sábado, 9 de julio de 2016

La investidura ya no es importante, lo importante es construir una oposición útil desde las izquierdas

Ahora resulta que el problema fundamental que debe afrontar la izquierda española es el de abstenerse o votar NO en el caso de que Rajoy, único candidato que tras las elecciones de junio tiene posibilidades de conformar gobierno, decida presentarse a la investidura. Sí, hablo de posibilidades, nada más. Dependerá de: a) si el indolente Rajoy se gana el sueldo de presidente en funciones y candidato relativamente más votado y se trabaja los apoyos necesarios para, al menos, no seguir manteniendo al PP en su aislamiento; b) si, en el caso de que el todavía hoy ocupante de la Moncloa despeje su sopor, su aliado más probable, Ciudadanos, le da el sí quiero; o c) si en el PP no impera la convicción de que unas elecciones tripitidas lo elevarán aún más en la estima del electorado español, con más ganas ya de vacaciones que de otra cosa, al tiempo que debilitarán en mayor medida a las izquierdas.

Tras las elecciones de diciembre defendí convencido la posibilidad y la conveniencia de un gobierno de izquierda. Hoy, en cambio, tras el 26-J, creo que tal cosa no es ni posible ni conveniente. No es posible, aunque sólo sea porque desde el PSOE ya han dicho que no; lo ha descartado, según parece, una misteriosa “portavoz oficial” de Pedro Sánchez. "Pedro Sánchez no lo descarta, lo descartan los números", dicen en el entorno del líder socialista. No es verdad, pero tampoco es mentira: los números no descartan la posibilidad de un gobierno alternativo al de Rajoy, pero si la convicción de hacer ese gobierno no es hoy más firme y más seria que la expresada tras las elecciones de diciembre, los números sirven de poco. Y no creo que esa convicción haya mejorado: de ahí la inconveniencia de intentar disputarle la investidura a Rajoy. Hay un millón doscientos mil votantes de izquierda que se han desmovilizado desde diciembre. Hay comunidades autónomas y hay grandes ciudades gobernadas por las izquierdas en las que ha aumentado considerablemente el voto al PP. Hay en Podemos un debate abierto sobre su política de alianzas con Izquierda Unida. Hay en el PSOE un debate abierto sobre el futuro político de Sánchez. En estas circunstancias, declarar que se quiere ser gobierno es un ejercicio de autoengaño, lo que es malo, o de engaño a la sociedad, lo que es mucho peor.

Por supuesto, no es improbable que tras el Comité Federal del sábado los cada vez más diversos y dispersos portavoces del PSOE continúen defendiendo, como si no hubiera contradicción, tanto el NO a Rajoy como el NO a Iglesias, a la vez que el NO a unas terceras elecciones. Tampoco lo es que Unidos Podemos se convierta de pronto en un maravilloso bazar en el que las ofertas al PSOE se multipliquen, cada una más irrechazable que la anterior, del tipo de votar sí a la investidura de Sánchez “sin exigir ningún puesto, quizás alguna reforma”, y luego irse a la oposición. Ofertas de mano tendida que, eso sí, no dejarán de verse acompañadas de declaraciones sobre la naturaleza irremediablemente “castista” de la dirección del PSOE, dedicada a “garantizar los intereses políticos de las élites", por lo que ni está ni se le espera en el bloque progresista. La dispersión y diversión en las portavocías, así como el acostumbramiento a la contradicción permanente, parecen ser características constitutivas de la izquierda. Va a ser que los Monty Python tenían más razón que Zizek.

