sábado, 3 de octubre de 2009

¡Qué alborozo, España hundida en el pozo!

Llevaba días intentando encontrar esta foto.

Sabía que la había visto en algún periódico, pero no conseguía dar con ella. Hoy lo he logrado.

Es una instantánea aparecida en el diario PÚBLICO el lunes pasado. El texto del pie de foto reza así:

"Sáenz de Santamaría y otros dirigentes del PP bailan con Los del Río 'Sevilla tiene un color especial'".

Está sacada en el escenario que el PP montó en el velódromo de la localidad sevillana de Dos Hermanas, donde organizaron un multitudinario mitin para denuncia la política económica del Gobierno.

Esto es lo más chocante. Que unos dirigentes políticos (supuestamente) serios denuncien (supuestamente) en serio la (supuesta) ruina económica de su país al tiempo que baten palmas, bailan, cantan y ríen alborozados.


viernes, 2 de octubre de 2009

Levando anklas

El secuestro del buque atunero Alakrana, con base en el puerto de Bermeo, por piratas somalíes en el Océano Índico ha sido aprovechado por el PNV para reabrir el debate sobre la protección de estos buques por efectivos del Ejército.
Su portavoz en el Congreso, Josu Erkoreka, se ha apresurado a declarar que si el Ministerio de Defensa hubiese aceptado la propuesta de su partido para embarcar infantes de marina en los atuneros que faenan en el Índico, el buque estaría ahora secuestrado y se habría podido repeler el ataque del que ha sido objeto. También ha afirmado que una vez que el resuelva el "percance" del Alakrana, el PNV volverá a poner sobre la mesa todas sus propuestas para reforzar la seguridad de los barcos que trabajan en el Índico, especialmente la relativa a la necesidad de implicar en la misma al Ejército español.
El pasado día 29 José María Ruiz Soroa publicaba un artículo en el diario EL CORREO cuya lectura hoy, tras el secuestro del Alakrana, resulta de enorme interés.
No va a evitar la demagogia de quienes no quieren uniformados en las instituciones vascas, pero los reclaman cuando de lo que se trata es de defender su inalienable derecho al marmitako.
Pero ofrece luz sobre un problema bien complejo.


