"No podemos pedir a la población, que no tiene ningún tipo de responsabilidad en la crisis, que sea ella la que pague la crisis. Si no, tendremos la revolución. Y, sin embargo, eso es exactamente lo que las derechas europeas, y los social-liberales como Zapatero han intentado hacer. Se lo digo a nuestro amigo Rodríguez Zapatero. Por algo no puede volver a presentarse. Porque ha comprendido que el pueblo español no puede aceptar esa injusticia. No se puede imponer a la población el precio de la crisis. Mi compromiso presidencial es construir un santuario: se puede pedir sacrificios a la población por servicios públicos que hay que reconstruir, como la educación, la dependencia de las personas mayores. Pero... ¿¡pedir sacrificios a la población por las deudas de los bancos!?".
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Montebourg ha expuesto el núcleo de su proyecto económico en un librito titulado originalmente Votez pour la démondialisation!, traducido al castellano como ¡Votad la desglobalización!.
Recogiendo la reivindicacón enarbolada hace una decena de años por el filipino Walden Bello, Montebourg propone para Europa, comenzando por Francia y con la complicidad imprescindible de Alemania, un proyecto de proteccionismo moderno, verde, social y solidario: "No es un proteccionismo del miedo al otro, sino un proteccionismo cooperativo", aclara. Frente a una globalización neoliberal (en realidad una gobalitarización) que no supone otra cosa que "un desastre para los que no tienen más recursos que su trabajo", a la vez que "el desplome del poder adquisitivo de los votos", Montebourg describe una estrategia para transitar "entre el neoliberalismo cínico, que impone la ley del más fuerte y desarma a los Estados aboliendo las fronteras, y el repliegue nacional por miedo a perder la identidad o el poder, haciendo de la frontera una barrera agresiva e infranqueable". Lo cierto es que ambos, el neoliberalismo cínico en lo económico y el repliegue nacional en lo político-cultural, caminan de la mano en la actualidad.
"Se trata, pues, -señala Montebourg- de hacer un uso inteligente de nuestras fronteras, antiguo instrumento del ejercicio del poder. La frontera es hoy el medio para mantener a distancia la máquina de poner en competencia sin límites a la totalidad de las actividades humanas. Desglobalizar consiste en fundar una nueva práctica de la frontera, y de la protección, como instrumento común de los Estados en competencia, y de la humanidad, que sigue sin tener quien la defienda y quien represente su interés general".
Espero que el guante que lanza Montebourg sea recogido, primero, por el PSF, y por la sociedad francesa después. Y más allá de Francia, en cualquier caso.