sábado, 16 de diciembre de 2023

Las rosas de Orwell

Rebecca Solnit
Las rosas de Orwell
Traducción de Antonia Martín
Lumen, 2022 

"En la última fase de su vida se concentró en escribir 1984 a la par que dedicaba una gran cantidad de tiempo, energía, imaginación y recursos a crear un jardín que más bien era una granja, con ganado, cultivos, árboles frutales y un tractos -y muchísimas flores-, en la remota unta de una isla escocesa. ¿Qué es lo que hace posible que una persona forje una obra de enorme valor para las demás y alcance el principal objetivo de su vida? Acaso parezca -a ojos de los demás y a veces incluso a los de esa persona- algo trivial, intrascendente, autocomplaciente, fútil, disparatado o cualquiera de las otras palabras peyorativas con que lo cuantificable vapulea a lo incuantificable".

 
"En la primavera de 1936 un escritor plantó rosales". No un escritor cualquiera, no: el escritor era George Orwell, el autor de 1984, Rebelión en la granja y Homenaje a Cataluña, el testigo incómodo e insobornable de todos los totalitarismos del siglo XX, del fascista y del comunista. El mismo Orwell que, según cuenta en sus Recuerdos de la guerra de España, le dijo a Arthur Koestler: "La historia se detuvo en 1936". Pero no: en 1936 Orwell plantó rosales.
 
Rebecca Solnit, una ensayista siempre sorprendente, nos ofrece una particular biografía de un Orwell a quien la crueldad del mundo no le impidió apreciar y cuidar la belleza de la naturaleza, las flores y los árboles, un "anarquista conservador", radical y activamente crítico con la sociedad industrial capitalista, pero más en la línea del utopismo socialista de William Morris que que cientifismo industrialista de Marx.

El jardín es, como señala la autora, un perfecto antónimo de la guerra. Nos lo enseñó Jean Giono con su maravillosa historia sobre El hombre que plantaba árboles mientras Europa se masacraba en la primera guerra mundial. "En una época de mentiras y espejismos -escribe Rebecca Solnit-, el jardín es una manera de tener los pies en el reino de los procesos de crecimiento y del paso del tiempo, de las leyes de la física, la meteorología, la hidrología y la biología, y en los reinos de los sentidos".
 
Esta ausencia de atención a lo concreto y a lo tangible, a los procesos de la vida, contrasta con la mirada totalitaria, brutalista, del estalinismo y del nazismo, ideologías social-lamarkistas, convencidas de poder transformar radicalmente las realidades naturales y sociales según un diseño férreamente controlado. Es el error-científico/horror-político de Lysenko: "Lysenko convencería a Stalin de que el trigo, como los hombres, era maleable y de que él podría crear trigo que heredara caracteres adquiridos. Estaba pergeñando una seudociencia acorde con la ideología marxista y las aspiraciones soviéticas. Se equivocó de parte a parte respecto a hechos fundamentales, pero la corrupción y las anteojeras ideológicas mantuvieron a raya las consecuencias".

Y, claro, no podía faltar un capítulo dedicado a esa maravillosa reivindicación que el movimiento sufragista acuñó y legó al movimiento obrero, "Pan y rosas"

Un libro absolutamente recomendable.

martes, 12 de diciembre de 2023

Palestina

 
El cartel lleva la firma de la Sección Palestina de la Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad (Women´s International League for Peace & Freedom, WILPF), organización fundada en 1915 entre otras por Jane Addams. No es un cartel reciente, aunque podría serlo: esa niña que corre asustada, esa mano tendida, podría ser una imagen tomada hoy mismo en Gaza. Pero tiene al menos 33 años, ya que lo traje conmigo en 1990 tras la Convención Europea por el Desarme Nuclear (European Nuclear Disarmament, END) celebrada ese año entre Helsinki (Finlandia) y Tallin (Estonia).

El libro (Ariel 2016; traducción de Ana Herrera Ferrer) recoge la experiencia de un profesor de filosofía de las universidades canadienses de Oxford y McGill que impartió varios cursos en la Universidad de Al-Quds, la universidad palestina de Jerusalén Este. El autor relata animadas discusiones con su alumnado sobre la relación entre fe y ciencia, sobre falibilidad y convicción, verdad y relativismo, sobre tolerancia y pluralismo:

"La mayoría de las veces las discusiones en clase son vivas y centradas. También parecen bastante libres de estereotipos. A veces, por pura curiosidad,los alumnos me hacen preguntas personales, pero ni mi procedencia judía ni mis vínculos con Europa, Israel o Norteamérica tienen un impacto negativo en nuestras interacciones, al menos eso me parece. Pienso que un motivo para ello es que aunque es muy probable que los estereotipos y prejuicios no hayan desparecido, al menos han quedado suspendidos durante nuestra conversación personal. De hecho, uno de los dos mejores alumnos de la clase es miembro de la facción de Hamás del campus. Por supuesto, la suspensión de estereotipos y prejuicios no basta. Destruirlos requiere algo parecido al examen socrático. Pero al cuestionarse los estereotipos, el encuentro personal puede ser muy bien el inicio de un proceso en ese sentido".

Confirmada la posibilidad de enseñar Platón en Palestina (¿por qué no iba a ser posible?), ¿sería posible enseñar hoy en Israel cualquier propuesta filosófica que no sea una mezcolanza grosera de Schmitt y Hobbes?