sábado, 2 de diciembre de 2017

Oda al gato


Los animales fueron
imperfectos,
largos de cola, tristes
de cabeza.
Poco a poco se fueron
componiendo,
haciéndose paisaje,
adquiriendo lunares, gracia, vuelo.
El gato,
sólo el gato
apareció completo
y orgulloso:
nació completamente terminado,
camina solo y sabe lo que quiere.

El hombre quiere ser pescado y pájaro,
la serpiente quisiera tener alas,
el perro es un león desorientado,
el ingeniero quiere ser poeta,
la mosca estudia para golondrina,
el poeta trata de imitar la mosca,
pero el gato
quiere ser sólo gato
y todo gato es gato
desde bigote a cola,
desde presentimiento a rata viva,
desde la noche hasta sus ojos de oro.


No hay unidad
como él,
no tienen
la luna ni la flor
tal contextura:
es una sola cosa
como el sol o el topacio,
y la elástica línea en su contorno
firme y sutil es como
la línea de la proa de una nave.
Sus ojos amarillos
dejaron una sola
ranura
para echar las monedas de la noche.

Oh pequeño
emperador sin orbe,
conquistador sin patria,
mínimo tigre de salón, nupcial
sultán del cielo
de las tejas eróticas,
el viento del amor
en la intemperie
reclamas
cuando pasas
y posas
cuatro pies delicados
en el suelo,
oliendo,
desconfiando
de todo lo terrestre,
porque todo
es inmundo
para el inmaculado pie del gato.



Oh fiera independiente
de la casa, arrogante
vestigio de la noche,
perezoso, gimnástico
y ajeno,
profundísimo gato,
policía secreta
de las habitaciones,
insignia
de un
desaparecido terciopelo,
seguramente no hay
enigma
en tu manera,
tal vez no eres misterio,
todo el mundo te sabe y perteneces
al habitante menos misterioso,
tal vez todos lo creen,
todos se creen dueños,
propietarios, tíos
de gatos, compañeros,
colegas,
discípulos o amigos
de su gato.

Yo no.
Yo no suscribo.
Yo no conozco al gato.
Todo lo sé, la vida y su archipiélago,
el mar y la ciudad incalculable,
la botánica,
el gineceo con sus extravíos,
el por y el menos de la matemática,
los embudos volcánicos del mundo,
la cáscara irreal del cocodrilo,
la bondad ignorada del bombero,
el atavismo azul del sacerdote,
pero no puedo descifrar un gato.
Mi razón resbaló en su indiferencia,
sus ojos tienen números de oro.



Pablo Neruda, Navegaciones y regresos, Losada, Buenos Aires 1959

jueves, 30 de noviembre de 2017

¿Aprenderemos?

En la última Feria del Libro Antiguo y de Ocasión de Bilbao encontré una joya: La igualdad, de R.H. Tawney, publicado en 1945 por Fondo de Cultura Económica y traducido al español por Francisco Giner de los Ríos. En sus páginas 320-321 podemos leer lo siguiente:

Se admite hoy generalmente que la crisis financiera  británica de 1931 se debió de modo principal a causas con las cuales tenían poco que ver los gastos públicos en la Gran Bretaña. La City, que había recibido préstamos a corto plazo y los había concedido a largo plazo, no pudo hacer frente a la situación surgida cuando los rumores premonitorios del colapso en la Europa Central hicieron que los saldos extranjeros en Londres volvieran a su lugar de origen. Sin embargo, era evidentemente atractivo adscribir a los gastos exagerados de un gobierno que disgustaba al mundo de los negocios las dificultades resultantes resultantes de las equivocaciones en ese mismo mundo. Viéndose amenazados con el grito de que el país estaba en peligro a consecuencia de una temeraria expansión de los servicios sociales, el gobierno laborista fue incapaz de desafiar la hostilidad de la City o de tomar, sin que se le denunciara como asesino del crédito británico, la medida de abandonar el patrón oro, como hizo su sucesor con el resultado inmediato de ser aclamado como salvador de ese mismo crédito.

