Ilya Ehrenburg describe en Historia del automóvil los comienzos de la industria automovilística; más, los comienzos de una sociedad que se va a caer rendida ante la fascinación del nuevo artefacto motorizado:
"Los caballos se quedan pasmados, mientras los gacetilleros se carcajean: ¡es un invento tan estúpido! Sin embargo, acaba de recibir un esperado reconocimiento: arrostrando todos los peligros, el señor Émile Zola se ha subido a un faetón no tirado por caballos. El faetón se vio sacudido por sus conocidos escalofríos. Pero el señor Zola llegó en él hasta Versalles. Con toda justicia, el presidente del Club del automóvil llamó al señor Zola 'nuestro ilustrísimo y moderno contemporáneo'".
Por su parte Marc Augé escribe un delicioso Elogio de la bicicleta:
"El desarrollo de la bicicleta ha cambiado radicalmente la geografía urbana. Los carriles-bici que se extienden a lo largo del Sena hacia el oeste y el este permiten llegar fácilmente a Suresnes, a las islas y a Meudon, por un lado, y alcanzar la confluencia del Marne, por el otro. Por todas partes, los bailes populares al aire libre han recobrado nuevas fuerzas. El acordeón del domingo y la gaita han vuelto a ser un must, algo imprescindible. Tamién en estos lugares flota en el aire una pizca de amable nostalgia, pero es una nostalgia acogedora, precisamente a la manera de un retorno: lo que se celebra o se cree celebrar es algo que se parece bastante a un reencuenro".