Los atunes no reflexionan, los humanos sí

Todas las instituciones y organizaciones relevantes en el ámbito marítimo, desde las asociaciones de armadores (INTERTANKO, BIMCO) y aseguradores (IUMI) hasta los sindicatos de trabajadores de la mar (ITF), pasando por los organismos competentes de Naciones Unidas (IMO), han estado de acuerdo en estos últimos meses en desaconsejar vivamente que se embarquen en los buques civiles que navegan por aguas próximas a Somalia equipos de personal armado, sean de empresas de seguridad privada o directamente mercenarios procedentes de militares reciclados de otras guerras. La razón esgrimida para ello es clara: puede provocarse, indirectamente, una indeseable escalada de la violencia.
En efecto, los piratas procedentes de las costas somalíes (la mayoría de los cuales son ex militares entrenados) han actuado hasta ahora (salvo casos puntuales escasísimos) sin ejercer violencia física alguna contra las tripulaciones capturadas. Claro está que esta afirmación resulta un punto irónica, puesto que las han apresado, robado y retenido contra su voluntad, lo cual supone una evidente violencia. Pero no han existido agresiones directas contra los trabajadores, ni se han producido actos de odio o venganza contra ellos. Se les ha tratado como valiosos rehenes cuya vida convenía cuidar. Este trato puede cambiar si los buques objeto de un intento de secuestro por los piratas se defienden frente al ataque e infligen daños o bajas a los piratas. En primer lugar, porque éstos adaptarán sus tácticas de ataque al nuevo nivel de defensa (dispararán más, más fuerte, desde el principio, y contra las personas) y, en segundo, porque no es en absoluto descartable que posteriormente, si tienen éxito, venguen sus bajas propias en las personas de los tripulantes capturados, haciendo pagar a éstos las muertes o lesiones sufridas en el asalto.
Estas razonables consideraciones deberían hacer reflexionar sobre su actitud a tantos alegres ‘belicistas’ como de pronto han surgido entre nosotros. Porque no parece sino que en materia de pesca de atunes todos los vascos, desde los partidos políticos a los medios de difusión, aceptasen con alegría el ingreso en una espiral de violencia militar que, curiosamente, rechazan en general cuando se trata de proteger otros valores menos tangibles, tales como los derechos humanos de lejanas personas. Quienes desconfían de la intervención militar en Afganistán, o quienes proclaman que el diálogo y no la fuerza es el método para resolver los conflictos violentos, se vuelven furibundos partidarios de los fusiles de asalto cuando se habla de los atunes de nuestras empresas pesqueras. No creo que se trate, lo digo en su descargo, de un economicismo simplón que admitiría la violencia cuando hay dineros en juego. Pero sí se trata, eso sí lo creo, de una reflexión insuficiente.
Esta reflexión sobre el asunto debiera comenzar por una constatación bastante obvia: las personas valen más que los atunes. Lo que aplicado a nuestro caso significa que ningún marino debería tener que afrontar el riesgo de violencia o apresamiento para ganarse la vida si ello no es fruto de su decisión consciente y libre. Hace ya años, cuando los buques tanque eran sistemáticamente atacados en el Golfo Pérsico por los contendientes de la guerra entre Irak e Irán, Gobierno, sindicatos y armadores llegaron al acuerdo de que sólo los tripulantes que lo aceptasen (y a cambio de una prima compensatoria) permanecerían a bordo de los buques durante su estancia en el Golfo. Los demás eran sustituidos por tripulaciones mercenarias antes de entrar en esa zona. ¿Sucede lo mismo ahora? ¿Pueden los marinos de los atuneros o buques cableros negarse a ir a aguas piráticas sin perder su puesto de trabajo? ¿Se les compensa por el riesgo extraordinario que afrontan? ¿Qué razón existe para que el Ministerio de Asuntos Exteriores se niegue a declarar oficialmente las aguas piráticas como zona de riesgo bélico, cuando al mismo tiempo envía allí buques de guerra?
Igualmente procedente sería una reflexión sobre el valor de los intereses en juego y el coste de protegerlos. Porque los intereses, aunque perfectamente legítimos y respetables, no dejan de ser en gran parte los intereses privados de unas empresas que desean pescar en esas aguas peligrosas. Podría argüirse que está también implicado un bien público, el de defender el derecho a transitar o pescar en alta mar (el principio de libertad de los mares) que resulta transgredido por los piratas. Pero no es menos cierto que los pesqueros podrían acudir a aguas menos peligrosas. En cualquier caso, los costes de enviar allí una fuerza militar, costes que son económicamente elevados, son públicos y los sufragamos todos los ciudadanos. Pero sólo aprovechan a unos pocos: ¿apropiación privada de bienes públicos? Un balance indiscreto y objetivo de costes y beneficios sería clarificador en este punto. Sobre todo, cuando resulta que después de haber enviado a aquellas aguas buques y aviones militares porque las empresas pesqueras lo reclamaban el año pasado, resulta ahora que tales buques y aviones no les sirven de protección efectiva a los atuneros. ¿Estamos entonces gastando dinero público para nada?
Convendría también que el Gobierno (este Gobierno tartamudo que nos ha tocado) fuera capaz de explicar las razones de sus decisiones. En efecto, negarse a embarcar a infantes de marina en los pesqueros es una decisión que puede razonablemente explicarse de muchas formas, salvo la de recurrir a estúpidos argumentos como los de que «el Derecho Marítimo o la Ley de Defensa Nacional no lo permiten». Eso es pura verborrea carente de la más mínima base jurídica. Cuando Francia está embarcando a equipos militares en sus atuneros es preciso explicar por qué España no quiere (y no ‘no puede’) hacerlo. Y explicarlo pasa ineludiblemente por informar al público de que las fuerzas militares españolas tienen establecidos unos protocolos de intervención que prohíben el uso de la violencia sobre las personas por motivos sólo preventivos. Nuestros buques y aviones no pueden disparar directamente contra los piratas cuando éstos toman al abordaje a un buque civil, sólo pueden intentar asustarles. Si se embarcasen infantes de marina en los pesqueros, manteniéndose esas reglas de enfrentamiento, no podrían defender eficazmente a estos y, lo que es peor, terminarían capturados ellos mismos por los piratas. Explíquense y justifíquense las reglas de combate de nuestras tropas, en Somalia y en Afganistán, en lugar de esconderlas avergonzados. Si se decide una política hay que ser capaces de defenderla.
La última reflexión recae sobre la que parece ser la solución aconsejada por el Gobierno, y aceptada por las empresas pesqueras, la de embarcar personal de empresas privadas españolas de seguridad. Porque bien podría suceder que fuera la decisión más peligrosa de todas las posibles, dado que implica el uso de la fuerza, pero de una fuerza limitada e insuficiente. Los vigilantes privados, con armamento muy ligero y sujetos además a las restricciones en su uso que marcan las leyes españolas del sector, con toda probabilidad podrían ser incapaces de evitar un apresamiento. Sin embargo, su actuación sí sería causa bastante para desencadenar represalias posteriores, la temida escalada de la violencia. Es decir, que tendríamos la peor de las resultantes posibles: violencia, apresamiento, y represalias.