¿No nos suena a lo ocurrido en la última crisis de 2008? El marco (ideo)lógico de la derecha es singularmente estrecho, reducido y reiterativo. Tal vez por eso resulta tan exitoso.

miércoles, 29 de noviembre de 2017

Sobre centros de interpretación ambiental y desarrollo

Mesa 1. LOS CENTROS DE INTERPRETACIÓN AMBIENTAL Y RECUPERACIÓN DE LA FAUNA: HACIA UNA EDUCACIÓN AMBIENTAL TRANSFORMADORA
ÉTICA DEL DESARROLLO
Imanol Zubero
Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea
Bilbao, 28 de noviembre de 2017


IMPORTANCIA DEL DIAGNÓSTICO
Al finalizar su libro El optimista racional, Matt Ridley escribe: “El experimento seguirá su camino. Mientras se permita, en algún lugar, que florezcan el intercambio y la especialización humanos, la cultura evoluciona independientemente de la ayuda o los obstáculos de los líderes, y el resultado es que la prosperidad  se expande, la tecnología progresa, la pobreza declina, la enfermedad se reduce, le fecundidad cae, la felicidad se eleva, la violencia se atrofia, la libertad crece, el conocimiento florece, el medio ambiente mejora y la naturaleza se extiende” [1]. Es la apoteosis de la catalaxia, ese concepto propuesto por Ludwig von Mises para describir el beneficioso orden espontáneo creado por el intercambio y la especialización[2].
Frente a la perspectiva cataláctica, muchas personas piensan y trabajan desde el paradigma del colapso [3].  “Estamos viviendo un momento de cambio de la civilización”, sostiene Chris Hedges. “Cuando se agote el crédito para el ciudadano medio, cuando un paro masivo cree una clase marginal permanente y enrabietada, cuando desaparezcan los productos fabriles baratos que son el opio de nuestra cultura consumista, cuando el agua y el suelo estén tan contaminados o degradados que no puedan mantener bolsas de vida humana, probablemente evolucionaremos hacia un sistema muy parecido al totalitarismo clásico, caracterizado por despóticos reinos de taifas” [4].
En principio, situados entre la catalaxia y el colapso diríamos que “la virtud está en el medio”, que ni una cosa ni la contraria. Sin embargo, se trata de perspectivas inconmensurables, entre las que no cabe hacer una media.
Es probable que la perspectiva “colapsista” nos resulte tan impensable que inmediatamente quede fuera de nuestra consideración. No sólo en el caso de que seamos economistas neoclásicos. Como analiza Robert Nisbet en un libro convertido en clásico, la idea de progreso, es decir, la creencia en que “la humanidad ha avanzado en el pasado […] y que sigue y seguirá avanzando en el futuro”, es la “fe” moderna por excelencia, “tan evidente como cualquiera de los postulados de Euclides al menos hasta comienzos de nuestro siglo [XX]” [5]. Por su parte, Gilbert Rist considera que el desarrollo “forma parte de nuestra religión moderna”, conformando “una creencia y una serie de prácticas que forman un todo  a pesar de sus contradicciones” [6]. La fe en el progreso y el desarrollo continuos es nuestro marco interpretativo por excelencia.
La pregunta inicial es evidente: ¿desde qué perspectiva nos aproximamos a la gestión de los espacios naturales?
Si estamos en la era de la sexta extinción, hay que coincidir con Edward O. Wilson cuando en su último libro escribe que “el mundo decadente de la biodiversidad no puede salvarse sólo con las operaciones fragmentadas que se están llevando  a cabo en la actualidad” [7].
EL TAMAÑO IMPORTA
El pasado domingo, la organización World Wildlife Found junto con la Fundación Lurgaia organizó la "Plantación en Red", acción reivindicativa con la que se quiere concienciar sobre la necesidad de mantener conectados los bosques. Para ello, es plantaron en la Reserva de Urdaibai 600 ejemplares de robles, abedules o serbales, que en el futuro se convertirán en un bosque de casi una hectárea (lo que equivale a dos campos de fútbol), y poder así "juntar los espacios que están aislados creando pasadizos que posibiliten a la flora y fauna esparcirse" [8].
Un cambio en el área del hábitat conlleva un cambio en el número sostenible de especies, cercano a la raíz cuarta: según esto, una eliminación del 90% del área hace descender hasta el 50% el número de especies que puede sobrevivir de manera sostenible (Wilson, p. 251).
Por eso, su propuesta es destinar a la naturaleza la mitad del planeta, como única forma de salvar la biodiversidad del mismo y, de esta manera, “conseguir la estabilidad necesaria para nuestra propia supervivencia” (p. 14). Según los cálculos que expone, de esta manera se podría garantizar la estabilidad del 80% de las especies. Hay que tener en cuenta que, en la actualidad (datos de 2015), el total de las reservas naturales del mundo ocupan poco menos del 15% del área terrestre y del 2,8% del área marítima del planeta (p. 251).