Si hubiera que hacer un relato de la preocupante deriva hacia la irrelevancia y la banalidad que parece haberse adueñado de la izquierda en España sólo habría que atender a cuáles han sido las grandes cuestiones sobre las que las fuerzas progresistas han debatido a lo largo del último año. Antes de las elecciones del 20-D PSOE, Podemos e Izquierda Unida discutían sobre si renta o trabajo garantizado, sobre la república, sobre el nivel de reforma que habría que aplicar a la reforma laboral del PP, sobre el derecho a decidir o sobre el TTIP. Tras las elecciones de diciembre, la discusión se limitó a la cuestión de gobernar con quién y con qué distribución de responsabilidades. Mientras nos preparábamos para la repetición de las elecciones, el único debate en el seno de la izquierda fue el del sorpasso. Tras el 25-J, sin sorpasso pero sí con un monumental sopapo, lo único que parece preocupar al PSOE y a Unidos Podemos es pasarle al otro el marrón de cargar con el baldón de haber sido el que, por omisión pasada o por abstención presente, habría llevado a Rajoy a la presidencia del gobierno.

El problema no es que desde las elecciones de diciembre no haya gobierno; el problema es que ya va para siete meses que no tenemos oposición. Aún con gobierno en funciones, la nave va: la nave del deterioro del derecho del trabajo, la nave de la austeridad, la nave de la reforma educativa, la nave de la corrupción… Lo que no va es la posibilidad de modificar el rumbo de esa nave.

Así pues, esta es mi humilde y personal propuesta: que PSOE y Unidos Podemos se recompongan como organizaciones que habitan en el espacio plural de las izquierdas; que establezcan canales de diálogo con ambición estratégica; que acuerden cuanto antes un programa de oposición que revierta las principales contrarreformas del PP y, ya de paso, alguna inaugurada por el PSOE: la laboral, la educativa, la de extranjería, la de la justicia universal… Y despejar, ya desde ahora, la cuestión de la investidura de Rajoy. Que se la trabaje, si es capaz, y que si no lo es no pueda escudarse en nada que no sea su propia incapacidad. PSOE y Unidos Podemos deberían dejar de amenazarse con la acusación de que fue el otro el que, al final, permitió gobernar a Rajoy. En lugar de seguir jugando al “juego del gallina”, probándose para ver quien se acobarda antes y finalmente cede para evitar unas terceras elecciones, dejando a la otra parte como la más firme y coherente, ambos partidos deberían acordar y anunciar públicamente que votarán NO en primera vuelta a Rajoy, y que luego se abstendrán. Abstenerse no por responsabilidad, ni por sentido de Estado, ni por facilitar la gobernabilidad, ni cosas similares. Abstenerse para que de una vez pueda hacerse política institucional desde las izquierdas.

Publicado en EL DIARIO NORTE

lunes, 4 de julio de 2016

Elogio del traidor

Escribe Claudio Magris en El infinito viajar (Anagrama, 2008) que "viajar enseña el desarraigo, a sentirse siempre extranjeros en la vida, incluso en casa, pero sentirse extranjero entre extranjeros acaso sea la única manera de ser verdaderamente hermanos".
Quienes me conocen saben de mi sedentarismo militante. Considero que eso de viajar está sobrevalorado. "Asegúrese de que lleva todo lo superfluo para su viaje innecesario", ironizaba El Roto en una de sus viñetas.
Pero sí aprecio y valoro la experiencia de extrañamiento respecto de lo propio que describe Magris. Experiencia que no siempre encontramos en el viaje, desde luego no en esos viajes normalizados, empaquetados, todo-incluido, que son la mayoría de los viajes. Afortunadamente no es preciso viajar para descubrirse extranjero entre extranjeros. A mí me basta un rincón de mi casa.
Ahí (aquí) me encuentro a diario con autoras y autores que han hecho de la extranjería su arte: el propio Magris, Camus, Simone Weil, Erri de Luca, Thoureau ("Si de forma plenamente consciente hubiera de unirme a las filas de algún partido, escogería aquel que mayor libertad ofrezca para el pensamiento". Cartas a un buscador de sí mismo, Errata Naturae 2012)... Ahí están, en la estantería que queda justo a mi espalda, leyendo sobre mi hombro todo lo que escribo, corrigiéndome.


