jueves, 23 de junio de 2022

Víctimas e ilesos: Ensayo sobre la resistencia ética

Olga Belmonte García
Víctimas e ilesos. Ensayo sobre la resistencia ética
Herder, 2022


"Es necesario mirar al pasado y analizar hasta qué punto se podría haber hecho algo por evitar el horror, detectar cuáles eran las posibilidades de cambio y mostrar 'que se podría haber hecho algo distinto, que se podría haber tomado otra decisión, que alguien podría haber intervenido, que alguien podría haber renunciado' [C. Emcke].
[...] Una decisión distinta en la vida cotidiana hubiera traído algo diferente. Las situaciones de barbarie no llegan repentinamente, hay un ambiente que las prepara. hay, como hemos dicho, una agricultura del odio que lo siembra en la sociedad, en el inconsciente colectivo".


En el prólogo de este libro Graciela Fainstein recuerda y reivindica la reflexión de Walter Benjamin sobre las y los Feurmelder, avisadoras y avisadores del fuego, esas personas que tienen la capacidad de leer los signos del tiempo que les ha tocado vivir, sus mares de fondo, sus derivas potencialmente catastróficas, que se esfuerzan por avisar del incendio antes de que el fuego se propague, por "cortar la mecha encendida antes de que la chispa llegue a la dinamita" (W. Benjamin, Dirección única, Alfaguara, 1987; traducción de Juan J. del Solar y Mercedes Allendesalazar). Es esta la reflexión que más me ha interpelado del libro de Olga Belmonte García.

Están las víctimas, por supuesto, y la autora mira y nos hace "mirar de cara un sufrimiento que no siempre queremos ver": el sinsentido de la injusticia radical que sufrieron, la escucha reverencial que su verdad nos exige, su rescate desde la invisibilización en el "reino de la nada" y su retorno a la comunidad de la que fue expulsada, la no banalización de la idea de perdón, son algunas de las cuestiones que aborda Olga Belmonte, con profundidad teórica y sensibilidad ética, componiendo un texto de bella lectura.

Están también los victimarios -verdugos y torturadores, fundamentalistas y fanáticos- que deshumanizan a la víctima reduciéndola a categoría gestionable (usable, trasladable, ocultable, expulsable, eliminable) a partir de una "lógica de la barbarie [que] crea un sistema en el que no cabe lo diferente", preguntándose y haciéndonos preguntarnos si se trata de una cuestión de banalidad (Arendt) o de sadismo (Améry).

Es aquí cuando, junto a la víctima y al victimario, la autora incorpora a los "ilesos", a quienes no siendo víctimas sí han sido testigos del sufrimiento de estas. Esta es la condición mayoritaria en las sociedades en las que la barbarie ha dinamitado la convivencia; pocos verdugos, bastantes víctimas, muchas ilesas: esta es la aritmética de la barbarie. Siempre son más las personas ilesas (espectadoras silentes): ¿cuál es su responsabilidad?

A pesar de su reducida extensión, en este libro Olga Belmonte recoge y relaciona algunas de las cuestiones esenciales de la reflexión ética sobre las víctimas. Quienes ya estemos familiarizadas con las conversaciones en torno a esta temática puede que no encontremos contenidos realmente novedosos, pero sí reconoceremos una mirada y una voz propias que nos animarán a seguir conversando. Quienes quieran empezar a caminar por el territorio de las víctimas tienen en este libro la mejor de las guías para hacerlo.

miércoles, 22 de junio de 2022

La bendición de la tierra

Knut Hamsun
La bendición de la tierra
Traducción de Kirsti Baggethun y Asunción Lorenzo
Nórdica Libros, 2021 (2ª ed.)
 