En todo esto hay una verdad militar implicada, que como todas las verdades militares es desagradable de escuchar para las almas buenas: cuando se entra en una escalada violenta hay que estar dispuesto a respaldar la decisión con toda la fuerza que sea necesaria, hay que estar dispuesto a superar y aplastar al contrincante. Si sólo se está dispuesto a emplear una fuerza limitada e inferior a la que éste puede devolver, se perderá la apuesta y, además, se sufrirán las represalias consecuentes por haber utilizado esa violencia, insuficiente para ganar la batalla pero bastante para molestar al contrincante.
Hay mucho posible sufrimiento humano implicado en las decisiones que se están tomando con una alegría y falta de reflexión alarmantes. Y todavía estamos a tiempo de pensar en ello. Hagámoslo.

miércoles, 30 de septiembre de 2009

SICAV

En los últimos cinco años, las 3.369 Sociedades de Inversión Mobiliaria de Capital Variable (Sicav), tributando al 1%, pagaron 56,6 millones de euros por el Impuesto de Sociedades después de haber obtenido 8.068,6 millones de beneficios y de acumular un patrimonio medio por encima de los 26.000 millones.
Sólo en 2008, en plena crisis, obtuvieron unas ganancias de 190 millones (datos del tercer trimestre), por los que pagaron 1,7 millones [EL MUNDO].

¿SICAV? Si Intentas Controlarnos Alzamos el Vuelo.

Nada más que esto, no le demos más vueltas. Crisis de la virtud, apoteosis de la necesidad.

Lamento por unos Estados neuróticos (Richard Falk) rotos por la contradictoria obligación de atender a las necesidades de sus poblaciones y a las exigencias nunca negociables de los capitales ¿nacionales? El capital no tiene patria. ¡Capitales del mundo, acumulaos!
Crisis de legitimación de unos Estados -democráticos a pesar de capitalistas- confrontados con la tarea de cumplir con sus funciones de legitimación redistributiva y de acumulación (Habermas).

¿Rabia? Más bien melancolía.

Es la Capitalist Threat, la amenaza capitalista señalada por George Soros -él mismo tiburón de tiburones- en 1997:
"Al tomar las condiciones de oferta y demanda como dadas y declarando la intervención gubernamental al mal último, la ideología del laissez faire ha hecho desaparecer efectivamente la distribución del ingreso o de la riqueza. Puedo estar de acuerdo en que todas las tentativas de redistribución interfieren con la eficiencia del mercado, pero de allí no se colige que no deba hacerse nada. El argumento del laissez faire reposa sobre el mismo recurso tácito a la perfección como lo hace el comunismo. Afirma que la redistribución causa ineficiencias y distorsiones, que los problemas pueden ser resueltos eliminando la redistribución—así como el comunismo reclamaba que la duplicación implicada en la competencia era derroche y que por tanto deberíamos tener una economía planificada. Pero la perfección es inalcanzable. La riqueza sí se acumula en las manos de sus poseedores, y si no hubiese mecanismo alguno de redistribución, las inequidades se tornarían intolerables. “El dinero es como el estiércol, no es bueno sino a menos que se distribuya”; Francis Bacon era un economista profundo.
El argumento del laissez faire contra la redistribución del ingreso invoca la supervivencia del más apto. El argumento cae por el hecho que la riqueza es traspasada por herencia y la segunda generación es raramente tan apta como la primera".


