Una opinión: "Desde mi perspectiva, películas que hacen dinero causando malestar psicológico es mejor que se pasen en salas X. Es como escuchar durante dos horas a un violador diciendo que todas las mujeres son iguales y no contrariarle. Y conste que soy un gran aficionado al terror, pero esta saga promueve que salgamos del cine peor de lo que entramos. Desde el punto de vista del arte no la censuraría, pero desde el punto de vista de un psicólogo, sí".
Otra, distinta: "Es totalmente inútil darle vueltas o buscar excusas en este tipo de películas. La violencia tiene que ver con la estructura social, la familia... Es cierto que hay actos anecdóticos. A veces un niño desequilibrado imita acciones que ha visto en el cine, pero es un problema minoritario. La violencia artística no influye en la real".
Mucho se ha discutido sobre la posible influencia que el espectáculo de las violencia de ficción pudiera tener sobre el comportamiento de niños y jóvenes. Hay un libro de Gerard Jones, Matando monstruos. Por qué los niños necesitan fantasía, super-héroes y violencia imaginaria, que a mí me ha servido para desdramatizar y repensar la cuestión en positivo.
“Si no tomamos en cuenta el significado de la conducta infantil -escribe Jones-, hacemos algo peor que invalidar la investigación. Nos arriesgamos a entenderla al revés, buscando sólo efectos negativos cuando deberíamos ver lo positivo, y por tanto estamos impidiendo que los niños utilicen unas herramientas que pueden ayudarles a tratar las auténticas tensiones que nos preocupan”.
Ahora bien, ¿es de eso de lo que se trata cuando nos referimos a películas como las de la serie Saw?