sábado, 27 de septiembre de 2014

La identidad desdichada



Hay lecturas que refuerzan nuestras ideas o confirman nuestras intuiciones, contribuyendo así a delinear nuestra particular visión del mundo. Hay otras que nos lanzan al territorio de la serendipia, de la sorpresa inesperada, descubriéndonos perspectivas inéditas. Y hay también lecturas que nos obligan a reconsiderar nuestras certezas, a repensar nuestras certidumbres.
Alain Finkielkraut es uno de los pocos pensadores capaz de aportarme, en cada una de sus obras, estar tres experiencias lectoras: confirmarme en algunas convicciones, descubrirme nuevas perspectivas y cuestionarme bastantes ideas que consideraba claras.

Su libro más reciente, La identidad desdichada, ha vuelto a reafirmarme en muchas cosas, a sorprenderme en varias, a cuestionarme en algunas y, por primera vez, también a incomodarme en bastantes.

Su adversario, en esta obra, es el bobo, el burgués bohemio, heredero en buena parte del izquierdismo del 68, él mismo uno de ellos (J'en suis un moi-même), "cruce entre la aspiración burguesa a una vida confortable y el abandono bohemio de las exigencias del deber por los impulsos del deseo, de la duración por la intensidad, de los modales y de las posturas rígidas, finalmente, por una relajación ostentatoria". La otra cara de la moneda populista; si la cruz es el Frente Nacional, convertido en "el primer partido obrero de Francia", la cara es el bobismo que ensalza la diversidad pero practica "la evitación mediante la elección de su lugar de residencia y, más aún, la escuela en la que matriculan a sus hijos". Se creen multiculturalistas cuando, en realidad, no son otra cosa que multiculinaristas.

Hace unos días Fernando Savater escribió un comentario al respecto que ahora, tras la lectura del libro, me parece escrito un tanto a la ligera. Escribía el, por otra parte, tantas veces acertado Savater:
El libro es un lamento sobre una cierta identidad francesa que se va perdiendo por falta no se sabe muy bien de quién ni de qué: por desidia, por deseo de tratar al que llega de fuera mejor que al que siempre estuvo aquí, por vergüenza de lo propio ante exotismos prestigiosos sólo por ser diferentes. Tampoco la identidad francesa cuya pérdida se deplora tiene perfiles demasiado claros. Uno de los rasgos que la definen, según Finkielkraut, es la galantería, de cuya desaparición también tienen culpa, por lo visto, ciertos maximalismos feministas. Y el simple paso del tiempo, diría yo, porque hace ya medio siglo que los franceses galantes no lo son como D´Artagnan. En cuanto a echar en falta mayor reconocimiento de nuestras raíces cristianas, no parece conveniente hacer gran énfasis en el asunto toda vez que el autor deplora que quizá pronto ya no haya en Francia ningún partido realmente laico ante el multiculturalismo polieclesial que se nos viene encima...

Bueno... Así presentado, el libro parece poco más que el lamento nostálgico de un abuelo cebolleta. Creo que esta valoración no hace justicia al libro. Por ejemplo, esa referencia a la "galantería francesa" que Savater despacha con gracia, es clave en la particular aproximación que Finkielkraut hace a la cuestión del velo (pp. 59-75) como elemento de desexualización de la mujer cuya única alternativa sería el acoso. Discutible y matizable, claro, pero a mí me ha dado mucho que pensar su reflexión sobre la relación entre la "exclusión de la feminidad" y el "desierto afectivo" que esta exclusión genera entre algunos varones jóvenes de la banlieu y la violencia que se da en estas periferias urbanas.

Finkielkraut considera que la crisis de integración en la sociedad francesa tiene que ver, esencialmente, con la progresiva sustitución de la igualdad republicana por la igualdad multuculturalista, reflejada en el fenómeno del comunitarismo, que "concede mayor importancia al vasallaje a un grupo particular que a la pertenencia a la República, y a las convicciones propias de ese grupo que a la regla general". Dado que ninguna definición de la vida buena debe prevalecer sobre otras, lo que llamamos "convivencia" en nuestras sociedades europeas no se asemeja a "vivir con": "No es un vivir al unísono, sino un vivir a distancia, cada uno según sus propias convicciones, sus ganas, sus hábitos, libre de los demás y en paz con ellos".
Son cosas que ya planteó hace tres lustros en La ingratitud, tal vez con más matices -o con menos urgencias- que ahora.

