Dos libros que tratan de supervivencia, ingenio y superación. Uno recoge hechos reales, el otro es una novela de ficción científica.
El primero es Escaladores de la libertad. Cuenta la historia de un grupo de extraordinarios alpinistas polacos –Jerzy Kukuczka, Voytek Kurtyka, Wanda Rutkiewicz, Krzysztof Wielicki, Andrzej Zawada o Artur Hajzer– que tras la Segunda Guerra Mundial, en una Polonia deprimida y oprimida, se convirtieron en la vanguardia de la escalada en el Himalaya. Como señala la autora, el 80 por ciento de ellos y ellas -pues las mujeres son una parte muy importante de esta historia- perdieron la vida en las montañas.Y es que estremece tan sólo leer las condiciones en las que afrontaban las escaladas más complicadas: sin recursos económicos, con muy escasos medios técnicos, y aún así proponiéndose las más arriesgadas ascensiones: sin oxígeno, en invierno, en solitario...
Una teoría, sostenida por la mayoría de los extranjeros, era que los escaladores polacos sufrían de un profundo sentido de inferioridad y que tenían que demostrar algo. Habían peleado y perdido innumerables guerras a lo largo de los siglos. Eran pobres. Eran en gran parte invisibles fuera de sus fronteras. para los extranjeros, Polonia estaba "por ahí", en el este de Europa. Su material y la ropa que llevaban era inferior, y tenían poco dinero para contratar porteadores y camiones o para comprar comida de otros países. Si querían mantenerse a la altura de sus colegas de otros países, ellos debían esforzarse más y, al hacerlo, les superaban.
Era una teoría interesante, pero la mayoría de los escaladores polacos la rechazaban de plano. Ellos creían que su fortaleza y su sentido del orgullo no se debía a creerse inferiores sino a lo contrario, a la aristocrática tradición polaca de nobleza y coraje. Siglos de castillos y sables; soldados marchando a través de bosques, defendiendo a Polonia de pillajes y saqueadores. Y de generaciones de opresión por parte de alemanes y rusos. Voytek Kurtyka lo llamaba "vivir entre el martillo y el yunque". De luchar por la independencia. De estar en continuo estado de alerta. Disposición. Coraje. Fuerza. Pero ahora los castillos y los saqueadores habían desaparecido y se habían visto reemplazados por las montañas. los sables eran ahora piolets. Resulta difícil descartar la similitud entre el rendimiento de los polacos en las montañas y su conducta en las guerras.
El segundo es El marciano. Un astronauta, miembro de la tercera misión tripulada a Marte, es dado por muerto y abandonado en el planeta rojo.Pero está vivo, y a partir de ahí comienza una extraordinaria lucha por la supervivencia, en la que el ingenio, el conocimiento científico, el humor y la solidaridad se alían para intentar su rescate.El protagonista, Mark Watney, es un auténtico Robinson Crusoe galáctico.Es verdad que, en este caso, Viernes son la NASA y la Administración Espacial Nacional de China. ¿Por qué tanto esfuerzo para salvar a un individuo, se pregunta Watney?
Si un excursionista se pierde en las montañas, se coordina una partida de búsqueda. Si un tren colisiona, hacemos cola para donar sangre. Si un terremoto arrasa una ciudad, gente de todo el mundo envía suministros de emergencia. Es algo tan humano que se da en cualquier cultura, sin excepción. Sí, hay capullos a los que no les importan los demás, pero los superan masivamente en número aquellos a los que sí les importan. Por eso he tenido a miles de millones de personas de mi parte. No está nada mal, ¿eh?
Uno se apoya en la mochila. Porque en el momento en que nos quitamos el peso de nuestros hombros no sabemos enderezarnos enseguida; ¡pues resulta que era el peso lo que antes nos daba seguridad y equilibrio! [George Simmel]
jueves, 25 de diciembre de 2014
martes, 23 de diciembre de 2014
Harry Potter y el Estado de bienestar
"Aunque los conservadores han hecho todo
lo posible por borrar el concepto de sociedad como comunidad, así como la noción
de que los impuestos son una expresión de ciudadanía, es fundamental que recuperemos
estas ideas tan poderosas". Lo dicen Linda McQuaig y Neil Brooks en su libro El problema de los supermillonarios, de lectura más que recomendable.
En estos tiempos en los que tantas personas -deportistas, infantas, banqueros, cantantes, políticos molt o menos honorables, actores y actrices, etc.- deciden eludir o evadir impuestos, conforta leer lo que J. K. Rowling, autora de la muy exitosa saga de Harry Potter, escribió en The Times el 14 de abril de 2010:
Dedidí seguir siendo una contribuyente domiciliada en Gran Bretaña por dos razones. La principal era que quería que mis hijos crecieran en el mismo sitio en el que yo me crié, que tuvieran auténticas raíces en una cultura tan antigua y tan magnífica como la británica; que fueran ciudadanos, con todo lo que eso implica, de un país de verdad, no emigrantes desarraigados que viven en el limbo de un paraíso fiscal y que se relacionan únicamente con los hijos de otros exiliados fiscales a los que sólo mueve la codicia.
No obstante, había una segunda razón, y era que yo estaba en deuda con el Estado del bienestar británico; el mismo que Cameron querría ver reemplazado por las limosnas y la caridad. Cuando toqué fondo, esa red de seguridad, aunque bastante maltrecha bajo el gobierno de John Major, seguía allí para detener la caída. Así pues, no puedo dejar de sentir que habría sido de lo más rastrero largarse a una isla del Caribe nada más oler el primer cheque de derechos de autor con seis ceros. Este es, si quieres, mi concepto de patriotismo.
En estos tiempos en los que tantas personas -deportistas, infantas, banqueros, cantantes, políticos molt o menos honorables, actores y actrices, etc.- deciden eludir o evadir impuestos, conforta leer lo que J. K. Rowling, autora de la muy exitosa saga de Harry Potter, escribió en The Times el 14 de abril de 2010:
Dedidí seguir siendo una contribuyente domiciliada en Gran Bretaña por dos razones. La principal era que quería que mis hijos crecieran en el mismo sitio en el que yo me crié, que tuvieran auténticas raíces en una cultura tan antigua y tan magnífica como la británica; que fueran ciudadanos, con todo lo que eso implica, de un país de verdad, no emigrantes desarraigados que viven en el limbo de un paraíso fiscal y que se relacionan únicamente con los hijos de otros exiliados fiscales a los que sólo mueve la codicia.
No obstante, había una segunda razón, y era que yo estaba en deuda con el Estado del bienestar británico; el mismo que Cameron querría ver reemplazado por las limosnas y la caridad. Cuando toqué fondo, esa red de seguridad, aunque bastante maltrecha bajo el gobierno de John Major, seguía allí para detener la caída. Así pues, no puedo dejar de sentir que habría sido de lo más rastrero largarse a una isla del Caribe nada más oler el primer cheque de derechos de autor con seis ceros. Este es, si quieres, mi concepto de patriotismo.
[J.K. Rowkling, The Single Mother´s Manifesto]
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