Melania Moscoso y Txetxu Ausín (eds.)
Soledades. Una cartografía para nuestro tiempo
Plaza y Valdés, 2021
Francisco Gómez Nadal (coord. y ed.)
Escuchar el silencio, evitar el estruendo. La soledad y las mujeres mayores en Cantabria
Editorial UNATE, 2021
Ya antes de la pandemia los efectos de la soledad y el aislamiento social se estaban abordando como un nuevo y preocupante problema social y de salud pública. En enero de 2018 Gran Bretaña impulsó un denominado “Ministerio de la Soledad”, problemática que afectaba a 9 millones de personas en ese país (el 14% de la población total), y a más de la mitad de las personas mayores de 75 años. A partir de ese año han proliferado, también en España y en Euskadi, observatorios y planes para diagnosticar y afrontar la soledad no deseada.
Si bien es cierto que la vejez es la etapa del ciclo vital en la que más inciden la soledad y el aislamiento, es importante subrayar que ambos fenómenos también están presentes en edades intermedias del ciclo vital. Según un estudio de 2019, en torno a un 30% de las personas de 40 a 65 años experimentaba aislamiento social y más del 35% sufría soledad emocional. Teniendo en cuenta que ese es el momento del ciclo vital en el que estamos más ocupadas y desempeñamos roles sociales que nos vinculan a otras personas (maternidad-paternidad, empleo, activismo social…), se abre un panorama pesimista sobre la evolución de los niveles de soledad de esas personas cuando se hagan mayores.
¿Qué nos está pasando? ¿Cómo es posible que en la época en la que más claramente experimentamos la interconexión entre generaciones, entre territorios, entre naciones, la época en la que más facilidades tenemos para conectarnos física y tecnológicamente, sea también la época en la que (no sé si más que en otras) nos sentimos tan solas y solos, y sufrimos tanto por ello? Estos dos libros nos dan una buena cantidad de pistas para pensarlo y algunas buenas recomendaciones para actuar al respecto.
El libro editado por Melania Moscoso y Txetxu Ausín tiene un carácter más analítico, más académico, pero sin perder en ningún momento voluntad de encarnadura, de aterrizar análisis y diagnósticos en el terreno de las vidas y las experiencias reales, identificables con nombre y rostro. Como se indica en el capítulo introductorio,
"Lejos de considerar la soledad no deseada como una pandemia -comparable a la de la COVID-19, una de cuyas consecuencias precisamente ha sido poner de manifiesto lo extendido del desarraigo y del aislamiento social-, tratamos de caracterizarla como una manifestación de las transformaciones del mundo contemporáneo en el ámbito de la convivencia, para lo cual nos servimos de la antropología, la bioética, la literatura, los urban studies y la filosofía, centrando su impacto en colectivos concretos, como la infancia y la adolescencia psiquiatrizada o las personas con discapacidad, pero que en cualquier caso se pregunta por su sentido y la envergadura de sus ramificaciones en la salud pública, en el diseño del entorno urbano, en el desarrollo de políticas públicas sobre los cuidados y en las nuevas tecnologías de la información y la comunicación".
Por su parte, Escuchar el silencio, evitar el estruendo aborda específicamente la problemática de la soledad no deseada entre las mujeres mayores de Cantabria. Su punto de partida es abiertamente crítico con un imaginario social dominante que puede invisibilizar la realidad de la(s) soledad(es) de estas mujeres:
"En el imaginario de género una mujer mayor se puede valer por sí sola, puede aguantar más y mejor, se sabe cuidar porque ha pasado toda la vida cuidando -de otros-, y, en el mejor de los casos, encuentra sentido a su vida dando continuidad a esa vida de cuidados (ahora con nietos o nietas o cocinando para toda la familia). Pero los imaginarios se topan contra la realidad".
Y la realidad que nos descubre este estudio, repleto de voces y no solo de datos, coincide en lo fundamental con la que se apunta en el libro anterior:
"La soledad no es una epidemia. Es cierto que la soledad no deseada puede provocar, acelerar o intensificar patologías físicas y psicológicas, pero antes que la patología está la realidad social de la soledad. Una comunidad rota, atrincherada en los hogares y en las pantallas, unos servicios orientados al asistencialismo y una sociedad edadista que sitúa a las mujeres mayores en la periferia de la vida social, cultural, económica y política, poco pueden ayudar a convertir a la soledad no deseada en un fenómeno marginal".
Dos lecturas muy recomendables que interesarán a cualquier persona preocupada por una problemática, la de la soledad no deseada, de la que cualquiera podemos ser víctimas en algún momento de nuestra vida y para cuyo abordaje todas tenemos mucho que hacer.
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