Cadáver exquisito
Alfaguara, 2023 (10ª reimpresión)
"Todos naturalizaron el canibalismo, piensa. Canibalismo, otra palabra que podría traerle enormes problemas".
"Quisiera decirle atrocidad, inclemencia, exceso, sadismo. Quisiera que
esas palabras desgarraran la sonrisa del señor Urami, perforaran el
silencio regulado, comprimieran el aire hasta asfixiarlos. Pero se queda
mudo y sonríe".
"Piensa: mercancía, otra palabra que oscurece el mundo".
La contraportada de este libro ya nos anuncia a las claras cuál es el escenario en el que discurre su trama:
"La súbita aparición de un virus letal que ataca a los animales modifica de manera irreversible el mundo: desde las fieras hasta las mascotas deben ser sistemáticamente sacrificadas, y su carne ya no puede ser consumida. Los gobiernos enfrentan la situación con una decisión drástica: legalizando la cría, reproducción, matanza y procesamiento de carne humana. El canibalismo es ley y la sociedad ha quedado dividida en dos grupos: los que comen y los que son comidos".
En este escenario, descrito por la autora con un realismo atroz (no es nada sencillo dejarnos guiar por ella a lo largo del "proceso de faenado", empezando por el patio de descarga, pasando por la zona de los boxes, la del sacrificio, la sala de tripería y la de troceado, antes de almacenar las piezas en la cámara de oréo), el protagonista de la novela, Marcos Trejo, encargado de una de las principales empresas frigoríficas del país, verá cómo su mundo implosiona cuando uno de sus proveedores le regala una hembra PGP, "Primera Generación Pura", totalmente natural, sin ninguna manipulación genética, "carne de alta gama para paladares exigentes". "Vos tenela un par de días y después nos comemos un asado", le dice. Pero Trejo, que ya lleva mucho tiempo callando un profundo malestar, no hará nada de eso:
"Media res. Aturdidor. Línea de sacrificio. Baño de aspersión. Esas palabras aparecen en su cabeza y lo golpean. Lo destrozan. Pero no son sólo palabras. Son la sangre, el olor denso, la automatización, el no pensar. Irrumpen en la noche, cuando está desprevenido. Se despierta con una capa de sudor que le cubre el cuerpo porque sabe que le espera otro día de faenar humanos.
Nadie los llama así, piensa, mientras prende un cigarrillo. Él no los llama así cuando tiene que explicarle a un empleado nuevo cómo es el ciclo de la carne. Podrían arrestarlo por hacerlo, podrían incluso mandarlo al Matadero Municipal y procesarlo. Asesinarlo sería la palabra exacta, aunque no la permitida. Mientras se saca la remera empapada trata de despejar la idea persistente de que son eso, humanos, criados para ser animales comestibles. Va a la heladera y se sirve agua helada. La toma despacio. Su cerebro le advierte que hay palabras que encubren el mundo.
Hay palabras que son convenientes, higiénicas. Legales".
Nadie los llama así, piensa, mientras prende un cigarrillo. Él no los llama así cuando tiene que explicarle a un empleado nuevo cómo es el ciclo de la carne. Podrían arrestarlo por hacerlo, podrían incluso mandarlo al Matadero Municipal y procesarlo. Asesinarlo sería la palabra exacta, aunque no la permitida. Mientras se saca la remera empapada trata de despejar la idea persistente de que son eso, humanos, criados para ser animales comestibles. Va a la heladera y se sirve agua helada. La toma despacio. Su cerebro le advierte que hay palabras que encubren el mundo.
Hay palabras que son convenientes, higiénicas. Legales".
Una historia sobre palabras que enmascaran la realidad y silencios que la sostienen. Una realidad distópica, o no tanto: como escribió Martín Caparrós hace unos años, "Comer carne es un alarde bestial de poder. La carne es la metáfora más perfecta de la desigualdad".
Un libro con un final inesperado. Un gran libro.
*-*-*-*-*
Capitalismo caníbal: Qué hacer con este sistema que devora la democracia y el planeta, y hasta pone en peligro su propia existencia
Traducción de Elena Odriozola
Siglo Veintiuno, 2023
"[L]a producción capitalista no genera su propio sustento, sino que se mantiene a expensas de la reproducción social, la naturaleza, el poder político y la expropiación; sin embargo, su orientación hacia, la acumulación infinita amenaza con desestabilizar sus condiciones mismas de posibilidad. En el caso de sus condiciones ecológicas, lo que está en riesgo son los procesos naturales que sostienen la vida y proveen los insumos materiales para el aprovisionamiento de la sociedad. En el caso de las condiciones de posibilidad vinculadas con la reproducción social, se ven amenazados los procesos socioculturales que suministran las relaciones solidarias, las disposiciones afectivas y los horizontes de valor que sustentan la cooperación social, a la vez que proveen los seres humanos adecuadamente socializados y capacitados que constituyen la "fuerza laboral". En el caso de las condiciones políticas, lo que se compromete son los poderes públicos, tanto nacionales como transnacionales, que garantizan los derechos de propiedad, hacen cumplir los contratos, arbitran en disputas, sofocan las rebeliones anticapitalistas y preservan la oferta monetaria. En el caso de la dependencia del capital respecto de la riqueza expropiada, lo que se pone en peligro es el universalismo autoproclamado del sistema -y por ende, su legitimidad- y la capacidad de sus clases dominantes de gobernar de manera hegemónica mediante una combinación que incluye tanto el consenso como el uso de la fuerza. En cada uno de estos casos, el Sistema aloja una tendencia intrínseca a la desestabilización. Al no reabastecer ni reparar sus moradas ocultas, el capital devora con persistencia las bases que lo sostienen. Como la serpiente que come su propia cola, canibaliza sus propias condiciones de posibilidad".
En este poderoso libro Nancy Fraser nos introduce en la "morada oculta" tras la critica marxista del capitalismo. Una morada en la que, por debajo de la producción, el intercambio desigual en el mercado y la explotación de las personas trabajadoras, operan invisibilizadas prácticas de desposeimiento de las actividades de cuidado y reproducción social, de expolio de la naturaleza, de debilitamiento de la dimensión política y de extractivismo colonial. Como resume Nancy Fraser, la economía capitalista "se vuelve posible merced a cuatro condiciones cruciales de fondo vinculadas, respectivamente, con la reproducción social, la ecología de la tierra, el poder político y las continuas inyecciones de riqueza expropiada a los pueblos racializados". La acumulación originaria o primitiva, con su brutal despliegue de violencia, expropiación y depredación, nunca ha sido sólo el pasado del capitalismo, como ya recordó David Harvey en su reflexión sobre la que denomina "acumulación por desposesión".
Estas cuatro expropiaciones ejecutadas en la trastienda del sistema capitalista (o eso es lo que se pretende) ya han sido diagnosticadas y denunciadas por diversas autoras y autores: por la sociología y la economía feministas, por el ecologismo anticapitalista, por la sociología y la ciencia política críticas o por la sociología decolonial. Lo que hace Nancy Fraser es integrarlas en una crítica al capitalismo considerado "como algo más vasto que una economía".
Un diagnóstico muy potente que, desgraciadamente y como suele ser habitual, apenas si nos ofrece algunos apuntes útiles para impulsar prácticas sociales y políticas dirigidas a "matar de hambre a la bestia", como plantea la autora al final de su libro. Demasiado al final.