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1. LOS CENTROS DE INTERPRETACIÓN AMBIENTAL Y RECUPERACIÓN DE LA FAUNA: HACIA
UNA EDUCACIÓN AMBIENTAL TRANSFORMADORA
ÉTICA DEL DESARROLLO
Imanol Zubero
Universidad
del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea
Bilbao, 28 de
noviembre de 2017
IMPORTANCIA DEL
DIAGNÓSTICO
Al finalizar su libro El optimista
racional, Matt Ridley escribe: “El experimento seguirá su camino. Mientras
se permita, en algún lugar, que florezcan el intercambio y la especialización
humanos, la cultura evoluciona independientemente de la ayuda o los obstáculos
de los líderes, y el resultado es que la prosperidad se expande, la tecnología progresa, la
pobreza declina, la enfermedad se reduce, le fecundidad cae, la felicidad se
eleva, la violencia se atrofia, la libertad crece, el conocimiento florece, el
medio ambiente mejora y la naturaleza se extiende” [1]. Es la apoteosis de la catalaxia, ese concepto propuesto por
Ludwig von Mises para describir el beneficioso orden espontáneo creado por el
intercambio y la especialización[2].
Frente a la perspectiva cataláctica, muchas personas piensan y trabajan
desde el paradigma del colapso [3]. “Estamos viviendo un momento de cambio de la
civilización”, sostiene Chris Hedges. “Cuando se agote el crédito para el
ciudadano medio, cuando un paro masivo cree una clase marginal permanente y
enrabietada, cuando desaparezcan los productos fabriles baratos que son el opio
de nuestra cultura consumista, cuando el agua y el suelo estén tan contaminados
o degradados que no puedan mantener bolsas de vida humana, probablemente
evolucionaremos hacia un sistema muy parecido al totalitarismo clásico,
caracterizado por despóticos reinos de taifas” [4].
En principio, situados entre la catalaxia y el colapso diríamos que “la
virtud está en el medio”, que ni una cosa ni la contraria. Sin embargo, se
trata de perspectivas inconmensurables, entre las que no cabe hacer una media.
Es probable que la perspectiva “colapsista” nos resulte tan impensable
que inmediatamente quede fuera de nuestra consideración. No sólo en el caso de
que seamos economistas neoclásicos. Como analiza Robert Nisbet en un libro
convertido en clásico, la idea de
progreso, es decir, la creencia en que “la humanidad ha avanzado en el
pasado […] y que sigue y seguirá avanzando en el futuro”, es la “fe” moderna
por excelencia, “tan evidente como cualquiera de los postulados de Euclides al
menos hasta comienzos de nuestro siglo [XX]” [5]. Por su parte, Gilbert Rist
considera que el desarrollo “forma
parte de nuestra religión moderna”, conformando “una creencia y una serie de
prácticas que forman un todo a pesar de
sus contradicciones” [6]. La fe en el progreso y el desarrollo continuos es
nuestro marco interpretativo por excelencia.
La pregunta inicial es
evidente: ¿desde qué perspectiva nos aproximamos a la gestión de los espacios
naturales?
Si estamos en la era
de la sexta extinción, hay que coincidir con Edward O. Wilson cuando en su
último libro escribe que “el mundo decadente de la biodiversidad no puede
salvarse sólo con las operaciones fragmentadas que se están llevando a cabo en la actualidad” [7].
EL TAMAÑO IMPORTA
El pasado domingo,
la organización World Wildlife Found
junto con la Fundación Lurgaia organizó la "Plantación en Red", acción reivindicativa con la que se
quiere concienciar sobre la
necesidad de mantener conectados los bosques. Para ello, es plantaron en
la Reserva de Urdaibai 600
ejemplares de robles, abedules o serbales, que en el futuro se
convertirán en un bosque de casi
una hectárea (lo que equivale a dos campos de fútbol), y poder así "juntar los espacios que están aislados
creando pasadizos que posibiliten a la flora y fauna esparcirse" [8].
Un cambio en el área
del hábitat conlleva un cambio en el número sostenible de especies, cercano a
la raíz cuarta: según esto, una eliminación del 90% del área hace descender
hasta el 50% el número de especies que puede sobrevivir de manera sostenible
(Wilson, p. 251).