Erle C. Ellis, científico medioambiental de la Universidad de Maryland que investiga la cuantificación del Antropoceno identificando aquellas formas naturales y ecosistemas que se han visto transformados o desplazados fuera de su hábitat original por la acción humana [9], nos conmina provocadoramente a asumir que habitamos irreversiblemente en la “Edad de los Humanos”: “Dejad de intentar salvar el planeta”, escribe: “La naturaleza ha desaparecido. […] Estáis viviendo en un planeta gastado. Si eso os molesta, intentad asumirlo. Ahora vivimos en el Antropoceno –una época geológica en la que la atmósfera, la litósfera y la biosfera de la Tierra están determinadas por fuerzas humanas” [10].
En esta línea, los científicos que defienden el paradigma de la “nueva conservación” rechazan la idea de que exista algo así como una “naturaleza prístina”, considerando que “nature can prosper so long as people see conservation as something that sustains and enriches their own lives. In summary, we are advocating conservation for people rather than from people” [11].
Mi temor, el expresado por Bernard Charbonneau, geógrafo e historiador francés, fundador con Jacques Ellul del Comité de Defensa de la Costa de Aquitania: que después de haber arrasado la naturaleza, la sociedad industrial termine de aniquilarla “protegiéndola”, organizándola [12]. “El parque nacional es un absoluto artificio […] no es naturaleza. Es un parque, un producto de la organización social: el parque público de la ciudad total”, sostiene (p. 230)
NO SE PUEDE ECHAR LA BRONCA POR LA FALTA DE PUNTUALIDAD A QUIENES ESTÁN PRESENTES, PERO…
“La denominación centro de interpretación no es la mejor, pero en Aragón también ha calado Al igual que en otros lugares, en Aragón han proliferado los denominados centros de interpretación de medio ambiente y sostenibilidad. ¿Nos ponemos de acuerdo en el nombre? ¿Centro de visitantes de…? ¿Centros de acogida de visitantes…? ¿Centro de interpretación de…? ¿Ecomuseo de…? ¿Museo de …? ¿Casa de…? ¿Un nombre propio y original? Demasiado tarde y demasiado difícil” [13].
En efecto, la tarea de los centros de interpretación y recuperación medioambiental resulta complicada en extremo, complicación que no sólo se refleja en sus problemas de denominación.
Cometido complejo. Mezcla de objetivos y lógicas. Los centros de interpretación como herramientas de conservación y de desarrollo. ¿Es posible lograr ambos objetivos? ¿Con este modelo de desarrollo?
EL PAPEL DE LA ÉTICA DEL DESARROLLO
“La clave para salvar la mitad del planeta es la huella ecológica” (Wilson, p. 255). Frente a la tentación neomaltusiana, con su corolario perverso de condenar la superpoblación de los pobres al tiempo que se salva el sobreconsumo de los ricos [14], Wilson considera que “la humanidad parece haber ganado la partida demográfica” (p. 256). Lo llamativo es que también parece considerar que igualmente está ganada la batalla del consumo: “la huella ecológica va a evolucionar, no para demandar cada vez más espacio, como podría pensarse en un principio, sino cada vez menos” (p. 257-258). ¿La razón de este optimismo?
La razón está en la evolución del sistema de libre mercado y en la forma en que está influido por la alta tecnología. Los productos más competitivos en estos momentos y en el futuro son aquellos cuya fabricación y publicidad resultan menos costosas, cuya reparación es menos frecuente y cuyas prestaciones don más altas empleando el mínimo de energía. […] En pocas palabras, tanto la reducción de la huella ecológica como su consiguiente mejora en la conservación de la biodiversidad se ven beneficiadas por la sustitución acelerada del crecimiento económico extensivo a favor del crecimiento económico intensivo (p. 258-259).
De nuevo, la catalaxia.
Frente al solucionismo tecnológico, la propuesta ética. Una ética ecosocialista “que se oponga radicalmente a la lógica destructiva […] de la rentabilidad del capital y del mercado total” [15].
Una ética fundada sobre la conciencia del límite [16], la cultura y la práctica de la suficiencia [17] y la consideración del Planeta como un común [18], o, en la expresión de François Houtart, como el Bien Común de la Humanidad [19].
Relevancia de las comunidades locales.
De forma paradójica, recrear los límites y las fronteras es necesario no sólo para conjurar el colapso, sino también para reencontrar un mundo común. Los hombres no forman en verdad comunidad más que en la proximidad y al percibir su diferencia con los demás. El sin-frontera, de moda entre los bobós [bourgeois-bohème, burgués-bohemio] destruye el común y el mundo (Latouche, p. 135-136).
“El verdadero parque europeo es el campo, que sin el trabajo del hombre vuelve, no a la naturaleza, sino a la condición de terreno baldío”, escribe Charbonneau; y continua: “Pero la sociedad que habla de la conservación de los lugares es la misma que los destruye”. Citando un artículo de Le Monde en 1966: “Los verdaderos conservadores de los lugares son los campesinos. […] ¿Cómo mantener los valores rurales y la agricultura en zonas que las leyes de la economía tienden a despoblar?” (p. 306-307).