Pero tres millones al año son tres millones al año. Qué más da la aptitud de los que vengan por detrás, teniendo en cuenta la actitud de los que han venido por delante.

Capitalismo de amiguetes (Krugman), acumulación por desposesión (Harvey), posdemocracia (Gough) ... Es lo que hay.

martes, 29 de septiembre de 2009

Ingenios electrónicos y orugas con cabañas

  • Después de la prueba el reverendo O’Hara me dijo que un solista como yo cantando en un coro era un verdadero desperdicio. Y que él tenía por norma… ¡deshacerse de los desperdicios! Sigo esperando una oportunidad como músico. Mientras tanto, conseguí trabajo en una cosa sorprendente que trataré de explicarte: Se trata de un tendido de dos largas cintas de acero sobre las que se deslizará una gigantesca oruga; arrastra unas cabañas sobre ruedas que llevan gente en su interior. ¡Es fantástica! Muchos besos, Yoghurtu Nghé.

  • Querido sobrino: Estoy muy impresionado por lo que me cuentas de esa “oruga con cabañas”. En mi vida había oído hablar de nada que se pareciera tanto a un tren…
Les Luthiers, "Cartas de color"


¿"Ingenio electrónico"? En mi vida había oído hablar de nada que se pareciera tanto a un pen...






lunes, 28 de septiembre de 2009

El papel de mi familia en la revolución mundial

La editorial Minúscula vuelve a ofrecernos una joyita. Se trata de la novela titulada El papel de mi familia en la revolución mundial, del yugoslavo Bora Cosic.
Una cocina es el escenario único en el que transcurre toda la historia. Una familia originalísima -que me recordaba ora a la del Gerald Durrell de Mi familia y otros animales, ora a los Malaussenè de Daniel Pennac- la protagoniza. Y un niño observador es quien relata todos los acontecimientos.
A través de sus ojos viviremos el tránsito desde el fascismo que enraizó en tantas sociedades europeas durante los años 30, pasando por la guerra y la posguerra, hasta el comunismo de Tito. Todo ello narrado con una sensibilidad y un sentido del humor que hacen que una sonrisa me haya acompañado durante toda su lectura.

"Yo tenía un tío, tías, abuelo, lo mismo que tenían los demás. Sin embargo, de los demás decían: 'Es una familia muy respetable', mientras que de nosotros abreviaban: 'Son chusma'. Vivíamos el desenlace de la guerra mundial, el final de la ocupación, el principo de una nueva era, y utilizábamos objetos tales como camas, cucharas, agua de colonia; todo igual que el resto. No sé por qué había diferencias. De los demás decían: 'Lo tienen todo'; de nosotros:'¡Vagabundos, visten harapos, ni un céntimo en el bolsillo!'. En la lista de vecinos del inmueble alguien escribó 'mujeriego' tras el nombre del tío, tras el de papá 'borracho', tras el mío 'imbécil'. Detrás del de mi madre no escribieron nada; ella se quejó: 'Pobre de mí'. Las tías se preguntaban: '¿Por qué nos odian?'. El abuelo consideró: 'Porque nos entendemos bien'. El tío no estuvo de acuerdo: 'Sí, hombre, justamente eso'. Continuamos viviendo en familia igual que antes".

domingo, 27 de septiembre de 2009

Hintelijencia (ETA)militar

ETA cierra su reflexión interna con una apuesta por «seguir con las armas»
Muestra en un comunicado su «voluntad y disposición total»para una «salida democrática» que pasa por la autodeterminación
(EL CORREO).

El sábado se presentó en Donostia-San Sebastián la Mario Onaindia Fundazioa. Frente a la barbarie cutre de los últimos terroristas de Europa, la lucidez del pensamiento libre, incluso contradictorio, pero profundamente cívico:

"Hay un sustrato no clarificado en el nacionalismo que impide el surgimiento de una moral laica. Es la idea de que Euskadi está en guerra con Madrid [...]
En la medida en que el nacionalismo no es un proyecto para todos los vascos, impide la consolidación de una ideología nacional y, por tanto, de una ética laica para la sociedad, de uncódigo de comportamiento y normas de juego válidas y asumibles por el conjunto de los ciudadanos vascos".
(Mario Onaindia, 12 de marzo de 1982)