Por eso, su propuesta es
destinar a la naturaleza la mitad del planeta, como única forma de salvar la
biodiversidad del mismo y, de esta manera, “conseguir la estabilidad necesaria
para nuestra propia supervivencia” (p. 14). Según los cálculos que expone, de
esta manera se podría garantizar la estabilidad del 80% de las especies. Hay
que tener en cuenta que, en la actualidad (datos de 2015), el total de las
reservas naturales del mundo ocupan poco menos del 15% del área terrestre y del
2,8% del área marítima del planeta (p. 251).
Erle C. Ellis, científico
medioambiental de la Universidad de Maryland que investiga la cuantificación
del Antropoceno identificando aquellas formas naturales y ecosistemas que se
han visto transformados o desplazados fuera de su hábitat original por la acción
humana [9], nos conmina provocadoramente a asumir que habitamos
irreversiblemente en la “Edad de los Humanos”: “Dejad de intentar salvar el
planeta”, escribe: “La naturaleza ha desaparecido. […] Estáis viviendo en un
planeta gastado. Si eso os molesta, intentad asumirlo. Ahora vivimos en el
Antropoceno –una época geológica en la que la atmósfera, la litósfera y la
biosfera de la Tierra están determinadas por fuerzas humanas” [10].
En esta línea, los
científicos que defienden el paradigma de la “nueva conservación” rechazan la
idea de que exista algo así como una “naturaleza prístina”, considerando que “nature
can prosper so long as people see conservation as something that sustains and
enriches their own lives. In summary, we are
advocating conservation for people
rather than from people” [11].
Mi temor, el expresado
por Bernard Charbonneau, geógrafo e historiador francés, fundador con Jacques
Ellul del Comité de Defensa de la Costa de Aquitania: que después de haber
arrasado la naturaleza, la sociedad industrial termine de aniquilarla
“protegiéndola”, organizándola [12].
“El parque nacional es un absoluto artificio […] no es naturaleza. Es un
parque, un producto de la organización social: el parque público de la ciudad
total”, sostiene (p. 230)
NO SE PUEDE ECHAR LA
BRONCA POR LA FALTA DE PUNTUALIDAD A QUIENES ESTÁN PRESENTES, PERO…
“La denominación
centro de interpretación no es la mejor, pero en Aragón también ha calado Al
igual que en otros lugares, en Aragón han proliferado los denominados centros
de interpretación de medio ambiente y sostenibilidad. ¿Nos ponemos de acuerdo
en el nombre? ¿Centro de visitantes de…? ¿Centros de acogida de visitantes…?
¿Centro de interpretación de…? ¿Ecomuseo de…? ¿Museo de …? ¿Casa de…? ¿Un
nombre propio y original? Demasiado tarde y demasiado difícil” [13].
En efecto, la tarea de
los centros de interpretación y recuperación medioambiental resulta complicada
en extremo, complicación que no sólo se refleja en sus problemas de
denominación.
Cometido complejo.
Mezcla de objetivos y lógicas. Los centros de interpretación como herramientas
de conservación y de desarrollo. ¿Es posible lograr ambos objetivos? ¿Con este
modelo de desarrollo?
EL PAPEL DE
LA ÉTICA DEL DESARROLLO
“La clave para salvar
la mitad del planeta es la huella ecológica” (Wilson, p. 255). Frente a la
tentación neomaltusiana, con su corolario perverso de condenar la
superpoblación de los pobres al tiempo que se salva el sobreconsumo de los
ricos [14], Wilson considera que “la humanidad parece haber ganado la partida
demográfica” (p. 256). Lo llamativo es que también parece considerar que
igualmente está ganada la batalla del consumo: “la huella ecológica va a
evolucionar, no para demandar cada vez más espacio, como podría pensarse en un
principio, sino cada vez menos” (p. 257-258). ¿La razón de este optimismo?
La razón está en la
evolución del sistema de libre mercado y en la forma en que está influido por
la alta tecnología. Los productos más competitivos en estos momentos y en el
futuro son aquellos cuya fabricación y publicidad resultan menos costosas, cuya
reparación es menos frecuente y cuyas prestaciones don más altas empleando el
mínimo de energía. […] En pocas palabras, tanto la reducción de la huella
ecológica como su consiguiente mejora en la conservación de la biodiversidad se
ven beneficiadas por la sustitución acelerada del crecimiento económico
extensivo a favor del crecimiento económico intensivo (p. 258-259).
De nuevo, la
catalaxia.