1.       M. Ridley, El optimismo racional, Taurus, Madrid 2011, p. 346.
2.      L von Mises, Human Action. A treatise on Economics. Ludvig von Mises Institute, Auburn, Alabama 1998.
3.       C. Taibo, Colapso. Capitalismo terminal, transición ecosocial, ecofascismo, Los libros de la catarata, Madrid 2016; E. Santiago Muiño, Rutas sin mapa. Horizontes de transición ecosocial, Los libros de la catarata, Madrid 2016; M. Casal, La izquierda ante el colpaso de la civilización industrial, La oveja roja, Madrid 2016; G.M. Turner, “Is Global Collapse Imminent? An Updated Comparison of The Limits to Growth with Historical Data”, Melbourne Sustainable Society Institute, Research Paper 4, August 2014; S. López Arnal, “Entrevista a Jorge Riechmann”, Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, 119, 2012, pp. 175-190; R. Heinberg, Searching for a Miracle: ‘Net Energy’ Limits & the Fate of Industrial Society, Post Carbon Institute & International Forum on Globalization, September 2009.     
4.    Ch. Hedges, La muerte de la clase liberal, Capitán Swing, Madrid 2015, pp. 270-271.
5.     R. Nisbet, Historia de la idea de progreso, Gedisa, Buenos Aires 1981, p. 19 y 23.
6.      G. Rist, El desarrollo: historia de una creencia occidental, Los libros de la catarata, Madrid 2002, p. 32 y 36.
7.     E. O. Wilson, Medio planeta, Errata Naturae, Madrid 2017, p. 251
9.    E. C. Ellis, “Anthropogenic transformation of the terrestrial biosphere”, Phil. Trans. R. Soc. A, 369, 2011, pp. 1010–1035.
10.   E. Ellis, “Stop Trying save the Planet”, Wired, 05.06.09.
11.  P. Kareiva, M. Marvier, “What Is Conservation Science?”, BioScience 62(11), 1 November 2012, pp. 962–969.
12.   B. Charbonneau, El Jardín de Babilonia, Ediciones El Salmón, 2016.
13.    J. de la Osa, P. Eito, I. Benedí, H. Bourrut, J. Barranco , S. Alberto, “Los museos y centros de interpretación de medio ambiente en Aragón: entre el impulso institucional, la inspiración crítica y la supervivencia”,   Heramus II(3), 2011, pp. 78-87.
14.   I. Zubero, “¿Superpoblación o sobreconsumo? Malthusianismo práctico, exclusión global y población sobrante”, Scripta Nova,  19, 2015. http://revistes.ub.edu/index.php/ScriptaNova/article/view/15111/18314
15.  J. Riechmann, El socialismo puede llegar sólo en bicicleta, Los libros de la catarata, Madrid 2012, p. 251.
16.   S. Latouche, Límite, Adriana Hidalgo, Buenos Aires 2014.
17.    R. Skidelsky y E. Skidelsky, ¿Cuánto es suficiente?, Crítica, Barcelona 2012.
18. I. Zubero, “De los «comunales» a los «commons»: la peripecia teórica de una práctica ancestral cargada de futuro”, Documentación Social, 165, 2012, pp. 15-48. http://www.caritas.es/imagesrepository/CapitulosPublicaciones/4563/02%20-%20DE%20LOS%20COMUNALES%20A%20LOS%20COMMONS.%20LA%20PERIPECIA%20TE%C3%93RICA%20DE%20UNA%20PR%C3%81CTICA%20ANCESTRAL%20CARGADA%20DE%20FUTURO.pdf
19. F. Houtart, De los bienes comunes al Bien Común de la Humanidad, Ruth Casa Editorial, Panamá 2012.