Es verdad que en su último libro Finkielkraut ofrece algunos matices más que en algunas entrevistas. Pero lo cierto es que, como señala Jean Birnbau en Le Monde des Livres, con esta obra "juega con fuego".
Por eso, creo que va a ser ensalzada o rechazada menos por lo que dice que por lo que se dice que dice.
En Francia hay quienes lo consideran nada menos que "portavoz de Marine Le Pen", como un ensayo escrito directamente contra la inmigración. Y en España hay quienes la alaban, como este comentario en La Razón: "El libro, sin pelos en la lengua, presenta un ataque a los occidentales que, por mala conciencia con su pasado, han relegado la defensa natural de su identidad europea para diluirla en una serie de identidades extranjeras a las que quieren dar carta de naturaleza".  


Es un libro que hay que leer para luego discutirlo y discutirnos. Quienes queremos ciudades abiertas y gershwinianas, quienes queremos que las cuestiones de la diversidad, la inmigración y la convivencia se planteen de manera constructiva, tenemos a Finkielkraut esperando.

viernes, 26 de septiembre de 2014

Ciudad blue



Ayer nos referíamos a la ciudad abierta.
Hoy, recordar el aniversario del nacimiento del gran George Gershwin (Brooklyn, Nueva York, 26 de septiembre de 1898) nos viene al pelo para volver a mirar la ciudad con los ojos del compositor que, seguramente, mejor supo captar todo el ritmo de la ciudad moderna, transformando su aparente (y muchas veces más que real) cacofonía en una de las más hermosas sinfonías: Rapsody in blue.

Cuando mi hija Naia era pequeña, no sé las veces que vimos juntos el vídeo -sí, el vídeo- Fantasía 2000, del que forma parte el fragmento de más arriba.

Aquí puede accederse -espero- a la versión completa.
http://www.dailymotion.com/video/xetg19_fantasia-2000-rhapsody-in-blue_music

Y aqui encontramos la hermosa escena del puente de la película Manhattan: ¡quién no ha soñado xon ser el protagonista de la misma, en esa maravillosa Nueva York filmada en blanco y negro!
https://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=3dT0bF9AS90

jueves, 25 de septiembre de 2014

Ciudad abierta



Ciudad abierta contiene una(s) hermosa(s) historia(s) en el marco de una gran urbe como es Nueva York.
Su autor, nacido en Michigan de padres nigerianos, criado en Nigeria, retornado a Estados Unidos en su juventud, mira a la ciudad a veces con distancia, otras con cercanía, pero sin olvidar nunca que la ciudad es fundamentalmente un ecosistema relacional, lo que las personas que la habitan hacen en y con la ciudad.
Hay momentos en los que parece referirse a asuntos como algunos de los que hemos planteado recientemente.

Como esta reflexión:
"Me preguntaba si yo no era ya uno de esos que interpretaban de más. En parte, porque sospechaba que cierto humor social impulsaba cada vez a más personas al juicio instantáneo y la opinión apresurada, a un espíritu anticientífico, y me parecía que al viejo problema de la incompetencia matemática masiva se estaba sumando una incapacidad más general para evaluar pruebas. Era una oportunidad de negocios rápidos para los especialistas en prometer soluciones inmediatas: políticos o sacerdotes de diversas religiones. En particular, muy rentable para los que desearan aglutinar a gente en torno a una causa. Cuál fuese la causa daba casi lo mismo. Lo único que importaba era la militancia".

O como esta otra:
"Esto está muy concurrido, ya ves. No sólo de gente que envía saludos de Año Nuevo, muchos llaman a sus casa por el Eid. Hizo un gesto hacia la pantalla que tenía detrás, con el registros de las llamadas de las doce cabinas en aquel momento: Colombia, Egipto, Senegal, Brasil, Francia, Alemania. Parecía de novela que un grupo de gente tan pequeño pudiera llamar a un espectro de países tan amplio. Viene siendo así desde hace dos días, dijo Faruk, y es una de las cosas que me gustan de trabajar aquí. Es una prueba de lo que creo: la gente puede vivir junta si dejar de mantener intactos sus propios valores. Ver tal cantidad de individuos de sitios diferentes me toca la fibra humana y la intelectual.
[...] Creo a rajatabla en eso, que la gente puede vivir junta, y quiero entender cómo hacerlo posible. Pasa aquí, en esta tienda, a pequeña escala, y lo que quiero es entender cómo puede pasar a una escala mayor".

Una excelente lectura.