Y entre ellas y ellos, también está Amos Oz.
No es la primera vez que Amos Oz se hace presente por aquí. En esta su última novela, la figura de Judas, el "traidor" paradigmático en la cultura cristiana, le sirve a Oz para retomar una de sus principales obsesiones: la de lograr la convivencia entre dos estados, Israel y Palestina, imprescindibles para que dos pueblos que no tienen a dónde ir puedan tener un futuro en paz.
La novela nos sitúa al comienzo de la década de los 60, cuando el joven Shmuel Ash, socialista, emotivo e intenso, estudiante con una investigación estancada sobre la figura de Judas y su relación con Jesús, abandonado por su novia -"un oso aturdido al que habían sacado de su hibernación"-, responde a un anuncio en el que se ofrece empleo y alojamiento a un "estudiante soltero de Humanidades, conversador sensible a quien le guste la historia ... a cambio de hacer compañía durante unas cinco horas cada tarde a un inválido de setenta años, un hombre ilustrado, de gran cultura".
Así es como conocerá a Gershom Wald, el anciano, pero sobre todo a una mujer fascinante, Atalia Abravanel, viuda del único hijo de Gershom, muerto en combate durante la guerra de 1948. Atalia, hija de Joaquín Abravanel, hombre ilustrado, crítico con el proyecto de Estado judío independiente impulsado por Ben Gurion, convencido de la necesidad y la posibilidad de encontrar la manera de que árabes y judíos convivieran pacíficamente compartiendo un mismo territorio, pero sin constituirse en estados:

Abravanel, por su parte, no creía en ningún estado. Tampoco en un estado binacional. Tampoco en un estado compartido por árabes y judíos. La idea de un mundo dividido en cientos de estados con pasos fronterizos, alambradas de espino, pasaportes, banderas, ejércitos y sistemas monetarios separados, le parecía una idea desquiciada, arcaica, primitiva, criminal, una idea desfasada y que muy pronto desaparecería del mundo. Él me decía, para qué tenéis que establecer aquí deprisa y corriendo, a sangre y fuego, otro estadito liliputiense, a costa de una guerra sin fin, cuando dentro de muy poco todos los estados del mundo desaparecerán y, en su lugar, habrá comunidades de hablantes de diferentes lenguas que vivan unos al lado de otros y unos en medio de otros sin esos juguetes letales como soberanías, fronteras y armas destructivas de todas clases.
[...] Es mejor que no intentemos fundar aquí ni un Estado árabe ni un Estado judío, afirmaba: vivamos aquí los unos al lado de los otros y los unos en medio de los otros, judíos y árabes, cristianos y musulmanes, drusos y circasianos, ortodoxos, católicos y armenios, un grupo de comunidades vecinas sin fronteras separadoras.

Y por ello acabó sus días aislado, en esa casa-velatorio, con la única compañía de sus libros, una hija viuda y el padre de un hijo muerto.
"Es un orgullo que algunos israelíes me llamen traidor por oponerme a la ocupación", declaraba Amos Oz en una entrevista.
Una novela hermosísima, conmovedora.