domingo, 26 de noviembre de 2017

Lecturas variadas

Margaret Atwood, Resurgir (Traducción de Gabriela Bustelo), Alianza, Madrid 2008 (primera reimpresión).

La canadiense Margaret Atwood está de actualidad por la serie El cuento de la criada, basada en su obra homónima. Yo también recupero a Atwood, de la mano de uno libro publicado originalmente en 1972, pero tan intemporal que puede compararse con novelas de temática similar, pero mucho más recientes, como Sukkwan Island (Alfabia, Barcelona 2010) o Caribou Island (Mondadori, Barcelona 2011), ambas de David Vann, o Héroes de la frontera, de Dave Eggers (Random House, 2017).
En compañía de su amante y de una pareja de amigos, la protagonista viaja a una isla lacustre en el norte canadiense, para intentar encontrar a su padre, un viudo solitario que ha desaparecido. Durante siete días, se replanteará radicalmente su vida y experimentará un doloroso pero auténtico resurgir.

Pero traigo conmigo del pasado lejano de hace cinco noches al viajero del tiempo, el ser primitivo que tendrá que aprender, con forma de pez de colores ahora en mi tripa, experimentando sus acuosos cambios. La palabra hace surcos potenciales en su protocerebro, desconocidos. No un dios y quizá no real, hasta eso es incierto; no puedo saberlo aún, es demasiado pronto. Pero lo asumo: sí yo muero, muere; si paso hambre, pasa hambre conmigo. Puede que sea el primero, el primer humano verdadero; debe nacer, permitírsele.

Louise Penny, El juego de la luz (Traducción de Maia Figueroa), Salamandra, Barcelona 2017.

