-72).
  • "Con la ventaja de ser las caras reconocibles de Podemos, gracias a su cobertura mediática, no tuvieron más que aparecer sobre el escenario para empezar a recibir aplausos. Con sólo elevar un poco el tono de voz hacían estallar las gradas de emoción" (p. 76).
D) Críticas que nacen de la convicción de que la visión del mundo de quien las formula es tan correcta que se olvida de que la tiene. Es, por ejemplo, el caso de quien critica a Podemos por su posición (o ausencia de esta, en según que casos) ante el soberanismo, particularmente el catalán. La cita es larga, pero necesaria:

"Día 5 de febrero de 2015. Una clase de primero de la ESO en un centro de secundaria de enseñanza pública de El Vendrell, la pequeña comarca del Baix Penedès en los Països Catalans. Cuatro niños acaban un trabajo de la asignatura optativa de introducción al periodismo. Consiste en crear en grupo un periódico completo con su portada, sus noticias, secciones, etc. En la portada de su periódico, que lleva por nombre Demà (Mañana), una noticia destaca por encima del resto. El titular dice: 'Pablo Iglesias gana las elecciones al PP y al PSOE e impide la independencia de Catalunya'. Preguntados, como el resto de alumnos, sobre por qué han creado o inventado tal noticia, los cuatro responden al unísono: 'Es el único que puede hacerlo'.
Es sólo una anécdota sin más importancia, y evidentemente sin ningún valor estadístico, pero tiene relación con lo real sin recoger por ello las intenciones reales de Podemos (hasta el nombre del partido ha desaparecido). Nos indica, con todo, que hay parte del mensaje de Podemos que escapa de las manos de los que diseñaron o diseñan las formas del programa y, seguramente, de los miembros de la organización. ¿Qué habrá llegado a esos cuatro niños de El Vendrell, desde la televisión o desde sus familias, para que atribuyan la característica de antiindependentista a Pablo Iglesias y piensen que es él -y su fuerza política, añadimos nosotros- el único que puede parar con éxito la independencia de Catalunya?" (pp. 154-155).

Está claro lo que les ha llegado a esos cuatro niños: nacionalismo (catalán, en este caso) por un tubo.

E) Sorprendentes teorías que explican la existencia de Podemos en función de los intereses ¡del PP!

"[Muchas explicaciones del sorprendente ascenso de Podemos] remite[n] a los intereses electorales  de un partido, el Popular, que en la trastienda estaría moviendo, con algún riesgo pero innegable inteligencia, sus peones. Necesitado de movilizar a un electorado cuya confianza ha ido perdiendo, el PP no habría hecho ascos al ascenso de Podemos por cuanto entendería que éste es un rival interesante a efectos de poner en marcha la estrategia del miedo. [...] Y es que, y a la postre, si una sociedad conservadora acaba por tolerar el ascenso de Podemos, ¿no será porque este último es la última vuelta de tuerca de un proyecto conservador? Las cosas como fueren, bien pudiera ser que quienes -los responsables de Podemos- creen dirigir audazmente un proceso sean rehenes de los designios de otros" (pp. 201-202). 

F) Críticas ciertas, pero injustas, en la medida en que desde una mirada específica sobre la realidad (la feminista, la antimilitarista, la ecologista o la del sindicalismo anarquista) se descubren las carencias o ambigüedades de Podemos en estos campos, que son muchas, sin duda, pero porque no son un movimiento social, sino un partido:
  • "'¿Vosotros creéis que Podemos puede presentarse a unas elecciones planteando el decrecimiento cuando los demás van a ofrecer lo contrario? Nosotros creemos que no´, ha afirmado Juan Carlos Monedero" (p. 93).
  • "Tenemos que aprender que estatalizar una parte de la economía y/o gestionarla con otra racionalidad (nacionalizaciones) [tal como plantea Podemos, sin romper con el 'régimen de la ganancia y las desigualdades', no es sino un engaño" (p. 111). 
  • "Podemos no es mínimamente feminista" (p.123).
  • "¿Puede permitirse Podemos un rechazo del antimilitarismo y pacifismo arraigado en este pequeño punto del imperio? Podemos aspira en su mensaje táctico a cierto eclecticismo que permita aglutinar gentes de todos los espectros. Por eso tal vez renuncia a una definición cerrada, que impida la adhesión de quienes pertenecen a alguna orientación más o menos definida, pues quiere ganar las mayorías, y las mayorías, en una cultura pluralista y posmoderna como la nuestra, huyen, se supone, de etiquetas indelebles y de lo que llaman 'radicalismos'. No vamos a entrar en la discusión de si esto es más o menos acertado desde el punto de vista estratégico: nos limitamos a constatar este juego táctico" (p. 150).
G) Y también hay en el libro muchos buenos análisis, que dan en el clavo cuando plantean el difícil reto al que se enfrenta Podemos al querer construirse en organización política. Pero acertar en este diagnóstico es lo más fácil, y la historia de las izquierdas abunda en casos a partir de los cuales reflexionar al respecto.

Por cierto: Podemos nació de este espacio izquierdista que tiene una inmensa capacidad de descubrir las carencias de cualquier proyecto político institucionalizado, pero que presenta una inmensa debilidad a la hora de construir alternativas. Tal vez ahora sean más conscientes de la injusticia que encerraban algunas de sus críticas.  

Miles de personas salen a la calle en Donostia, Bilbao y Gasteiz a celebrar el 1 de mayo

Ayer, 1 de Mayo, mientras nos manifestábamos en Bilbao, se me ocurrió pensar que la mayoría de quienes estamos en las izquierdas, en realidad no necesitamos que nuestra sociedad cambie. Lo deseamos, queremos que cambie, pero aunque no cambie la vida ya nos va bien. Es la ideología la que nos lleva a proponer el cambio, no la necesidad material. Por eso podemos permitirnos el lujo de abandonar las instituciones o las organizaciones cuando estas ponen en jaque nuestras convicciones, nuestros valores, nuestra conciencia.
Y claro que tiene que haber límites: ¿pero tantos, y tan pronto? 
En esto, como en tantas cosas, me quedo siempre con Camus: "Entre la locura de quienes no quieren nada de lo que es y la sinrazón de quienes quieren todo lo que debería ser, los que quieren realmente algo, y están dispuestos a pagar su precio, serán los únicos en conseguirlo".

"Hasta luego, Pablo", dicen. Y se van de Podemos, o del PSOE ("hasta luego, Pedro"), o de Izquierda Unida ("hasta luego, Alberto"), o del PSE ("agur, Idoia"). Se van para que no les roben el alma, para salvaguardar sus principios éticos y morales... Lo comprendo. El problema es que el mundo sigue igual.