domingo, 18 de octubre de 2015

El arzobispo y el escándalo

Regresando ayer en tren desde Barcelona, alternando lecturas durante las seis horas y media que dura el viaje, di con este párrafo en la novela de Donna Leon Las joyas del Paraíso
Están borrachos de poder, esos hombres que hay en lo más alto. Por favor, no me digas que ya me avisaste. No es la fe más básica lo que me da problemas, porque aún creo en todo: en que Él vivió y murió para que nosotros pudiéramos ser mejores y todo -sea lo que sea ese todo- fuese mejor. Pero no con estos payasos al mando, estos necios que dejaron de pensar hace cien años (hoy me siento generosa y por eso he eliminado un cero de la cifra).
Quien así habla es Cristina, una inteligente mujer veneciana, monja y profesora universitaria.

Lo que escribe Leon podría aplicarse perfectamente a las terribles declaraciones del arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares: "¿Esta invasión de emigrantes es todo trigo limpio? ¿Cómo quedará Europa dentro de unos años con la que viene ahora? No se puede jugar con la historia ni con la identidad de los pueblos”
El mismo Cañizares que en 2006 juró bandera en la Academia de Infantería de Toledo.
Clarisimamente, un patriota: que tiene tan claras sus fronteras políticas como confusas sus fronteras morales.



Antes que él ya lo hicieron el entonces cardenal arzobispo de Toledo y primado de España, Francisco Álvarez, y su antecesor en el cargo, Marcelo González Martín. Debe ser lo que se espera del cargo. Si esto lo llegan a hacer -con la senyera- los obispos catalanes.Me parece impresentable.
En su momento publiqué una columna de opinión al respecto en EL PAÍS

 

Tres días después de sus escandalosas declaraciones, a través de un comunicado se ha medio retractado, aunque lo que más claramente ha hecho es denunciar que se siente víctima de un linchamiento y que sus palabras se han manipulado. Pero no, no se han manipulado. Miente, luego no se arrepiente.
¿Linchamiento, dice? Él conoce mejor que yo lo que tres de los cuatro Evangelios (Mateo 18, 6-9; Marcos 9, 42-48; Lucas 17, 1-2) señalan para quienes escandalizan a la gente sencilla (no sólo a los niños) y creyente. Lo de la piedra de molino en el cuello, sí.