Ya nos hemos referido aquí a las anteriores novelas de esta autora, también canadiense, protagonizadas por el inspector jefe Armand Gamache y por la peculiar fauna humana que habita la pequeña localidad de Three Pines, en las afueras de Montreal. En este caso, la trama gira en torno a un asesinato ocurrido en el mundillo del arte de Quebec. Pero esto no deja de ser una disculpa para construir un libro donde lo más importante son sus personajes, complejos y absolutamente creibles, y las relaciones que se establecen entre ellos en ese microcosmos que es Three Pines.Como señala la autora en los agradecimientos que cierran el libro:

... ahora estoy totalmente convencida de que a veces los hombres y las mujeres que están ahogándose pueden salvarse. Y cuando la muerte los escupe, pueden encontrar cierta paz en un pueblo pequeño. Al sol.

Ana Paula Maia, De ganados y hombres (Traducción de Cristian De Nápoli), Siruela, Madrid 2017.

Yo me confieso incapaz de verlo, pero debería ser obligatorio su visionado para hacernos conscientes, como escribe la autora, del "horror desmedido" que se oculta tras algo tan delicado y sabroso como una hamburguesa o un solomillo. Me refiero al documental Matadero. Nos alimentamos de animales que, antes de llegar a nuestro plato, estaban vivos, y que han sido criados, gestionados industrialmente, transportados y matados. De eso trata el libro.Sin escenas o imágenes particularmente crueles, con un protagonista que ha decidido asumir, desde una particular ética profesional y personal, hasta las últimas consecuencias su trabajo de aturdidor en un matadero. Asume su función de matarife, pero rechaza -¡y de qué manera!- provocar sufrimiento añadido a los animales sacrificados.

- Trabajo no va a faltar. Como dice la gente por aquí: mientras exista una vaca en este mundo, siempre habrá alguien que quiera matarla.
- Y alguien que quiera comerla -concluye Edgar Wilson.
- Que quieran comerla habrá muchos. Pero matarla, eso sí que no. Matarla, solo los tipos como usted, amigo. Sólo gente así.
Nunca nadie va a pedirle que sea otra cosa, porque hay pocos hombres como él, hombres que viven para matar. Los que viven para comer son muchos y comen sin saciarse nunca. Todos son hombres de sangre, los que matan y los que comen. Nadie queda impune.

Philipp Meyer, El valle del óxido (Traducción de Eduardo Iriarte), Random House, Barcelona 2017.

Tras el éxito de El hijo, convertida en serie de televisión, se publica la primera novela de Meyer, editada originalmente en 2009. Es la historia de dos amigos atrapados en una comunidad industrial del norte de Pennsilvania, agonizante como consecuencia de la crisis de la industria del acero. Ambos sueñan con escapar, pero precisamente cuando emprenden su escapada un inesperado y terrible incidente altera radicalmente su existencia. En sus páginas nos encontramos con la América trabajadora, cantada por Woody Guthrie, que ahora vota a Trump:

El señor Painter, el profesor de historia del instituto Buell que le había escrito la carta de recomendación a Lee, le contó que se había mudado al valle para llevar el socialismo a las fábricas, había sido trabajador siderúrgico durante diez años, había perdido el empleo y se había hecho profesor. Un licenciado en Cornell trabajando de obrero. "Éramos muchos -le contó-. Rojos trabajando codo a codo con los muchachotes sureños". Pero no había llegado a haber  ninguna revolución, nada que se pareciera siquiera, ciento cincuenta mil  personas perdieron su empleo, pero todos se fueron sin armar revuelo. Era evidente que había responsables, hombres de carne y hueso que habían tomado la decisión de dejar al valle entero sin trabajo, tenían casas para pasar las vacaciones en Aspen, enviaban a sus hijos a Yale, sus carteras de inversiones subían cuando cerraban las fábricas. Pero, aparte de unos pocos sacerdotes que se hicieron famoso por colarse en una iglesia de guante blanco y tirarle aceite de mofeta al acaudalado pastor, nadie levantó un dedo para protestar. Había algo particularmente americano en ello: culparte por la mala suerte, esa resistencia a aceptar  que tu vida se veía afectada por fuerzas sociales, una tendencia a atribuir los problemas más importantes al comportamiento individual. El desagradable revés del Sueño Americano.