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La televisión actual es un buen ejemplo de que la competencia no siempre mejora la calidad de los productos que se nos ofrecen. Siempre se nos dice que los mercados competitivos permiten que aumenten y se diversifiquen las ofertas, y que esta diversificación acaba siempre jugando a favor de las personas consumidoras; pero yo, sinceramente, cada vez me lo creo menos. Cada vez tenemos más compañías de teléfono móvil, más operadores de internet, más marcas de ordenador, pero no sé si todo esto significa mejor servicio.
Lo mismo pasa con la televisión: sin caer en ninguna añoranza de aquellos tiempos de la televisión única (bueno, de las dos únicas cadenas de mi infancia: TVE1 y TVE2), tiempos de blanco y negro, de lo tomas o lo dejas, lo cierto es que hoy en día, cuando la oferta de canales es infinita, escucho a muchísimas personas quejarse de la baja calidad de los contenidos que nos ofrecen, con unos mismos productos repetidos hasta la saciedad: tertulias a grito pelado, telebasura, concursos más o menos ingeniosos, anuncios a tutiplén…
Pero a veces hay programas que me reconcilian con la televisión y su función pública y formativa. No pude verlo en el momento de su estreno, ni siquiera sabía de su existencia, pero hace unos meses, por casualidad, puede ver la reemisión de un hermoso documental titulado “Las Hurdes, tierra con alma”. Estrenado en La 2 en agosto de 2016, el documental recorre el mismo territorio que en 1933 recorrió el director de cine aragonés Luis Buñuel, y que dio lugar a su impactante cortometraje “Las Hurdes, tierra sin pan”. El mismo territorio, la misma hermosa geografía rural, montañosa, aislada, pero un paisaje humano totalmente transformado.
En el documental puede escucharse la voz de mujeres y hombres mayores, algunas de ochenta y noventa años (una de las personas entrevistadas era una niña cuando Buñuel pasó por allí), que cuentan cómo ha sido su vida, y las dificultades a las que han tenido que enfrentarse para subsistir y sacar adelante a sus familias. Pero también la voz de las nuevas generaciones de hurdanas y hurdanos, muchos de los cuales desean construir su futuro en esas tierras. A pesar de todas las dificultades para hacerlo, que son muchas. Esta comarca cacereña, formada por seis pueblos y 44 alquerías, contaba en 2015 con una población total de sólo 6.338 habitantes repartidos en una superficie de casi 500 kilómetros cuadrados, ha perdido en los últimos 50 años el 43,15 por ciento de su población, frente al 11'25 por ciento que perdió la provincia de Cáceres.
El documental “Las Hurdes, tierra con alma”, puede verse AQUÍ. Merece la pena, de verdad. Ni los sueños ni los relatos cambian por sí mismos la realidad; pero nos permiten mirar de otra manera el presente y el futuro.
En el documental puede escucharse la voz de mujeres y hombres mayores, algunas de ochenta y noventa años (una de las personas entrevistadas era una niña cuando Buñuel pasó por allí), que cuentan cómo ha sido su vida, y las dificultades a las que han tenido que enfrentarse para subsistir y sacar adelante a sus familias. Pero también la voz de las nuevas generaciones de hurdanas y hurdanos, muchos de los cuales desean construir su futuro en esas tierras. A pesar de todas las dificultades para hacerlo, que son muchas. Esta comarca cacereña, formada por seis pueblos y 44 alquerías, contaba en 2015 con una población total de sólo 6.338 habitantes repartidos en una superficie de casi 500 kilómetros cuadrados, ha perdido en los últimos 50 años el 43,15 por ciento de su población, frente al 11'25 por ciento que perdió la provincia de Cáceres.
El documental “Las Hurdes, tierra con alma”, puede verse AQUÍ. Merece la pena, de verdad. Ni los sueños ni los relatos cambian por sí mismos la realidad; pero nos permiten mirar de otra manera el presente y el futuro.
Publicado en SEMENTERA, nº 346, Mayo 2018