jueves, 18 de febrero de 2010

Deslegitimar la violencia

EA dice que ya no hay obstáculos para aliarse con la izquierda abertzale. Considera que ha deslegitimado la violencia y allana así el camino a un acuerdo electoral [EL CORREO].


¡Ay, si fuera tan sencillo! Pero no lo es. Deslegitimar la violencia es mucho más. Me asombra la banalización que EA hace de algo tan serio.

Hablamos de deslegitimar la violencia y corremos un grave riesgo: pasar por alto el hecho de que si hablamos de esto es porque previamente la hemos legitimado. La hemos legitimado, sí. Unos mas que otros, otros mas que unos. Pero como sociedad, la hemos legitimado. Eso es lo que hace que sea tan terrible.
La violencia de ETA no es terrible por su magnitud, no es un problema cuantitativo: mata muchísimo más la violencia machista contra las mujeres o la siniestralidad laboral; mata mucho más la conducción irresponsable.
La violencia de ETA es terrible precisamente porque se ha desarrollado en un contexto de franca legitimación social, primero, de tibia complacencia, después, de tímida crítica luego. Y así durante muchos años.
Cada cual la hemos legitimado exactamente hasta el instante en que hemos dejado de hacerlo. Alimentando así la violencia que sólo a partir de ese momento hemos empezado a considerar ilegítima.

DORA: Lo sé. Nos hemos hecho cargo de la desdicha del mundo. El también se había hecho cargo. ¡Qué valor! Pero a veces me digo que es un orgullo que será castigado.
ANNENKOV: Es un orgullo que pagamos con nuestra vida. Nadie puede ir más lejos. Es un orgullo al que tenemos derecho.
DORA: ¿Estamos seguros de que nadie irá más lejos? A veces, cuando escucho a Stepan, siento miedo. Quizá lleguen otros que fundarán su autoridad en nosotros para matar y que no pagarán con sus vidas.
[Albert Camus, LOS JUSTOS]

¿Deslegitimar la violencia? Pues bien, para empezar dejemos de hablar de violencia y llamémoslo por su nombre: terrorismo. O como escribió Omos Oz: llamar asesino al asesino:

Por la radio israelí se han oído diversas reacciones a la matanza. El primer ministro y los políticos, incluso los líderes de la derecha del país, han expresado toda su indignación y furia por el asesinato. Aaron Domb, portavoz de los colonos, aunque no alabó la «grave acción», la justificó diciendo que podía entender los motivos para ella. El rabino principal Yisrael Lau también repudió el «derramamiento de sangre» pero evitó usar la palabra «asesinato» quizás porque las víctimas no eran judíos. Entre los conmocionados por la noticia conté a cinco o seis judíos practicantes, todos condenaron «el hecho», algunos incluso usaron duras palabras para hacerlo, pero a ninguno le pareció necesario llamar «asesino» al asesino.

No ya justificar, ni siquiera explicar por razones históricas la violencia. La historia todo lo absuelve al “ponerlo en su lugar”, al contextualizarlo, al permitir una lectura de adelante hacia atrás que acabe por encontrar explicable cualquier acto. Pero si algo salva nuestra humanidad, si algo impide que el papel del ser humano y sus sufrimientos quede obscenamente trivializado, es la negativa a someternos al dictado de la historia. Reivindicar tozudamente nuestra capacidad de juzgar la historia: eso es lo único que impide que todos los hechos, hasta los más bárbaros, queden subsumidos y sublimados en la generosa corriente de la historia.
La historia no puede convertirse en la teodicea que atempere los sufrimientos y otorgue sentido a los sinsentidos. Todo proceso histórico genera incómodos residuos que nadie puede reciclar: las víctimas. Pretender reducirlas a engranaje del proceso histórico, a combustible necesario para el avance social, político o económico, es volver a asesinarlas. Ninguna mejora, ningún avance, puede hacer justicia a las víctimas ni modifica la injusticia y el absurdo de los sufrimientos provocados.

No adjetivar sus muertes de asesinatos políticos. Calificar sus muertes de asesinatos políticos produce el efecto de desviar nuestra atención del asesinato a la política, del sustantivo al adjetivo, de lo sustancial a lo accidental. Calificar el asesinato, adjetivarlo, es pretender convertirlo en otra cosa distinta de lo que es. Pero nada hay más palmario que un asesinato. Nada se parece más a un asesinato que otro asesinato; nada más distinto de cualquier otro hecho humano. Por más que se empeñen, no es un hecho político, es un hecho moral. Recordar la afirmación de Castellio en su heroica lucha contra el tiránico Calvino: “Matar a un hombre no es defender una doctrina, sino matar a un hombre. Cuando los ginebrinos ejecutaron a Servet no defendieron ninguna doctrina, sacrificaron a un hombre. Y no se hace profesión de la propia fe quemando a otro hombre, sino únicamente dejándose quemar uno mismo por esa fe”.

En una alocución pronunciada en 1948 Albert Camus animaba a sus oyentes a "afirmar contra las abstracciones de la historia lo que rebasa a toda historia: la carne, ya sea sufriente, o dichosa". Si la muerte se vuelve abstracta es que la vida también lo ha hecho.

De todo eso se trata cuando hablamos, en serio, de deslegitimar la violencia.

martes, 16 de febrero de 2010

Super móviles del futuro

Mobile World Congress en la Fira de Barcelona.
Teléfonos móviles con geolocalización, de manera que permite saber dónde están tus amigos, y hasta capaces de grabar películas en alta definición. Participar en redes sociales, recibir noticias, leer documentos digitales, conectarse a Internet...




Son las nuevas navajas suizas.
Yo también tuve una: con sus tijeras, su sierra, su sacacorchos...
Pero creo que nunca la utilicé para nada más que no fuera cortar.


domingo, 14 de febrero de 2010

Nuestra tragedia de los comunes

  • PP y PSOE, cada vez más lejos de un posible pacto de Estado contra la crisis económica [Cinco días].
  • La secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, ha asegurado hoy, sobre la posibilidad de un pacto ante la crisis económica, que el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, tiene que admitir las propuestas del PP o bien "dejar paso a otros, porque España necesita un cambio de gobierno" [EL PAÍS].
  • PSOE y PP se acusan otra vez de no querer llegar a un pacto anticrisis [La Vanguardia].




La tragedia de los comunes es el título de un conocido ensayo publicado en 1968 por el biólogo Garret Hardin:

"La tragedia de los recursos comunes se desarrolla de la siguiente manera. Imagine un pastizal abierto para todos. Es de esperarse que cada pastor intentará mantener en los recursos comunes tantas cabezas de ganado como le sea posible. Este arreglo puede funcionar razonablemente bien por siglos gracias a que las guerras tribales, la caza furtiva y las enfermedades mantendrán los números tanto de hombres como de animales por debajo de la capacidad de carga de las tierras. Finalmente, sin embargo, llega el día de ajustar cuentas, es decir, el día en que se vuelve realidad la largamente soñada meta de estabilidad social. En este punto, la lógica inherente a los recursos comunes inmisericordemente genera una tragedia".



Más allá de su (discutida) aplicación original, la tragedia de los comunes nos permite reflexionar sobre las dificultades a las que se enfrenta una comunidad a la hora de alcanzar acuerdos relativos al uso de recursos compartidos cuando los sujetos prefieren siempre la competencia a la cooperación.

¿Se ha convertido la política española en un pastizal donde cada cual va a lo suyo, preocupado exclusivamente por maximizar sus propias "cabezas de ganado" en el corto plazo, aunque en el largo plazo esta estrategia acabe provocando el agotamiento del "pastizal"?