 
"Pensemos en vosotros, la gente de Sellanrå, vosotros contempláis todos los días las mismas montañas azules, no son inventos, sino viejas montañas profundamente arraigadas en el pasado, y son vuestras amigas.  El cielo y la tierra os acompañan en vuestros quehaceres y os fundís con ellos, os fundís con todo eso tan extenso y tan enraizado. No necesitáis empuñar una espada, pasáis por la vida sin cubriros la cabeza ni las manos, en medio de una gran bondad. ¡Mira, allí está la naturaleza, os pertenece a ti y a los tuyos! El hombre y la naturaleza no se bombardean el uno al otro, sino que se dan la razón, no compiten, no persiguen nada, se acompañan. En medio de todo eso, vivís la gente de Sellanrå. [...] Tenéis todo lo que necesitáis para vivir, tenéis todo por lo que vivir, todo en lo que creer, nacéis y engrendráis, sois los imprescindibles de la Tierra. No todo el mundo lo es, pero vosotros sí: los imprescindibles de la Tierra. Sois los que mantenéis la vida"
 
 
Publicada originalmente en 1917, esta novela cuenta la historia de Isak e Inger, de sus hijos, sus vecinas y vecinos, de la tierra que cultivan y los animales que crían. Una comunidad plenamente integrada en la naturaleza de la que depende. Hamsun no obvia la dureza de su existencia, sus estrecheces, sus sueños quebrados (especialmente los de las mujeres), pero reivindica la pureza de una vida que aspira a lograr la máxima autosuficiencia, aprovechando lo que la técnica moderna les ofrece (Isak se muestra fascinado por su segadora mecánica) pero resistiéndose a la modernidad cultural que les llega desde la ciudad:
 
"Nada era como antes. La comarca entera estaba cambiada, ese ancho camino del telégrafo no pertenecía al pasado, antes la dinamita no había destrozado los montes que había junto al lago. Y ¿las personas? ¿Seguían diciendo 'Paz con vosotros' al llegar y 'Quedad en paz' al despedirse? Ahora se limitaban a saludar con un ligero movimiento de la cabeza, o ni siquiera eso".

Una novela poderosa escrita con un lenguaje pausado, poblada de personajes creíbles, en la que el paisaje natural juega un papel esencial. Demanda una lectura atenta, pausada, orgánica; el premio es disfrutar de una narración superficialmente sencilla, en realidad repleta de humanidad y, por ello, de complejidad.
 

domingo, 19 de junio de 2022

Aprender a vivir y a morir en el Antropoceno

Roy Scranton
Aprender a vivir y a morir en el antropoceno
Traducción de Silvia Moreno Parrado
Errata Naturae, 2021

"El problema de nuestra respuesta al cambio climático no es que cueste aprobar las leyes pertinentes, determinar el precio justo de las emisiones de carbono, cambiar la opinión de la gente ni despertar conciencias. Todo el mundo es ya consciente. El problema es que el problema es demasiado grande. El problema es que hay gente distinta que quiere cosas distintas. El problema es que nadie tiene respuestas de verdad. El problema es que el problema somos nosotros".
 
 
El título original de este libro es Aprendiendo a morir en el Antropoceno (Learning to Die in the Anthropocene); a morir. Es importante señalarlo ya que es de eso de lo que va este libro: de asumir nuestra condición mortal, abandonar los sueños de omnipotencia, aprender a morir. De ello puede depender nuestra supervivencia en el Antropoceno, según Roy Scranton. ¿La supervivencia de cuántas, de quiénes, en qué condiciones? Tras finalizar la lectura del libro, repleto de interpelaciones y sugerencias, no me queda claro.

Scranton sirvió como soldado en Irak durante la operación Shock and Awe, "conmoción y pavor", el bombardeo masivo que entre el 20 y el 24 de marzo de 2003 arrasó Bagdad, precipitando el final de Sadam Husein. "Con su táctica de 'conmoción y pavor' -escribe Scruton al inicio del libro- el ejército estadounidense había desatado el fin del mundo en una ciudad de seis millones de habitantes [...]. Las infraestructuras de Bagdad habían quedado arrasadas: el agua, la electricidad, el tráfico, los mercados y la seguridad eran presa del caos y del poder local. El Gobierno se había venido abajo, se erigían muros, se trazaban fronteras tribales y se recurría a la violencia para instaurar unas jerarquías despiadadas. A lo largo del siguiente año, desaparecería la clase media laica de la ciudad, ante la presión de pistoleros, especuladores, fundamentalistas y soldados". Dos años y medio más tarde, a su regreso a Estados Unidos desde ese "mundo averiado" al que había sobrevivido, su unidad se enfrentó a otra situación de conmoción y pavor, esta vez provocada por el azote del huracán Katrina sobre Nueva Orleans: 
 