domingo, 3 de julio de 2016

Escritos sobre Euskadi, hace ya más de dos lustros


Hace ya más de dos lustros publiqué en BABELIA un comentario sobre lo que se escribía por aquel entonces en relación al llamado "conflicto vasco". Empezaba el texto de la siguiente manera: "Euskadi es, en más de un sentido, un género literario. Euskadi como problema, como contencioso, como cuestión, ha generado una floreciente industria ensayística que hace sumamente difícil la tarea de ofrecer en unas pocas líneas un panorama que permita al lector interesado hacerse una idea cabal de los libros que sobre la cuestión vasca tiene a su disposición en las librerías españolas". Libros como los que a continuación se citan;:
  • Secesión y exclusión en el País Vasco. Santiago Abascal. Ikusager, 2004.
  • De Gernika a Nueva York pasando por Berlín. José Antonio Aguirre. Foca, 2004 (en euskera: Erein, 2004).
  • Universales del odio. Creencias, emociones y violencia. Martín Alonso. Bakeaz, 2004.
  • Concordia civil en Euskadi. Estrategias para la paz. Enric Argullol y otros. Icaria, 2004.
  • Historia general del terrorismo. Kepa Aulestia. Aguilar, 2005.
  • Momentum catastrophicum. Pío Baroja. Caro Raggio, 2004.
  • Voces sobre Euskadi. Antoni Batista. Plaza & Janés, 2004.
  • Estatuto, Constitución y libertades cívicas. Ciudadanía y Libertad. Ciudadanía y Libertad-Hiri Libertateak, 2004.
  • Diccionario de terrorismo. José María Benegas. Espasa, 2004.
  • Conflictos, violencia y diálogo. El caso vasco. Galo Bilbao y otros. Universidad de Deusto, 2004.
  • Palabra de vasco. Santiago González. Espasa Calpe, 2004.
  • Terrorismo y posmodernidad. De la banalización del mal en el País Vasco. Raúl González Zorrilla. Editilde, 2004.
  • La crisis vasca. Entre la ruptura y el pacto. Jesús Eguiguren. Cambio, 2004.
  • Federalismo para convivir. Javier Madrazo. Nerea, 2005.
  • Poder y comunidad. Una sociología del nacionalismo. Ricardo de la Encina. Pamiela, 2004.
  • Bokabulario para hablar con nazionalistas baskos. Pedro Fernández. Áltera, 2004.
  • El siglo de Euskadi. José Luis de la Granja. Tecnos, 2003.
  • Abuztuko gutunak. Adeitasunez, Ibarretxe lehendakariari. Luis Haranburu Altuna. Fundación Fernando Buesa Blanco, 2004.
  • Nacionalismo: razón y pasión. Pedro Ibarra. Ariel, 2005.
  • ELA 1976-2003. Sindicalismo de contrapoder. Francisco Letamendía. Fundación Manu Robles-Arangiz, 2004.
  • Regreso a Etxarri-Aranatz. Javier Marrodán. Fundación Tomás Caballero, 2002.
  • Los españoles que dejaron de serlo. Gregorio Morán. Planeta, 2003.
  • PNV-ETA: historia de una relación imposible. Sagrario Morán. Tecnos, 2004.
  • Testigo privilegiado. Artículos periodísticos (1979-2003). Mario Onaindía.Ediciones B, 2004.
  • El aventurero cuerdo. Memorias (1977-1981). Mario Onaindía. Espasa Calpe, 2004.
  • Los Pagaza. Historia de una familia vasca. Maite Pagazaurtundua. Temas de Hoy, 2004.
  • Crónica desde Guernica. Nicholas Rankin. Siglo XXI, Madrid 2004.
  • Fe de vida. José Ramón Recalde. Tusquets, 2004.
  • Navarra: memoria, política e identidad. José María Sánchez-Prieto / José Luis Nieva. Pamiela, 2004.
  • Sabino Arana. Dios, fueros, rey. ¿Un dios o un loco? Javier Santamaría. Kirikiño, 2004.
  • Pueblo vasco y soberanía. Aproximación histórica y reflexión ética. José María Setién / Francisco Garmendia. Ostoa, 2003.
  • Unidad de España y juicio ético. José María Setién. Erein, 2004.
  • Cómo hemos llegado a esto. José Luis Barbería, Patxo Unzueta. Taurus, 2003.
  • Héroes a su pesar. Crónica de los que luchan por la libertad. José María Calleja. Espasa, 2003.
Eran otros tiempos. Buscando otras cosas, he dado con ello. Lo traigo aquí sólo como curiosidad. Qué gran cosa no estar de moda ni ser demasiado interesantes.