1. Tras las elecciones de abril fue imposible conformar un gobierno de coalición entre PSOE y UP, opción que contaba con el apoyo -apoyo urgente en algún caso- de otras fuerzas políticas, como ERC, PNV o Bildu. Pero el PSOE no quería gobernar con UP (empezó mareando la perdiz con el gobierno de cooperación, vetó a Iglesias, cuando tuvo que negociar lo hizo a la carrera y con displicencia, y al final supimos que tal posibilidad desvelaba a Pedro Sánchez) y UP fue tan torpe (o tan resentido) como para hacer naufragar la forzada propuesta del PSOE de una vicepresidencia y competencias en Vivienda, Sanidad e Igualdad al reclamar desde la tribuna del Congreso (por tanto, fuera de lugar) los dos huevos duros de las políticas activas de empleo.
2. En el escenario de abril podía tener sentido discutir si la mejor opción para UP era exigir su entrada en el gobierno (y arriegarse a perder cualquier rasgo de movimiento crítico transformador) o influir sobre un gobierno del PSOE en solitario incorporando a un acuerdo de legislatura políticas progresistas y vigilando su cumplimiento desde una oposición constructiva. Así lo apuntó en algún momento Alberto Garzón.
3. Ya entonces mi opinión era que lo que España necesitaba era un gobierno de coalición progresista que pudiera plantearse un horizonte de al menos dos legislaturas. Hoy, tras las elecciones de ayer, lo considero aún más necesario. España necesita conformar un gobierno que aspire a afrontar (no digo resolver) en los próximos años una serie de retos que no podemos continuar ignorando o mal encarando: la crisis de cohesión social, de la que la exclusión social (8,5 millones, el 18,4% de la población según el
VIII Informe Foessa) es su más evidente expresión; la emergencia feminista, de la que las más de mil mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas desde 2003 son la más grave manifestación; la emergencia climática; la construcción de un país hospitalario, abierto a la migración y al refugio; la crisis territorial, que en estos momentos agita Cataluña, pero que en realidad es una crisis histórica, estructural, de la construcción nacional española. Para ello, se necesita un gobierno estable, capaz de generar confianza y reconstruir diálogos también con las fuerzas nacionalistas de Cataluña y de Euskadi
4. Un acuerdo fundado sobre la "abstención responsable" que permita la investidura de Pedro Sánchez (como se planteaba en abril y, parece, se plantea también ahora por parte del PSOE) es pan para hoy y hambre para mañana. Su resultado sería un gobierno débil e inseguro, escasamente fiable que, estoy convencido, acabaría por generar frustración en el electorado.
5. Pero los números... En abril PSOE y UP sumaban 165 escaños, y el apoyo externo de las fuerzas que sumaron sus votos para ganar la moción de censura contra Rajoy les hubiera permitido navegar por encima de los 176 escaños. Ahora, PSOE y UP sumarían 155 escaños diez menos. Pero el apoyo de Más País, PNV, Bildu o ERC volvería a situarlos por encima de la mayoría absoluta.
6. ¿Gobernar con el apoyo de nacionalistas e independentistas? ¿A cambio de qué? A cambio de nada que no tengamos que afrontar ineluctablemente: un diálogo abierto sobre la vertebración de España, siempre en crisis, que en mi opinión sólo puede tener una solución federal, pero que en todo caso tendrá que contemplar mecanismos viables (al modo de la ley de claridad canadiense) para resolver democráticamente conflictos soberanistas.