"Ante mis ojos tenía la misma vorágine  y derrumbe que ya había visto en Bagdad, la misma falta de planificación y la misma oleada de caos. [...] Nuestra unidad recibió órdenes de estar lista para pasar a la acción y se nos entrenó en operaciones de control de disturbios. El desalentador futuro que había visto en Bagdad estaba ahora entre nosotros: no eran el terrorismo ni las armas de destrucción masiva, sino la maquinaria de la civilización, que se venía abajo, incapaz de recuperarse después de la conmoción sufrida por su sistema".
 
Abraham H. Maslow advirtió en su libro de 1966 The Psychology of Science (New York: Harper & Row) de la existencia de un sesgo cognitivo que, desde entonces, se conoce como "el martillo de Maslow" o "ley del martillo dorado", para advertir sobre la tendencia a dar por supuesto que la única herramienta de la que disponemos o creemos disponer (la única teoria sobre el comportamiento humano, la única medida de política social, la única estrategia de acción colectiva...), aquella con la que estamos más familiarizadas o nos sentmos más seguras, es la única herramienta que necesitamos porque es la única que nos permite solucionar los problemas a los que nos enfrentamo: “Supongo que es tentador, si la única herramienta que tienes es un martillo, tratar todo como si fuera un clavo" ("I suppose it is tempting, if the only tool you have is a hammer, to treat everything as if it were a nail"). La expresión psicosociológica del "one best way" taylorista.
 
El martillo de Scruton es su experiencia como soldado y las lecciones que ha sacado de esa experiencia; lecciones como esta: si para sobrevivir en la guerra tuvo que asumir la inevitabilidad de su propia muerte, para sobrevir en el Antropoceno la humanidad deberá asumir que "esta civilización ya está muerta". El mundo es, para él, un escenario hobbesiano de muerte, violencia y miedo, en el que "la experiencia de ser humano se reduce a un borde afilado". En consecuencia, su diagnóstico es terriblemente duro: "Cada vez que consultamos el correo electrónico estamos calentando el planeta. Lo hacemos a diario, No podemos parar. No sabemos parar. No queremos parar". Debemos recibirlo como una bofetada, sin endulzarlo: estamos en situación de catástrofe climática (hablar de "pre" es irresponsable), lo confirma el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC). Pero, con la herramienta de Scruton, no sé cómo pasar del diagnóstico a la acción colectiva (masiva) transformadora; no acabo de ver la conexión entre su diagnóstico y sus propuestas: interrumpir las "cadenas semánticas estresantes de excitacòn social" practicando la contemplación y el pensamiento crítico. No porque ambas practicas no sean esenciales sino porque no creo que sean suficientes.
 
¿Y si la herramienta fuera otra, si no fuera un martillo? Mientras leía este libro pensaba en lo interesante que sería poner a conversar a Straton con la Rebecca Solnit de Un paraíso en el infierno. Las extraordinarias comunidades que surgen en el desatre (Capitán Swing, 2020; traducción de David Muñoz Mateos). Tal vez incorporaría a la conversación al Sebatian Junger de Tribu. Sobre vuelta a casa y pertenencia (Capitán Swing, 2016; traducción de María Eugenia Frutos), quien analiza lo que ocurre en situaciones de combate o de catástrofe natural desde el planteamiento de que tales situaciones tienen el potencial de retrotraernos a un momento "tribal", en el que el compromiso colectivo y la identificación de un bien común se vuelven imprescindibles para la supervivencia. Pero me dejaría decir mucho por Rebecca Solnit, no menos crítica que Scruton en su diagnóstico del tiempo que vivimos, pero mucho más esperanzada. Donde Scruton solo ve violencia, desesperación y salvajismo, Solnit ve (también y sobre todo) cooperación, ayuda, altruismo. A ambas les preocupa el cambio climático pero, tal vez porque Scruton piensa desde la "espada" (esta es su auténtica herramienta), se muestra incapaz de atender a la presencia del "cáliz", del poder de la vida personal y colectiva como pulsión para la transformación social.

En fín, que sí, que debemos aprender a vivir en el Antropoceno.