domingo, 22 de diciembre de 2013

La luz en la que se habita de joven




Hace días quería haber escrito unas líneas sobre el último libro de Alessandro Baricco, titulado Tres veces al amanecer (Anagrama, 2013). La editorial lo presenta así:

En una de las páginas de Mr Gwyn, la última novela de Alessandro Baricco, se aludía a cierta obra titulada Tres veces al amanecer, atribuida a un apócrifo autor angloindio, Akash Narayan. El afamado autor de Seda ha querido ofrecernos ahora esa obra, una secuela autónoma e independiente por completo (casi un mero pretexto, el punto de partida), un complejo mecanismo narrativo que hará las delicias del lector.
Dos desconocidos, un hombre y una mujer, se encuentran tres veces en el vestíbulo de un hotel, poco antes del amanecer. Cada encuentro es único, y primero, y último: aunque se trate de los mismos personajes, sus destinos se cruzan en tres momentos distintos de sus vidas. Son dos adultos, primero; luego, un anciano portero de noche y una adolescente; finalmente, un chico y una policía ya madura, según una lógica temporal que no es la que se manifiesta en nuestra rígida realidad, sino que sólo resulta viable en la privilegiada mecánica de la ficción. Cada encuentro exigirá de ellos una elección cuyas repercusiones conformarán el resto de sus vidas.
Estos tres relatos constituyen una novela posible que recrea el lector en su mente y que presenta algunos de los temas propios del autor: la posibilidad (o imposibilidad) del cambio, la arbitrariedad del destino humano o la responsabilidad hacia el prójimo, siempre a la luz difusa del amanecer, que sugiere y revela, descubre y perfila, colocando las cosas en su sitio en el momento de su aparición.

Tres relatos cortos que he leído, sí, tres veces.Tres relatos de encuentros y desencuentros entre mujeres y hombres, en situaciones insospechadas. Sorprendentes, emotivos, bellísimos tanto en su lenguaje como en su contenido.Pero soy baricconiano confeso, así que mi juicio debe ser tomado con cautela.
Sé, porque me lo han dicho, que hay lectores, buenos lectores, que no gustan de Baricco. Nunca lo hubiera sospechado. Por cierto, no sé de lectoras, de buenas lectoras, que no disfruten con su lectura. También las habrá, seguro, pero no conozco a ninguna. No sé por qué se me ha ocurrido esto. Tal vez porque las tres mujeres que co-protagonizan cada uno de los relatos son, cada una a su manera, tan fascinantes.

Si has leído algo de Baricco, habrás leído Seda. Si te gustó, te gustará Tres veces al amanecer. Si aún no has leído nada de este autor, su último libro es una perfecta puerta de acceso al universo baricconiano.
Tiene razón el crítico Manuel Hidalgo cuando escribe: "No he encontrado fácilmente un párrafo, unas líneas a destacar y glosar. Todo fluye, todo forma parte de un sostenido continuo". Característico del estilo de Baricco. Aún así, me animo a seleccionar un párrafo:

El hombre se lo pensó un rato. Luego dijo que hay que ir con cuidado, cuando uno es joven, porque la luz en la que se habita de joven será la luz en la que se va a vivir para siempre, y esto por una razón que él nunca había entendido. Pero sabía que era así. Dijo que muchos, por ejemplo, son melancólicos de jóvenes y entonces lo que les ocurre es que siguen siéndolo para siempre. O han crecido en la penumbra y la penumbra los persigue luego durante toda su vida. De manera que  hay que ir con cuidado con la maldad porque de joven parece un lujo que puede uno permitirse, pero la verdad es otra, y es que la maldad es una luz fría en la que todas las cosas pierden su color y lo pierden para siempre.

En el original italiano, editado por Faltrinelli:

L’uomo ci pensò un po’. Poi disse che bisogna stare attenti quando si è giovani perché la luce in cui si abita da giovani sarà la luce in cui si vivrà per sempre, e questo per una ragione che lui non aveva mai capito. Ma sapeva che era così. Disse che molti ad esempio sono malinconici, da giovani, e allora succede che lo rimangono per sempre. O sono cresciuti nella penombra e la penombra li insegue poi per tutta la vita. Così bisognava stare attenti alla cattiveria perché da giovani sembra un lusso che ti puoi permettere, ma la verità è un’altra, e cioè che la cattiveria è una luce fredda in cui ogni cosa perde colore, e lo perde per sempre.