Frente al solucionismo
tecnológico, la propuesta ética. Una ética ecosocialista “que se oponga
radicalmente a la lógica destructiva […] de la rentabilidad del capital y del
mercado total” [15].
Una ética fundada
sobre la conciencia del límite [16],
la cultura y la práctica de la suficiencia
[17] y la consideración del Planeta como un común
[18], o, en la expresión de François Houtart, como el Bien Común de la Humanidad [19].
Relevancia de las
comunidades locales.
De forma paradójica,
recrear los límites y las fronteras es necesario no sólo para conjurar el
colapso, sino también para reencontrar un mundo común. Los hombres no forman en
verdad comunidad más que en la proximidad y al percibir su diferencia con los
demás. El sin-frontera, de moda entre
los bobós [bourgeois-bohème, burgués-bohemio] destruye el común y el mundo
(Latouche, p. 135-136).
“El verdadero parque
europeo es el campo, que sin el trabajo del hombre vuelve, no a la naturaleza,
sino a la condición de terreno baldío”, escribe Charbonneau; y continua: “Pero
la sociedad que habla de la conservación de los lugares es la misma que los
destruye”. Citando un artículo de Le
Monde en 1966: “Los verdaderos conservadores de los lugares son los
campesinos. […] ¿Cómo mantener los valores rurales y la agricultura en zonas
que las leyes de la economía tienden a despoblar?” (p. 306-307).
1. M. Ridley, El optimismo racional, Taurus, Madrid 2011, p. 346.
2. L von Mises, Human
Action. A treatise on Economics. Ludvig von Mises Institute, Auburn,
Alabama 1998.
3.
C.
Taibo, Colapso. Capitalismo terminal,
transición ecosocial, ecofascismo, Los libros de la catarata, Madrid 2016;
E. Santiago Muiño, Rutas sin mapa.
Horizontes de transición ecosocial, Los libros de la catarata, Madrid 2016;
M. Casal, La izquierda ante el colpaso de
la civilización industrial, La oveja roja, Madrid 2016; G.M. Turner, “Is
Global Collapse Imminent? An Updated Comparison of The Limits to Growth with Historical Data”, Melbourne Sustainable
Society Institute, Research Paper 4, August 2014; S. López Arnal, “Entrevista a
Jorge Riechmann”, Papeles de relaciones
ecosociales y cambio global, 119, 2012, pp. 175-190; R.
Heinberg, Searching for a Miracle: ‘Net Energy’ Limits & the Fate of Industrial
Society, Post Carbon
Institute & International Forum on Globalization, September 2009.
4. Ch. Hedges, La muerte de la clase liberal, Capitán Swing, Madrid 2015, pp.
270-271.
5. R. Nisbet, Historia de la idea de progreso, Gedisa, Buenos Aires 1981, p. 19 y 23.
6. G. Rist, El desarrollo: historia de una creencia occidental, Los libros de
la catarata, Madrid 2002, p. 32 y 36.
7. E. O. Wilson, Medio planeta, Errata Naturae, Madrid 2017, p. 251
9. E. C. Ellis, “Anthropogenic transformation of the
terrestrial biosphere”, Phil. Trans. R.
Soc. A, 369, 2011, pp. 1010–1035.
10. E.
Ellis, “Stop Trying save the Planet”, Wired,
05.06.09.
11. P.
Kareiva, M. Marvier, “What Is
Conservation Science?”, BioScience 62(11), 1 November 2012, pp.
962–969.
12. B. Charbonneau, El Jardín de Babilonia, Ediciones El Salmón, 2016.
13. J. de la Osa, P. Eito, I. Benedí, H.
Bourrut, J. Barranco , S. Alberto, “Los museos y centros de interpretación de
medio ambiente en Aragón: entre el impulso institucional, la inspiración
crítica y la supervivencia”, Heramus II(3), 2011, pp. 78-87.
15. J. Riechmann, El socialismo puede llegar sólo en bicicleta, Los libros de la
catarata, Madrid 2012, p. 251.
16. S. Latouche, Límite, Adriana Hidalgo, Buenos Aires 2014.
17. R. Skidelsky y E. Skidelsky, ¿Cuánto es suficiente?, Crítica,
Barcelona 2012.
19. F. Houtart, De los bienes comunes al Bien Común de la Humanidad, Ruth Casa
Editorial, Panamá 2012.