miércoles, 3 de agosto de 2022

Eduardo Mazo

Desde hace muchos años, cada vez que reordenaba mi biblioteca (muchas veces) o movía los libros para limpiar el polvo de las estanterías (bastantes menos), me he preguntado qué sería de Eduardo Mazo. Lo conocí en agosto de 1984, vendiendo sus libros autoeditados en una de las calles de entrada al Casco Viejo de Bilbao mientras el Arenal reventaba con aquella Aste Nagusia con la que la ciudad se resarcía de las catastróficas inundaciones que un año antes la habían arrasado. Más librívoro que festívoro, encontrarme con Eduardo, comprar alguno de sus libros, leerlo y volvernos a encontrar para comentarlo, se convirtió en costumbre anual hasta que, a partir de 1992, mi militancia en Gesto por la Paz hizo que mi presencia en aquellas calles en fiesta jaiborrokera se volviera (digamos) incómoda.
 
Volví a encontrarme con Eduardo dos veces más, ya en la Barcelona que lo acogió durante veinticinco años tras salir de su Argentina natal, pero sus textos -ingeniosos, lúcidos, traviesos, reivindicativos, sensuales- me han hecho siempre compañía:
  • Democracia quiere decir en griego: "gobierno del pueblo" (pero en un griego muy, muy antiguo).
  • Todos morimos, ricos y pobres, pero los pobres ensayamos más.
  • Pronto se creará vida humana por métodos artificiales. (Ya se está ensayando esto en los coitos sin amor).
  • El futuro del mundo está todavía en manos de unos pocos, porque el resto aún no se ha decidido a ser también de esos pocos.
  • ¡Eres tan pequeñita, tan apretada alrededor de tu corazón!
 
Esta mañana, limpiando las estanterías, he vuelto a pensar en qué sería de Eduardo Mazo, pero en esta ocasión he recurrido a internet para intentar saberlo. Y me he encontrado con la triste noticia de que falleció el 3 de mayo del año pasado en Buenos Aires.
 
Merece mucho la pena conocer su trabajo. Este es un buen lugar para empezar a hacerlo.

domingo, 31 de julio de 2022

El hombre corzo / Rendición

 
Geoffroy Delorme
El hombre corzo. Siete años viviendo en el bosque
Traducción de Blanca Gago
Capitán Swing, 2021
 
Joanna Pocock
Rendición
Traducción de Teresa Lanero Ladrón de Guevara
Errata Naturae, 2022
 
 
"Al final la perturbación se aleja, el viento y la lluvia regresan, y con ellos las temperaturas un poco más clementes. La vida sigue. El peligro del temporal me lleva a plantearme, una vez más, el final de mi aventura. Ahora me debato, por un lado, entre la posibilidad de seguir en el mundo salvaje, consumiéndome poco a poco rodeado de mis queridos amigos; y, por otro, la de regresar al mundo humano para sobrevivir y poder contar su historia" (Geoffroy Delorme).

"Al escribir sobre mis dos años en Montana, intento hacer regresar a la persona que fui, recuperarla y recuperar la tierra por la que ella caminó, así como darle sentido a la inesperada trayectoria de su viaje. Al mirar atrás, veo conexiones que jamás habría imaginado. [...] A veces, lo único que podemos hacer es rendirnos: a las circunstancias, a los deseos y miedos, a la necesidad de huir, a nuestros fallos, a nuestro dolor; a nuestra naturaleza interna, a nuestra domesticación y, en definitiva, a cualquiera que sea la esencia situada en el centro de nuestro ser. Anhelo las tierras del Oeste. Quiero hacer caso a las palabras de Finisia: 'Arrodíllate y cava'. Mis conversaciones allí no han concluido. Queda mucho por decir. Y mucho más que oir" (Joanna Pocock).


A los diecinueve años Geoffroy Delorme decidió vivir en el bosque de Louviers, en Normandía, donde durante siete años compartió su existencia con un grupo de corzos, con los que llego a alcanzar un fascinante grado de intimidad. Con esporádicas visitas a su casa materna para recuperarse de una vida y una alimentación plenamente salvajes, Delorme protagoniza una experiencia de inmersión total en la naturaleza, en base a la cual ha escrito un texto hermosísimo, un ejemplo de biofilia, de comunión total con unos seres -Delorme se refiere a uno de los corzos con los que más relación mantiene, Chévi, como "persona no humana"- pero sin caer en la antropomorfización disneyana.
 
También el libro de Joanna Pocock es una historia de inmersión total en la naturaleza, si bien las diferencias con la experiencia de Delorme son muy evidentes: a punto de cumplir cincuenta años la autora decide abandonar su residencia en Londres para irse a vivir a la pequeña ciudad de Missoula, en Montana, junto con su marido y su hija de seis años; desde allí tomará contacto con movimientos y comunidades ecologistas radicales (defensoras de una vuelta a la vida cazadora-recolectora, componentes de la Familia Arcoiris de la Luz Viva, practicantes de la ecosexualidad y de la Tradición Silvana) y preparacionistas, entre quienes encontrará coincidencias que los vinculan más allá de sus muy diferentes orientaciones ideológicas.
 
Escrito con una enorme sensibilidad, Joanna Pocock ha escrito un libro poblado de personajes que, más allá de que en ocasiones expresen ideas o mantengan posiciones (que yo solo puedo definir como de) excéntricas, comparten con la autora la necesidad de dejar de formar parte del "círculo de consumo" sobre el que se ha construido nuestra sociedad. "El planeta se estaba muriendo, pero yo necesitaba esperanza", confiesa Pocock. Creo que somos muchas, cada vez más, las que sentimos la misma necesidad. Desde esta perspectiva, movida por esta necesidad, no es casualidad que en las páginas de este libro nos encontremos con Rachel Carson, Rebecca Solnit o Terry Tempest Williams, tres referentes del ecofeminismo caracterizadas por su capacidad para aunar diagnósticos sin concesiones del presente y apertura de posibilidades de futuro.